Según el decreto que así lo estipula, hoy finaliza la campaña
que permite hacer publicidad para atraer los votos que candidatos de cada bando
necesitan para hacerse de una curul en la Asamblea Nacional que se instalará en
algún momento del mes de enero. Si esto fuera un país como cualquier otro, lo
anterior tendría mucho sentido. En todas partes las "campañas
electorales" empiezan un día y terminan otro y en el tiempo que resta se
vive y se habla de otra cosa. Nosotros, que tenemos 17 años en campaña
electoral, hemos optado por observar el incumplimiento de esos plazos por parte
del ventajismo rapaz del partido de gobierno.
En cada elección
vivida en el "proceso" (alguien me dijo esta mañana que van más de 20,
yo no lo puedo creer, de veras) se establece, un periodo "oficial" de
campaña en la que sale a relucir, más o menos, lo peor de nosotros. Pocas
veces, la campaña se basa en contenidos serios, propuestas de futuro y
credenciales para sentirse orgulloso. Quizás sea parte de lo que somos - valdrá
la pena un estudio científico en el futuro - pero, cada vez que nos lanzamos a
la difícil carrera de captar votos, el país se convulsiona de sorpresas en un
espiral de asombrosa gravedad. Disminuidos los espacios para que la fracción opositora
seduzca su electorado, lo que hemos tenido que padecer los venezolanos en estos
días de proselitismo, ha sido, por decir lo menos, una seguidilla de asquerosas
argucias.
No ha faltado nada. O mejor será decir que si: ha brillado por su ausencia el diálogo de altura y la propuesta de mejor país que esperábamos oír de los candidatos que, estando ya en el gobierno, tendrían la posibilidad de adecentar el porvenir. Lógico es suponer que no son capaces; de serlo, habrían intentado decirlo con claridad.
Guiados por el señor que dice ser el que lleva las riendas del gobierno, estas semanas de campaña han resultado verdaderamente escabrosas, a partir de una frase que resuena en cada nueva tropelía: "ganaremos como sea". Suerte de santo y seña para desmanes inimaginables, ese "como sea" tiene patente de corso para, empezando por el incontable peculado de uso, cometer el mayor número de delitos que sea posible. Todos los recursos del gobierno, que deberían servir para palear la crisis puntual de medicamentos y comida, han sido desviados a "ganar como sea": autobuses, empleados, carros, horas laborables, papel, tinta, equipos, franelas, carteles, computadoras, teléfonos, tecnología, tracción humana, comida y espaldas que "pertenecen" al erario público, están en este momento prestados a la campaña del partido de gobierno. Medios de comunicación, recursos técnicos, creatividad y dinero, también lo están; sin embargo, un poco más allá de cosas obvias, repugnantes para la mayoría, si algo ha tenido esta campaña ha sido cruenta bajeza.
Aunque nunca sabremos la verdad (en Venezuela aclarar un crimen de modo transparente es, hoy por hoy, imposible) hay indicios de que la mejor muestra de la anterior afirmación sea el asesinato, durante un acto de campaña, del dirigente opositor y candidato a diputado por el estado Portuguesa, Luis Manuel Díaz. Un crimen del que se culpan todos contra todos hasta quedar registrado en el inventario de barbaries que se suma a la insólita profusión de insultos y humillaciones con las que el señor que dice llevar las riendas del gobierno nos ha vapuleado, día sí y día también.
Irrespeto, cuentas que nunca cuadran, detención de periodistas, mensajes amedrentadores a los trabajadores petroleros en particular y a los empleados públicos en general, descarada parcialización publicitaria de la prensa nacional (es increíble el despliegue de avisos pagados a página entera en los periódicos) y una manía persecutoria contra quienes intentan ejercer periodismo objetivo - en donde destaca la carta compromiso que debe firmar todo periodista extranjero que intente cubrir la noticia de las elecciones y la marimorena que montaron, atropellando groseramente a los profesionales de CNN en su llegada a Maiquetía, habla de lo mucho que el gobierno en campaña no entiende de saber estar. No se detienen en tonterías: han rebozado de dádivas a los sectores más arrinconados de la población (los que suelen favorecerlos en las urnas) han bajado precios de alimentos que no se consiguen, han repartido taxis, cerrado tiendas e instituciones y promulgado bandos tan absurdos como bajar el precio de los jeans, mientras dilapidan fortunas imprimiendo carteles en los que el rostro de conocidos lideres de oposición invita a votar por ellos y destruyen propaganda opositora con el cuidado de dispararle a mansalva a quien intente evitarlo o, aun incluso, denunciarlo.
"Yo no me voy a entregar" y frases por el estilo, han salpicado una vez y otra y otra las intervenciones del presidente en una campaña para unas elecciones en las que, sea cual sea el resultado, él único que no perderá el empleo es precisamente él. Aun así, él y sus adeptos se han limitado a agredir el pueblo que espera, en vez, solución a sus problemas. Hasta hoy; aunque bien sabemos que las normas, en este país, no se han hecho para que el poder rojo las respete. Mañana, ya veremos por cual motivo, algunos de ellos continuarán en lo mismo que han estado haciendo desde hace 17 años: campaña electoral para aferrarse a un poder que cada día se les escapa más y más.
La campaña ha concluido solo para nosotros, los que creemos en el cambio. Por algunas horas, probablemente se aparcará la violencia y el desatino. Mañana, la instalación de los centros electorales y la preparación de los aspectos técnicos de una elección muy complicada, colmará nuestro tiempo y energías. Haga lo que le corresponde hacer (en caso de que usted sea parte de la fiesta) o si no, esté atento. Puede que alguien solicite su ayuda. Por un momento deje atrás los rumores y las noticias de todo el espanto que han sido estos días de campaña: amanecerá y veremos. Es bastante probable que el miedo detrás de todas las iniquidades vividas en estos días, paralice el rostro de quienes nos agreden. Entonces enterráremos las hachas y seremos capaces de una nueva campaña: la de la reconquista de nuestros espacios para la decencia. Nosotros somos capaces de ser mejores, eso seguro.
No ha faltado nada. O mejor será decir que si: ha brillado por su ausencia el diálogo de altura y la propuesta de mejor país que esperábamos oír de los candidatos que, estando ya en el gobierno, tendrían la posibilidad de adecentar el porvenir. Lógico es suponer que no son capaces; de serlo, habrían intentado decirlo con claridad.
Guiados por el señor que dice ser el que lleva las riendas del gobierno, estas semanas de campaña han resultado verdaderamente escabrosas, a partir de una frase que resuena en cada nueva tropelía: "ganaremos como sea". Suerte de santo y seña para desmanes inimaginables, ese "como sea" tiene patente de corso para, empezando por el incontable peculado de uso, cometer el mayor número de delitos que sea posible. Todos los recursos del gobierno, que deberían servir para palear la crisis puntual de medicamentos y comida, han sido desviados a "ganar como sea": autobuses, empleados, carros, horas laborables, papel, tinta, equipos, franelas, carteles, computadoras, teléfonos, tecnología, tracción humana, comida y espaldas que "pertenecen" al erario público, están en este momento prestados a la campaña del partido de gobierno. Medios de comunicación, recursos técnicos, creatividad y dinero, también lo están; sin embargo, un poco más allá de cosas obvias, repugnantes para la mayoría, si algo ha tenido esta campaña ha sido cruenta bajeza.
Aunque nunca sabremos la verdad (en Venezuela aclarar un crimen de modo transparente es, hoy por hoy, imposible) hay indicios de que la mejor muestra de la anterior afirmación sea el asesinato, durante un acto de campaña, del dirigente opositor y candidato a diputado por el estado Portuguesa, Luis Manuel Díaz. Un crimen del que se culpan todos contra todos hasta quedar registrado en el inventario de barbaries que se suma a la insólita profusión de insultos y humillaciones con las que el señor que dice llevar las riendas del gobierno nos ha vapuleado, día sí y día también.
Irrespeto, cuentas que nunca cuadran, detención de periodistas, mensajes amedrentadores a los trabajadores petroleros en particular y a los empleados públicos en general, descarada parcialización publicitaria de la prensa nacional (es increíble el despliegue de avisos pagados a página entera en los periódicos) y una manía persecutoria contra quienes intentan ejercer periodismo objetivo - en donde destaca la carta compromiso que debe firmar todo periodista extranjero que intente cubrir la noticia de las elecciones y la marimorena que montaron, atropellando groseramente a los profesionales de CNN en su llegada a Maiquetía, habla de lo mucho que el gobierno en campaña no entiende de saber estar. No se detienen en tonterías: han rebozado de dádivas a los sectores más arrinconados de la población (los que suelen favorecerlos en las urnas) han bajado precios de alimentos que no se consiguen, han repartido taxis, cerrado tiendas e instituciones y promulgado bandos tan absurdos como bajar el precio de los jeans, mientras dilapidan fortunas imprimiendo carteles en los que el rostro de conocidos lideres de oposición invita a votar por ellos y destruyen propaganda opositora con el cuidado de dispararle a mansalva a quien intente evitarlo o, aun incluso, denunciarlo.
"Yo no me voy a entregar" y frases por el estilo, han salpicado una vez y otra y otra las intervenciones del presidente en una campaña para unas elecciones en las que, sea cual sea el resultado, él único que no perderá el empleo es precisamente él. Aun así, él y sus adeptos se han limitado a agredir el pueblo que espera, en vez, solución a sus problemas. Hasta hoy; aunque bien sabemos que las normas, en este país, no se han hecho para que el poder rojo las respete. Mañana, ya veremos por cual motivo, algunos de ellos continuarán en lo mismo que han estado haciendo desde hace 17 años: campaña electoral para aferrarse a un poder que cada día se les escapa más y más.
La campaña ha concluido solo para nosotros, los que creemos en el cambio. Por algunas horas, probablemente se aparcará la violencia y el desatino. Mañana, la instalación de los centros electorales y la preparación de los aspectos técnicos de una elección muy complicada, colmará nuestro tiempo y energías. Haga lo que le corresponde hacer (en caso de que usted sea parte de la fiesta) o si no, esté atento. Puede que alguien solicite su ayuda. Por un momento deje atrás los rumores y las noticias de todo el espanto que han sido estos días de campaña: amanecerá y veremos. Es bastante probable que el miedo detrás de todas las iniquidades vividas en estos días, paralice el rostro de quienes nos agreden. Entonces enterráremos las hachas y seremos capaces de una nueva campaña: la de la reconquista de nuestros espacios para la decencia. Nosotros somos capaces de ser mejores, eso seguro.
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