En el grupo de Whatsap de los ex alumnos del Colegio, Pedro escribió un
mensaje informando que salía para Caracas, con la intención de participar en la
Marcha del 1ero de Septiembre. Que se iba el sábado anterior para evitar
inconvenientes en el camino, como que lo detuvieran en alguna alcabala cercana
(algo que seguramente sucederá a muchos) Que iba solo, que podía llevar tres
personas más, “hasta cuatro si se aprietan” y que en casa de su prima en La
Castellana, podían dormir todos - “hacemos
una vaca para comprar comida porque la cosa está fea allá también, pero mi
prima dice que nos acomoda” - y que
esperaba respuesta. Después escribió un lacónico - “anímense” - Media hora más tarde, cuatro
compañeros de los buenos viejos tiempos habían reservado un cupo en el auto de
Pedro. Dos horas más tarde, German, Andreina, Maritza y Susana estaban
ofreciendo sus carros y preguntando por alojamiento para los que iban. A esa
iniciativa se sumaron un par de primos de Susana, los dos hijos de German, los
tres hermanos de Andreina y sus esposas. Al día siguiente, el Whatsapp del
grupo de ex alumnos del Colegio reventaba de mensajes. El sábado pasado, a las
8 de la mañana, sin pintas en los autos, sin gorras, sin banderas en las
ventanas, 16 automóviles de ex compañeros de bachillerato, salieron para
Caracas. No iban en Caravana, pero fueron monitoreándose unos a otros en el
camino. El viaje fue divertido, sobre todo, porque sin proponérselo,
improvisaron un reencuentro en el famoso restaurante de Carne en Vara que está
por San Carlos, donde comieron y recordaron los viajes de muchachos. Llegaron a
Caracas en el tiempo previsto y se alojaron, gracias a la camaradería de muchos
en casas de “amigos de los amigos de mis primos” solidariamente dispuestas para
recibirlos. Desde entonces se han dedicado a prepararse para la marcha.
La familia Rivas Dávila, (apellidos de prócer de independencia con el
que se dan lustre muy en broma) es larga, ancha y unida. Esta regada por toda
Venezuela. Pocos de los chamos de última generación estudian fuera del país;
los más, son alumnos regulares de cualquiera de nuestras universidades públicas,
mientras sus padres hacen maromas para mantener la casa a flote. El domingo
hace una semana, que el mayor de los hermanos hizo el último arreglo para lo
que ha sido su tarea en las últimas dos semanas, procurarles un puesto en la
Toma de Caracas a todos los miembros de su familia. Este domingo, sin
excepción, sin escándalo, sin ni siquiera un tweet que los delate, los Rivas Dávila más cercanos a Caracas,
emprendieron viaje a la capital para preparar los alojamientos de sus hermanos,
sobrinos, primos y tíos, en viaje desde primerísimas horas de un domingo
luminoso. Todos (son más de 60) se repartieron en los autos disponibles (menos
de los que hubiesen querido por aquello de los repuestos que no se consiguen y
del precio de los cauchos) Los de Mérida alquilaron un ENCAVA en el que se
apretujaron sin protesta y los de oriente, decidieron hacer en autobús publico
las siete horas que los separan de Caracas. El lunes a primera hora, la alegría
del reencuentro familiar acabo con los temores de quienes serían sus
anfitriones. De las maletas, milagrosamente, salieron harinas y salsas
brasileras, pasta colombiana, jabón ecuatoriano y menudencias varias (seis
panes tovareños que uno de los chamos consiguió en la carretera y protegió con
su vida, hicieron de lujo el primer desayuno). Todos duermen donde y como
pueden, convencidos de que la causa lo vale. Desde el lunes se han dedicado a
preparase para la marcha.
En Mérida, la Doctora Suesgull, imposibilitada de viajar por razones
estrictamente “de fuerza mayor” ha avisado a sus pacientes que ni siquiera en
emergencia pueden llamarla. Que su única emergencia es el país que la acogió a
ella y su familia, expatriados croatas, hace un montón de años. Que ella está
en planes de paro cívico y pancarta. Que el jueves, no estará para nadie, ni
para el parto más preparado que haya pasado por sus prodigiosas manos.
Magda y Carlos, ella en Margarita y él en Trujillo, tienen mucho rato hablando
por Skype del video de su vida. Un proyecto en el que han puesto empeño tan
grande que si no se ganan un Oscar es porque “videoclip” no figura en los
renglones que premia la academia Norteamericana. Se han mostrado millones de
fotos de locaciones, han cotejado mil versiones de un guion que no parece estar
listo nunca, han hecho y deshecho presupuestos y han extendido la fecha de
rodaje muchas veces. Nunca se han reunido personalmente, más que una vez en
Margarita en que él fue a visitarla y ella le contó su plan secreto, el video
LGBT más LGBT jamás grabado. El viernes
Carlos la llamó para decirle que se vieran en Caracas, trabajaran unos días en
los toques finales del video, decidieran las fechas de grabación y “de una vez
aprovechamos de ir a la marcha”. Esta mañana, con una hora de diferencia, los
aviones en que ambos viajaban, aterrizaron en Maiquetía; primero Carlos, que
había tenido que venir a Mérida por cosas de familia y después Magda que
siempre tiene el bronceado a punto de los que viven en la Isla. El papá de
Carlos, pensando equivocado en otras cosas, le dio la plata para un hotel, sin
estrellas, en la Plaza Venezuela y los dos amigos están encerrados en una
habitación preparando los detalles finales de su video y su participación en la
marcha.
Todos ellos se sumarán al 71% de caraqueños que, se espera, salgan a las
calles este jueves 1 de septiembre a la Toma de Caracas, ciudad en la que se
respira ambiente de reto. Ya el gobierno anunció el cierre de 14 estaciones de
metro y cerró el espacio aéreo de la capital. Ayer, un ex líder estudiantil de
la más alta prosapia fue detenido, sin mayor explicación, la gente empieza a
preguntarse si el miedo tiene sentido. Sospechan que no habrá resultados
inmediatos y esperan que “algo pase” pero, por cualquier lugar que uno camine,
hay mucha gente preparando su participación en la marcha, hablando de valentía
y desechando temores inútiles. Hoy una señora me dijo que ir a la marcha era,
como votar, una “vaina obligatoria”
Eso debe ser lo que tiene, a los que no van a la marcha, aterrorizados
de muerte.
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