
Son las 8 de la noche del 26 de enero, el día había transcurrido en una normalidad extraña y urgente, una normalidad que pasa por la suspensión total de actividades escolares y universitarias y muy pocos comercios abiertos. Las calles estuvieron bastante vacías, para lo que es costumbre, y la presencia de policías antimotines y efectivos de la guardia nacional era demasiado ostensible.
Todos comentábamos la “calma chicha” en que pasábamos las horas: Pues bien, esa calma finalizó, aunque tenemos pocas noticias de cómo. Desde hace una hora aproximadamente, las zonas de El Campito, Residencias San Eduardo, las adyacencias del Viaducto calle 24 y el suroeste de la ciudad han sido atacadas nuevamente por el ejercito Tupamaro. En esta oportunidad, y muy diferente de cómo sucedió ayer, la guardia nacional está tratando de detener el avance de la violencia y en distintas zonas de la ciudad suenan cacerolas.
No hay reporte aun de hechos tan radicalmente violentos como los de ayer. Pero, el pánico está haciendo estragos: Los habitantes de los dos edificios violentados anoche en Las Marías han abandonado temporalmente la mayoría de sus apartamentos (asunto que no deja de encerrar peligros tremendos) y muchos habitantes de El Campito están, en este momento, haciendo otro tanto. Los merideños no sabemos vivir con el horrible miedo que produce el terrorismo patrocinado por el gobierno, aun cuando no se trata de nada nuevo. Algo nos dice que seguiremos en esta zozobra por varios días más. La ciudad está en manos de Los Tupamaros. Esa es la única certeza que tenemos.
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