
Continuaré por el agradecimiento. Recibí lecciones de vida invalorables; se plantaron frente a mí, adolescentes en camisas beige para pedirme que, mejor, dibujara un clóset y me perdiera en Narnia y, cuando estaba justo en el momento de hacerles caso, me rescataron con una sonrisa que vale oro, porque anda escasa de razones. Se plantaron frente a mí, mayores que decidieron darme la posibilidad de equivocarme y enmendar capotes. Se plantaron frente a mi, hermanos, de los de sangre y de los otros, para anunciarme la buena nueva de la solidaridad. Se plantaron frente a mi, mundos que escondían sus paisajes para que yo pudiera desmenuzarlos, en una emoción inconsciente que se baila y se guarda en un rincón especial de alguna parte del alma. Se plantó frente a mi el amor para decirme que no es como yo lo creo, sino como es y punto. En fin, que se plantó frente a mí la vida, empeñada en agradarme cuando lloraba y adularme cuando sonreía. Tengo, entonces, que agradecer y agradecer. Es una de las pocas buenas costumbres que me quedan.
Terminaré por expresar deseos. No es fácil. Me gustaría abrir la ventana del balcón y saber que allá afuera, EL AÑO ha llegado para todos. Me gustaría saber que hubo buenas noticias, que entendimos al otro, que recibimos una pequeña alegría que no andábamos buscando. Me gustaría (como acaba de decirme una amiga muy querida) que si llegamos a necesitar inyecciones, estas sean de botox. Me gustaría que demos espacio a la frivolidad, que nos riamos de la Duquesa de Alba, que nos sentemos a ver pasar la tarde, sin más propósito que ver pasar la tarde. Que la Sierra Nevada siga hermosa y sea un ancla. Que podamos entender, por ejemplo, el tráfico que nos agobia e incluso hacer algo por mejorarlo y que comprendamos, en toda su dimensión, el tamaño del compromiso histórico que trae el año que está por llegar: está bien y lo estará, que decidamos, todos juntos, no hacer cambios que sean demasiado drásticos. Lo que no está bien, lo que no puede estar bien para nadie, es que sigamos viviendo como lo hemos hecho hasta ahora. Es hora de frenar los burros y darnos una mirada por dentro. Es hora de ponerle fuerza y ánimo a lo que sea que queremos lograr. Es hora de estudiar, es hora de rescatar dignidades, es hora de trabajar duro, es hora de levantarse temprano y con ganas. Es hora de cerrar las manos y parar de recibir limosnas. Es hora de construir una vida de la que nuestros hijos y nietos se sientan orgullosos.
Nunca un colectivo tuvo una obligación individual tan importante: 2012 es el año en el que nos corresponde, a cada uno de nosotros, hacer el esfuerzo enorme de rescatar nuestra propia vida, bañarla de decencia y vivirla con echonerías y coraje. 2012 es el año en que tendremos que aprender a vivir mirando a los lados para descubrir que, el otro, no entraña peligros sino necesidades que podemos atender. 2012 es el año en que se pondrá a prueba todo lo que nosotros creemos que somos y que a fuerza de decirlo, puede ser verdad. Que venga, entonces, cargado de miel en cada bocado y de albricias en cada amanecer.
FELIZ 2012 A TODOS USTEDES, y millones de gracias por haber venido hasta aquí.
Juan Carlos siempre es tan graticificante leer lo que escribes.. en un tremendo legado que estas dejando.... que tengas un maravilloso 2012
ResponderEliminarde todo corazon Enrique Del Valle