Cuando, en Diciembre de 2013, Carlos García, candidato de la
plataforma unitaria opositora, ganó la alcaldía del Municipio Libertador del
Estado Mérida y comenzó su andadura por la regencia municipal, el gobierno regional - en manos de un
desconocido oficialista - utilizó el caos ambiental como herramienta de saboteo
a la gestión del recién electo, jovencísimo alcalde: En los primeros meses de
gobierno de García, parecía que los merideños íbamos a perecer ahogados en la
basura. Proliferaron las enfermedades gastrointestinales, era común tropezar
con ratas cuando caminábamos por nuestras aceras y la ciudad, en una época,
ordenada y "bonitica" que fue Mérida, se convirtió en un hervidero de
porquerías. La basura (entonces
rebautizada bajo el eufemismo "desechos sólidos”) se convirtió en
nuestro principal tema de conversación. Entre muchas teorías, los habitantes de
Mérida favorecíamos dos: el problema de la basura se había comido al nuevo alcalde o el problema de la basura nunca había sido enfrentado con la eficiencia
que merece. La verdad, si es que alguna vez la hubo, estaba más cerca del
saboteo puro y duro que de la eficiencia o falta de ella.
La bolsita de plástico que contenía los desechos de las
residencias citadinas, en manos de inescrupulosos defensores "del
legado" se convirtió en un proyectil más dañino que bala de cañón y,
realmente, estuvo a punto de hundir la gestión de García. Era muy sencillo: a primerísima
hora del amanecer, camiones pagados por la alcaldía, reclutados de cualquier
forma y a cualquier precio (no los compactadores adornados de propaganda
oficialista) recogían las cantidades inverosímiles de bolsas de desechos,
tiradas de cualquier modo en las islas de las avenidas o en algún rincón del
casco urbano. Lo hacían sin preparación ni conocimiento; pero, lo hacían. Pocos
minutos después, los habitantes de ciertos sectores, famosos por su apego al
credo del "intergaláctico"
salían de sus casas con la bolsita de basura en la mano para volver a cubrir
con ellas los espacios que habían sido limpiados. Ante el ejemplo, todos, sin
distingo, imitaban el incivilizado proceder originado, según pudimos saber de
muy buena fuente, en una orden "de arriba".
Si existe un mal recuerdo en la memoria de esta ciudad, sin duda, el horror de la crisis de la basura durante los primeros meses de la gestión de Carlitos, ha de ocupar sitial de honor; no obstante, Carlos García, continua desempeñándose como alcalde (contra todo pronóstico) y la ciudad, aunque mucho ha que perdió su cara más limpia y apacible, parece enrumbada a conquistar su derecho más básico: el de gozar de un ambiente libre de la peligrosa contaminación de nuestras migajas; gracias fundamentalmente a dos factores: la espontánea organización ciudadana y la resistencia terca y empecinada de un gobierno municipal comprometido con no dejarse doblegar.
Para bien (sobre todo para mal) ese "incidente" que acabo de contar, se convierte en ejemplo, pequeño tal vez, de aquello a lo que nos enfrentamos los venezolanos por habernos atrevido masivamente a decirle al gobierno central que estamos hartos de sus desmanes. Es una simple (muy dolorosa) ecuación: si logramos llegar a estas fechas del año 2016, sin haber vivido un día de hambre, podremos, entonces sí, cantar a viva voz la victoria que obtuvimos el histórico 6D; fecha sobre la cual parecen haber dos grandes opiniones de consenso – según se desprende de la miríada de artículos escritos y publicados desde entonces - fue la respuesta de un pueblo cansado del engaño, deseoso de pasar factura y acelerar el cambio de un sistema fallido y/o es el inicio de un tiempo de grandes dificultades. Dicho de otra forma: ya hemos visto que no se quedaran tranquilos cobrándonos voto a voto el NO rotundo que le dimos a su torpe, corrupta gestión. No es cosa de juego, las amenazas (no sé si construirles casas) que han ido soltándonos desde que no les quedó otra alternativa que reconocer el triunfo de la oposición, las increíbles jugarretas ilegales para disminuir el poder obtenido por la voz “del soberano” y las bajezas pergeñadas para desprestigiar a cada uno de los que velarán por nuestros intereses en el poder legislativo a partir del 5 de enero de 2016, no son sino un presagio. Lo peor, todos los sabemos, está por comenzar; se materializará en anaqueles vacios, medicinas inexistentes, servicios de salud colapsados, mezquindad y mucha, pero mucha corrupción. En solo 14 días transcurridos desde el momento en que se anunció el resultado del 6D, lo único que ha arreciado es la propaganda del régimen y los escándalos producidos por acciones tan fuera de la ley que lo que dan es miedo. En Venezuela ya a nadie le sorprende descomposición social alguna; ayer, sin ir más lejos, fue noticia en redes sociales la salida de los bienes del asesinado Robert Serra de su oficina en el Palacio Federal, de la misma manera en que lo había sido el día anterior la detención de allegados al otrora poderoso hombre fuerte de las finanzas coloradas y señor de PDVSA, acusados en USA de blanqueo de capitales y otros delitos, así como la muerte de un bebe enfermo de leucemia al que no se pudo someter a tratamiento debido a no encontrarse los medicamentos requeridos para ello. Ese es el país que estrenaremos en breve y, de todo, tendrá culpa una Asamblea Nacional adversa al Poder Ejecutivo, que no puede ser impugnada, eliminada, ni desconocida, pues se valdrá, para mantenerse en sus funciones, de leyes creadas por ese mismo ejecutivo, aplaudidas por ese mismo poder legislativo y refrendadas por el mismo poder judicial, inventado para satisfacer las mesiánicas aspiraciones todopoderosas de un gobernante que nos llenó de oprobio y hoy se encuentra no solo a varios metros bajo tierra, sino rodeado de herederos que han montado carpa en la acera del frente, solos, perdidos, abandonados y de espaldas al pueblo que dicen defender.
Lo que viene no es bueno. Ya lo sabemos; pero, quienes lo recibirán saben de primera mano que hay antídotos: que comunidades organizadas logran superar incluso las más adversas tragedias. Que solo basta el querer concentrado en un grupo dispuesto a sobrevivir para evitar ser vencido y que hemos trazado (eso quizás sea lo más importante) un camino directo a rescatar lo mejor de nosotros mismos. Con ese capital, no valen de nada las amenazas. Mérida hoy, dista mucho de ser la ciudad impecable que vivimos hasta hace pocos años. Venezuela tampoco es el país divertido y promisorio de nuestra juventud. Empero, esas realidades pueden voltearse en contra de quienes las han propiciado, y lo harán, no por milagro; por tesón, por atrevimiento, por hartazgo. Será una lucha dura, desigual y agotadora para la que, por suerte, tenemos con qué.
No se trata de “vamos a ver quién gana”. Eso ya lo vimos. Los perdedores dan patadas de ahogado todos los días. Tenemos una Asamblea Nacional que legislará para exigirle al Poder Ejecutivo que gobierne en función del pueblo a quien le prometió el cielo. Si ese ejecutivo no cumple – que no cumplirá – a ellos les ira peor que a los 112.
Si existe un mal recuerdo en la memoria de esta ciudad, sin duda, el horror de la crisis de la basura durante los primeros meses de la gestión de Carlitos, ha de ocupar sitial de honor; no obstante, Carlos García, continua desempeñándose como alcalde (contra todo pronóstico) y la ciudad, aunque mucho ha que perdió su cara más limpia y apacible, parece enrumbada a conquistar su derecho más básico: el de gozar de un ambiente libre de la peligrosa contaminación de nuestras migajas; gracias fundamentalmente a dos factores: la espontánea organización ciudadana y la resistencia terca y empecinada de un gobierno municipal comprometido con no dejarse doblegar.
Para bien (sobre todo para mal) ese "incidente" que acabo de contar, se convierte en ejemplo, pequeño tal vez, de aquello a lo que nos enfrentamos los venezolanos por habernos atrevido masivamente a decirle al gobierno central que estamos hartos de sus desmanes. Es una simple (muy dolorosa) ecuación: si logramos llegar a estas fechas del año 2016, sin haber vivido un día de hambre, podremos, entonces sí, cantar a viva voz la victoria que obtuvimos el histórico 6D; fecha sobre la cual parecen haber dos grandes opiniones de consenso – según se desprende de la miríada de artículos escritos y publicados desde entonces - fue la respuesta de un pueblo cansado del engaño, deseoso de pasar factura y acelerar el cambio de un sistema fallido y/o es el inicio de un tiempo de grandes dificultades. Dicho de otra forma: ya hemos visto que no se quedaran tranquilos cobrándonos voto a voto el NO rotundo que le dimos a su torpe, corrupta gestión. No es cosa de juego, las amenazas (no sé si construirles casas) que han ido soltándonos desde que no les quedó otra alternativa que reconocer el triunfo de la oposición, las increíbles jugarretas ilegales para disminuir el poder obtenido por la voz “del soberano” y las bajezas pergeñadas para desprestigiar a cada uno de los que velarán por nuestros intereses en el poder legislativo a partir del 5 de enero de 2016, no son sino un presagio. Lo peor, todos los sabemos, está por comenzar; se materializará en anaqueles vacios, medicinas inexistentes, servicios de salud colapsados, mezquindad y mucha, pero mucha corrupción. En solo 14 días transcurridos desde el momento en que se anunció el resultado del 6D, lo único que ha arreciado es la propaganda del régimen y los escándalos producidos por acciones tan fuera de la ley que lo que dan es miedo. En Venezuela ya a nadie le sorprende descomposición social alguna; ayer, sin ir más lejos, fue noticia en redes sociales la salida de los bienes del asesinado Robert Serra de su oficina en el Palacio Federal, de la misma manera en que lo había sido el día anterior la detención de allegados al otrora poderoso hombre fuerte de las finanzas coloradas y señor de PDVSA, acusados en USA de blanqueo de capitales y otros delitos, así como la muerte de un bebe enfermo de leucemia al que no se pudo someter a tratamiento debido a no encontrarse los medicamentos requeridos para ello. Ese es el país que estrenaremos en breve y, de todo, tendrá culpa una Asamblea Nacional adversa al Poder Ejecutivo, que no puede ser impugnada, eliminada, ni desconocida, pues se valdrá, para mantenerse en sus funciones, de leyes creadas por ese mismo ejecutivo, aplaudidas por ese mismo poder legislativo y refrendadas por el mismo poder judicial, inventado para satisfacer las mesiánicas aspiraciones todopoderosas de un gobernante que nos llenó de oprobio y hoy se encuentra no solo a varios metros bajo tierra, sino rodeado de herederos que han montado carpa en la acera del frente, solos, perdidos, abandonados y de espaldas al pueblo que dicen defender.
Lo que viene no es bueno. Ya lo sabemos; pero, quienes lo recibirán saben de primera mano que hay antídotos: que comunidades organizadas logran superar incluso las más adversas tragedias. Que solo basta el querer concentrado en un grupo dispuesto a sobrevivir para evitar ser vencido y que hemos trazado (eso quizás sea lo más importante) un camino directo a rescatar lo mejor de nosotros mismos. Con ese capital, no valen de nada las amenazas. Mérida hoy, dista mucho de ser la ciudad impecable que vivimos hasta hace pocos años. Venezuela tampoco es el país divertido y promisorio de nuestra juventud. Empero, esas realidades pueden voltearse en contra de quienes las han propiciado, y lo harán, no por milagro; por tesón, por atrevimiento, por hartazgo. Será una lucha dura, desigual y agotadora para la que, por suerte, tenemos con qué.
No se trata de “vamos a ver quién gana”. Eso ya lo vimos. Los perdedores dan patadas de ahogado todos los días. Tenemos una Asamblea Nacional que legislará para exigirle al Poder Ejecutivo que gobierne en función del pueblo a quien le prometió el cielo. Si ese ejecutivo no cumple – que no cumplirá – a ellos les ira peor que a los 112.
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