No tengo problema alguno en salir a “hacer diligencias”. Esas gestiones, muchas veces engorrosas, que
la mayoría de los mortales tenemos que hacer en algún momento del mes, se me
dan con relativa facilidad. Las disfruto.
Como a cualquier hijo de vecino, me molesta hacer largas colas en la
taquilla de un banco para hacer efectivo algún trámite, pero eso, gracias a la “modernización” de algunos
bancos en los que muevo mis exiguas cuentas, se ha minimizado casi hasta
la comodidad. Por lo demás, no me
importa ir a pagar servicios, caminarme el congestionado centro de Mérida en
busca de algún regalo bueno, bonito y barato o de una reparación urgente para
alguno de mis relojes. Creo que es una
cosa que empieza a sucederle a la gente mayor, cuando sus actividades
profesionales comienzan a ser menos abundantes o, sencillamente, es probable que sea un resabio de aquellos
años en los que mi oficio de productor me obligaba a gastar todas las horas de
todos mis días yendo de la seca a la meca, en procura de cualquier tipo de
cosas.
Sea por la razón que sea, es una tarea que no me causa (ba)
molestia alguna, hasta que apareció la omnipresente forma de vivir, que algunos
equivocados llaman “socialismo del siglo XXI”. Me perdonan, pero TODO lo que, en nuestras
oficinas públicas (y privadas) hace que un simple trámite cotidiano, se haya
convertido en la antesala del infierno, ni más ni menos, se lo debemos a su
estilo. Esta mañana, sin ir más lejos, me tocó pagar el recibo – vencido – de
la electricidad, un despropósito de los nuestros - por cierto - si pensamos que
electricidad es una de las cosas que menos sirve por estas tierras de Dios. No
voy a abundar en detalles, porque “eso” lo hemos padecido - más o menos - todos los venezolanos. Quiero detenerme, en
pocas palabras en el peloteo: tres taquillas supuestamente a la orden, ni un
solo cliente en fila y, sin embargo, gracias a que los “funcionarios”
necesitaban terminar de escudriñar los detalles de un cuento (muy escabroso,
dicho sea de paso) que los mantenía en vilo, a mí me tocó esperar 19 minutos
hasta que alguien se dignó a responder mis buenos días y recibir mi pago. Ahí
empezó lo mejor de la gestión: el punto de venta, (ese adminiculo misterioso
que nadie entiende) se negó sucesivamente a recibir mi tarjeta, por lo tanto,
tuve que terminar juntando puyitas para completar el efectivo que me salvara de
volver a poner mis pies en esa oficina en un futuro cercano; oficina que,
además, se encuentra dentro de un “parque” tapado por la maleza y plagado de
personajes que, por lo menos, meten miedo.
Pagué la electricidad (odisea que realmente me puso de mal humor) y salí rumbo al banco para abonar la retención del IVA de nuestra pequeña empresa. Vamos a ver: el IVA es una cosa que uno paga al gobierno, es un tributo. En Venezuela, además, es dinero que uno les regala a los jerarcas del régimen para que ellos se lo roben. Lo menos que deberían hacer es ponérselo fácil a quien lo paga. En un primer banco, (mi banco de toda la vida) no reciben impuestos, nadie sabe por qué. Supongo que para evitar contaminaciones innecesarias. En un segundo banco, “no hay línea, si quiere esperar, es cosa suya” me respondió una niña de uñas acrílicas y sombra verde en los ojos. En un tercer banco, les ruego ponerle atención a esto: la cajera se negó a recibir mi declaración y a tramitarla porque YO NO HABIA LLEVADO LA HOJA DE PAPEL CARBON que ella necesita para que “las ráfagas” se copien desde un papel carbón. Si, así mismo como lo está leyendo. Voy a tratar de explicarlo un poquito más: “las ráfagas” son los numeritos que imprime la computadora, marcando el recibo de depósito, como prueba de que usted efectivamente, ha depositado el impuesto. Según me explicó la joven, estas marcas solo son válidas si se copian desde un papel carbón. Si la copia que usted guarda en sus archivos no tiene el tizne del carbón, es falsa. (Si usted logra entenderlo, por favor explíqueme esa)
El escándalo mío dio fe de lo mal que estamos. Una secretaria salió del fondo de la agencia del Banco Occidental de Descuento y me entregó, después de suplicarme que no los pusiera en el trance de ambulancias y emergencias médicas, un par de hojitas de papel carbón para finalizar mi pago; acto seguido me enteré, porque me lo dijo la misma secretaria en un tonito de mucha sorna, que si usted quiere abrir una cuenta corriente en el BOD, tiene que llevar 8 hojas de papel bond tamaño oficio o guardar el dinero bajo el colchón.
No voy a decir lo que eso significa. Usted dele la lectura que quiera, incluso acéptelo como cosa normal. Si en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario de Los Andes no hay medicamentos (NO HAY, me consta) para atender un paciente que ingresa con un infarto. ¿cómo se me ocurre a mi pedir que en la agencia principal del Banco Occidental de Descuento, cuyo dueño se declaró socialista hace poco tiempo, haya papel carbón para procesar el pago de un impuesto? ¿En qué país creo yo que estoy viviendo?
Pagué la electricidad (odisea que realmente me puso de mal humor) y salí rumbo al banco para abonar la retención del IVA de nuestra pequeña empresa. Vamos a ver: el IVA es una cosa que uno paga al gobierno, es un tributo. En Venezuela, además, es dinero que uno les regala a los jerarcas del régimen para que ellos se lo roben. Lo menos que deberían hacer es ponérselo fácil a quien lo paga. En un primer banco, (mi banco de toda la vida) no reciben impuestos, nadie sabe por qué. Supongo que para evitar contaminaciones innecesarias. En un segundo banco, “no hay línea, si quiere esperar, es cosa suya” me respondió una niña de uñas acrílicas y sombra verde en los ojos. En un tercer banco, les ruego ponerle atención a esto: la cajera se negó a recibir mi declaración y a tramitarla porque YO NO HABIA LLEVADO LA HOJA DE PAPEL CARBON que ella necesita para que “las ráfagas” se copien desde un papel carbón. Si, así mismo como lo está leyendo. Voy a tratar de explicarlo un poquito más: “las ráfagas” son los numeritos que imprime la computadora, marcando el recibo de depósito, como prueba de que usted efectivamente, ha depositado el impuesto. Según me explicó la joven, estas marcas solo son válidas si se copian desde un papel carbón. Si la copia que usted guarda en sus archivos no tiene el tizne del carbón, es falsa. (Si usted logra entenderlo, por favor explíqueme esa)
El escándalo mío dio fe de lo mal que estamos. Una secretaria salió del fondo de la agencia del Banco Occidental de Descuento y me entregó, después de suplicarme que no los pusiera en el trance de ambulancias y emergencias médicas, un par de hojitas de papel carbón para finalizar mi pago; acto seguido me enteré, porque me lo dijo la misma secretaria en un tonito de mucha sorna, que si usted quiere abrir una cuenta corriente en el BOD, tiene que llevar 8 hojas de papel bond tamaño oficio o guardar el dinero bajo el colchón.
No voy a decir lo que eso significa. Usted dele la lectura que quiera, incluso acéptelo como cosa normal. Si en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario de Los Andes no hay medicamentos (NO HAY, me consta) para atender un paciente que ingresa con un infarto. ¿cómo se me ocurre a mi pedir que en la agencia principal del Banco Occidental de Descuento, cuyo dueño se declaró socialista hace poco tiempo, haya papel carbón para procesar el pago de un impuesto? ¿En qué país creo yo que estoy viviendo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario