Tal vez sea el típico asunto ese de la edad, el tiempo que
pasa y lo que cantaba Pablo Milanés, cuando podíamos darnos el gusto de
escucharlo sin que se nos revolviera el alma (básicamente porque no sabíamos lo
que era, o nos hacíamos los locos) pero, la Navidad para bien y para mal es,
cada vez más, un tema más cercano a la melancolía que a la alegría pura. También y
eso lo salva, más cercano a la reflexión y al deseo de empezar a moverse para
ver si de verdad, verdad, ponemos un poco de arrojo para que amanezcan de Navidad
todos los días del año. Por suerte es y cómo no, un tiempo para la solidaridad,
para la sonrisa y para el gesto amable que signifique un freno ligero al
zaperoco habitual y todo ese montón de cosas que en estos viernes del almanaque,
nos hace un poquito más gente.
Entonces, ¿qué corresponde decir cuando, puestos frente a la
temible hoja en blanco, la tarea que nos imponemos es tratar de decirle - a
todo el que quiera escucharlo - algo que realmente suene a Feliz Navidad, miras
alrededor y la verdad es que razones para celebrar, andan escasas?. Se me ocurre que, a pesar de todo, empezar
por agradecer es una buena idea. Agradecer fundamentalmente a la vida, esa cosa
complicada que algunos días se pone difícil, pero que saca sus galas también de
vez en cuando, para darnos buenos regalos. Agradecerle a Dios, que en mi caso
es un señor barbudo y guapo, bajado de la cruz esa horrorosa y que en el tuyo
es lo que es, pero sirve para creer en algo. Creer, esa maravillosa forma de
enfrentarse al futuro pensando que lo mejor esta aun por venir, aunque pensemos
que ya ha venido. Agradecerle, también,
a los que se tomaron un tiempo para estar cerca de uno, para abrazarlo a uno en
un día cualquiera y para los que no lo son tanto, pero te mostraron un sendero
por el que se puede ir en la vida, junto a ellos o en dirección contraria.
Agradecerle también y más que nada, a esos que día a día están recordándote que
compartes más que un ADN y un ligero mal carácter porque les hemos llamado
familia.
Después de agradecer, nada como recordar que compartimos una
cosa muy grande que a lo mejor se llama país - o el nombre que cada uno de
nosotros quiera ponerle - Que no es un equipo de futbol, pero sí; que no es una mesa servida, pero sí; que no es
un pedazo de tierra, pero si. Que quizás sea un sentimiento, pero es mucho,
mucho más que eso y que merece arrimarle el hombro, no como mención de
sugerencia sino como obligatoriedad decente de gente grande. Es la Navidad el momento para pensar en ello,
teniendo en cuenta que lo que se nos viene encima no es cosa fácil.
Que sea leve pues, es un deseo que clama a voces mi corazón
aprehensivo y mordaz. Que nos encontremos en el desencuentro, aunque para ello
necesitemos construir un milagro que hoy se ve imposible delante del pesebre y
las albricias. Que venga con lo que sea, pero que venga. Que traiga su carga de
sinsabores, que venga con las tristezas justas para que de ellas aprendamos a
vivir la vida que cada uno quiere vivir, sin olvidar la que le toca y no
siempre es buena. Que traiga la Navidad un poco de sosiego, un mucho de
entendimiento, una carga justa de alegrías y un momentico verdadero para mirar
a los ojos de quien tenemos al lado.
Que sea bonita, como no. Que sea divertida, también. Que
alguien nos dé un abrazo que estremezca los huesos y nos diga una palabra cursi
para alegrarnos el ceño. Que suene la
pólvora, aunque la odiemos y aprendamos del Eclesiastés que todo lo que se
quiere, debajo del cielo, tiene su hora.
Feliz Navidad, lectores queridos. Feliz y buena. Feliz y
productiva; pero sobre todo, feliz y leve. Que nos fortalezca el ánimo para
entender el sin sentido.
Feliz Navidad y un millón de gracias!
Feliz Navidad y un millón de gracias!
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