
Tengo amigas para quienes la menstruación es algún tipo de tortura cuyo alcance no terminan nunca de entender y lo asumen como una penitencia sin pecados. Inexplicablemente odiosa; pero, ellas tienen todo lo que se necesita para que el trance sea menos insoportable. Si es por escoger como vivirla, tienen la opción de seleccionar, por ejemplo, una toalla sanitaria entre varias marcas, modelos, estilos y formas. Sólo necesitan buscar la que más les gusta y pagar por ella. Bien, esa es una ventaja más que las mujeres cubanas desconocen. Las toallas sanitarias, cuando aparecen, son de una sola marca y hay que pagarlas en CUC. Es decir, se han convertido en un “artículo de lujo” que se compra en supermercados o se obtiene en el mercado negro.
Para quienes no pueden resolverse ni de una forma ni de otra, existe una opción que hemos visto con nuestros ojos y que a mí me parece, (aunque no sé nada de la materia) entre otras cosas, hasta peligrosa. En un concurrido hotel al que vamos a buscar algo, las empleadas que se ocupan de cuidar el baño, están fabricando toallas “artesanales” valiéndose del papel sanitario del hotel (de una calidad un poquitín mejor que el de los hogares) y algodones que consiguieron sabe Dios donde. Allí, a la vista de todos, en la puerta misma del baño y sin que nadie diga nada, estas buenas señoras están resolviendo el problema de sus pares, mientras seguramente se agencian unos pesitos extras.
Cuando lo conversamos, no hay sorpresa en quienes nos oyen. Es más, nos informan que seguramente, esas dos señoras sacaran un buen paquete de toallas al finalizar su jornada y las venden entre sus amigas al llegar a casa; pero, hay más, mañana, seguramente repetirán la operación y en algún momento tendrán que darle algo a alguien para que puedan seguir usando los productos del hotel para su “negocio sanitario”.
Es una de las tantas maneras de luchar. Es lo que algunos llaman, vivir del invento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario