Desde que en el pasado mes de Diciembre se hizo público el conflicto de los trabajadores de Fe y Alegría, que es el mismo de todos los trabajadores adscritos a la Asociación Venezolana de Educación Católica, y las voces se levantaron, en todas direcciones, primero para exigir el pago de unos aguinaldos que demoraron lo suyo en llegar y luego para exigir el cumplimiento del aumento salarial ofrecido por el Ejecutivo Nacional; he sostenido, en todas las instancias donde he podido expresarlo, que esta lucha, válida y valiosa como pocas, no puede convertirse en un asunto estrictamente “sindical”. Que los centros educativos cuya supervivencia depende del Convenio AVEC, no pueden permitirse una “pelea” en la que la única, o más importante reivindicación, sea de tipo salarial. Que es un deber ineludible de todos los que hacemos vida, de alguna manera, en las cercanías de la Educación Católica Venezolana, trascender una posición expresada en cifras porcentuales sumadas en totales reivindicativos y enarbolar, definitivamente, la bandera de defensa del paradigma conceptual en el que reposa la existencia misma de nuestro derecho a ser compensados cada quince y último de mes.
Esta mañana, con particular asombro, leí una carta que llegó a mi correo, firmada por el Padre Piedra, jefe de AVEC. Siempre me llaman la atención sus misivas, sobre todo por esa firma escueta que dice Piedra, así sin más, después de una despedida llena de católicas esperanzas. La de hoy, más que exigirme relecturas, me obligó a interpretaciones de las que salen estas líneas. Créanme que siento muchísimo aguarle la fiesta a quien esa carta haya alegrado. Es más, me permito aclarar que, tanto como a todos, un aumento de sueldo, el pago de un retroactivo adeudado desde hace meses y algún otro beneficio laboral adicional, no sólo le caerán muy bien a mi maltrecha economía venezolana, si no que pueden ser el acicate definitivo para intentar un acercamiento a cualquier cosa que interprete como excelencia, en mi desempeño profesional. Pero, es muy importante que esos beneficios, ganados a pulso por el conjunto de docentes, administradores, empleados, obreros y trabajadores de AVEC, no incluyan otras entregas. Y mi sensación, después de leer esa carta por tercera vez, sigue siendo que parece que recibiremos la plata, pero tendremos que entregar el corazón.
Es muy difícil hacer un análisis de lo que quiero decir, sin sonar como pretendiente a un liderazgo político de cualquier índole. Mucho más lo es intentar que una opinión, bien intencionada o no, se reciba con oídos imparciales. Voy a intentarlo y lo haré aclarando, sin vergüenza alguna, que no pretendo desligar esta respuesta de su tono político y que, quien habla, un trabajador de una escuela de Fe y Alegría, feliz de tener esa oportunidad diaria de convivencia, lo hace a nombre suyo y de manera estrictamente personal.
En su carta, el Padre Piedra nos comunica que, aun cuando a su parecer las reivindicaciones laborales están a punto de cristalizar, en una ultima reunión se ha acordado, o mejor dicho, le han notificado, que desde el Ministerio del Poder Popular para la Educación y haciendo uso de sus Zonas Educativas y Municipios Escolares, nuestros centros educativos serán supervisados uno a uno. “Quieren que nos quede muy claro que el concepto de supervisión que manejan es el de acompañamiento para ir mejorando los procesos pedagógicos, consonos con la propuesta educativa del Estado Venezolano, y que de ningún modo su actitud es punitiva. Si algo no está de acuerdo a lo normado, harán sugerencias para que sean cumplidas para la próxima oportunidad.”
Nada es más fácil de entender que una propuesta de supervisión llevada adelante por quien pone el dinero. En la mente de todos nosotros, esa figura, la de revisar que hacen los demás con el dinero de uno, es una de las más arraigadas. Lo hacemos con nuestros hijos, lo hacemos con nuestros socios e incluso lo pretendemos hacer, sin el menor éxito con cosas tan poco concretas, como los impuestos que pagamos, cuando los pagamos. Creo que no hay nada de malo, nada de raro en eso. Si el gobierno pone el dinero para que nuestras escuelas funcionen y nosotros cobremos nuestros salarios, el gobierno tiene derecho a exigirnos un cierto comportamiento. Tiene derecho a imponer ciertas condiciones. Tiene derecho a cambiar el paradigma bajo el que Fe y Alegría, por ejemplo, ha funcionado durante 55 años.
Mi pregunta entonces es ¿vale ese cambio, un 48% de aumento en nuestros salarios? ¿Estamos dispuestos a permitir que un 48% de incremento en nuestros cheques mensuales, den al traste con una manera distinta y esperanzadora de construir país, allí donde termina el asfalto?
Lamento mucho sentirme más confundido que al inicio de todo. Lamento muchísimo pensar que es posible que la respuesta a mi pregunta sea un si y que pronto, las escuelas de Fe y Alegría celebren con un acto cívico una nueva fecha patria cada 4 de Febrero. Lo digo además, con propiedad. Hace muy poco asistí, en representación de mi escuela, a una reunión de voceros estudiantiles en la que se explicó detenidamente el plan prioritario de la zona educativa de Mérida y si me disculpan, debo informarles, muy a mi pesar, que en ese plan no existían objetivos culturales, ni el mejoramiento de la enseñanza de las ciencias puras. Que el entramado de ese plan, prioritario para la educación media en el estado Mérida, incluía y mencionaba únicamente la solidificación definitiva del proceso bolivariano.
Ahora bien, somos libres de pensar lo que queramos sobre el proceso bolivariano. Es más, discutir las ventajas y desventajas del proceso bolivariano en materia educativa, puede que nos lleve a una discusión interminable en la que terminaremos aceptando errores, reconociendo aciertos y prometiendo falsedades. Esa no es mi intención. Tampoco lo es censurar a cualquiera de mis compañeros de escuela por su postura ideológica. Hago un esfuerzo diario por convivir en la diferencia y nutrirme de ella. Siempre que suceda fuera de un aula de clases.
Es una obligación del educador enseñar a sus estudiantes a pensar. No podemos hacer hombres y mujeres nuevos de verdad, si no enseñamos a nuestros muchachos a pensar con la cabeza sobre los hombros. Si no enseñamos un poco de equidad, una manera de balancear las cargas. Nada, ni un 48%, ni ningún otro beneficio laboral, sin embargo, nos autoriza a sustituir ese mandato de enseñar a pensar por uno de enseñar aquello en lo que tienen que pensar.
Si, repito; un incremento de sueldo es necesario, es un derecho que tenemos todos y cada uno de nosotros. No tengo duda. Pero, debería ser un crimen obtener un incremento de sueldo, a cambio de libertades indispensables para reír y divertirnos en el aula, para enseñar de la historia lo que la historia exige sea enseñado, para jugar en la diversidad cromática de lo que somos y debemos ser.
Si queremos convertir esta lucha en un asunto meramente sindical que hoy consiga un 48% de incremento salarial y mañana nos arranque la alegría, podemos hacerlo. Pero creo que estaremos abordando el camino equivocado, estaremos renunciando a ese pedacito de asfalto indispensable que hemos puesto nosotros mismos donde, muchas veces, solo crecían malas hierbas. Particularmente me niego a creer que lo haremos, pero me gusta advertirlo: tiene que existir la manera de tenerlo todo, aun cuando tengamos que tener menos. Tiene que haber una balanza en nuestras manos.