No me gusta. No siento nada distinto a profundo pesar cuando uno de nuestros países desgarra sus entrañas para dejar, una vez y otra, huellas de su maldad. Intento pensar que, como tantos lo han dicho, es cosa de unos pocos. Que los buenos somos más, pero estamos extrañamente silentes; sin embargo, me cuesta creerlo. Siento que nos están ganando una batalla que no se mide en cuántos somos, sino en el daño que hacen. De vez en cuando, como hoy, esa maldad se muestra en alguien que, como Facundo Cabral, andaba por el mundo tratando de decirnos que podemos salir de esta. Cierto que alguna vez me molesté con él, del mismo modo que todos nos molestamos con esos señores que salen en la tele y uno termina considerándolos amigos de cervecita y parrilla, aunque jamás hayas compartido con él ni un vaso de agua; pero, la noticia de hoy, es tan mala como malas son las balas que, además, asesinan también un pedazo de futuro.
Le conocí, hace siglos en una de sus visitas a Venezuela. Un par de horas en las que estuve con él y otro grupo de teatreros y cantores, después de un clamoroso concierto caraqueño. Más que hablarle, le escuche. Hablaba con fuerza, tenía la voz ronca, los ojos un poco perdidos y el aspecto de un señor acostumbrado a pontificar. Su verbo iba contra todo lo que parecía y era incorrecto. Aclamaba la justicia, pero me pareció que no creía mucho en la justicia que hacen y escriben los hombres. Simple: me gustó su palabreo, supe de inmediato que más que un hombre era un personaje, y me pareció bien; desde siempre he creído que hacen falta personajes que hablen duro. Eso hacía de Facundo Cabral un hombre necesario, aunque a uno no le encantaran sus canciones, siempre.
Hoy una bala se equivocó dos veces: mató a Facundo y cubrió de oprobio a Guatemala. Violencia inexplicable que se estrella contra un ícono fundamental del continente que, dañado en sus recovecos más oscuros, busca incansable una paz que no sea la de los sepulcros. No lo silenciaron. Lo multiplicaron por cientos de miles, su voz ahora será la de aquellos que desde cualquier bando necesiten palabras serias para explicar el sin sentido. No suelo hacer esto, pero agarraré la oportunidad al vuelo, hace falta recordar las cosas que dijo Cabral para ver si repitiendo algunas, aprendemos alguna lección. Pensaba escribir sobre algún otro tema banal que llegará a estas listas en un día menos triste; hoy, escojo y copio un listado peculiar. El listado de un legado indispensable: algunas de las mejores cosas que alguna vez nos dijo el Gran Facundo Cabral:
- “Puedo decir descaradamente que soy un tipo libre y feliz”.
- “La pobreza no es una virtud, salvo que favorezca tu libertad”.
- “El que no está dispuesto a perderlo todo, no está preparado para ganar nada”.
- “La sociedad humana está tan mal por las fechorías de los malos, como por el silencio cómplice de los buenos”.
- “Nacemos para vivir, por eso el capital más importante que tenemos es el tiempo, es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no gozar cada paso y cada instante, con el favor de una mente que no tiene límites y con un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos”.
- “De mi madre aprendí que nunca es tarde, que siempre se puede empezar de nuevo; ahora mismo le puedes decir basta a los hábitos que te destruyen, a las cosas que te encadenan, a la tarjeta de crédito, a los noticieros que te envenenan desde la mañana, a los que quieren dirigir tu vida por el camino perdido”.
- “Fui analfabeto hasta los 14 años, por eso cuando me dicen ‘no puedo’, yo les digo ‘no jodas’”.
- “Si los malos supieran el buen negocio que es ser bueno, serían buenos aunque fuera por negocio”.
- “No hay muerte, lo que hay es mudanza”.
- “Fuera de la felicidad son todos pretextos, tenemos que ser felices”.
- “Llorar por la muerte es faltarle el respeto a la vida”.
- “Cada mañana es una buena noticia, cada niño que nace es una buena noticia, cada hombre justo es una buena noticia y cada cantor es una buena noticia, porque cada cantor es un soldado menos…”.
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