
Fue el regalo que nos agarró por sorpresa y nos amargó la navidad: Todo el personal de Fe y Alegría, no recibió el aguinaldo que la ley contempla. Sencillamente no hubo dinero en el alto gobierno para honrar ese compromiso. Nada, que nos dejaron con los crespos hechos.
En medio de una navidad que vino escasa para la mayoría de los empleados públicos, (en Mérida, que se sepa, casi a nadie le pagaron sus beneficios tal como corresponde) lo sucedido con las escuelas que dependen de la Asociación Venezolana de Educación Católica, acepta varias interpretaciones, sobre todo en el capítulo que tal desaguisado le asigna a las escuelas de Fe y Alegría en todo el país.
Hace unos dos o tres meses, algunas de nuestras escuelas, empezaron a recibir molestas e intrascendentes sanciones. Multas por cualquier desazón burocrática, regaños por el incumplimiento de cualquier norma secundaria, supervisiones excesivas y cositas que no se sienten sino cuando se van sumando. Pendientes del aumento salarial que decretó el presidente y que nunca se recibió por estos lares, los empleados de Fe y Alegría, arriaron voluntades para llegar a fin de año con buen talante y objetivos cumplidos. Entonces, el todopoderoso gobierno premió ese esfuerzo esquilmando los aguinaldos, un beneficio laboral que pertenece a todos, pues entre otras cosas, está amparado en montones de ofertas y promesas gubernamentales.
No es, o no puede ser visto, como una casualidad. La Asociación Venezolana de Educación Católica es posiblemente el más grande conglomerado de instituciones educativas después del ministerio de Educación. Su joya en la corona es Fe y Alegría: un movimiento de educación popular, “construido donde termina el asfalto” cuyos resultados, hasta la fecha, son inmensamente conocidos y muy concretos. Se trata de esfuerzos insostenibles por otra fuente de ingresos que no sea el subsidio gubernamental y a eso fue lo que se apostó cuando todas las escuelas del proyecto pasaron a ser financiadas por el convenio AVEC. Hoy día, entonces, agredir al proyecto de educación popular más exitoso del país, solo requiere agredir a la AVEC. Es una manera clarísima de ir desinflando lo que hasta hace poco volaba con alas propias. Y es, además, una estrategia perfecta para hacerse, fraudulentamente, de espacios en los que la educación media pueda finalmente ser penetrada por el avasallamiento ideológico.
Es el objetivo más claro de los planes que para educación media ha diseñado el gobierno: Intervenir las conciencias de los estudiantes de bachillerato, mediante la consolidación de cosas como Consejos Populares Estudiantiles o el aun más perverso Polo Patriótico de la Educación Media. Ese planteamiento, explicado con lujo de detalles en una reunión a la que asistí y que merece su historia particular, es exactamente la formula que le falta a la ecuación que intentamos resolver en Fe y Alegria: Sumados los factores, estará muy alterado el producto.
No para los alumnos. Los estudiantes sencillamente verán como sus escuelas cambian de manos, tendrán que acostumbrarse a nuevas caras y posiblemente se enteren de algún cambio en el contenido programático. Ningún alumno de Fe y Alegría, de los actuales, se perderá más clases de las que ya pierde por órdenes de arriba. Esos alumnos, sin embargo, tendrán que aceptar un cambio de paradigma, un deterioro importante en la calidad de lo que les enseñan y como se lo enseñan. Esos alumnos pasaran de vivir la libertad de aprender a vivir la condena de ser adoctrinados.
Lo que suceda con el resto de afectados, no tiene la menor importancia para quien debería ocuparse de la seguridad de la familia venezolana: seguramente los que puedan, ingresaran a la plantilla del Ministerio de Educación, les pondrán su camiseta roja, les dictaran sus cursos de comunismo y asunto arreglado. Algunos otros conseguirán alguna cosa que vender de puerta en puerta o “se inventarán un negocito”. Los más osados abandonarán el barco.
Fe y Alegría, un proyecto educativo sin paralelo, que fue creado por la mente visionaria de un sacerdote que creía en la posibilidad de hacer realidad un montón de sueños, como ha sucedido con mil otras cosas, cambiará de nombre, cambiará de estilo, cambiará de casa y nunca mas será lo mismo. Algunas personas nos quedaremos sin trabajo y recordaremos los días de la escuela con la nostalgia que empieza a llenar, poco a poco, todos los espacios de lo que fue un país. En pocos meses, nadie recordará al Padre Velaz, ni al corazoncito rojo. Como ha sucedido con todo lo que el gobierno ha expoliado, la corta memoria del venezolano, se ocupará de sanar heridas rápidamente.
Da mucho miedo pensar que ese camino haya empezado a dibujarse en la navidad de 2011. Pero, produce terror absoluto constatar, que quienes deberíamos estar pensando en defender nuestra escuela con uñas y dientes, en realidad lo que estamos defendiendo son tres meses de aguinaldo.
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