Supongo que para Monseñor Tarcisio Bertone, actual Camarlengo de Benedicto XVI, el día de ayer debe haber sido un poco raro. Preparado, como debe haber estado, para cumplir con tal ritual en el lecho de Joseph Ratzinger, tiene que haber sentido que a los ritos efectuados para declarar la Sede Vacante, le faltaba el sonido de su propia voz repitiendo como un eco el nombre alemán. Seguramente no podrá hacerlo en vida, Benedicto XVI dejó el Ministerio Petrino para impedir que la muerte lo encontrara en esas, y monseñor Bertone está un poco mayor para esperar la muerte de un nuevo Papa y/o eternecer en el cargo. Se conformó con recibir el anillo, destruirlo frente a Benedicto XVI y sellar el apartamento, cuando supo que el ahora Emérito Pontífice había aterrizado en Castelgandolfo. Así declaró al mundo dos cosas fundamentales: La certificación de una renuncia que ya se conocía en todos los rincones y la Sede Vacante.
Es decir, en este momento, en el estado Vaticano no hay quien mande. Tampoco hay chance para que “los ratones hagan fiesta” Aun cuando no tiene poder alguno (no podrá realizar o firmar decretos, ni hacer nombramientos, ni rendir declaraciones sobre temas eclesiales y mucho menos, disponer de los fabulosos recursos) el Cardenal Camarlengo, es de hecho la autoridad visible del estado más pequeño del mundo. A él le obedece el Colegio Cardenalicio ante lo que es, probablemente, el evento más importante del catolicismo: el Cónclave Cardenalicio. La reunión en la que los Cardenales menores de 80 años de edad, se reúnen para elegir un nuevo Pontífice, entre ellos mismos.
Entre tanto, Benedicto XVI, el primer Papa en renunciar al Pontificado en 598 años, empieza su vida en el palacio de Castelgandolfo, la bellísima residencia de verano de los Pontífices Romanos, situada a pocos kilómetros del Vaticano. Allí permanecerá un par de meses, hasta que las obras de refacción del Monasterio Mater Ecclesiae, hayan concluido y entonces, según lo dicho por él mismo, se retire del mundo. Será sin embargo, una vida sin grandes cambios, de acuerdo a lo que se ha podido saber. Joseph Ratzinger podrá y de hecho lo hará, continuar usando el nombre de Benedicto XVI, aunque no el título de Su Santidad. Vestirá sotana, solideo y alba blancas sin capelina (esa especie de capita blanca que siempre llevaba y que es un símbolo Pontifical) no podrá usar zapatillas rojas (de uso exclusivo del Papa en ejercicio de sus funciones) ni llevará el pesado crucifijo de oro que es otro símbolo pontifical aunque, si lo desea, podrá usar algún otro (seguramente de Nácar e incrustaciones). No intervendrá en asuntos de administración eclesiástica, ni podrá ser usado como asesor por el nuevo Pontífice, con quien, ha dicho, no espera reunirse en privado. No obstante, conservará el derecho a las atenciones médicas recibidas hasta ahora sin variación alguna y de las atenciones de la llamada “Familia Pontificia” un grupo de servidores religiosos y laicos que son pagados por el Vaticano para su servicio exclusivo. En el monasterio no echará nada en falta: Un piso completo del edificio construido en los años 90 por Juan Pablo II para albergar monjas de clausura, estará dedicado a albergar al Emérito. A quien por cierto, no se le puede llamar Papa ni siquiera con ese adjetivo, pues la iglesia nunca ha tenido dos Papas simultáneamente.
Ayer, a las 8 de la noche, Benedicto XVI, salía del Palacio Pontificio entre vítores y repiques de campanas. Tras de él, su biblioteca personal formada por unos 2.000 libros, una pluma Mont Blanc obsequio del Colegio Cardenalicio y una sortija de oro antiguo que recibió de su hermana. Es todo lo que lleva a su retiro. Para el lunes, los cardenales han sido convocados a una reunión preparatoria del Conclave. En pocos días, la imagen del Cardenal Camarlengo cerrando las pesadas puertas de madera de la Capilla Sixtina, darán inicio al segundo conclave del siglo XXI. Un día veremos salir por la chimenea la fumata bianca y escucharemos su solemne aviso: “Habemus Papam”. Un hombre (¿Milanés?) recibirá los símbolos – púrpura – del poder antes de salir a saludar a la ventana.Habrá finalizado el periodo de Sede Vacante y comenzará una nueva era.
Algunas veces, se necesitan cambios para entender que a la vida le cuesta cambiar sus formas y, algunas veces, sus fondos.
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