Uno más que cae

Se agranda la lista de víctimas de esta revolución sin sentido. Hoy, el Ballet Contemporáneo de Caracas anuncia el cese definitivo de sus actividades, después de 17 años de ininterrumpida labor. Una labor que, por cierto, me tocó vivir de cerca durante aquellos maravillosos días perdidos del Teresa. No provoca, ante tanta ofensa, hacer balance de los logros de esa agrupación en particular. Como todas las expresiones del arte, tendrá detractores y admiradores que hoy celebran o lloran la noticia. Seguramente nadie estará más afectado que Offer y Maria Eugenia, dos bailarines que estuvieron dispuestos a “echar el resto” para sacar adelante su proyecto. Un proyecto que contaba con la calidad de los años de trabajo duro y el entusiasmo de creadores comprometidos. Es un punto más en la larga lista de ataques a una de las áreas más vulnerables de estos procesos enloquecidos de cambio. Borrar cualquier manifestación cultural arraigada en la mente de los venezolanos de bien, parece fundamental para el avance de los planes revolucionarios; cosa que no estaría tan mal, si a cambio nos dieran oportunidades para reconstruir la memoria; pero, de eso tampoco se trata. Mientras más rápido borremos lo aprendido, más rápido embruteceremos al son de las manidas canciones políticas y los horribles engendros que hoy llaman cultura nacional. Avanzamos sin remedio hacia la nada. Ya poco importa que una vez hayamos aprendido a apreciar al Indio Figueredo y a Bach. Uno de los dos, o los dos, no caben en esta cosa rara que hoy se llama República Bolivariana. Como tampoco cabe la opera o el buen teatro. Como tampoco cabe la música bien tocada, ni las zapatillas de punta. Un día negaran el espacio a los libros y otro, amaneceremos entonando himnos de odio. Mientras tanto, que cada quien se las arregle como pueda. Cualquier día de estos, será verdad que la cultura es lo que mas daño hace a un pueblo. Seamos brutos, pues. Pero revolucionarios.