Empecemos por un lugar común: apenas faltan horas para que
estrenemos año. Es decir, el 2014 está, como quien dice, a la vuelta de la
esquina. Dentro de un rato estaremos repartiendo abrazos, bendiciones, buenos
deseos y whisky (los que pueden) Dentro de un rato, la eterna frivolidad con la
que asumimos la mayoría de los grandes momentos de nuestra vida tendrá su momento de
gloria: el treintayuno, un día que
solo empieza a existir cuando termina.
Entonces, a esa buena andanada de buenos deseos, permítaseme
unir mi voz. No es fácil. Tengo una tendencia irrevocable a ver las cosas con
cierta crudeza y eso, irremediablemente, me produce un pesimismo que no combina
en absoluto con este día; pero, ni modo. Hare “de tripas corazones” para emplearme
a fondo a ver que sale. No será más que un baño de realidad, pero también será
- y como no - la esencia misma de los deseos, lo que yo quiero que le suceda a
usted y a mí, que vamos a vivir el 2014 cobijados por este sol incandescente
que pone todo patas arriba. Será un año complicado. No necesito ser adivino ni profeta para
afirmarlo. Hemos llegado al final de 2013 con la economía hecha un desastre y
detrás de ese desastre suelen venir males mayores. Pero, será una dificultad
que exigirá dosis inmensas de creatividad y ya por ahí, eso me gusta. De modo
que ojalá y 2014 venga lleno de inteligentes decisiones para enfrentarlo desde
el primer día con toda la valentía del mundo.
Que sea sencillo disfrutar de lo que no pueden quitarnos por más
que lo hayan intentado (nuestra Sierra Nevada, por ejemplo, antes de que le
armen el teleférico LEGO). Que amemos
nuestras ciudades y queramos hacer algo por ellas, todos los días. Que seamos
un poco más conscientes, de nada en particular, si no de la consciencia misma
para ver si definitivamente empezamos a poner todo junto y sale de allí algo
que se parezca al mediodía y nos alumbra. Que detengamos la carrera para
enterarnos que estamos a punto de estrellarnos y pongamos la marcha atrás que
tanta falta está haciendo. Que en esa marcha atrás no nos llevemos a nadie, que
podamos sonreír comprendiendo que ahí, en la sonrisa, está el detalle. Que
aprendamos a chapotear en la cursilería milenaria que va de Catia La Mar hasta
el Paramo y sigue estando hasta no desampararnos, aunque el bolero no sea más
la canción que nos quita el sueño.
Que tengamos un momento de valor para recuperar la dignidad
perdida, para pelear contra creontes, dragones y otros demonios; para enfrentar
la fuerza con fuerza, para vivir sin tanto lastre y sin tanto dedo extendido en
contra de todo aquel que se equivoca porque nosotros decidimos que ha errado,
antes de darle tiempo a explicarse. Que
seamos duros cuando la dureza sea una salida conveniente y, no lo seamos tanto,
el día que nos dé tiempo de conocer la diferencia. Que podamos comprender que menos
Santo Tomas y más Rosa de Luxemburgo será una buena manera de entender la vida
que nos viene, porque nos tocará vivirla sin muchas opciones de ver, aunque con
todas las de creer.
Que haya menos profetas y más actores, menos pitonisas y más comprobadores, menos analistas y más accionadores. Que conversemos, que nos pongamos un poco más serios dándole al humor lo que el humor merece, que no es todo. Que se reduzca el pecado del nacionalismo, pero sepamos defender lo nuestro y que al hacerlo, nos eximamos de acusar al que ya lanzó la próxima piedra.
Que volvamos al inicio aquel que necesitábamos antes y aprendamos que todo puede resolverse con una mirada - sin envidias - en el espacio del otro.
Que finalmente aprendamos a decir provecho y responder servido; porque decir las cosas con sujeto, verbo y predicado, se parece a la verdad y esa, es una cosa indispensable que necesitamos decir a voces, con sencillez de maestra.
Que venga el 2014, estamos listos para recibirlo. Que venga, aunque no tenga ni convenga y que sea tan feliz como cada uno de nosotros quiera hacerlo.
Que haya menos profetas y más actores, menos pitonisas y más comprobadores, menos analistas y más accionadores. Que conversemos, que nos pongamos un poco más serios dándole al humor lo que el humor merece, que no es todo. Que se reduzca el pecado del nacionalismo, pero sepamos defender lo nuestro y que al hacerlo, nos eximamos de acusar al que ya lanzó la próxima piedra.
Que volvamos al inicio aquel que necesitábamos antes y aprendamos que todo puede resolverse con una mirada - sin envidias - en el espacio del otro.
Que finalmente aprendamos a decir provecho y responder servido; porque decir las cosas con sujeto, verbo y predicado, se parece a la verdad y esa, es una cosa indispensable que necesitamos decir a voces, con sencillez de maestra.
Que venga el 2014, estamos listos para recibirlo. Que venga, aunque no tenga ni convenga y que sea tan feliz como cada uno de nosotros quiera hacerlo.
Felicidades, un abrazo estrecho y mil gracias…!
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