Hechos de un Domingo de Ramos

Mientras escribo esto, en la entrada principal del, ahora famoso por las razones más erradas, Conjunto Residencial Las Marías, se está haciendo la reconstrucción policial de los hechos que condujeron a la muerte del joven Yorsinis Carrillo (a) El Calsi, el pasado 25 de enero de 2010. Hechos que, como todos sabemos, desencadenaron los actos de violencia más terribles que esta ciudad universitaria ha visto en muchos años. Con eficiencia digna de quien ansia resolver con rapidez la muerte, lamentable y terrible del joven liceísta, la policía merideña insiste en dejar de lado lo que realmente sucedió la noche del 25 de enero e imputa, aun sin pruebas suficientemente válidas, como responsable del hecho a un vecino llamado Freddy Orta. Quienes conocemos a Freddy, apostamos por la inocencia de Freddy; pero, y esto es quizás lo más importante, quienes no lo conocen, también piensan que él no es otra cosa que un chivo expiatorio. Sin embargo, allí está: reconstruyendo hechos en los que probablemente él no sea más que un testigo excepcional. Mientras tanto, el asalto terrorista del que fuimos víctimas; los autos destruidos, el apartamento incendiado y la zozobra de haber vivido, en unas horas, un siglo de terror, no han merecido de las mismas autoridades ni una revisión de consuelo. Estamos, otra vez, presos en nuestras casas. No podemos acercarnos a la entrada principal por orden de la policía y algunos vecinos han comenzado a exigir la liberación del señor Orta a viva voz. Son signos de los tiempos que corren: Residencias tomadas por la policía un tranquilo Domingo de Ramos y angustia por el futuro. No están haciendo justicia, eso lo sabemos todos; pero el show tiene que seguir. Nunca podremos lamentarlo demasiado.

Vamos a decirlo pronto

Supongo que para quejarse de tantas cosas, siempre habrá tiempo. Tanto como para intentar que esas quejas no sigan quedándose en palabras huecas y cada quien, desde su trinchera, salga a hacer alguna cosa, por pequeña que sea, a favor del cambio que queremos ver. Tal vez sea el ejercicio de libertades secuestradas, o la voz que se alza frente al desasosiego, o el intento de diálogo con quien no quiere escuchar lo que decimos, o el acto valiente y solitario de vivir, a pesar de todo. He escogido, después de profundas reflexiones, darle una oportunidad a la democracia el próximo 26 de septiembre. Votar ya no es un asunto banal, es un compromiso de vida o muerte. Es la última oportunidad, el último llamado. Si dejamos pasar el chance de escoger una Asamblea Nacional donde otros colores empiecen a enturbiarles la felicidad a los rojos, habremos dado un gran paso adelante. Ciertamente, un paso que dependerá estrictamente de lo que cada uno de nosotros haga con su vida ese día. No poca cosa, visto como está, que entramos a la más fiera de todas las campañas electorales, a la que se avecina con más violencia enquistada y con más temor. Saldré a votar, y lo haré, a ojos cerrados, por cualquier candidato opositor, sea impuesto, electo o nombrado. Ya no me importa. Me basta con que ese candidato no sea nunca capaz, de vestir una camiseta roja.. Para todo lo demás, llegará el día. No es este el momento de castigar la oposición, aunque se lo merezca. Es el momento de teñir de colores varios, una asamblea que se convirtió a si misma en estandarte rojo de irrespeto y violencia.

JUECES, PRISIONES Y PILAS

Yo que siempre estoy tan enterado de todo, que me escudriño la prensa diaria, que vivo descubriendo rumores, escuchando chismes y compartiendo historias, he sido – literalmente – tubeado por mi hermano. Resulta que él si sabía perfectamente todos los detalles de la detención de Álvarez Paz. Los antecedentes oscuros del preso, las suposiciones y los tecnicismos más pequeñitos de este acto de justicia revolucionaria aleccionador, valiente y por demás indispensable, para la buena marcha de las instituciones democráticas, allegadas y afines. Esta mañana, cuando desayunábamos, me lo contó todo, y como a ambos nos fascina un chisme, sobre todo cuando se trata de un asunto de alta política, nos dimos banquete entre arepa y arepa. Nada, que metieron preso a Oswaldo, pasó la noche en el Helicoide y no le dejaron meter ni una simple cobijita. Claro que por más que intentamos, no logramos dar con los motivos; esa se nos escapó. Pero no importa, ninguno de los dos puso en duda, ni un segundo, que puestos a buscar motivos, el expediente del nuevo reo de la justicia sabanetera, debe ser más extenso que La Cordillera de los Andes y que lo dicho por Tarek, el inefable, es sencillamente LA VERDAD REVELADA gracias a la cual, los tribunales venezolanos están cada vez más cerca del cielo.

Terminamos de desayunar fascinados ante la eficiencia, la rapidez, el buen tino con que nuestros jueces ponen criminales a la sombra. Esta noche vamos a cenar juntos, frente al televisor, para descubrir los asesinos de los barrios, los instigadores de las invasiones, los asalta quintas del vecindario y el tipo que le robó la camioneta al pobre hombre que se tiró por el viaducto ayer. Con unos tribunales tan pilas, a quienes el sabanetero, ni siquiera llama por teléfono…estamos hechos, pues.

Rumores, no siempre equivocados

Todos los que tenían alguna duda sobre los motivos, harto publicitados, de la reciente visita de Ramiro Valdéz al expaís, deben haber encontrado respuesta clara en los acontecimientos de las últimas horas. Según el gobierno, Valdéz vino a resolver el grave problema eléctrico que nos azota. Pero, o el señor no sabe nada de eso, o el problema es serio; pues, soluciones, lo que se dice soluciones, no ha habido muchas. Seguimos padeciendo apagones y el racionamiento está a punto de acabar con lo poco que queda de paciencia. Sin embargo, rumores hubo que endilgaban al ilustre visitante la puesta en marcha de nuevas censuras, específicamente aquellas sobre el uso LEGITIMO que los venezolanos hacemos de medios de comunicación alternativos; Internet, por ejemplo; materia en la que, según esos mismos rumores, Valdez se las sabe todas. Pues bien; hoy, los mensajes de texto colapsaron las líneas celulares advirtiendo el “inminente” anuncio de medidas que restringirán el uso público de la Web. Entre los muchos mensajes que recibí, uno me llamó particularmente la atención – por ingenuo-: llamaba a colocar cierto símbolo de color azul, en el nick personal de cada Messenger, “para hacerle ver al presidente que no podrá quitarnos la Internet”. Mucho me temo que ese, como otros, es un esfuerzo perdido. Podremos poner símbolos de todos los colores en donde queramos; pero me parece que hemos perdido otra batalla. El uso libre de Internet ha dejado de existir y los piratas del ciber espacio harán su agosto, como en el caso de las plantas eléctricas de uso doméstico. Algunos silenciaremos nuestras máquinas, y ese silencio se hará verdad en los blogs que dejarán de aparecer, en los chats apagados, en el aislamiento global y en la larga lista de cosas por destruir que preparan. Por fin empezamos a entender de qué va el mentado Socialismo del siglo XXI. Mil gracias.

Uno más que cae

Se agranda la lista de víctimas de esta revolución sin sentido. Hoy, el Ballet Contemporáneo de Caracas anuncia el cese definitivo de sus actividades, después de 17 años de ininterrumpida labor. Una labor que, por cierto, me tocó vivir de cerca durante aquellos maravillosos días perdidos del Teresa. No provoca, ante tanta ofensa, hacer balance de los logros de esa agrupación en particular. Como todas las expresiones del arte, tendrá detractores y admiradores que hoy celebran o lloran la noticia. Seguramente nadie estará más afectado que Offer y Maria Eugenia, dos bailarines que estuvieron dispuestos a “echar el resto” para sacar adelante su proyecto. Un proyecto que contaba con la calidad de los años de trabajo duro y el entusiasmo de creadores comprometidos. Es un punto más en la larga lista de ataques a una de las áreas más vulnerables de estos procesos enloquecidos de cambio. Borrar cualquier manifestación cultural arraigada en la mente de los venezolanos de bien, parece fundamental para el avance de los planes revolucionarios; cosa que no estaría tan mal, si a cambio nos dieran oportunidades para reconstruir la memoria; pero, de eso tampoco se trata. Mientras más rápido borremos lo aprendido, más rápido embruteceremos al son de las manidas canciones políticas y los horribles engendros que hoy llaman cultura nacional. Avanzamos sin remedio hacia la nada. Ya poco importa que una vez hayamos aprendido a apreciar al Indio Figueredo y a Bach. Uno de los dos, o los dos, no caben en esta cosa rara que hoy se llama República Bolivariana. Como tampoco cabe la opera o el buen teatro. Como tampoco cabe la música bien tocada, ni las zapatillas de punta. Un día negaran el espacio a los libros y otro, amaneceremos entonando himnos de odio. Mientras tanto, que cada quien se las arregle como pueda. Cualquier día de estos, será verdad que la cultura es lo que mas daño hace a un pueblo. Seamos brutos, pues. Pero revolucionarios.

Chela y el diálogo

- Ve doctor, se lo he dicho mucho...es que así no se puede vivir. Cómo va una a hablar con esa gente si ellos le salen a una con toda esa retrechería que andan y una por más que sea, tiene su carácter…una no es de palo. ¿No se lo dije? Así me recibió Chela después de un mes sin verla, pese a que le he recomendado mil veces no llamarme doctor, que de eso yo nada. Chela estaba finalizando un encuentro, (muy poco amable, según pude notar); con una señora del consejo comunal de la urbanización. Necesitaba desahogo, y reírse un poco. Necesitaba también un testigo, como para que después no digan. Aunque me cuesta creerle, Chela sostiene, entre risas, que se “guardó el genio” y que sólo le quiso hacer un comentario crítico, pero relativamente inocente, sobre las invasiones. No lo escuché, no se cual fue el tono de la sutileza. Lo que si se, porque lo vi, es que la reacción de la interlocutora fue, al menos, desmedida. Cuando llegué a la bodega, a saludar y cancelar viejas deudas, ambas estaban ensartadas en un peloteo verbal digno de boxeadoras. No me sorprende de Chela - ella para gritar y decir improperios parece haber nacido -. Me sorprende de la otra, a quien suponía mejor dispuesta; pero, vestía rojo encendido y estaba armada del verbo incendiario de su comandante sabanetero. Bastaba eso para infundirle ánimos. Después de arrojar una botella de refresco al piso y pegarle un par de amenazas, la mujer se fue resoplando odio. Entonces Chela volteó a mirarme y decirme lo que me dijo. Yo la invité a pensar en el poder del diálogo sin dejarse arrastrar por las emociones. Chela fue realista, como siempre, en su respuesta: - Que va Doctor, yo no voy a ponerme a hablar bajito con esa gente. Usted no ve que a ellos no les entran ni balas….

Exodus

Esta mañana, después de mucho tiempo sin verla, me conseguí a Tatiana, una amiga querida de los tiempos en que vivir era mucho más que preocuparse por contar las horas en que tenemos energía eléctrica. Está bonita Tati, le queda bien la maternidad y los avatares de la vida de profesional clase media que, como todos, intenta vivir. Bajo el sol inclemente de una esquina merideña, nos plantamos a conversar; de pronto me explicó, sin que yo lo preguntara, el brillo nuevo de sus ojos: está empacando. En menos de un mes, Tatiana, su hijo de 3 años y un par de amigas suyas, estarán viviendo en Canadá; a pesar del frió infernal y todo lo demás. Me costó asimilar la noticia. No porque Tati vaya a hacerme mayor falta; la veo ocasionalmente y siempre es grato, pero más nada. Realmente me importa poco donde viva, siempre que viva a gusto, y eso es justamente lo que casi me amargó el encuentro. Tati se va porque no puede más con esto. Porque quiere una vida mejor para Sebastián, porque no cree en las elecciones, porque sencillamente, NO SE LA CALA MAS. Como ella, en los últimos días, el cuento de gente que se va, que lo está pensando, que está averiguando como hacerlo y que desea fervientemente poner tierra de por medio, es cada vez más cercano. Amigos cuya cercanía me resulta necesaria y afectos cuya ausencia dolería enormemente, están armando el plan B. Gente que le hace falta al país, por cierto. Gente que dejó de creer en esperanzas de cambio. No soy capaz de criticarlo. Calladamente, para mi asombro, en algún recóndito lugar de mi alma un plan B asoma de vez en cuando. No, sinceramente no lo critico. Es más, lo entiendo, pero me da una rabia enorme. Me hace sentir que en alguna parte de nuestras conciencias perdimos la posibilidad de luchar esta batalla porque es una batalla sin garantías. Es una cosa más que tenemos que agradecerle al Sabanetero. Él apagó la luz, pero se niega a ser el último en salir.