En contra de todo lo que creíamos que sucedería; andando
sobre cascaras de huevo, con la zozobra en la boca y el peligroso triunfalismo
en el alma, estamos a una semana de un día histórico. El primer día histórico
de los últimos 17 años. Si nada se tuerce (hay serios indicios de que nada se
torcerá) en apenas una semana, los venezolanos, estaremos celebrando las
elecciones más particulares de su historia reciente: La escogencia de los 167
diputados que formarán la Asamblea Nacional para el periodo 2015 – 2020. Si
hacemos caso a las encuestas, será la primera gran derrota de los rojos. Aunque
ya les ganamos una (que el difunto reconoció llamándonos por un término
escatológico que no debemos olvidar) esta vez, si los pronósticos se cumplen, ganaremos
con mayúscula. Si salimos a votar.
Lo que tenemos enfrente es mucho más que una simple elección.
Es el inicio de un proceso que bien podría acabar esto-que-nos-está-pasando. El inicio de un proceso (de cambio, lo
llaman algunos) que podría significar el final de la dictadura más equivocada, más
corrupta, más humillante y más vergonzosa que ha tenido Venezuela en su
historia moderna. El inicio de un proceso cuya complejidad y dificultad supera
todo lo previsible. La apertura de un espacio para vernos las caras y definir
lo que queremos ser como país, como sociedad y, lo más importante, como
gentilicio. La apertura de un dialogo incómodo, en el que se borrarán las
buenas formas y se derramarán lágrimas que pudieron evitarse. Lo que tenemos en
frente es historia y la historia normalmente se escribe con trazos gruesos,
desfigurantes, a mano alzada, rabiosos. Lo que tenemos en frente es una pregunta
cuya respuesta es difícil: lo que tenemos en frente es saber si estamos
preparados para empezar a vivir un futuro que puede estar lleno más de días
odiosos, que de amaneceres felices.
Si salimos a votar.
Dicen que alguien dijo que el hombre es del tamaño de sus dificultades, o algo así. Pues bien, el hombre venezolano en este momento es enorme. Tiene ante sí, el reto más importante de su vida. No es cosa de tomárselo a la ligera. El próximo domingo, si no deciden los de arriba otra cosa, estaremos dando fe de lo que somos. Mereceremos el resultado de lo que hagamos. Disfrutaremos la alegría trascendente del saber hacer, la tristeza dolorosa del arrepentimiento o la mediocre resignación de lo que somos. Nunca, en todos nuestros días desde que Cristóbal avistó el Delta del Orinoco, la responsabilidad ha sido tan grande. O enderezamos el barco, juntos, o chapoteamos en el lodo, juntos. Lo que queda en la otra orilla es el exilio y sus penurias. Un exilio que va mucho mas allá de la mudanza y el tonto resonar de una nostalgia tramposa. Un exilio que escudriñará nuestras culpas sacando a flote una emoción mucho más profunda que tres colores primarios y la querencia del monte y del cimarrón. Nunca tantos ejemplos habían sido necesarios. El voto es un arma que, junto a otras formas de expresar hartazgo, ha regresado a sus rieles el tren descarriado de muchos vecinos. No existe razón alguna para esquivar el boche.
Entonces, sea que usted crea en la desobediencia civil o esté convencido que la Unidad no existe o piensa que quienes adversan a los rojos en realidad colaboran con ellos y se enfrenta a la duda de no entender lo que significa el juego; incluso si usted perdió la fe en todo y en todos (algo tan comprensible que no me atrevo ni siquiera a juzgar) tenga la bondad de hacerse el favor de revisar su postura y acordarse que hay oportunidades para ser decente que no se presentan dos veces. Es el domingo que viene, de hoy en siete días, o nunca. Piénselo bien. Continúe abogando por lo que usted crea, seguramente nos hará falta su aporte el día después. Continúe defendiendo las tesis del Mahatma Gandhi, la demostración Mandeliana del heroísmo, cante canciones de destemplada fiereza, ríase de todo cuanto le cuenten, haga memes, escriba Tweeters, comparta en FACEBOOK, llore su rabia y sus hasta-cuándo. Rebélese, vístase de tricolor, póngase alpargatas y rescate el cuatro y las maracas, grite y zapatee. Lo que usted decida hacer con su vida le pertenece. Lo que usted decida hacer con la vida de ese colectivo que usted integra llamado PAÍS, nos pertenece a todos: usted en corresponsable de su suerte. No arrastre culpas innecesarias, hay mucha gente que cree en el karma, no se cree deudas que después no le gustará pagar. Olvídese de los rumores y póngale freno al susto. Muy poco de lo que se dice es cierto. Déjese de pendejadas.
Levántese con entusiasmo. Desayune bien, vista zapatos cómodos y energía de la buena. Hágase acompañar de alguien querido, muy querido. Deje su automóvil en el garaje. Guarde la gorra de las marchas y la rabia de las guarimbas para después. Póngase su buen ánimo debajo del sujetador y vista de esperanza sus bóxers colombianos. Meta la cédula en el bolsillo y fíjese bien, ese papelito plastificado jamás habrá tenido tanto valor. Sonríale a los efectivos del Plan República, deles una palmadita en el hombro, lléveles un Gatorade. Ellos no tienen la culpa o sí, un poquito, pero ¿qué se le va a hacer? Borre de su mente la prepotencia de creerse distinto. Salude a los miembros de mesa recordando que ellos están trasnochados, mal entrenados y peor alimentados, pero, están allí por algo más grande que usted. Espere pacientemente su turno. Cante si le provoque. De hoy en ocho, el domingo es suyo. Una vez frente al tarjetón, dirija sus ojos a la esquina más de abajo, a la izquierda. Mire bien la manito. Asegúrese de que esa manito de colores sea la suya y con toda la calma del que presenta un examen para el que ha estudiado, oprima un seleccionar todo en el que estará seleccionando su vida. Si le toca, recuerde el diputado indígena y escójalo, asegúrese que sea el candidato opositor al régimen. Vea una segunda vez su tarjetón y si le provoca, piense en Venezuela. Si no, piense en usted; aunque tenga las maletas hechas, siempre es necesario tener un hogar al que regresar aunque no regrese nunca. Oprima entonces VOTAR. Salga de allí contento, deposite la papeleta en la urna en la que estará enterrando el oprobio. Mire contento la cara de los presentes. Verá en sus ojos un gesto de aprobación cómplice que, capaz que le arranca lagrimas, cónchale.
De hoy en ocho, haremos nuestro el futuro difícil que se nos viene encima. Podremos exigir, oponernos al poder, levantar la voz y arrimar el hombro. Seremos un poquito más, ciudadanos y un bastante menos, borregos. Sea que usted crea en eso o no, lo que llamamos PATRIA, (en formas distintas, según sea la prebenda recibida) empezará a tener un poco más de sentido y realidad. De hoy en ocho, seremos poder y seremos parte.
Si Salimos a Votar.
Si salimos a votar.
Dicen que alguien dijo que el hombre es del tamaño de sus dificultades, o algo así. Pues bien, el hombre venezolano en este momento es enorme. Tiene ante sí, el reto más importante de su vida. No es cosa de tomárselo a la ligera. El próximo domingo, si no deciden los de arriba otra cosa, estaremos dando fe de lo que somos. Mereceremos el resultado de lo que hagamos. Disfrutaremos la alegría trascendente del saber hacer, la tristeza dolorosa del arrepentimiento o la mediocre resignación de lo que somos. Nunca, en todos nuestros días desde que Cristóbal avistó el Delta del Orinoco, la responsabilidad ha sido tan grande. O enderezamos el barco, juntos, o chapoteamos en el lodo, juntos. Lo que queda en la otra orilla es el exilio y sus penurias. Un exilio que va mucho mas allá de la mudanza y el tonto resonar de una nostalgia tramposa. Un exilio que escudriñará nuestras culpas sacando a flote una emoción mucho más profunda que tres colores primarios y la querencia del monte y del cimarrón. Nunca tantos ejemplos habían sido necesarios. El voto es un arma que, junto a otras formas de expresar hartazgo, ha regresado a sus rieles el tren descarriado de muchos vecinos. No existe razón alguna para esquivar el boche.
Entonces, sea que usted crea en la desobediencia civil o esté convencido que la Unidad no existe o piensa que quienes adversan a los rojos en realidad colaboran con ellos y se enfrenta a la duda de no entender lo que significa el juego; incluso si usted perdió la fe en todo y en todos (algo tan comprensible que no me atrevo ni siquiera a juzgar) tenga la bondad de hacerse el favor de revisar su postura y acordarse que hay oportunidades para ser decente que no se presentan dos veces. Es el domingo que viene, de hoy en siete días, o nunca. Piénselo bien. Continúe abogando por lo que usted crea, seguramente nos hará falta su aporte el día después. Continúe defendiendo las tesis del Mahatma Gandhi, la demostración Mandeliana del heroísmo, cante canciones de destemplada fiereza, ríase de todo cuanto le cuenten, haga memes, escriba Tweeters, comparta en FACEBOOK, llore su rabia y sus hasta-cuándo. Rebélese, vístase de tricolor, póngase alpargatas y rescate el cuatro y las maracas, grite y zapatee. Lo que usted decida hacer con su vida le pertenece. Lo que usted decida hacer con la vida de ese colectivo que usted integra llamado PAÍS, nos pertenece a todos: usted en corresponsable de su suerte. No arrastre culpas innecesarias, hay mucha gente que cree en el karma, no se cree deudas que después no le gustará pagar. Olvídese de los rumores y póngale freno al susto. Muy poco de lo que se dice es cierto. Déjese de pendejadas.
Levántese con entusiasmo. Desayune bien, vista zapatos cómodos y energía de la buena. Hágase acompañar de alguien querido, muy querido. Deje su automóvil en el garaje. Guarde la gorra de las marchas y la rabia de las guarimbas para después. Póngase su buen ánimo debajo del sujetador y vista de esperanza sus bóxers colombianos. Meta la cédula en el bolsillo y fíjese bien, ese papelito plastificado jamás habrá tenido tanto valor. Sonríale a los efectivos del Plan República, deles una palmadita en el hombro, lléveles un Gatorade. Ellos no tienen la culpa o sí, un poquito, pero ¿qué se le va a hacer? Borre de su mente la prepotencia de creerse distinto. Salude a los miembros de mesa recordando que ellos están trasnochados, mal entrenados y peor alimentados, pero, están allí por algo más grande que usted. Espere pacientemente su turno. Cante si le provoque. De hoy en ocho, el domingo es suyo. Una vez frente al tarjetón, dirija sus ojos a la esquina más de abajo, a la izquierda. Mire bien la manito. Asegúrese de que esa manito de colores sea la suya y con toda la calma del que presenta un examen para el que ha estudiado, oprima un seleccionar todo en el que estará seleccionando su vida. Si le toca, recuerde el diputado indígena y escójalo, asegúrese que sea el candidato opositor al régimen. Vea una segunda vez su tarjetón y si le provoca, piense en Venezuela. Si no, piense en usted; aunque tenga las maletas hechas, siempre es necesario tener un hogar al que regresar aunque no regrese nunca. Oprima entonces VOTAR. Salga de allí contento, deposite la papeleta en la urna en la que estará enterrando el oprobio. Mire contento la cara de los presentes. Verá en sus ojos un gesto de aprobación cómplice que, capaz que le arranca lagrimas, cónchale.
De hoy en ocho, haremos nuestro el futuro difícil que se nos viene encima. Podremos exigir, oponernos al poder, levantar la voz y arrimar el hombro. Seremos un poquito más, ciudadanos y un bastante menos, borregos. Sea que usted crea en eso o no, lo que llamamos PATRIA, (en formas distintas, según sea la prebenda recibida) empezará a tener un poco más de sentido y realidad. De hoy en ocho, seremos poder y seremos parte.
Si Salimos a Votar.
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