
Estaba saliendo de la panadería, el sábado en la mañana e intentaba sacar mi auto del estacionamiento, cuando alguien me avisò que había un niño muy cerca de la rueda trasera. Casi como quien dice, a punto de ser arrollado en mí maniobra de retroceso. Entonces, escuche al padre de la criatura decirle en un tono bastante autoritario – es decir, en tono de patán criollo jugando a ser papá - que no se moviera, que se metiera más cerca de la zona de riesgo, que se pusiera sencillamente, “a tiro”
Apagué el motor, baje la ventanilla y haciendo un acopio de caballerosidad y paciencia le pregunte al señor que fungía de padre, si no le parecía una irresponsabilidad exponer su hijo a las torpezas de automovilistas cegatones y apurados, como yo, y si no era mejor que llevara al niño a una zona más segura para evitar su inminente arrollamiento. Gracias a todos los santos, ese hombrecito no llevaba un arma consigo o este blog lo estarían cerrando por duelo. ¡Dios de mi vida!…que andanada de insultos, que montón de groserías pudo producir ese animal en solo unos segundos, que cantidad de veces me llamó “escuálido-de-cuanta-cosa-mala-se-creó-en-la-tierra”. Cuantas veces puso en danza el nombre de mi pobre mamá. ¡Que barbaridad!
Nada. Que me fui de la panaderia bien insultado, y yo todo lo que estaba haciendo era intentar salvar a un niño de un accidente seguro. Y salvarme a mi tambièn, que realmente no fui autor de un accidente porque tengo ángeles trabajando a mi favor 24 horas al día; de otra forma, este blog estaría cerrado para siempre y yo me habría metido en el problema más grave de mi vida.
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