Tengo que empezar por decir que me sorprendieron varias
cosas: la primera, la puntualidad; graneaditas, las personas empezaron a llegar
a la Plaza El Llano cuando faltaban 20 minutos para las 12, de modo que
faltando 5 minutos para la hora acordada, ya habíamos logrado reunir un grupo
que rondaba las 75 personas. Suficiente
gente para proponer comenzar a la hora exacta que habíamos fijado. Esos últimos 5 minutos, debo admitir, fueron
un poco frenéticos; yo quería tener una gran asistencia y eso no se logró hasta
pasados esos últimos 5 minutos. En cambote comenzó a entrar gente que venia de todas las
esquinas de Mérida, todos con una o varias flores en las manos y, la mayoría,
rigurosamente trajeados de negro. Personas de todas las edades y orígenes a
muchos de los cuales no había visto jamás. Con ellos, los amigos de siempre y
los que no dejan de ir a nada que sean convocados. La asistencia de, al menos,
200 personas fue la siguiente sorpresa maravillosa.
Tras una brevísima explicación que sentí necesario hacer para
dejar muy claro que no se trataba de un acto proselitista (aunque si de un acto
político, pero eso no lo dije) caminamos hasta el medio de la plaza; fue como llegar a Mérida, la de toda la vida.
La Plaza de El Llano es una de las plazas más antiguas de la ciudad, desde hace
algún tiempo es como el centro alternativo y
es, además, el porche de una de las iglesias mas lindas que hay en Mérida:
La Iglesia de San Miguel De El Llano (en realidad es la Iglesia de San Miguel Arcángel,
pero nadie le dice así) sin duda, es una de los más bonitos espacios públicos
de esta ciudad vapuleada por la ausencia de lugares para la amabilidad entre
vecinos. Entonces, sucedió la magia: nos tomamos de la mano, encandilados por el
sol de la Sierra, dedicando lo mejor de nuestra energía a recordar a los caídos
y entender que, desgraciadamente,
estamos enfrentando una guerra cruel y sangrienta a la que hemos decidido
desafiar entregándole flores a las balas. Un poco después el espacio central de la plaza
estaba cubierto por rosas, hierberas, claveles, crisantemos, calas y un largo
etcétera de flores que tenían tanto un mensaje especial como, en todos los
casos, un nombre y un apellido que no han
salido en la prensa.
Al romper el círculo, después de una oración que nos une a todos y fue tan espontanea como nuestra presencia allí, nos saludamos con abrazos que no buscaban disimular ojos anegados en lagrimas que no dejamos salir. Sentí que habíamos hecho del dolor, un altavoz silente. Nuestras manos levantadas dijeron lo que tenían que decir, sellaron un compromiso para futuros encuentros y emprendieron el camino hacia la paz.
Nos quitaremos el luto cuando logremos hacer que la vida le gane a la muerte.
Al romper el círculo, después de una oración que nos une a todos y fue tan espontanea como nuestra presencia allí, nos saludamos con abrazos que no buscaban disimular ojos anegados en lagrimas que no dejamos salir. Sentí que habíamos hecho del dolor, un altavoz silente. Nuestras manos levantadas dijeron lo que tenían que decir, sellaron un compromiso para futuros encuentros y emprendieron el camino hacia la paz.
Nos quitaremos el luto cuando logremos hacer que la vida le gane a la muerte.
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