El reciente y abrumador triunfo del partido conservador en
las elecciones del Reino Unido, (cuyo abanderado, cumpliendo un mandato más
protocolar que político, ha recibido la bendición de SM Isabel II para que
forme gobierno) ; los resultados de las encuestas más serias realizadas en
España, que le dan un porcentaje relativamente cómodo al Partido Popular para
alzarse con un decente numero de primeras posiciones (a pesar de los malos
Ratos) en las próximas elecciones municipales, o el respaldo otorgado a Ángela
Merkel frente a la cancillería alemana, si bien pueden ser vistos como
reacciones lógicas a procesos democráticos sustentados por el miedo a repetir
los horrores del pasado, están comenzando a demostrar una verdad irrefutable:
la usó Bill Clinton como mantra para arrebatarle la Casa Blanca al muy gris y
circunspecto Presidente Bush (padre): "es
la economía, estúpido".
No hay ni el más pequeño espacio para la duda: la primera y más importante exigencia de los electores en cualquier lugar del mundo en que se celebran elecciones libres, es la de ejercer su derecho a vivir lo mejor posible; es decir, en su acepción más rupestre, manejar con inteligencia (y probidad) los dineros de una nación. Usted puede mostrar evidencias de que, en su desempeño como líder del gobierno de un estado, su nivel de vida comienza a ser mejor y, usted puede asegurar que su partido ganará una y mil veces las próximas elecciones. No importa si, como David Cameron, usted es un hombre que exuda antipatía y engreimiento.
Otro ejemplo europeo, visto muy a vuelo de pájaro, viene a cuento: el desplome de ese "partido" de comiquitas bautizado en España como Podemos, al que hace apenas un par de meses se le consideraba el coco a vencer por los políticos del establishment. Pablo Iglesias y su pobre discurso populista radical de izquierda, convirtió una opción respetable de voto en una mamarrachada de lo peor que Venezuela, Cuba y Bolivia tienen que ofrecerle al mundo, el resultado: su intención de voto se reduce a un 18% y su programa de gobierno empieza a sonar a más de lo mismo en crisis.
¿Qué está pasando?: esa es una pregunta para economistas muy cultos. Pero, parece que los europeos entendieron que, con simples ayuditas para mientras tanto no se vive y que el camino, el gran camino, conduce a trabajar sin descanso - y sin cortapisas impuestas - para asegurarse una vida decente. Nada más. Si a esa recuperación económica va aparejada una medida (despreciable, cierto es) endurecedora de las condiciones para emigrar, o un líder poco carismático o una discusión estéril e interminable sobre el destino de los dialectos en que tienen que hablar, pasa, es lo que hay. Lo que importa es trabajar en paz. Vivir en medio de un mínimo confort (cosa que a los europeos les tomó décadas comprender) y tener derecho a que la plata que tienes en tu bolsillo sirva para comprar un sándwich y una planta de orquídeas si es que te dio por ahí y, a saber con alguna certeza que nadie te la está robando. Todo lo demás, (discúlpenme la insistencia) es accesorio: déjeme ganar – y gastar - mi dinero como yo piense, y yo le doy mi voto. No me convierta en méndigo de su populismo.
Al parecer, esa simplista forma de entender el asunto ha sido tomada muy en serio, por la gente seria que gobierna países llamados “del primer mundo” los que, aun con el abucheo permanente a que se someten, van convirtiendo Europa en el modelo a imitar, con todo y Grecia, el alto desempleo y las pateras que cruzan el mar mediterráneo llenándolo de muerte. Setenta años hace que terminó la más cruenta guerra que padecieron, setenta. Menos que la vida promedio de quienes lo habitan; pues bien, en setenta años, el milagro alemán no deja de sorprender a quienes lo estudian. El Reino Unido no puede parar de presumir de contar con una de las más fuertes (y estables) monedas del continente y los españoles, por mencionar solo los tres ejemplos con los que inicio esta nota, parecen ir, aun con todos sus desaguisados, en camino a salir del horrible problemón. No hizo falta más nada para acabar con los fantasmas perversos del populismo; perdón, si, en realidad hizo falta, además, convencerse de que hombro con hombro era posible dejar atrás la mortandad y el espanto de la guerra para esforzarse un poquito en adecentar esa cosa extraña que llaman la administración pública. Es cierto, como no, que apenas están comenzando, pero hay ejemplos palpables (tomados seguramente en cuenta por el ciudadano de a pie para sentir - y ejercer - un respiro): la caída del Presiden Pujol, por ejemplo, o la ley de transparencia recientemente aprobada por el Reino Unido, cuya única carencia es la exclusión de la familia real de la obligación de cumplirla. (Sé que es discutible, pero ni modo, los reyes ingleses son irreprochables. Punto). Todos los demás tienen la obligación de publicar sus cuentas de ingresos y egresos a la fecha actual. Mejor aún, los ciudadanos ingleses se pueden "agarrar de ahí" para exigir explicaciones...y lo hacen.
Sé que el tema es enrevesado, pero aun cuando la mayoría de las veces pienso que los políticos EN EL MUNDO ENTERO, son una raza completamente prescindible, hay llamadas de atención - hechas por ciudadanos - que me obligan a admitir preferencias por quienes, para bien y para mal, han comenzado a operar en sus países milagros de recuperación económica alejada del populismo que, aun cuando requieren ajustes mucho más profundos, sobre todos aquellos que resuelven o ayudan a resolver el terrible asuntillo de la corrupción, son indicadores que señalan cada vez más la obligación de andar en esa dirección.
Lo lamentable es que son ejemplos que a los demás no le sirven para nada, nadie aprende de experiencia ajena; si lo dudamos, demos una rápida mirada a suelo patrio aunque parezca tanto un disparate como un viraje demasiado violento: nuestro difunto intergaláctico usó una chequera - que no le pertenecía - para comprar las conciencias del mundo y, por ese mismo desaguadero, mandó al demonio su proyecto mesiánico (hoy cuenta con un nivel de respaldo patéticamente bajo) mientras un empresario - de éxito económico incuestionable - ve agigantarse su cuarto de hora. Parece que la realidad de la Venezuela del siglo XXI, que a propósito he dejado para el final, puede escribirse en dos líneas, quizás por un refrán tan venezolano como la arepa: Chequera mata galán. Yo me permito agregarle, un poco en tono de consejo que, bien llevada, consigue votos. Todos.
No hay ni el más pequeño espacio para la duda: la primera y más importante exigencia de los electores en cualquier lugar del mundo en que se celebran elecciones libres, es la de ejercer su derecho a vivir lo mejor posible; es decir, en su acepción más rupestre, manejar con inteligencia (y probidad) los dineros de una nación. Usted puede mostrar evidencias de que, en su desempeño como líder del gobierno de un estado, su nivel de vida comienza a ser mejor y, usted puede asegurar que su partido ganará una y mil veces las próximas elecciones. No importa si, como David Cameron, usted es un hombre que exuda antipatía y engreimiento.
Otro ejemplo europeo, visto muy a vuelo de pájaro, viene a cuento: el desplome de ese "partido" de comiquitas bautizado en España como Podemos, al que hace apenas un par de meses se le consideraba el coco a vencer por los políticos del establishment. Pablo Iglesias y su pobre discurso populista radical de izquierda, convirtió una opción respetable de voto en una mamarrachada de lo peor que Venezuela, Cuba y Bolivia tienen que ofrecerle al mundo, el resultado: su intención de voto se reduce a un 18% y su programa de gobierno empieza a sonar a más de lo mismo en crisis.
¿Qué está pasando?: esa es una pregunta para economistas muy cultos. Pero, parece que los europeos entendieron que, con simples ayuditas para mientras tanto no se vive y que el camino, el gran camino, conduce a trabajar sin descanso - y sin cortapisas impuestas - para asegurarse una vida decente. Nada más. Si a esa recuperación económica va aparejada una medida (despreciable, cierto es) endurecedora de las condiciones para emigrar, o un líder poco carismático o una discusión estéril e interminable sobre el destino de los dialectos en que tienen que hablar, pasa, es lo que hay. Lo que importa es trabajar en paz. Vivir en medio de un mínimo confort (cosa que a los europeos les tomó décadas comprender) y tener derecho a que la plata que tienes en tu bolsillo sirva para comprar un sándwich y una planta de orquídeas si es que te dio por ahí y, a saber con alguna certeza que nadie te la está robando. Todo lo demás, (discúlpenme la insistencia) es accesorio: déjeme ganar – y gastar - mi dinero como yo piense, y yo le doy mi voto. No me convierta en méndigo de su populismo.
Al parecer, esa simplista forma de entender el asunto ha sido tomada muy en serio, por la gente seria que gobierna países llamados “del primer mundo” los que, aun con el abucheo permanente a que se someten, van convirtiendo Europa en el modelo a imitar, con todo y Grecia, el alto desempleo y las pateras que cruzan el mar mediterráneo llenándolo de muerte. Setenta años hace que terminó la más cruenta guerra que padecieron, setenta. Menos que la vida promedio de quienes lo habitan; pues bien, en setenta años, el milagro alemán no deja de sorprender a quienes lo estudian. El Reino Unido no puede parar de presumir de contar con una de las más fuertes (y estables) monedas del continente y los españoles, por mencionar solo los tres ejemplos con los que inicio esta nota, parecen ir, aun con todos sus desaguisados, en camino a salir del horrible problemón. No hizo falta más nada para acabar con los fantasmas perversos del populismo; perdón, si, en realidad hizo falta, además, convencerse de que hombro con hombro era posible dejar atrás la mortandad y el espanto de la guerra para esforzarse un poquito en adecentar esa cosa extraña que llaman la administración pública. Es cierto, como no, que apenas están comenzando, pero hay ejemplos palpables (tomados seguramente en cuenta por el ciudadano de a pie para sentir - y ejercer - un respiro): la caída del Presiden Pujol, por ejemplo, o la ley de transparencia recientemente aprobada por el Reino Unido, cuya única carencia es la exclusión de la familia real de la obligación de cumplirla. (Sé que es discutible, pero ni modo, los reyes ingleses son irreprochables. Punto). Todos los demás tienen la obligación de publicar sus cuentas de ingresos y egresos a la fecha actual. Mejor aún, los ciudadanos ingleses se pueden "agarrar de ahí" para exigir explicaciones...y lo hacen.
Sé que el tema es enrevesado, pero aun cuando la mayoría de las veces pienso que los políticos EN EL MUNDO ENTERO, son una raza completamente prescindible, hay llamadas de atención - hechas por ciudadanos - que me obligan a admitir preferencias por quienes, para bien y para mal, han comenzado a operar en sus países milagros de recuperación económica alejada del populismo que, aun cuando requieren ajustes mucho más profundos, sobre todos aquellos que resuelven o ayudan a resolver el terrible asuntillo de la corrupción, son indicadores que señalan cada vez más la obligación de andar en esa dirección.
Lo lamentable es que son ejemplos que a los demás no le sirven para nada, nadie aprende de experiencia ajena; si lo dudamos, demos una rápida mirada a suelo patrio aunque parezca tanto un disparate como un viraje demasiado violento: nuestro difunto intergaláctico usó una chequera - que no le pertenecía - para comprar las conciencias del mundo y, por ese mismo desaguadero, mandó al demonio su proyecto mesiánico (hoy cuenta con un nivel de respaldo patéticamente bajo) mientras un empresario - de éxito económico incuestionable - ve agigantarse su cuarto de hora. Parece que la realidad de la Venezuela del siglo XXI, que a propósito he dejado para el final, puede escribirse en dos líneas, quizás por un refrán tan venezolano como la arepa: Chequera mata galán. Yo me permito agregarle, un poco en tono de consejo que, bien llevada, consigue votos. Todos.
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