Probablemente porque sabe que yo soy uno de los que trata de
estar presente en cuanta conversa ilustrada se organiza en esta ciudad, con
algún tema cercano a esto-que-nos-está -pasando,
y también porque alguna vez ha leído este blog; probablemente porque no tenía
mayor cosa que hacer y andaba con ganas de que el café se le eternizara en la
mesa y yo, para eso, soy buenísimo; un conocido mío, ayer, al encontrarse
conmigo en una pastelería me soltó la pregunta de las 64 mil lochas: Epa…y
tú, ¿cómo ves la cosa? (yo asumo que cosa es país, dicho en dialecto
ilustrado del siglo XXI y que eso es un tema de conversación muy de estos días)
acercando una silla a su mesa para compartir un cartoncito de té frio que hace
rato dejó de saber a algo más que azúcar.
Entonces, me bombardeó con su discurso de apertura; la
escasez indescriptible y la inseguridad pavorosa ya no ocupan su mente como la última
vez que lo vi (no porque se hayan resuelto) pues ya tiene algo mejor de que
ocuparse: las oraciones blasfemas. Pocos
minutos antes de encontrarse conmigo, mi amigo había recibido el segundo embate
de la blasfemia roja: un credo que, entre otros, ensalza al papá del difunto (inexplicablemente,
porque hasta donde yo recuerdo, el difunto nunca fue muy fanático del autor de
sus días, pero…..) y se va por la lindeza de predicas más o menos estúpidas y
muy repetidas, para recordarnos que el santo
súbito está enterrado – quizás - en el 23 de enero, o por ahí cerca - .
Sumado al padre nuestro del otro día mi pobre amigo católico, apostólico,
romano y opositor, está que arde de indignación. No lo culpo.
Así mismo están que arden de indignación la mayoría de los Tuiteros opositores y la mayoría de los que, sin tener nada mejor que hacer, hace años convirtieron Facebook en su Tiananmen privado. Más allá, furiosos también, están el Padre Palmar, Monseñor Luckert y mi pana Baltasar, es lógico, ¿no? Ese es el negocio de ellos. Los entiendo perfectamente.
Ahora bien, con todo respeto. ¿De verdad ese par de cursilerías son tan importantes? Digo yo, de verdad dedicarnos a repetir ambas oraciones (que si es por tener, tienen un lenguaje absolutamente cursi y ridículo, además de ningún valor ecuménico) hace algo más que aumentar nuestra rabia al comprender que, cada día más, ellos llevan esta mano ganada y las dos próximas? A ver, con un país cayéndose a pedazos, en manos de una banda de delincuentes y sin otra alternativa que un boleto Cúcuta – Bogotá- Bogotá – lo que sea – en el futuro de los decentes: ¿inventarse unas oraciones profanas, es realmente el colmo de los colmos? ¿Se les fue la mano? ¿De verdad?
Yo creo que no. Es decir, a mi me parecen una afrenta. Es cierto. Pero, eso es lo que buscaban ellos cuando las hicieron: enfrentarnos en su guerra. Una vez más, caímos en su trampa. No he buscado estadísticas, pero yo estoy casi completamente seguro, que el desafortunado video ese de la señora en éxtasis de insuficiencia cognitiva, desde el escenario más importante de Caracas, recitando el famoso padre nuestro, es seguramente el video más visto de los últimos tiempos. Tanto, que ha ocupado el prime time de los noticieros internacionales más sintonizados en el mundo. Otro tanto sucederá con el credo, que me da la impresión, no ha circulado tanto, todavía. Noticieros internacionales que no hablan, por ejemplo, de los cadáveres descuartizados que aparecen a cada momento, ni del hecho cierto y demostrable de que el Acetaminofén ( y mil cosas más) desapareció de nuestras farmacias al mismo instante en que apareció un importante brote de dengue y chinkungunya, enfermedades para las que este sencillo calmante es indispensable. Noticieros internacionales que no mencionan, ni por error, el escandaloso índice inflacionario en el que viven los venezolanos, solo se han ocupado, en los últimos tiempos, de hacer inolvidable a la “delegada” aquella, cuya oración se habría desvanecido en una nube negra, de no haber sido porque quienes la adversan con más fuerza la hicieron inolvidable.
Así, que…. ¿cómo veo yo la cosa? Mal ¿Cómo voy a verla? Muy mal. Muy atornilladamente mal. Y va para largo, pues para resolverlo, ya hay casi dos millones de venezolanos viviendo por ahí, en el mundo, y seguramente el doble de esos preparando la escapada; cosa que no tiene nada de malo, por cierto; el mundo es ancho y ajeno (lo dijo el viejo Prieto) ¿cómo no van a ser entonces anchas y ajenas las ganas de ponerse a salvo?, si a nosotros, los de este lado, nos ha dado por la frivolidad de no ponerle freno a la histeria de vivir esperando la nueva atrocidad, el nuevo dislate, la próxima oración y la próxima procesión para rasgarnos las vestiduras - por Tuiter y Facebook - en un arranque condenatorio de blasfemias.
Ni modo, ganaron de corrido: eso es exactamente lo que ellos quieren que nosotros hagamos. Y ¿ahora?
Así mismo están que arden de indignación la mayoría de los Tuiteros opositores y la mayoría de los que, sin tener nada mejor que hacer, hace años convirtieron Facebook en su Tiananmen privado. Más allá, furiosos también, están el Padre Palmar, Monseñor Luckert y mi pana Baltasar, es lógico, ¿no? Ese es el negocio de ellos. Los entiendo perfectamente.
Ahora bien, con todo respeto. ¿De verdad ese par de cursilerías son tan importantes? Digo yo, de verdad dedicarnos a repetir ambas oraciones (que si es por tener, tienen un lenguaje absolutamente cursi y ridículo, además de ningún valor ecuménico) hace algo más que aumentar nuestra rabia al comprender que, cada día más, ellos llevan esta mano ganada y las dos próximas? A ver, con un país cayéndose a pedazos, en manos de una banda de delincuentes y sin otra alternativa que un boleto Cúcuta – Bogotá- Bogotá – lo que sea – en el futuro de los decentes: ¿inventarse unas oraciones profanas, es realmente el colmo de los colmos? ¿Se les fue la mano? ¿De verdad?
Yo creo que no. Es decir, a mi me parecen una afrenta. Es cierto. Pero, eso es lo que buscaban ellos cuando las hicieron: enfrentarnos en su guerra. Una vez más, caímos en su trampa. No he buscado estadísticas, pero yo estoy casi completamente seguro, que el desafortunado video ese de la señora en éxtasis de insuficiencia cognitiva, desde el escenario más importante de Caracas, recitando el famoso padre nuestro, es seguramente el video más visto de los últimos tiempos. Tanto, que ha ocupado el prime time de los noticieros internacionales más sintonizados en el mundo. Otro tanto sucederá con el credo, que me da la impresión, no ha circulado tanto, todavía. Noticieros internacionales que no hablan, por ejemplo, de los cadáveres descuartizados que aparecen a cada momento, ni del hecho cierto y demostrable de que el Acetaminofén ( y mil cosas más) desapareció de nuestras farmacias al mismo instante en que apareció un importante brote de dengue y chinkungunya, enfermedades para las que este sencillo calmante es indispensable. Noticieros internacionales que no mencionan, ni por error, el escandaloso índice inflacionario en el que viven los venezolanos, solo se han ocupado, en los últimos tiempos, de hacer inolvidable a la “delegada” aquella, cuya oración se habría desvanecido en una nube negra, de no haber sido porque quienes la adversan con más fuerza la hicieron inolvidable.
Así, que…. ¿cómo veo yo la cosa? Mal ¿Cómo voy a verla? Muy mal. Muy atornilladamente mal. Y va para largo, pues para resolverlo, ya hay casi dos millones de venezolanos viviendo por ahí, en el mundo, y seguramente el doble de esos preparando la escapada; cosa que no tiene nada de malo, por cierto; el mundo es ancho y ajeno (lo dijo el viejo Prieto) ¿cómo no van a ser entonces anchas y ajenas las ganas de ponerse a salvo?, si a nosotros, los de este lado, nos ha dado por la frivolidad de no ponerle freno a la histeria de vivir esperando la nueva atrocidad, el nuevo dislate, la próxima oración y la próxima procesión para rasgarnos las vestiduras - por Tuiter y Facebook - en un arranque condenatorio de blasfemias.
Ni modo, ganaron de corrido: eso es exactamente lo que ellos quieren que nosotros hagamos. Y ¿ahora?
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