Voy a robarme las palabras de mi tío Gerardo Mogollón, porque
nadie me ha contado la memoria de ese día con tal carga de emoción:
“Josefita se fue el
hombre, se fue, ¡Josefita!! Con
gritos de alegría hoy hace 58 años nos despertó a las 3 de la madrugada la infalible
Ramona Meza, con su inseparable radiecito Blaupunk – regalo del capitán D´Arago -
sintonizado en Radio Continente, en el que se escuchaba la algarabía de Manuel
Martínez, “Manuel” en esa emisora, narrando la situación que se vivía en la
Caracas amanecida en libertad. En Mérida, hacía lo propio Carlos Emilio Muñoz
Oraá, a través de Radio Universidad. Perfectamente recuerdo las interminables
marchas de pueblo/estudiantes que pasaban por la Calle Lora, desde la azotea de
la casa de Petra Castillo y mi sorpresa al ver por primera vez carros ardiendo
por el saqueo a Briceño & Del Olmo en la calle Zerpa…”
Gerardo no cuenta, porque tal vez no venga al caso, que Ramona Meza era dueña y señora de unos
afectos largos y sostenidos en la casa de mi abuela (la Josefita incombustible
del relato) y que, Petra Castillo, era una bonachona y hacendosa mujer de
nuestro vecindario, a quien igual se le daba bien poner inyecciones, remendar
costuras o hacer ruedos. Mérida, una ciudad casi rural aun en 1958, tiene en
este cuento, en estos personajes, lo mejor de una memoria que debería ser
indeleble. No estoy seguro que lo sea. El 23 de enero de 1958 es, no solo una
fecha muy lejana, también un día que a un grupo cada vez más numeroso de
venezolanos, le suena a error y peligrosa nostalgia. Josefita (a quien en más
de una ocasión la escuché cantando aquello de “Que viva Pérez Jiménez y la Guardia Nacional”) Ramona Meza y Petra
Castillo, habitantes muy conspicuas de la calle 19, habían sobrevivido a la
dictadura desde su conocimiento sin estudios de que, muchas cosas andaban mal,
aunque se pudiera dormir con la puerta abierta en las vecindades de una calle
larga de burdeles y mala conducta, hoy parte de nuestra historia con el
remoquete de Cuatro Piedras. “Esta es una
casa de familia decente” supongo debe
haber rezado el cartelito, guindado en el quicio de la puerta de las
casas de estas tres mujeres; una de las cuales, mi abuela, se permitía, sin embargo,
el desliz de coserle primorosas galas a las señoras de la vida que compartían
dirección y tapia. Lo hacía porque sí y porque, de otro modo, no habría podido
sacar a flote, sin marido, la familia de cuatro hijos que le tocó en suerte.
Probablemente, no lo sé, lo hacía también porque sabía. Las mujeres de Cuatro
Piedras a falta de una María Rosario Nava en los años 50, alcanzaron pedestales
de heroínas en su lucha soterrada contra el régimen asesino de Marcos Pérez Jiménez.
Es sabido y demostrado que, en sus cuartuchos, muchos de los valientes
estudiantes que se oponían a la mano de hierro de un gobierno ducho en aquello
de pisotear derechos humanos, pusieron a salvo sus vidas. Mi padre, entre
otros. Una vez me contó El Cheo que, estando escondido en el cuarto de una famosa
meretriz de Cuatro Piedras llegó, preguntando por ella, un conocido militar
del régimen, a quien la dama en cuestión se negaba a llevar al dormitorio,
sabedora de que papá estaba metido en un espacio que no daría de si ningún resquicio
para ponerse a salvo; ante las ordenes del cliente uniformado y condecorado, estando ocupados todos los cuartos del
lenocinio, a la pobre señora no le quedo otra salida que “convidarlo a su
pieza” y entonces fue mi padre testigo del “polvo
más triste de la historia” como solía rematar el cuento, asegurando (opinión
que comparto por puro lenguaraz que soy) que, de un militar afecto a una
dictadura si hay algo que no puede esperarse es que salga campeón en olimpiadas
de cama.
Estoy seguro que un día me sentaré con Gerardo, tío huidizo donde los haya, a rescatar memorias que él sabe como no hay dos; pero, en este golpe de suerte que ha sido para mí, revivir un año más la madrugada de ese día portentoso en que Ramona Meza escuchó en su Blaupunk, la cobarde huida del “hombre”, no deja de parecerme irónico que estas decentes señoras bailaran la alegría de la naciente democracia, de la mano de las mujeres de Cuatro Piedras. Pocos años más tarde, un célebre agiotista de Mérida, mudó las putas de Cuatro Piedras a un espacioso local, montado con los detalles del caso, gracias a las ganancias obtenidas en sus tropelías de usurero. Cuentan que nadie se quedaba sin saldarle hasta el último bolívar conseguido en préstamo para solventar una emergencia y que, quien intentaba hacerlo, perdía el techo de sus hijos y hasta la ropa que llevara puesta. La práctica de la usura en manos de este señor - negocio en el que otros merideños se aventuraron con similares agallas - permitió a muchas familias de Mérida alcanzar honrosamente las orillas de la vida en democracia y, al avaro prestamista en cuestión, cimentar lo que fue su mejor empresa: un enorme y muy bien nutrido burdel, en las afueras de la ciudad, al que puso por nombre, como no, “23 DE ENERO”
Eran los primeros años de la democracia y la fiesta apenas empezaba. Hoy, yo también, tío Gerardo, “he recreado fotográficamente esos recuerdos imborrables (que no me pertenecen, porque no los viví) y sentí en mis oídos los mismos gritos de Ramona: Gerardo se fue el hombre, se fue”….
Amén tío, amén de los amenes…hoy más que nunca.
Estoy seguro que un día me sentaré con Gerardo, tío huidizo donde los haya, a rescatar memorias que él sabe como no hay dos; pero, en este golpe de suerte que ha sido para mí, revivir un año más la madrugada de ese día portentoso en que Ramona Meza escuchó en su Blaupunk, la cobarde huida del “hombre”, no deja de parecerme irónico que estas decentes señoras bailaran la alegría de la naciente democracia, de la mano de las mujeres de Cuatro Piedras. Pocos años más tarde, un célebre agiotista de Mérida, mudó las putas de Cuatro Piedras a un espacioso local, montado con los detalles del caso, gracias a las ganancias obtenidas en sus tropelías de usurero. Cuentan que nadie se quedaba sin saldarle hasta el último bolívar conseguido en préstamo para solventar una emergencia y que, quien intentaba hacerlo, perdía el techo de sus hijos y hasta la ropa que llevara puesta. La práctica de la usura en manos de este señor - negocio en el que otros merideños se aventuraron con similares agallas - permitió a muchas familias de Mérida alcanzar honrosamente las orillas de la vida en democracia y, al avaro prestamista en cuestión, cimentar lo que fue su mejor empresa: un enorme y muy bien nutrido burdel, en las afueras de la ciudad, al que puso por nombre, como no, “23 DE ENERO”
Eran los primeros años de la democracia y la fiesta apenas empezaba. Hoy, yo también, tío Gerardo, “he recreado fotográficamente esos recuerdos imborrables (que no me pertenecen, porque no los viví) y sentí en mis oídos los mismos gritos de Ramona: Gerardo se fue el hombre, se fue”….
Amén tío, amén de los amenes…hoy más que nunca.
Excelente! :)
ResponderEliminar