
Listo, resuelto el tema sin reflexiones demasiado rebuscadas, necesito auto-aguarme la fiesta: no estamos para celebraciones demasiado rimbombantes. Si acaso, la carita bien lavada y afeitada y alguna ropa decente para no perder la costumbre. Si algo podemos decir de nuestras últimas navidades es que cada año llegan con mas carga. Cada año cuesta mas convertirse en luz de bengala y bailarse una gaita.
Hasta ahora, han sido los días más calamitosos del año y por lo que vamos viendo, la cosa se pone color de hormiga con el paso de los minutos: despenalizado el delito de robar tierras, premiado el embarazo adolescente en dinero contante y sonante, aumentado el número de víctimas de la violencia urbana, despojada la ULA de terrenos donde se levantarían edificios fundamentales para su crecimiento y violentada, una vez más, la digna aplicación de justicia, Venezuela se encamina (como hace cada navidad un poco más) al precipicio electoral. Parece que al sabanetero, la navidad lo llena de terribles fantasmas y la aprovecha para recordarnos que mejor vamos acabando con eso lentamente.
Tal vez lo que sucede es que realmente, “se largó la partida” y la campaña electoral, que todos suponíamos prevista para un poco más allá de enero (la formal, la otra tiene 13 años) abrió su chorro de iniquidades. Es una pena; por dificil que pareciera, realmente todos teníamos un poco de ganas de tomarnos un Ponche. Uno de verdad, uno que parezca país, que suene a chin-chin y a Billo´s.
No se va a poder poder, por lo que estoy viendo. A menos que abramos los ojos y los balcones, y a pesar de los pesares, saquemos la botella comprada a Eliodoro González P, vistamos las mejores galas y mirándonos en la cara del vecino, brindemos por empezar mañana a construir el futuro, sin espacio para el ratón, ni para la duda.
A lo mejor salvamos la Navidad. Es decir, el nacimiento.
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