Los que vivimos solos conocemos la importancia que tiene un
buen televisor en nuestras vidas. Una
inmensa mayoría de las personas que
viven solas, tienen un televisor en su dormitorio al que encienden tan pronto
Dios echa la luz del día. Lo hacemos para tener alguna bulla que nos reduzca el
ruido de la soledad y nos sirve, por retruque, para mantenernos informados. Por
alguna razón que bien merece un estudio más profundo, los solitarios del
televisor encendido, solemos conectarnos con programas de noticias,
internacionales. No podemos - ni aunque
quisiéramos - conectarnos con noticieros locales, porque la mayoría se
alimentan de la “política informativa” que se diseña “allá arriba”.
Los noticieros internacionales, en cambio, obedecen a las
“políticas informativas” de sus accionistas y eso, que no es ni mejor ni peor, sirve
para que uno se entere, con bastante cercanía a la realidad, de lo que estos
deciden contar. Si uno es medianamente inteligente, le pone el cariz que a uno
le provoca y hace que el asunto parezca información independiente. Santas pascuas. De vez en cuando, sin embargo, se escuchan cosas
que lo dejan a uno sin nada que poner, pues siempre hay alguien dispuesto a
decir sin cortapisas, cómo ve el resto del mundo, esto-que-nos-está-pasando a nosotros, los venezolanos que estamos dentro.
Por ejemplo, el canal internacional de Televisión Española,
día a día, se dedica con ahínco a hablar de los deseos independentistas de
ciertos políticos catalanes que, capitaneados por el intransigente Artur Mas,
mueren por sonarle dos trompetillas a Juan Carlos I en su nariz borbónica y votar
tierrita. Es un debate de lo más interesante, del que tengo una opinión que,
como a nadie interesa, no voy a explicar ahorita; lo menciono porque, hace unos
días, ese debate, le dio la oportunidad
a una famosa diputada catalana de pegarnos tremendo cachetadon con la mano
abierta. Estaba el parliament catalá hablando del plebiscito que quiere convocar
Artur Mas para decidir si se separan de España y la cosa se puso, como siempre
que hablan del tema, de lo más candente.
En medio de la fuerte discusión (que se hablan golpeado y se tuercen los
ojos como el que más, pero nadie le pega a nadie, todavía) una diputada muy
María Corina ella, de esas que hablan alto y ocupan espacios propios en la
prensa nacional (de ellos) se levantó bravísima, con ganas de decirle cuatro
cosas a Mas y terminó diciéndonoslas a nosotros – que no tenemos vela en ese
entierro – Dijo la diputada (y subtitularon ellos, para vergüenza nuestra)
-
Señor presidente, esa consulta no se
va a realizar, puedo asegurárselo. Esto no es Venezuela. Aquí hay un estado de
derecho….
Y aplaudieron jubilosos tanto los de
su bancada, como otros que a veces se las dan de independentistas…
Unos días después, me enganché en Caracol Internacional con el programa Polos Opuestos, el que conduce Nohemí Sanín (si, la ex – candidata que anduvo de embajadora en Caracas cuando a uno lo invitaban a saraos diplomáticos) porque estaban discutiendo, ella y dos analistas de renombre, la posible destitución del alcalde socialista de Bogotá Gustavo Petro. Esa destitución, que a mí me parece peligrosísima para los pobres cachacos, puede que suceda legalmente en los próximos días; sobre eso conversaba este trío. De pronto, uno de los tres opinadores, soltó la siguiente prenda:
Unos días después, me enganché en Caracol Internacional con el programa Polos Opuestos, el que conduce Nohemí Sanín (si, la ex – candidata que anduvo de embajadora en Caracas cuando a uno lo invitaban a saraos diplomáticos) porque estaban discutiendo, ella y dos analistas de renombre, la posible destitución del alcalde socialista de Bogotá Gustavo Petro. Esa destitución, que a mí me parece peligrosísima para los pobres cachacos, puede que suceda legalmente en los próximos días; sobre eso conversaba este trío. De pronto, uno de los tres opinadores, soltó la siguiente prenda:
-
Algunos creen que la destitución de
Petro podría servir para la aparición de un mesianismo político parecido al Chavismo
y eso es lo que yo quiero advertir como riesgo fundamental, porque, lo peor que
podría sucederle a Colombia, en este momento, seria montarse en algo que remotamente se parezca a
Venezuela.
No quedo allí; Noemí, tan paisa y tan
querida, replicó casi como mantra de conjura,
-
Ah no, eso sí que no, ni lo quiera
Dios…Venezuela jamás….
Y las risas de los tres, me golpearon en el medio del pecho.
No habían pasado dos días cuando un programa de chismes de farándula que transmite Azteca Televisión, comentaba los detalles del horrible asesinato de Mónica Spears. Informados hasta de la menor incidencia del espantoso delito, la guapa presentadora (con la que alguna vez compartí un café en Houston) lamentaba el suceso con aflicción verdadera – como todo el mundo – cuando fue interrumpida por uno de sus compañeros, famoso por deslenguado y frentero. El señor, que no es santo de mi devoción, abrió la boca para soltar esta lindura:
No habían pasado dos días cuando un programa de chismes de farándula que transmite Azteca Televisión, comentaba los detalles del horrible asesinato de Mónica Spears. Informados hasta de la menor incidencia del espantoso delito, la guapa presentadora (con la que alguna vez compartí un café en Houston) lamentaba el suceso con aflicción verdadera – como todo el mundo – cuando fue interrumpida por uno de sus compañeros, famoso por deslenguado y frentero. El señor, que no es santo de mi devoción, abrió la boca para soltar esta lindura:
-
Oye, pero es que….no, qué
barbaridad, ¿qué le está pasando a los
venezolanos? No manches…es que ese país se ha convertido en una guarida de
delincuentes. Sales nomás a la calle y ahí, enseguida te atracan y te matan…no
guey…es que no se puede ir allá ni de chiste…
Y sus compañeros, (comunicadores de prestigio y altos
ratings) unieron sus voces para validar
un comentario que, desafortunadamente, tiene mucho de cierto, aunque suene
horrible en mexicano.
Las tres veces pulsé el botón change de mi control remoto. Las tres veces se me instaló en el corazón un sabor amargo de cosa perdida, magnificado por el poder de la pantallita de marras. Sin nacionalismos de esos que yo no práctico: sentí una vergüenza pavorosa de pasaporte y bolivariano abatimiento. Una cosa horrible que paraliza argumentos y ganas de pelea. Una mala fama que, mejor dicho, no sirve ni para acostarse sobre ella, ni para salir corriendo.
Así es que nos ven, allá afuera.
Las tres veces pulsé el botón change de mi control remoto. Las tres veces se me instaló en el corazón un sabor amargo de cosa perdida, magnificado por el poder de la pantallita de marras. Sin nacionalismos de esos que yo no práctico: sentí una vergüenza pavorosa de pasaporte y bolivariano abatimiento. Una cosa horrible que paraliza argumentos y ganas de pelea. Una mala fama que, mejor dicho, no sirve ni para acostarse sobre ella, ni para salir corriendo.
Así es que nos ven, allá afuera.
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