Yuli – Ana (ellos insisten en escribirlo así, con guion
intermedio, Dios sabe por qué) llegó al colegio con el año escolar. Venia de
otro en el que perdió tanto el año de estudios como la posibilidad de ser
considerada, de algún modo, persona decente: si algo exhibía su expediente de
promoción era faltas de todo tipo a lo que los educadores se empeñan en llamar
“buena conducta”. Al lado de eso el
prontuario no escrito, contado en detalle por la funcionaria de la LOPPNA que
nos endilgó la joya: Una mamá que hace rato decidió no ocuparse más, harta de
cualquier intento de humanización del personaje, un papá que acogió el bulto
cumpliendo las amenazas proferidas desde el primer día y un entorno social, que
ni de social ni de entorno tiene otra cosa que ofrecerle a Yuli-Ana que noches
moneando poste.
Tiene 15 años de edad y un guion intermedio por todo
currículo. Tiene mala fama, mal carácter y enorme desinterés. Tiene lo suyo
vivido y aspecto de no atreverse ni a
rayar un plato (mucho menos a quebrarlo) tal vez, algún día, la maldad se le
lee en los ojos, pero no tanto. Eso sí: no hace caso de consejos ni acepta
reprimendas de nadie. De alguna manera se las ha arreglado para reinar en
los patios y el recreo, a fuerza de atreverse
a llegar un poco más lejos de lo que otros llegan: Yuli-Ana cumple sus
amenazas; por eso, a estas alturas tiene un boletín de calificaciones en el que
no cabe un cero más y un equipo de profesores completamente cansados de tener
que repetir su nombre en vano. También tiene una tía, que se ha hecho
responsable de no se sabe qué y en la última gran crisis resolvió dar la cara.
Por desgracia.
La última gran crisis fue un poco más de lo mismo. Finalizando el 2013, el regalo que Yuli-Ana decidió darle a algunos de sus profesores mando algunos automóviles al taller de latonería. En el ínterin, desaparecieron unos cuantos celulares, algún par de bolsos, otras cosas sin importancia (para ella) y aparecieron, demasiado cerca de su mala fama, un par de bolsitas de esas que contienen un polvo blanco, llamado por policías de la tele “presunta cocaína” y por la gente de estos lares, todavía, perico, a secas. (Cambiando de manos y plata en el medio para más inri). De gota que colmó el vaso tuvimos bastante sin duda alguna. Por eso la sanción y el revuelo, por eso el chisme en los pasillos, por eso la suspensión y la gran rabieta del papá, expresada vía mensaje de texto con un escueto “a mí no me llamen más nunca y esa que se prepare que lo que va es a llevar coñazo”
No sabemos si los llevó. Sabemos que vino, del brazo de la tía, a exigir explicaciones la tía. Y entonces allí empezamos a perder la esperanza para el guion intermedio de la niña: La tía es funcionaria (de camisa roja y gorra con banderita, roja también) de una prefectura cercana. A medio camino entre “señora de mantenimiento” y “autoridad civil” la tía tiene - y ejerce - un puesto remunerado en una instancia roja de poder popular. A la tía, el prontuario de la joven la tiene completamente sin cuidado porque, para empezar, lo considera mentira (a pesar de las evidencias) y ella no tiene idea lo que va a hacer la niña en su casa en caso de ser expulsada, aunque sea por tres días, que la ley no da para más. A eso vinieron, las dos y una tercera – funcionaria también – listas para pedir tantos ojos tuertos como garanticen el final del año escolar de la señorita en problemas (permítaseme aclarar que lo de señorita lo digo por aquello del respeto, pues si acudimos al uso antiguo de la palabra….Dios mío!!) y para pedirlos, en pleno uso del poder que les confieren las leyes de la republica bolivariana a ellos: Con amenazas veladas, con una que otra ironía antioligarca, con su poquito de ustedes allá en su disciplina y nosotros aquí en el poder.
Total, que fue necesario mucho temple: Yuli-Ana fue honrosamente suspendida de todos modos (que a ella eso plim y a la madama dulce de coco) y la tía salió jurando que de esa afrenta habrán de enterarse hasta en las alturas mismas del poder omnímodo.
No terminó allí: a la afrenta recibida por la tía, la acompañante de la tía y la niña suspendida en pleno estado de gracia, siguió una especie de Juicio que, olvídate de Nuremberg. Una reunión bizarra en la que el padre (si, se dejó de SMS y apareció con el rabo entre las piernas) terminó declarándose avergonzado, redobló la amenaza y escondió el rubor producido por el mal rato; pero, se negó a sustituir a la tía como responsable de no se sabe qué y mucho menos acepto ir mas allá de un par de coñazos que, aunque no se atrevió a dárselos frente a la distinguida audiencia, sospechamos Yuli-Ana los recibió de todos modos. La tía, mientras tanto, amenazó con llevarse a la niña para otra escuela, porque total, escuelas es lo que sobran y amenazó también, que para eso ella es perfecta, con no volver nunca más a permitir que a su sobrina la ninguneen. Unos días después (como en subtitulo de película) supimos que Yuli-Ana, el guion intermedio y todo lo raro que la acompaña, se fueron a vivir con la tía quien a su vez la sacó de la escuela y dictaminó que ya está bueno de estudios.
Yuli-Ana su guión intermedio y el resto de cosas raras que la acompañan, se ha quedado en el medio mismo de la nada y con una tía enchufada en el poder popular, que no la cree capaz sino de rezos y sollozos. No nos extrañaría para nada que la próxima vez, el nombre de la niña esté puesto en Frontera y allí, con toda seguridad, no habrá guion intermedio ni portadillas.
La última gran crisis fue un poco más de lo mismo. Finalizando el 2013, el regalo que Yuli-Ana decidió darle a algunos de sus profesores mando algunos automóviles al taller de latonería. En el ínterin, desaparecieron unos cuantos celulares, algún par de bolsos, otras cosas sin importancia (para ella) y aparecieron, demasiado cerca de su mala fama, un par de bolsitas de esas que contienen un polvo blanco, llamado por policías de la tele “presunta cocaína” y por la gente de estos lares, todavía, perico, a secas. (Cambiando de manos y plata en el medio para más inri). De gota que colmó el vaso tuvimos bastante sin duda alguna. Por eso la sanción y el revuelo, por eso el chisme en los pasillos, por eso la suspensión y la gran rabieta del papá, expresada vía mensaje de texto con un escueto “a mí no me llamen más nunca y esa que se prepare que lo que va es a llevar coñazo”
No sabemos si los llevó. Sabemos que vino, del brazo de la tía, a exigir explicaciones la tía. Y entonces allí empezamos a perder la esperanza para el guion intermedio de la niña: La tía es funcionaria (de camisa roja y gorra con banderita, roja también) de una prefectura cercana. A medio camino entre “señora de mantenimiento” y “autoridad civil” la tía tiene - y ejerce - un puesto remunerado en una instancia roja de poder popular. A la tía, el prontuario de la joven la tiene completamente sin cuidado porque, para empezar, lo considera mentira (a pesar de las evidencias) y ella no tiene idea lo que va a hacer la niña en su casa en caso de ser expulsada, aunque sea por tres días, que la ley no da para más. A eso vinieron, las dos y una tercera – funcionaria también – listas para pedir tantos ojos tuertos como garanticen el final del año escolar de la señorita en problemas (permítaseme aclarar que lo de señorita lo digo por aquello del respeto, pues si acudimos al uso antiguo de la palabra….Dios mío!!) y para pedirlos, en pleno uso del poder que les confieren las leyes de la republica bolivariana a ellos: Con amenazas veladas, con una que otra ironía antioligarca, con su poquito de ustedes allá en su disciplina y nosotros aquí en el poder.
Total, que fue necesario mucho temple: Yuli-Ana fue honrosamente suspendida de todos modos (que a ella eso plim y a la madama dulce de coco) y la tía salió jurando que de esa afrenta habrán de enterarse hasta en las alturas mismas del poder omnímodo.
No terminó allí: a la afrenta recibida por la tía, la acompañante de la tía y la niña suspendida en pleno estado de gracia, siguió una especie de Juicio que, olvídate de Nuremberg. Una reunión bizarra en la que el padre (si, se dejó de SMS y apareció con el rabo entre las piernas) terminó declarándose avergonzado, redobló la amenaza y escondió el rubor producido por el mal rato; pero, se negó a sustituir a la tía como responsable de no se sabe qué y mucho menos acepto ir mas allá de un par de coñazos que, aunque no se atrevió a dárselos frente a la distinguida audiencia, sospechamos Yuli-Ana los recibió de todos modos. La tía, mientras tanto, amenazó con llevarse a la niña para otra escuela, porque total, escuelas es lo que sobran y amenazó también, que para eso ella es perfecta, con no volver nunca más a permitir que a su sobrina la ninguneen. Unos días después (como en subtitulo de película) supimos que Yuli-Ana, el guion intermedio y todo lo raro que la acompaña, se fueron a vivir con la tía quien a su vez la sacó de la escuela y dictaminó que ya está bueno de estudios.
Yuli-Ana su guión intermedio y el resto de cosas raras que la acompañan, se ha quedado en el medio mismo de la nada y con una tía enchufada en el poder popular, que no la cree capaz sino de rezos y sollozos. No nos extrañaría para nada que la próxima vez, el nombre de la niña esté puesto en Frontera y allí, con toda seguridad, no habrá guion intermedio ni portadillas.
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