domingo, 29 de marzo de 2009

La gasolina, no...

El socialismo del siglo XXI nos ha convertido en apasionados opinadores de resignado estilo, siempre dispuestos a brindar el tonto consuelo de lo que nunca sucedió. Si nos roban el auto, por ejemplo, todos nuestros amigos intentaràn aliviarnos la rabia con el estéril argumento de haber salvado la vida, al menos; como si la violencia de ser despojado de tu auto no fuera suficiente afrenta. Si perdemos el empleo, siempre estará el recurso sanador de que al menos te pagaron una liquidación con la que vivirás hasta que aparezca otra cosa. Para cualquier desatino del destino, sea buscado o no, siempre existe la certeza de que pueden pasarte cosas mucho peores a las que están sucediéndote. El sábado pasado, ante las medidas económicas que promulgó el gobierno, mucha gente celebró que la gasolina mantuviera el mismo precio simbólico de un país en quiebra. Es decir, las medidas económicas no fueron “tan malas”. Vamos a pagar un impuesto al gasto mucho más alto, pero de eso no se ha dado cuenta nadie, gracias al prodigio que nos deja pagando lo mismo por el tanque de gasolina y nos matiza el miedo que le tenemos a ese aumento, el único que realmente necesita la desgastada economía del país, en caso de que a alguien le importara ese tema, de verdad. En este país, la gasolina es tan absurdamente barata que incluso si doblan el precio actual, un tanque de gasolina no costaría más de cuatro dólares. ¿Por qué seguimos pensando que la crisis económica esta íntimamente ligada al aumento de la gasolina? La crisis económica - con o sin gastos suntuarios - (Dios de mi vida… ¡que palabreja!) es una realidad que nada tiene que ver con el precio de la gasolina y sí con los anaqueles del supermercado y las sutiles diferencias en los tamaños del envase de ciertos productos fundamentales o la ausencia misteriosa de otros. Respeto el derecho de los demás a seguir pensando que nada de lo decretado por la voz altiva del teniente coronel, tendrá un efecto negativo en nuestra perjudicada economía doméstica. Respeto el derecho de los opinadores a decir que mientras la gasolina no suba de precio, todo está bien. Yo creo que esa, como muchas otras, es una opinión equivocada. Pero, de equivocaciones estamos viviendo hace más de 50 años.

martes, 24 de marzo de 2009

¿Quiere factura?

Mi auto tiene varios días empeñado en no encender cuando debe. Por suerte, en esta ciudad todavía queda gente amable, dispuesta a perder unos minutos de su tiempo en opinar y ayudarte al mismo tiempo. Según todo el que sabe más que yo de eso, el asunto es que la batería de mi carro está, por lo menos, vencida. En perfecta consonancia con el país, de paso. Tuve que ir a comprar una nueva, en una tienda especializada que queda muy cerca de mi casa, total, para montarle una batería al auto, no se necesita hacer un curso en la NASA. Me arriesgué a hacerlo sin ayuda. La primera sorpresa fue que en la tienda, una muchacha muy joven estaba a cargo de todo. La segunda es que por más esfuerzos que hice, la niña no me contestó los buenos días, la tercera fueron sus uñas. Ni su timidez, (llamémoslo así para evitar conflictos con mi ego) ni su desconocimiento total del producto que intenta vender, eran capaces de superar el cuidadoso trabajo multicolor de sus largas uñas. Metía miedo. Como la cosa tenía cierta urgencia, busqué una batería que se pareciera a la que estaba a punto de suplantar, pregunté el precio (carísimo, por cierto) y al momento de pagar, la “chica” pronunció la primera oración completa de la escena: Chico… ¿va a querer factura? Inútil explicar que a la gente con cabello gris uno no la llama “chico”, rápidamente asimilé la pregunta y respondí con un no se que me salió del alma. Es decir, no se si quiero factura, porque se supone que tengo que quererla o el SENIAT te embroma. Me miró, con cara de-mejor-se-decide, chico y ante el temor de ser atacado por las uñas amenazantes, le pregunté: ¿Hay alguna diferencia entre querer y no querer factura? Entonces hubo una sonrisa casi amable. Claro, me dijo, si le hago factura le tengo que cobrar el IVA. ¿Y si no?, dije yo, Pues obvio, no se lo cobro. Inmediatamente le dije que no quería factura y me sentí delincuente. Pero adiviné los argumentos que tiene el jefe de la niña para imponer esa práctica; si a ellos les parece obvio, el problema es de ellos. No me dio dolor de conciencia montarle una batería nueva a mi auto, no nos han enseñado a tener conciencia.

domingo, 22 de marzo de 2009

Elsas y un domingo lluvioso

Ha llovido casi todo el día. Perfecto. Los domingos lluviosos son gratos, no hay que levantarse de la cama si uno no quiere; además, las noticias de hoy no son ni mejores ni distintas a las de ayer ¿para qué leer los periódicos hoy? Lo poco que necesitamos saber ya lo dijeron y no tengo ganas de hablar de eso. Estamos un poco más pobres, o mejor dicho, la vida está un poco más cara. ¿Para qué preocuparnos? Hoy no leí periódicos. Hoy me encontré en mi Televisor con Elsa y con Elsita, con Anita Ekberg y con esa Fontana de Trevi que sorprende porque antes de ser verdad, era grande y maravillosa como en La Dolce Vita. No, no es grande, pero nosotros no somos Marcello ni Anita, ni todos los gatos son blancos. Elsa y sus amores tardíos y su conquista de la Fontana. Elsita y su lucha por no dejarse arrebatar la vanidad, ni la Argentina que lleva dentro de su bravo acento rioplatense, a sus más de sesenta años. Elsita, que sigue pensando que volveremos a tomarnos un vino e inventar una historia para volver a vivir los días de la Universidad de St Thomas y el teatro en español que inventábamos porque no teníamos nada mejor que inventar y de haberlo tenido, no nos habría provocado. Dos Elsas, o mejor dicho, una Elsa con el respeto debido a la ficción y una Elsita con el cariño de días que fueron buenos, pero no mejores. Tendré que hacerlo mas a menudo, no tiene nada de malo inventarse una escenografía y un guión, para dejar morir estos domingos lluviosos de una ciudad que sigue teniendo secretos y preguntas, neblinas oscuras y espesas, frías noches solitarias en cualquier mes del año y nevadas espléndidas que contemplamos desde cualquier ventana. Basta con mirar hacia arriba para hacer palpable el recuerdo de esa nieve merideña, que se infiltraba en mis conversaciones con Elsita los días del duro calor tejano. Hoy me dio por pensar en ella. Quizás más tarde la llame para saber de su vida. Estará bien, supongo. Bien, a pesar de la leucemia y las quimioterapias. Bien, a pesar del cansancio, feliz porque vence un poco cada día la enfermedad. Y furiosa, porque a algunos como yo, a veces nos da por preocuparnos por cosas que realmente, no son más graves que vivir con leucemia.

viernes, 20 de marzo de 2009

De abusos y otras lindezas

Llegó el gas. Esta mañana, después de una semana bañándome con agua helada, me trajeron el par de bombonas. No pude bañarme de una vez, porque no tengo agua, pero eso es normal. Aquí las cosas no pasan cuando se quiere, sino cuando se puede. Tampoco estamos como para querer tenerlo todo en la vida.
Cuando salí a pagar el gas, mi vecino me saludó muy contento y como sabe que no tengo fuerza para quedarme callado, me hizo la pregunta del día: Epa… ¿Qué te parece lo de Rosales? Tenia tal cara de alegría mi vecino, que decidí alzar los hombros y torcerme la lengua. No tengo ganas de ponerme a buscar apartamento. Aunque suene cobarde. ¿Qué me parece lo de Rosales? Pues, ¿qué me va a parecer? Lo mismo que le parece a todos los que ya opinaron: Persecución, bravuconada y absurdo. No voy a defender a Rosales. Yo soy venezolano, yo me uno a la corriente criolla que piensa que todo aquel que ha ejercido un cargo público, ha robado, hasta que se le demuestre lo contrario. Cosa que nunca sucede, ni de un bando ni de otro. No estoy ni a favor ni en contra de que a Rosales lo hayan investigado y ahora quieran meterlo preso. Me parece un absurdo sin sentido porque es un acto de soberbia presidencial y una advertencia burda, porque es un recurso de alzados y de cobardes: Rosales es un enemigo político del presidente de la mitad del país. Rosales es un líder en la región más importante del interior del país. Rosales puede, si quiere, crearles problemas graves a los rojos. Rosales cometió el error de ganar unas elecciones “libres y soberanas” casi tantas veces como el Sabanetero. Rosales tiene a su delfín gobernando el Zulia. A ver, ¿será que se necesitan más excusas para el exabrupto? Cantando el Himno estaríamos, en cambio, si junto a Rosales hubieran caído al menos tres miembros de la larga lista de personajes que se mencionaron en el juicio imperialista del maletín atiborrado de dólares, o alguno de los bolivarianos ante quienes es peligroso dejar caer un lápiz porque se lo cogen también. Los venezolanos de bien no creemos en el castigo a Rosales, porque sabemos que los próximos compañeros de celda del maracucho serán los otros que tuvieron el mal tino de ganar unas elecciones “democráticas” y que con ellos irán los que le tuerzan los ojos al sabanetero, los que hablen, los que escriban y los que opinen en su contra. Para los demás, es decir, para nosotros, seguro que habrá restricciones de otro tipo o perdigones. Pero eso hay que hacerlo para mantener sana esta democracia ¿O no?

miércoles, 18 de marzo de 2009

Rosario de chismes

Una de las cosas que más me alegra en esta etapa de mi vida es el reencuentro con antiguos conocidos. Superados los escollos de la juventud y enfrentados a las canas, la presbicia y la mala memoria, todos parecemos dispuestos a desparramar cordialidad y prodigar rumores. Sucede con la frecuencia justa y en las ocasiones que señores como nosotros compartimos por casualidad: Matrimonios, algunos eventos públicos de corte más o menos político y velorios, la flor de los eventos sociales de esta ciudad de costumbres inquebrantables, que se cumplen rigurosamente en los pasillos circulares y altísimos de una edificación funeraria de tiempos modernos: La Inmaculada. Un gran amigo mío que formó parte de su equipo de arquitectos, a mediados de los 70, pontificaba un día sobre los detalles del edificio, que a mi me parecía muy grande para la época, y me dijo: “Lo que pasa, Juan Carlos, es que nos estamos inspirando en dos velorios que sucederán algún día: el de tu mamá y el de Perucho Rincón”. Se medio equivocó, por cierto. Mi mamá escogió partir en medio de las vacaciones universitarias y no recuerdo si había tanta gente como el imaginó; aunque con Perucho la ocasiòn fue bien distinta, yo no dudo que sus almas conversadoras, anden por ahí validando la premisa. La Inmaculada es el mejor tensiometro de esta ciudad. Esta noche, por ejemplo, cuando saludaba a una amiga muy querida de aquellos años felices de La Salle que ha perdido a su padre, se desgranaron conversaciones vehementemente venezolanas sobre cuentos que ya andan en la calle, pero de los que siempre hay alguien que se atreve a dar detalles íntimos. Me han jurado por lo más sagrado, que el presidente de la mitad del país, está metidísimo en la defenestración de Pérez Roque y Lage. Dicen que el emcompinchamiento de los tres ha molestado muchísimo al bateador emergente pues la cosa iba de conspiración y todo. Tomando a Cuba como excusa, (antes un tema tan lejano) hemos recalado en la famosa Ley de Descentralización; tan enredada y con tanta pinta de disparate dictatorial, que pone los pelos de punta. Alegra un poco saber, que todos la vemos como una clarísima muestra de que la democracia se la llevó el diablo. Y ya está. Lo que realmente lamento es el escenario y las circunstancias del rosario de chismes. Llegada la hora prudente de despedirse, nos metemos el cuento de que vamos a vernos en ocasiones más felices. Usualmente, regreso a casa preguntándome si las verdades que tenemos dentro y queremos contar, empiezan a ser pasto de miedos inexplicables o no aguantan la franqueza de un par de tragos bien servidos. ¿Será?

lunes, 16 de marzo de 2009

¿Y la decencia?

Las más claras señales de vejez deben ser, el tiempo que dedicamos a explicarnos que las cosas han cambiado y esa pequeña punzadita de nostalgia que nos produce darnos cuenta de lo mucho que hemos ido malignizándonos en el camino. Últimamente me ocurre una cosa rarísima que me confunde: Siento que, de pronto, las personas que escogimos habitar el planeta, pertenecemos a un mundo mucho más caótico de lo que nos gusta admitir y actuamos en consecuencia. Trato de justificarlo y creo que el principio de ese caos se debe a la excesiva susceptibilidad con que vivimos; la intolerante actitud con que enfrentamos nuestras propias deficiencias, nuestros propios errores. Produce insomnio pensarlo, pero siento que estamos optando por soluciones perversas y egoístas. Y no nos hemos dado cuenta, que es lo más grave. Hemos olvidado que la mayoría de las veces, “hablando se entiende la gente”. Hemos decidido actuar sin medir consecuencias. Nos adjudicamos el papel de villanos pero escogemos el vestuario de víctima y nos negamos a entender que no somos ni una cosa ni otra. Sólo somos un puñado de seres vapuleados a quienes la inservible susceptibilidad de nuestras vidas, no nos permite mirar lo que estamos haciendo en contra de nosotros mismos. Dañamos al otro aun antes de haber recibido una afrenta y lo justificamos inventándonos mecanismos perfectamente legales para ponernos a salvo. Lo hacemos con una naturalidad que impresiona y la mayoría de las veces, en realidad, estamos mintiéndonos. Al momento de agredir, pensamos muy poco en el precio enorme que se paga por hacer daño. Somos nosotros los que no tenemos herramientas para procesar nuestras debilidades, nuestras flaquezas; le endilgamos las culpas de todo al otro y entonces, le damos espacio a la susceptibilidad, una consejera mucho más dañina que la soledad misma, porque nos impide ver el fondo de nuestra pequeñez, pero nos permite crecernos en el zarpazo. Ya nada que tenga que ver con el otro nos preocupa. Es un terrible signo de los tiempos que corren. Es el material con que están escritos los titulares de los diarios. ¿Que habrá sucedido con la decencia?

sábado, 14 de marzo de 2009

¡Me han sacado del closet!

Este blog, que ya han empezado a leer algunas personas – cosa que agradezco mucho – estaba en proceso de construcción hasta hace pocos días. Las cosas de la vida, digamos, apresuraron su publicación y ya no me pertenece, aunque siga siendo el escondite público de lo que escribo para no morirme de muchas rabias. Lo que no entiendo es como pasó. Mejor dicho, que causalidad le permitió a la Tía Bacha encontrarse con “Los de entonces” y ponerlo a rodar. A ver si me explico: Entre la promiscuidad intelectual de mi familia escogida, (Andrades, Paraymas, allegados, afines primarios y secundarios) destaca la discreción de la Tía Bacha. Siempre bien puesta y bien atildada. Un personaje de esos de los que Cabrujas diría “toma café y enjuaga la taza”. La Tía Bacha, ¿Quién lo diría? ¡Me ha sacado del closet! Seguramente en sano ejercicio de curiosidad y por andar haciéndole caso a las recomendaciones de la madre putativa, Bacha llegó hasta aquí, nada más y nada menos, que desde Generación Y, una de las mejores cosas que existe en el ciberespacio. Al menos, eso es lo poco que saco en claro de lo poco que he investigado. Todo indica que desde allí salió, nadie me ha dicho como, el camino que los condujo hasta aquí. O sea, la cosa tuvo empujón y todo, con sus respectivos premios: He perdido algunos días de inmunidad materna filial y ocupo un sitio honroso en las listas de pánfilos. Ni siquiera mi Rayi sabia que yo andaba en esto y la verdad, el día que me lo comentó, mientras yo almorzaba y ella subía las cejas y fingía demencia, sentí que me habían agarrado en pecado mortal. Pues bien, el proceso de construcción terminó y yo tengo la deuda del siglo con la Tía Bacha. A pesar de mi flagrante egocentrismo, tenia como una especie de miedo a ser leído. Ya no tengo escapatoria. Sépanlo de una vez: Me he metido a bloggero. Vamos a ver que pasa.

martes, 10 de marzo de 2009

Arepas cuadradas

Me encantan las arepas. Cuando era más joven y vivía en Caracas, no había salida nocturna que no incluyera el “guardado” para la arepa de la madrugada. Es más, las areperas eran la prueba de fuego para el levante que tuviera uno la posibilidad de conseguir al amparo de la noche. Si un levante cualquiera sobrevivía a la impúdica luz de neón de las areperas caraqueñas, sus posibilidades de amanecer en tu cama aumentaban prodigiosamente. Me encanta una arepa con poca masa, mantequilla y queso amarillo. Siempre pensé que eso era uno de los placeres indestructibles de mi Venezolanidad. Lamentablemente, el señor que trabaja en Miraflores no está de acuerdo conmigo. Resulta que las arepas están carísimas - como todo - y a los arreglavidas de boina roja, les ha dado por ocuparse del asunto. Resultado: Las areperas están siendo objeto de la fiscalización más atroz y pronto empezarán a cerrar. Seguramente en su lugar aparecerán esmirriadas arepas de apellido impronunciable, o cualquier otra atrocidad. Es verdad que duele un poco pagar 20 bolívares o más por una Reina Pepiada. Pero la decisión de pagar ese precio nos corresponde tomarla a cada uno de nosotros. En libertad. Esa alharaca que tienen por el precio de las arepas no es otra cosa que mas regalito y limosna. Ósea, otro milagro de la revolución bolivariana. Milagro que también se desvanecerá frente a la realidad, cuando la realidad sea un fiasco demasiado grande. Definitivamente, el señor olvidó que su trabajo real es proporcionarnos trabajos y salarios decentes a nosotros, para que nos demos el gusto eventual de una buena “comida en la calle”; y no esa manía absurda de querer convertirnos a todos en mendigos de sus errores para tratar de sobrevivirlo. Lo lamento. A mi no me interesa pasar necesidades. No me gusta. Yo no quiero que me cierren las areperas, ni me apaguen los tubos fluorescentes. Yo no quiero esperar que mis amigos extranjeros sean los que tengan que invitarme a comer fuera. Yo quiero pagar lo que me como, en libertad, y tener la posibilidad de ganarme el dinero para eso. A mí, como a montones de otros, me gusta GANARME la vida. ¿Está claro?

viernes, 6 de marzo de 2009

Que mortificaciòn...

Fui a comprar la Pepsi Cola del día en la bodeguita de la esquina y regresé a mi casa de lo más preocupado. Se pone uno de entrépito a escuchar conversaciones ajenas y sale como yo, con la Pepsi totalmente arruinada. La dueña de la bodega estaba hablando con una vecina sobre el nuevo milagro de la revolución: Según pude escuchar, ahora vamos a tener arroz, como arroz. Vamos a tener tanto arroz que incluso podríamos convertirlo en moneda de cambio. Nada, que el arroz se va a convertir en el pan nuestro de cada día, para siempre y sin problema alguno. ¡Muérete!... resulta que la gente se cree los cuentos del gobierno. La gente de a pie, la gente que nunca ha tenido necesidad de ser testigo de semejante atropello al derecho libérrimo a la libre empresa, anda creyendo que las intervenciones y expropiaciones a las fabricas de arroz son una maravillosa medida del “gobierno revolucionario”. Es más, celebran que van a aparecer gandolas llenas de arroz que será vendido a precio de regalo en las calles. ¿Qué pasó con aquello de “que de lo bueno poco y regalado nada”?. ¿Será que de verdad vamos a vender nuestras conciencias por un plato de arroz en el que no hay lentejas?. ¿No se supone que deberíamos estar preocupados por què no podemos ganarnos en ninguna parte el derecho a alimentarnos con lo que nos de la gana, sin que nos regalen nada? En el mundo real tendriamos que estar angustiados por que no nos està permitido el derecho a dejar de ser buhoneros o mendigos de un gobierno que le quita el arroz a los ricos para regalárselo a los menos ricos, ósea a todos los demás, pero nos impide ganarnos las lentejas con el sudor de nuestra frente. Eso, aquí en este país, lo llaman “revolución”. Les ruego me perdonen, eso a mí me suena a vagabundería de la gente. Y eso si que es un asunto del más estricto interés del Estado Venezolano. O debería serlo, digo yo.

jueves, 5 de marzo de 2009

Una de comiquitas

Seguimos en el reino del cómic y la vergüenza ajena. Siguen dándonos material para reírnos de su ineficiencia y de su mal gusto. Seguimos en lo mismo. Lo peor es que la cosa se está poniendo buena. Como si no bastara con el escándalo de las fabricas de alimentos “imperialistas” que parecen estar negándose a bailar al son que ellos tocan, ahora la cogieron con lo que quisiéramos ver: Nada más y nada menos que con una exposición que, por suerte, vi y disfruté muchísimo en los museos de Ciencias de Houston y de New York, (donde por cierto, conseguir un ticket para entrar era realmente una odisea). Al SENIAT se le ocurrió, por que si – después de un articulo aparecido sospechosamente en un pasquín que se llama VEA – tildar de necrofilica a la exposición “BODIES REVEALED” (Cuerpos al desnudo) que a alguien se le ocurrió traer para montar en el CC Sambil de Caracas. De un solo golpe y con mucha guardia nacional, cámaras de TV y un gentío, como todo lo que ellos hacen, suspendieron la inauguración y seguramente la posibilidad de ver algo que todo el mundo ha visto. Todo el mundo, geográficamente hablando. Puestos a dar razones, ellos son magníficos. Alguien dijo en la aduana que los cuerpos-obras-de-arte, a ser expuestos, eran de plástico y a los del SENIAT se les ocurrió que eso no es verdad y armaron la marimorena. Tanto, que hasta recogieron muestras para enviar a un laboratorio forense. Como si esos laboratorios en Venezuela sirvieran de algo. Listo. Cerraron la cosa. En Venezuela nadie podrá ver los cuerpos al desnudo que, dicho sea de paso, de necrofilico (o pornográfico, por si se les ocurre esa también) no tienen ni un pelo. Es lo de siempre: decidieron por nosotros. El socialismo del siglo XXI está cada vez más seguro de saber lo que nosotros queremos vivir. Está prohibido ver cadáveres disecados que enseñan, bastante sanamente, un poco de anatomía. Pero nuestros niños en la puerta de su escuela ven caer a cada rato, cuerpos humanos ensangrentados. Aunque claro, eso no es asunto del SENIAT. Seguro que de serlo, prohibirían el libre ejercicio del sicariato, o le pondrían un impuesto, al menos.

miércoles, 4 de marzo de 2009

La patria revolucionaria

(Escrito en los ùltimos dìas de Diciembre de 2007, a pocos dias de haber regresado de una larguisima vida en el "Imperio mismo". Nada ha cambiado, tal vez està peor, por eso lo subo aqui. Ayer es hoy, todos los dìas) Ayer tuve mi primera experiencia cercana con el nuevo país. Saliendo de la casa de mi papá, dos "jardineros" armados con machete, hicieron el amague de robarme mis zapatos DIESEL finísimos. No pasó nada, por que yo corrí de vuelta a la casa y los potenciales delincuentes se arrepintieron de perseguirme (o de darme un machetazo, nunca lo sabré) Después pensé que quizás lo que los tipos querían era cortarme el pie desde el tobillo para que el zapato no se deformara, cosa absolutamente comprensible. Imagínense ustedes lo difícil de arriesgarse a mantener un par de Diesel en buena forma sin ninguna ayuda, cuando es más sencillo guardarlos con maniquí y todo. Mi hermana entonces, me recomendó irme a una zapatería Colombiana muy famosa del centro de la ciudad (se llama algo así como Gasolina Full y les agradezco no preguntarme porqué) y comprarme un par de zapatos baratos, si quería llegar a fin de año con mis dos pies en donde se supone que deben estar. Le hice caso por que según parece, aquí saben perfecto lo que significan Diesel y Puma. Entonces, me enfrente al país: me fui al centro de la ciudad a comprar zapatos. Una incursión muy aleccionadora que me dio una pista importantísima para entender lo que pasa. Les explico: El centro de Mérida está lleno de buhoneros, de gente, de compradores al mejor estilo ave de rapiña, y de ruido. El problema fundamental de los venezolanos es que vivimos en medio de un ruido enloquecedor que ya surtió efecto. Por eso sucede todo lo demás. Ruido en todas partes, pero sobre todo en los lugares donde se aglomera la gente. La música, por ejemplo, es la cosa más ESPANTOSA que puede imaginarse ser humano alguno. Mientras esperaba que me trajeran los zapatos me dediqué a escuchar una canción que sonaba en la tienda y que los vendedores tarareaban con entusiasmo, decía así: "Mentirosa, cochambrosa, todo lo que aquí se hace aquí se paga, con una bala perdida". Todos se la sabían y la cantaban. Imaginemos nomás el efecto del estribillo. En otra tienda un alto (altísimo) parlante, repetía sin cesar "pa metetelo mamita…pa metetelo"....y más adelante el sempiterno "yo no olvido al año viejo...." mientras por la acera, un miembro de esa nueva clase social llamada "el soberano", gritaba a todo pulmón, "Chocolateate, Mantecateate, Freseate, Heladeate" mientras sonaba una insoportable campana rodando el carrito de helado entre los peatones, al frente de un locutor que con micrófono y feedback, publicitaba los milagros de la crema de caracol y de una faja que anunciaba al grito de "ponte la faja mamita, ponte la faja". Lo crean o no, una media cuadra más adelante una mujer (armada de micrófono también) explicaba a un interesado grupo de caballeros de variadas edades y procedencias, los peligros de la impotencia en términos francamente gráficos (Osease papito....si no se lo metes tu, esa va y se busca otro que si se le ponga duro) a fin de vender unas pastillas que, olvídense del viagra. Así se va alargando el estrecho y muy frecuentado centro de Mérida, por cuyas calles solo cabe un carro tras otro y, como decía mi abuela, debe haber sido hecho por un cojo y un tuerto pues no hay ninguna calle derecha o ninguna calle plana. Esa es la Venezuela socialista del siglo XXI. Yo estoy por creer entonces que hay una mezcla extraña entre socialismo y algo que somos y que apenas ahora se esta notando: enloquecimos todos y no hay remedio. Tendríamos que empezar por dejar de escuchar esa "música" y eso, hasta donde yo se, no es un asunto gubernamental. O, tal vez, un poquito.

Esto es un paìs

Estoy por creer que la justificación del escándalo mediático que los bolivarianos suelen usar para todo lo que nos mortifica la vida en este país, es cierta. Tiene que serlo. Tiene que ser un invento de Globovision y de El Nacional todo lo que adorna los titulares de las “emisiones noticiosas” de cada día. Después de todo, esto es un país. Una republica, legalmente constituida, con un gobierno que resulta de elecciones libres, con unos poderes que se ocupan de que las cosas salgan bien. En fin, esto, hasta donde yo se, es un país. Tan país, que es miembro de las Naciones Unidas, de la OEA, de la FAO, de la Organización Mundial de la Salud y hasta de Miss Universo, INC. O sea, Esto es un PAIS. De modo que todo eso que dicen que aquí sucede, tiene necesariamente que ser un show mediático o no estaríamos hablando de un país. Si esto no fuera un país decente como es, aquí una institución cultural de larga trayectoria, digamos un ateneo por ejemplo, seria saqueado y destruido por agentes del gobierno ante su silencio cómplice. Pero esto es un país y eso no sucede en un país. Aquí, por ejemplo, se respeta la alternabilidad en el ejercicio del poder; es decir, aquí viene un tipo, digamos de centroderecha, se postula como candidato a unas elecciones, y va y gana, y listo, santa palabra. Al día siguiente le entregan sus oficinas y sus corotos y lo dejan tranquilo, nadie dice nada por que nadie tiene nada que decir. Esto es un país. Esto es un país por que aquí los delincuentes son castigados. Con todo el rigor de la ley. Aquí no se forman colectivos terroristas con el apoyo de ningún gobierno, ni oficiales de la ley se prestan para encubrir crímenes. Ni personajes públicos afectos al gobierno cometen barbaridades que luego son encubiertas o celebradas por nuestros gobernantes. Aquí la gente trabaja en paz, cobra sus sueldos los quince y los últimos, tiene seguridad social, y de campañas electorales sabemos poco por que suceden muy de vez en cuando. Cuando la patria lo necesita. Ni más ni menos. En este país, la gente se baña cuando le da la gana, come cuando tiene hambre, gasta lo que tiene cuando le da la gana gastarlo en lo que le provoca gastar. Si esto no fuera así, esta cosa que se llama Venezuela, no seria para nada un país. Claro que hay cosas que cuesta entender, pero la culpa la tienen Globovision y El Nacional. Yo, para vivir en paz, prefiero comprarle la pólvora al gobierno y aceptar esa verdad como válida. Si no, sentiría que me están llevando a un túnel de horror del que no hay salida, pensaría que no hay razones para vivir en el pedazo de tierra que me dio razones para ser ciudadano del mundo. Si no fuera así, no me quedaría más nada que abjurar de mi condición de persona sana y ecuánime. No tengo mas remedio que leer las noticias como si me las contara Mario Silva, todas. Cuando leo que secuestran y meten preso a un funcionario de la alcaldía mayor, prefiero olvidar que esa alcaldía la gano gallardamente un disidente y que sus oficinas no existen por obra y gracia de la horda enfurecida del gobierno bolivariano. Prefiero pensar que eso es un invento de alguien que esta buscando perjudicar la labor del señor este que trabaja en Miraflores. Por lo pronto y antes que vengan a decirme que esa no es la salida, me permito recordarme que pasamos los días decidiendo entre un SI o un NO. Tal vez, entonces no importa reflexión alguna. Yo sigo pensando que esto es un país. Prefiero pensarlo así, por que lo contrario duele. Lo contrario rasga pieles, desbarata el futuro. Lo contrario nos pone en la entrada misma de un callejón cuya salida parece no solo lejana, que es lo de menos; sino ensangrentada, que es lo de más. Prefiero pensar en eso y no acordarme que votare el 15 de febrero por un NO absoluto, aunque eso cuenta poco. La verdad mediática es que algunos morirán antes de ese día, algunos serán secuestrados y aprehendidos por las milicias populares antes de ese día, algunos serán silenciados o comprados antes de ese día, algunos venderán su dignidad antes de ese día. Pero eso parece no importarle a nadie. Esto es un país. Punto.

Estèticas de IV

De pronto, en la puerta de mi edificio me golpeò el ojo: Bluyins - una talla menos de lo que le toca - cotica fucsia, cabello amarillo mal pintado, maquillaje espeso, color en los ojos y boca, color en las mejillas, delineador negro aplicado con destreza, bufanda de lineas coloridas en la que - por supuesto - abundaban el fucsia y el azul. Entre varios màs,un inmenso anillo de estrellitas de plástico brillante que combinaba perfectamente con la gargantilla amenazante, las incontables pulseras, y los zarcillos. Zapatos cerrados de altísimo tacón color de rosa, lógicamente. Al hombro, un bolso de calidad artesanal seguramente fabricado en algún curso de manualidades, que a mi me pareció combinaba perfectamente con la bufanda. En el talón, sin timidez ni vergüenza estética, la curita de rigor. Entonces entendí que había regresado a Venezuela, que los chistes del exilio súbitamente se hacían verdad en mi cara. Sin pudor, sin clemencia. Ahí, en el talón de una vecina que aun no debe haber cumplido 24 anos, la tirita de plástico antiséptico resumía en un instante 50 años de mal gusto y venezolanidad. 50 años de yo-me-pongo-tacones-por que-soy-arrecha, 50 años de ponernos encima lo que nos provoque, lo que nos quede bien, lo que nos quede mal, lo que sea, con tal de que se parezca a algo llamado MODA. 50 años de ser las mujeres (y los hombres, y los transfors) mas hermosos del continente, creído a fuerza de oírlo decir a quien quiera que nos haya regalado la fantasía interminable de la noche tan linda como esta, el plumaje, el panque y las lentejuelas boreales; como para tener algo màs en que pensar cuando el mediatismo exagerado en que vivimos nos ahoga. Si es que nos ahoga. Tan sencillo como la curita en el talón. Un prodigio de los tacones altísimos, el sueldo que no alcanza nunca para buenas calidades y la piel de nuestras mujeres que sufre tanto. Mejor evitar la ampolla y ofender la estética, mejor creer que caminando rapidito no se nota, antes que renunciar a ese derecho absoluto de nuestras mujeres a expresar la escurridiza libertad de hacer con su cuerpos lo que, realmente, les dè la gana. Un sentido de libertad chiquitito, que existe entre otros tantos que perdemos casi sin notarlo. Una libertad que se agradece, que se antoja inviolable y eterna. Respire aliviado. Entre tantas cosas que han cambiado en la ciudad que fue mía, alguna cosa se mantiene imperturbable: desafía el calor que ahora nos agobia, desafía el color que ahora nos enloquece, se enfrenta con certeza al tráfico imposible, a las prisas universitarias, al tema diario del rebusque y la venta de esquina. Entonces me sentí feliz de verla. Le sonreí, me sonrió. Desde entonces me saluda a diario, desde entonces, escudriño sinceramente sus atuendos; tengo la certeza que bajo su colección de bufandas coloridas, sus coticas de tiros, sus sostenes push up, sus jeans de todos colores apretados y desleidos, su joyería exagerada y sus tetas de concurso, (operadas con lo que logró ahorrar de las misiones); está la explicaciòn que no consigo para lo que encontré a mi regreso. Anoche cuando la vi caminar apurada hacia el puesto de alquiler de teléfonos, empecé a entender que su curita del talón es un símbolo de épocas ahora aborrecidas. Por eso hoy amanecí tan contento.

martes, 3 de marzo de 2009

Madre, ¿hay una sola?

No se pueden sustituir amores. Se tienen o no se tienen. Se pierden o se van. Una de ellas, la biològica, la autora de alegrìas, cantos de cuna, emociones y dichos raros, la generosa, la de los ojos verdes increibles, el humor a punto y el cariño desmedido. La madre que desafìaba la cursileria, odiaba los mariachis y hacìa cierta la solidaridad, se fue sin aspavientos a lomo de arco iris y me echò a perder las vacaciones y un buen pedazo de vida. La otra, la amplia y gorda mujer de cuentos eròticos, de risas escandalosas, de historias compartidas en retos inacabados, la mamà del amor imposible, me adoptò hace tiempo sin pedir ni ofrecer una excusa. Es suerte; despuès de todo, siempre quedarà un pecho grande en el que cobijarse.

Empecemos, pues...

No tengo idea del sitio al que quiero llegar, lo cual no deja de ser preocupante en un hombre al que se le puso el cabello blanco de tanto imaginarse destinos. Pero estoy decidido a perder menos el tiempo, para ver si puedo empezar a comprender los que nos pasa. Esta quizàs, sea una manera. Nada original, por cierto; vàlida para mì, que es lo que me importa, mientras sobrevivo al momento en que lleguen las lluvias interminables y mi pequeña ciudad universitaria, medio roja y cada vez mas caòtica, se convierte en un sitio al que mejor no vengas, o sì, depende de si te gustan la lluvia y el frio que por las noches te hace pensar en el exabrupto de la calefacciòn innecesaria, porque de todos modos sale un sol enorme y caliente un ratico despues de haberte despertado, pensando en que a lo mejor hoy si que puedes comer de lo que te provoque. Seran formas banales de combatir la soledad cada vez mayor de nosotros, los que pensamos que tenemos cosas que decir porque nacimos en el convulso siglo XX, justo en los años en que los negros norteamericanos aprendieron a levantar la voz, y en este lado del mundo andaban algunos mandàndolo a detenerse porque les provocaba bajarse. Seran formas banales de seguir en lo mismo y sentir que nos estafamos a nosotros mismos cuando nos prometimos mejorar el futuro y nos convencimos con el cuento, abrigando esperanzas tan banales como estas formas. Nada cambiò, no pudimos hacerlo. Nos dedicamos a mandarlo todo al diablo y, resultado lògico, estamos viviendo cerquita de un infierno que se distrae un poco, gracias a los amores, los desamores, los intentos de paìs y los seguros tejados que nos protegen. Hablèmonos un poco, nosotros, los que hoy somos demasiado mayores para pasar desapercibidos y demasiado mayores para ser ignorados. Como siempre.

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