Si hay algo de lo que el régimen instaurado por el finado
comandante puede presumir, es de las cantidades de tinta que ha hecho correr
desde el momento mismo de su desafortunada aparición. Para bien, pero sobre
todo para mal; cada acto, cada palabra, cada discurso y cada consecuencia de
estos 15 años de dictadura comunista, han sido escudriñados hasta por quienes
no tienen ni la menor autoridad moral para hacerlo. Venezuela se ha convertido en un país de
opinadores que, (gracias a la fuerza con que vuelan las comunicaciones en un
país que dejó de tener prensa libre hace rato), comparten, todo lo que piensan
ellos y los otros, hasta un punto que verdaderamente resulta tan agotador como
imposible de seguir con seriedad.
Puestos a hacer cierto análisis de esa fiebre escribidora,
habría que gastar horas, dignas de oficios más productivos, en la revisión de
las cosas que hemos leído y seguimos leyendo, desde que ellos llegaron al poder
o se hicieron con él. Ha habido, como
no, picos de “información”. Por ejemplo, la enfermedad que acabó con el
comandante fue escrita en todas las formas posibles. Yo recuerdo haber recibido
- por muchas vías distintas - cosas tan disparatadas como el testimonio de un supuesto
trabajador del hospital en que trataban al enfermo, quien aseguraba que todo
era una asquerosa mentira con fines más o menos inconfesables y/o descripciones
bastante detalladas, casi escatológicas, del índole de sus padecimientos. Junto
a eso circularon, todos lo recordaran, un sinfín de cosas escritas que daban
cuenta de los infortunios a que este país se expondría una vez acontecido el
fin, o de las más siniestras componendas para admitir, o no, la gravedad de lo
que estaba sucediendo y cómo se manejaba a la sombra, con el fin de garantizar
beneficios económicos inimaginables y poder inconmensurable a sus herederos, legítimos
y no. Como corolario, los venezolanos
siempre pensaremos que, él, no murió
ese día que anunciaron ni de la forma en que lo contaron, pues, a pesar de que
muy pocas personas saben con certeza en qué momento se murió el muerto, todos
nos preciamos de saber (gracias a lo escrito por muchos) que eso
no sucedió en la fecha que hoy ya es efemérides patria.
Otro tanto está sucediendo con las jornadas de protesta que llevan unos 40 días sacudiendo la paciencia de los venezolanos. Si tienen una característica, la palabra escrita tendrá que ocupar un lugar de privilegio el día que nos dé por estudiar Febrero 2014. De todo, absolutamente de todo hemos escrito y puesto a correr en estos días lamentables. Una cosa curiosa, por cierto, en tan vasta producción literaria: muy pocas de esas cosas llevan la firma de alguien. Descontando las barbaridades que pueden caber en los 140 caracteres de tuiter, todos los grupos de wahtsapp (el que no pertenezca a más de uno, que tire la primera piedra) todos los pines de blackberry, todos los blogs (este, por supuesto) todos los muros de facebook y todos los correos electrónicos, de cualquiera relativamente cercano al horror tricolor en que se ha convertido este mes largo, ha sido bombardeado por las opiniones escritas de alguien que necesita decir algo. (Como yo, por ejemplo, que intento no bombardear a nadie, tengo que decir para expiar mi culpa en autodefensa) La mayor parte de las veces - ya lo he dicho - de forma anónima, la “autopista de la información” ha dado de sí para todo: poemas bastante cursis cobre el amor al terruño, odas a la paz, llamados a la resistencia, llamados a la violencia, llamados a la cordura y chismes; muchos y muy variados chismes escritos de las formas más curiosas y, a veces, endilgados sin el menor respeto a conocidos personajes de la política mundial. Es ya famosa la cadena según la cual Tony Blair, ni más ni menos, se atreve a decirnos flojos e indolentes; así como el regaño a Miraflores que nunca escribió Michelle Bachelet, por solo mencionar un par de risibles perlas. Un poco más en la intimidad de nuestras vidas alteradas, es imposible dejar de mencionar las inquietantes noticias que hora a hora transmite alguien (a quien con seguridad lo acompaña la mejor de las intenciones) obtenidas según propia confesión, “de muy buena fuente”. Líneas mas, líneas menos, la jornada que marcará para siempre el inicio de este annus horribilis, más que vivirla, nos la han contado, nos la han explicado con mayor o menor éxito, los incontables opinadores para quienes Venezuela es trending topic.
Es la otra barricada. La que nos lleva del optimismo absoluto (e injustificado valga aclararlo) a la desesperanza más terrible en unos poco minutos de lectura. La que nos pone a unos más cerca o mas lejos de otros, según nos veamos, o no, reflejados en las palabras de fulano de tal. La que nos abre una brecha en la que cabe cualquier cosa, sobre todo, tratándose de este pueblo tan amigo del melodrama, el exacerbado amor a una patria que nadie sabe de que está hecha y la dosis diaria de cuento para repetir en la cola del supermercado o colgar en nuestro muro de facebook. Muros que, por cierto, aguantan tanto como el papel.
Es una de las maneras como estamos enfrentando el desasosiego y, la verdad, es que probablemente se justifique. Si no hemos logrado ponernos de acuerdo en la vida que queremos vivir, ni en la forma en que queremos vivirla, sería un disparate pensar que hemos de hacerlo en lo que escribimos o leemos. Después de todo, alguien dijo alguna vez que había que escribir porque algo quedaría de ello. No deja de ser preocupante, entonces, pensar en lo que quedará, hablando de nosotros, cuando salgamos de esto. Si salimos.
Otro tanto está sucediendo con las jornadas de protesta que llevan unos 40 días sacudiendo la paciencia de los venezolanos. Si tienen una característica, la palabra escrita tendrá que ocupar un lugar de privilegio el día que nos dé por estudiar Febrero 2014. De todo, absolutamente de todo hemos escrito y puesto a correr en estos días lamentables. Una cosa curiosa, por cierto, en tan vasta producción literaria: muy pocas de esas cosas llevan la firma de alguien. Descontando las barbaridades que pueden caber en los 140 caracteres de tuiter, todos los grupos de wahtsapp (el que no pertenezca a más de uno, que tire la primera piedra) todos los pines de blackberry, todos los blogs (este, por supuesto) todos los muros de facebook y todos los correos electrónicos, de cualquiera relativamente cercano al horror tricolor en que se ha convertido este mes largo, ha sido bombardeado por las opiniones escritas de alguien que necesita decir algo. (Como yo, por ejemplo, que intento no bombardear a nadie, tengo que decir para expiar mi culpa en autodefensa) La mayor parte de las veces - ya lo he dicho - de forma anónima, la “autopista de la información” ha dado de sí para todo: poemas bastante cursis cobre el amor al terruño, odas a la paz, llamados a la resistencia, llamados a la violencia, llamados a la cordura y chismes; muchos y muy variados chismes escritos de las formas más curiosas y, a veces, endilgados sin el menor respeto a conocidos personajes de la política mundial. Es ya famosa la cadena según la cual Tony Blair, ni más ni menos, se atreve a decirnos flojos e indolentes; así como el regaño a Miraflores que nunca escribió Michelle Bachelet, por solo mencionar un par de risibles perlas. Un poco más en la intimidad de nuestras vidas alteradas, es imposible dejar de mencionar las inquietantes noticias que hora a hora transmite alguien (a quien con seguridad lo acompaña la mejor de las intenciones) obtenidas según propia confesión, “de muy buena fuente”. Líneas mas, líneas menos, la jornada que marcará para siempre el inicio de este annus horribilis, más que vivirla, nos la han contado, nos la han explicado con mayor o menor éxito, los incontables opinadores para quienes Venezuela es trending topic.
Es la otra barricada. La que nos lleva del optimismo absoluto (e injustificado valga aclararlo) a la desesperanza más terrible en unos poco minutos de lectura. La que nos pone a unos más cerca o mas lejos de otros, según nos veamos, o no, reflejados en las palabras de fulano de tal. La que nos abre una brecha en la que cabe cualquier cosa, sobre todo, tratándose de este pueblo tan amigo del melodrama, el exacerbado amor a una patria que nadie sabe de que está hecha y la dosis diaria de cuento para repetir en la cola del supermercado o colgar en nuestro muro de facebook. Muros que, por cierto, aguantan tanto como el papel.
Es una de las maneras como estamos enfrentando el desasosiego y, la verdad, es que probablemente se justifique. Si no hemos logrado ponernos de acuerdo en la vida que queremos vivir, ni en la forma en que queremos vivirla, sería un disparate pensar que hemos de hacerlo en lo que escribimos o leemos. Después de todo, alguien dijo alguna vez que había que escribir porque algo quedaría de ello. No deja de ser preocupante, entonces, pensar en lo que quedará, hablando de nosotros, cuando salgamos de esto. Si salimos.
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