
Y eso es precisamente lo que he hecho. Lo he pensado mejor y quiero aprovechar que algunas personas están dispuestas a compartir estas cosas que yo llamo epifanías y aclarar, de una vez por todas, que no estoy dispuesto a votar por Lester Rodríguez en su disparatada carrera a la gobernación de Mérida. No voy a hacerlo y no lo haría ni aunque eso fuera mi única opción. Entre votar por Lester y votar por Marco Díaz Orellana, no veo diferencia alguna, por tanto, si Lester llega a alzarse con la designación, me veré obligado a votar nulo en ese renglón. Lo siento mucho.
Lester Rodriguez es el alcalde actual de mi ciudad. Un alcalde que se ha permitido (con la eterna excusa de ser maltratado por el gobierno que le tiene tirria) dejar mi ciudad en la peor de las carraplanas: sucia, llena de buhoneros por todas partes, acosada por un tráfico pavorosamente infernal; caótica en la prestación de los servicios más elementales y sin rumbo alguno. Lo peor, lo verdaderamente lamentable es que, no sólo él, mucha gente tiene razones para justificar su irresponsable paso por una alcaldía de la que él se sirvió a diestra y siniestra para alcanzar el siguiente peldaño de una vida consagrada a conseguir el poder, por el puro vicio de detentarlo, y usar para ello los atajos de peor calaña. Muy simple: él ha pasado por todas las alcabalas de un hombre con poquísima preparación que ha prestado un servicio muy pobre a la ciudad que aspira gobernar, a su universidad y a su gerencia municipal.
Pueden decir lo que quieran, pero los merideños podemos ser mejor que eso. Votar por Lester es tan malo como votar por un candidato oficialista, pero del oficialista ya sabemos lo que obtendremos; de Lester Rodríguez podemos esperar cualquier cosa, y ninguna será buena, NUNCA.
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