Algunos medios informativos, han hecho verdaderos esfuerzos por intentar explicar, de algún modo, el vil e imperdonable ataque a la Flotilla de la libertad, perpetrado por tropas Israelitas. Esta tarde, por ejemplo, leía en MSN, que se podría comprobar que la tripulación turca de la flotilla, tenía ciertos lazos con organizaciones terroristas; entre tanto, el primer ministro Netanyahu, hace lo indecible por no lucir como el díscolo gobernante que ordena fuego cruzado contra quienes, aparentemente, intentaban paliar las espantosas condiciones de vida del pueblo Palestino asentado en la franja de Gaza.
Nada, sin embargo, puede explicar lo sucedido, como no sea el convencimiento pleno de que la franja de Gaza es un territorio emblemático de la resistencia Israelí contra el estado Palestino y que su defensa, instilada en los Israelitas como un mantra religioso, no es tan sólo un asunto de territorialidad. Por Gaza, ellos harán uso de toda su soberbia y de toda su fuerza. En su nombre, se seguirán cometiendo terribles errores; este último, el más grave que se recuerde en muchas décadas.
Ha caído pues, sobre el estado de Israel y sobre las cabezas de sus gobernantes, Netanyahu el primero, la ira de los Dioses. Dioses de todas nacionalidades que no paran de condenar al gobierno de Israel. El asunto, de tan complicado que suena, merecería un estudio profundo que, desde luego, no estoy en condiciones de hacer. Me atrevo a decir algo porque, a medida que leo las noticias relacionadas con el hecho, me asalta el temor de la guerra; justo en tiempos en los que por estas lejanas latitudes, tenemos un gallito de pelea buscando una buena excusa para meternos a todos en una confrontación real, que supere la que día a día vivimos como sustento de nuestra cotidianidad.
Es bueno saber que, mientras tanto, se cuentan por miles las personas que intentan, ante el horror, enfrentamientos armados de alta intelectualidad y profundo conocimiento. Tal vez, entonces, las maldiciones que alegremente nuestro sabanetero ha lanzado contra el estado de Israel, se conviertan por obra y gracia de los que creemos en la paz, en razones para seguir buscando dentro de cada uno de nosotros, un perdón indispensable y una manera legítima de alzar la voz, frente a las abominables acciones de los locos que gobiernan la tierra.
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