La sociedad, es decir nosotros, esa especie de entelequia que
según quien la nombre es, a veces pueblo, a veces colectivo y a veces, simple
gentío, parece estar muy harta. Peligrosamente harta de pedirle, a quien debe
hacerlo, que se ocupe de sus necesidades básicas: seguridad personal, cobijo y
vida decente. Atrás parecen haber quedado los días en que institucionalidad y
oportunidades de enriquecimiento, por ejemplo, entraban en ese pote. Con tener
una vida en la que los sobresaltos no abunden, estamos empezando a darnos por
bien servidos; y para ello, nos guste o no, estamos - cada vez mas - echando mano de elecciones como
instrumentos de castigo.
La gran utopía de todos los tiempos, por ahora, empieza a
aparecer, más y más frecuentemente, como víctima del cepo. Cansados de la
ineficiencia que significa y, tal vez, de la violencia que engendra, las
tendencias izquierdosas del mundo
comienzan a dar muestra de un desgaste, digno de mayores estudios, seguramente,
que debería tener a los de por aquí en franco proceso de replanteos, si los de
aquí sustentaran sus desmanes en ideologías argumentadas; cosa que, ya sabemos
bien, no es posible pedir porque para eso hace falta inteligencia, asunto
trivial que no abunda a la hora de, por ejemplo, sacar algo en claro de la
jornada electorera que este fin de semana sacudió los establishments de una buena parte del mundo. Incluyéndonos.
Los Colombianos, para empezar con el vecino, pueden estar
resintiendo tanta agua turbia proveniente de La Habana, tanta conchupancia
silente proveniente de Caracas y tanto guabineo filosófico proveniente de
Nariño y amenaza con dos armas tan peligrosas para Santos como para los planes
expansionistas de los comunistas de al lado: una abstención mayor al 60% y una
inclinación demasiado conservadora en la escogencia de gobierno que, entre
muchas otras cosas, tiene que tener muy preocupado (por su significado real de
derrota) a los que están en Miraflores sacando cuentas continentales.
Un poco más allá, en las lejanas Uropas o en la más lejana y convulsionada Ucrania ejemplarizante, los múltiples desaciertos del autoritario populismo con que se entiende el "socialismo de palacio" amenaza con mandar al traste el enorme esfuerzo europeísta, entronizando gobiernos de tendencia ultrosa (háblame tu de fascismo) que, si fuera yo el que pasea su porte por el Salón Ayacucho, estaría acusando el golpe rascándome la cabeza.
En suelo patrio, por no continuar revisando los efectos dañinos de una globalización en tiempos de crisis que a los de aquí no preocupa porque no entienden del todo; las cosas no pudieron estar peor: un par de inofensivos municipios convertidos en peñasco irreductible gracias al voto. Mas del 75% de reprobación a las tropelías que pusieron en la cárcel a dos alcaldes inocentes informa al gobierno que, si debe cuidarse de algo, que se cuide de unas elecciones a las que se acuda con sentido de unidad y ganas de revancha.
Los palazos recibidos por las izquierdas, urbi et orbi, mientras Su Santidad Francisco se abrazaba emocionado con musulmanes y judíos en el Muro de los Lamentos, no son de los que se curan con árnica. El mundo parece estar cambiando para dejarnos ver, probablemente, una nueva camada de errores y/o una nueva forma de construirse en tiempos donde cada vecino se aleja, a medida que lo acercamos. No, no son tiempos fáciles para encerronas comunales, ni intentos totalitarios: demasiados fracasos, a pie de urna, amenazan seriamente la sobrevivencia de la utopía constructora de un hombre nuevo y empezará más temprano que tarde a poner en entredicho apoyos fundamentales en un mundo que no acepta soledades bravuconas de poder.
Solo nos queda esperar que los señores de Miraflores hayan copiado el mensaje. Perdieron, aun cuando no todo fue derrota en su búsqueda de respaldos: su homófobo candidato a la mariquera más grande de este mundo se alzó con la corona de una noche tan linda como esta, vistiendo una fantasía moradita francamente imperdonable. El guapetón de turno hará compañía a otros faranduleros del disfraz en el andar revolucionario y tendrá su cuarto de hora. Tal vez hay una señal oculta en el oropel de los anabolizantes y las ceras depilatorias, ya sabemos que arrasan con todo lo bueno que de hombre, tiene el hombre.
Lo dicho, si yo fuera ellos, estaría asustadísimo.
Un poco más allá, en las lejanas Uropas o en la más lejana y convulsionada Ucrania ejemplarizante, los múltiples desaciertos del autoritario populismo con que se entiende el "socialismo de palacio" amenaza con mandar al traste el enorme esfuerzo europeísta, entronizando gobiernos de tendencia ultrosa (háblame tu de fascismo) que, si fuera yo el que pasea su porte por el Salón Ayacucho, estaría acusando el golpe rascándome la cabeza.
En suelo patrio, por no continuar revisando los efectos dañinos de una globalización en tiempos de crisis que a los de aquí no preocupa porque no entienden del todo; las cosas no pudieron estar peor: un par de inofensivos municipios convertidos en peñasco irreductible gracias al voto. Mas del 75% de reprobación a las tropelías que pusieron en la cárcel a dos alcaldes inocentes informa al gobierno que, si debe cuidarse de algo, que se cuide de unas elecciones a las que se acuda con sentido de unidad y ganas de revancha.
Los palazos recibidos por las izquierdas, urbi et orbi, mientras Su Santidad Francisco se abrazaba emocionado con musulmanes y judíos en el Muro de los Lamentos, no son de los que se curan con árnica. El mundo parece estar cambiando para dejarnos ver, probablemente, una nueva camada de errores y/o una nueva forma de construirse en tiempos donde cada vecino se aleja, a medida que lo acercamos. No, no son tiempos fáciles para encerronas comunales, ni intentos totalitarios: demasiados fracasos, a pie de urna, amenazan seriamente la sobrevivencia de la utopía constructora de un hombre nuevo y empezará más temprano que tarde a poner en entredicho apoyos fundamentales en un mundo que no acepta soledades bravuconas de poder.
Solo nos queda esperar que los señores de Miraflores hayan copiado el mensaje. Perdieron, aun cuando no todo fue derrota en su búsqueda de respaldos: su homófobo candidato a la mariquera más grande de este mundo se alzó con la corona de una noche tan linda como esta, vistiendo una fantasía moradita francamente imperdonable. El guapetón de turno hará compañía a otros faranduleros del disfraz en el andar revolucionario y tendrá su cuarto de hora. Tal vez hay una señal oculta en el oropel de los anabolizantes y las ceras depilatorias, ya sabemos que arrasan con todo lo bueno que de hombre, tiene el hombre.
Lo dicho, si yo fuera ellos, estaría asustadísimo.
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