En alguna oportunidad, hace varios años, una periodista de
esas tenidas por indispensables, publicó un extenso artículo sobre Yasser
Arafat. El líder palestino después de mucha espera, le había concedido una larga
y nutrida entrevista que, hoy, forma parte de la historia. Esa entrevista
permitió que la señora, no muy amiga del problema palestino, se explayara en
los detalles de, digamos, las circunstancias de Arafat, describiendo, entre
otras cosas, con bastante exactitud de términos, un detalle que a mis ojos de
lector avezado no pasó inadvertido: Arafat vivía rodeado de bellísimos efebos
que fungían como su más privada Garde du
corps. Estos guapos muchachos eran entrenados, según la autora, para
ofrendar su vida en la atención de las necesidades del misterioso personaje.
Una lectura más profunda, (o maliciosa que suele ser lo mismo) entresacaba la
información de que Yasser Arafat, posiblemente, era inmune a los requiebros de
la femineidad.
En la película "J. Edgar", la relación "pecaminosa" del hombre más poderoso del gobierno
norteamericano (fundador y director del FBI durante su vida entera) con uno de
sus más cercanos colegas y colaboradores, es el argumento sobre el que se cimenta un guión
relativamente facilón que, de paso, cuenta la historia de la más temida agencia
de investigaciones "legales" del gobierno norteamericano, una
historia que daba de sí muchísimo más que los devaneos amorosos del hombre que
la creó.
Una breve revisión a la historia de las monarquías más importantes del planeta, dejarán como saldo informativo primario las desviaciones sexuales de reyes y reinas que forjaron la historia contemporánea, dejando de lado, muchas veces, las grandes obras - o desaciertos - de sus períodos históricos.
En suelo patrio, hay que decirlo, es famosa memoria de mi generación, el apodo irreverente con el que padeció el líder adeco Gonzalo Barrios (a quien le decían "la bailarina de Miraflores") así como horribles son los chismes que circulan, desde siempre, sobre la sexualidad oculta de José Antonio Abreu, fundador y factótum del "sistema", músico por excelencia del establishment comunista. No menos profusa es la fama de algunos ministros del régimen, cuyos "plumeros" han sido una y mil veces objeto de todo tipo de malsanos comentarios. Tal es el caso del hombre fuerte de las finanzas nacionales, a quien un escritor en el exilio recuerda como amante de un conocido e impresentable miembro de nuestra política exterior.
Es un tema recurrente que forma parte del imaginario popular con muy mala leche: pareciera que a nuestros adversarios (hombres y mujeres) cuando no podemos - o no queremos - acusarlos de otra cosa, los desprestigiamos esgrimiendo la manida acusación de "gay". Pensemos un momento: ¿es necesario ese despliegue de homofobia? A ver, de los acólitos del dictador hay tanta cosa fea que decir, que acusarlos de exhibir resabios de cama "anti natura” es, por decir lo menos, una solemne estupidez, más dañina para el que la acuña que para quien la recibe. Por ejemplo, de la lamentable intervención de Jorge Rodríguez en la reunión que la oposición sostuvo con el gobierno el pasado jueves, lo que más publicidad recibió fue, justamente, su inesperado batir de plumas. De las barbaridades que dijo, no se acuerda nadie.
Podría continuar por esa lista hasta hacerla interminable, de no ser porque un caso, muy llamativo, me ha estremecido en las últimas horas. Se trata del lamentable (y muy oscuro) ¿secuestro? de la Periodista Nairobi Pinto. Gracias a cierto video en el que se revela la estrecha amistad que la Srita. Pinto mantiene con Gaby Arellano, líder del movimiento estudiantil Movimiento 13 y figura fundamental de estos días revueltos, las redes sociales, desde ambos extremos (para bien y para mal) han reventado asegurando que ambas mujeres mantienen una relación amorosa y las han juzgado de todas las formas posibles, tanto que, alguien en ese estropicio, aprovechó para hacer correr un rumor, viralizado en minutos, según el cual Gaby Arellano sería inculpada de la autoría del secuestro al amparo de motivos pasionales. La especie, horrorosa en su sola concepción, ha ocupado tal cantidad de espacio informativo que hay quien asegura haber visto el libelo de la demanda inculpatoria; sin embargo y aunque ni Nairobi ni Gaby han dicho una palabra sobre el carácter de su relación personal, básicamente porque ese asunto pertenece a las más estricta privacidad de sus vidas; el feliz desenlace del suceso y la falta absoluta de explicaciones, solo han servido para avivar la historia de un noviazgo que a nadie interesa saber si existe.
¿A dónde vamos? ¿Ya no es suficiente el gas lacrimógeno o los perdigones? ¿Será que habrá que recordarle tanto a los voceros de la resistencia, como a los esbirros del régimen, que a nadie le importa con quién y cómo se acuesta usted, cuando decide acostarse con alguien?
Hace mucho que lo repetimos - sin éxito: Es ciertamente un despropósito muy grande y una solemne idiotez insistir en la grave enfermedad de la homofobia como munición que disparamos cuando parecen haber fallado otras. En el siglo XXI, por suerte, es propio de gente muy bruta pretender que a alguien lo desprestigie su conducta sexual, la gente famosa (los políticos sobre todo) suelen cometer errores realmente importantes; ocuparnos de erecciones y humedades es, por lo menos, inmadurez y perversidad morbosa, por no decir maldad de la más pura, de la que hiere tanto como un perdigonazo...
Una breve revisión a la historia de las monarquías más importantes del planeta, dejarán como saldo informativo primario las desviaciones sexuales de reyes y reinas que forjaron la historia contemporánea, dejando de lado, muchas veces, las grandes obras - o desaciertos - de sus períodos históricos.
En suelo patrio, hay que decirlo, es famosa memoria de mi generación, el apodo irreverente con el que padeció el líder adeco Gonzalo Barrios (a quien le decían "la bailarina de Miraflores") así como horribles son los chismes que circulan, desde siempre, sobre la sexualidad oculta de José Antonio Abreu, fundador y factótum del "sistema", músico por excelencia del establishment comunista. No menos profusa es la fama de algunos ministros del régimen, cuyos "plumeros" han sido una y mil veces objeto de todo tipo de malsanos comentarios. Tal es el caso del hombre fuerte de las finanzas nacionales, a quien un escritor en el exilio recuerda como amante de un conocido e impresentable miembro de nuestra política exterior.
Es un tema recurrente que forma parte del imaginario popular con muy mala leche: pareciera que a nuestros adversarios (hombres y mujeres) cuando no podemos - o no queremos - acusarlos de otra cosa, los desprestigiamos esgrimiendo la manida acusación de "gay". Pensemos un momento: ¿es necesario ese despliegue de homofobia? A ver, de los acólitos del dictador hay tanta cosa fea que decir, que acusarlos de exhibir resabios de cama "anti natura” es, por decir lo menos, una solemne estupidez, más dañina para el que la acuña que para quien la recibe. Por ejemplo, de la lamentable intervención de Jorge Rodríguez en la reunión que la oposición sostuvo con el gobierno el pasado jueves, lo que más publicidad recibió fue, justamente, su inesperado batir de plumas. De las barbaridades que dijo, no se acuerda nadie.
Podría continuar por esa lista hasta hacerla interminable, de no ser porque un caso, muy llamativo, me ha estremecido en las últimas horas. Se trata del lamentable (y muy oscuro) ¿secuestro? de la Periodista Nairobi Pinto. Gracias a cierto video en el que se revela la estrecha amistad que la Srita. Pinto mantiene con Gaby Arellano, líder del movimiento estudiantil Movimiento 13 y figura fundamental de estos días revueltos, las redes sociales, desde ambos extremos (para bien y para mal) han reventado asegurando que ambas mujeres mantienen una relación amorosa y las han juzgado de todas las formas posibles, tanto que, alguien en ese estropicio, aprovechó para hacer correr un rumor, viralizado en minutos, según el cual Gaby Arellano sería inculpada de la autoría del secuestro al amparo de motivos pasionales. La especie, horrorosa en su sola concepción, ha ocupado tal cantidad de espacio informativo que hay quien asegura haber visto el libelo de la demanda inculpatoria; sin embargo y aunque ni Nairobi ni Gaby han dicho una palabra sobre el carácter de su relación personal, básicamente porque ese asunto pertenece a las más estricta privacidad de sus vidas; el feliz desenlace del suceso y la falta absoluta de explicaciones, solo han servido para avivar la historia de un noviazgo que a nadie interesa saber si existe.
¿A dónde vamos? ¿Ya no es suficiente el gas lacrimógeno o los perdigones? ¿Será que habrá que recordarle tanto a los voceros de la resistencia, como a los esbirros del régimen, que a nadie le importa con quién y cómo se acuesta usted, cuando decide acostarse con alguien?
Hace mucho que lo repetimos - sin éxito: Es ciertamente un despropósito muy grande y una solemne idiotez insistir en la grave enfermedad de la homofobia como munición que disparamos cuando parecen haber fallado otras. En el siglo XXI, por suerte, es propio de gente muy bruta pretender que a alguien lo desprestigie su conducta sexual, la gente famosa (los políticos sobre todo) suelen cometer errores realmente importantes; ocuparnos de erecciones y humedades es, por lo menos, inmadurez y perversidad morbosa, por no decir maldad de la más pura, de la que hiere tanto como un perdigonazo...
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