
Quien me habla es Alberto, un cubano de rompe y rasga, integro como pocas personas he conocido en la vida, profesor de Historia Cubana y Filología en la Universidad de La Habana y desencantado como pocos, a sus recién cumplidos 32 años de edad. Su acento, lleno de música, resuena en la salita de la casa que comparte con su padre y dos hermanos. Hemos estado hablando durante un par de horas, y yo siento que si el tiempo se detuviera y no quedara otra opción, Alberto me convencería de cambiar el mundo con mis propias manos. Él sabe lo que dice. Él vivió lo que vivió y se ocupó, seriamente, de estudiar el resto. Lo suyo fue un asunto de entender o morir. Y no sólo prefirió entender, escogió quedarse allí, a pesar de las tentadoras ofertas que le agencian tanto su intelecto excepcional como su buena pinta cubana. Alberto no se va; pero no se queda callado.
- Oye, pipo, es que no está bien…ahora resulta que el compañero Raúl (no puedo dejar de escuchar la sorna) se inventa un plan que es puro capitalismo-neo liberal-socialista que no entiende nadie, y encima se pone a aconsejar al loco de ustedes, para que se hunda en la mie…socialista. No, pipo, no…todavía, a la gente como yo, en la Universidad intentan ofrecerle beneficios especiales, para que se meta en la candela comunista. ¿Sabes qué? Un día de estos voy a decirles que sí, porque estoy seguro que no va a pasar nada, de todos modos….
Yo estoy seguro que en otra parte, yo podría vivir muchísimo mejor, sólo a costa de todo lo que he estudiado en mi vida. Pero yo no me voy a ir, porque quiero ver si hacen algo nuevo, de verdad. Mira lo que te voy a decir, pipo, este proyecto fracasó y ellos ya se dieron cuenta, entonces, lo grave es que están negando el proceso para intentar salvar el proceso -
Lo escucho en silencio. Ha logrado dejarme callado por un rato. Lo interrumpo sólo para mencionarle lo que me ha parecido más terrible desde mi llegada: la doble moneda. Alberto me mira serio, hace una pausa y lentamente me pregunta
- ¿Tú has entendido eso?
Le digo que no, que ni un poquito. Sonríe, se me acerca y me agarra por un brazo:
- Te has convertido en cubano ya, caballero…bienvenido a Cuba!
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