Hay presencias que se sienten. Hay presencias que se adivinan. Hay presencias que se imponen. Presencias que se abren camino a empujones, entre todas las cotidianidades, para asaltarnos en cada espacio libre del que creemos disponer y recordarnos que acezantes, vigilan con sus ojos extendidos, cada paso que damos o que intentamos. Suerte de ex - novia maluca, su foto, aun después de haber volado por los aires en la última borrachera del despecho, brota debajo del sofá en el momento en que buscamos el zapato perdido que necesitamos usar la primera vez que nos atrevemos a la vida, después de la muerte.
Está por todas partes. Es cabecera de mesa en todos los lugares que la vida ciudadana nos exige visitar, aparece en la pared del barrio, cualquier mañana en que miramos por segunda vez para constatar que eso no estaba allí ayer, cuando llegué del trabajo. Es estampa de camisetas, es afiche de metro, es noticia del día, es titular, amenaza, rostro enjuto y collar de quejas. Es dedo acusador, ceño fruncido, sonrisa rapaz, palabra mal dicha, promesa incumplida. Es imagen y semejanza de un Dios que se parece a si mismo. Está, por estar, en los rincones que jamás buscamos, y es puesta allí por quien no tiene mejor manera de rebuscarse la vida. Pasa a la historia por razones que no se recuerdan con alegría y, casi siempre, se convierte en símbolo de estéticas aborrecidas.
Es la intoxicante imagen de quien obliga a su rostro a llenar de sí todos los espacios, porque teme perderse en un infinito de mejores caras. Es la imagen de quien amaina el dolor de la perdida, comparándolo con una fotografía que empieza a decolorarse de sol y otras inclemencias. Es muñeco de trapo, es Barbie en uniforme, es regalito que se rompe antes de terminar la fiesta, es barato souvenir, canción, refrán y maldición.
Por suerte, la historia está repleta de fogatas alimentadas por imágenes repentinamente odiadas y ya nos informó lo que podemos hacer con estatuas levantadas en la prisa del descalabro o con himnos aprendidos sin ensayo.
Hasta donde yo se, la historia se ha equivocado poquísimas veces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario