Chela y las alertas

Hoy he vuelto a visitar a Chela, tuve que ir a resolver un viejo asunto de vecindades y pasé a saludarla en su bodega. Está de lo más bien, tiene el mismo humor de siempre (que no se sabe si es bueno o malo) y ha hecho mejoras en el negocio. Se alegró de verme, me saludó con efusividad, pero a distancia, y me aclaró porque no salía de su mostrador a darme un abrazo: alerta epidemiológica, me dijo. Eso me bastó para buscarle la lengua. Chela, al igual que muchos merideños, no termina de creérselo. Le parece que en alguna parte no nos están diciendo la verdad y ese pensamiento exacerba su desconfianza proverbial. Me dice que prefiere devorarse los diarios locales en busca de respuestas. No encuentra muchas. En el principal diario de la ciudad, el titular más llamativo del día es el anuncio de la próxima instalación de un laboratorio especializado en detección de gripe AH1N1; no hay detalles acerca del alcance de la epidemia, ni otra información realmente útil. En los demás diarios, la noticia navega entre el amarillismo más despiadado y las vaguedades más innecesarias. Total, estamos un poco a oscuras. Eso opina Chela. Trato de animarla diciéndole que esos asuntos, un poco escabrosos, no son necesarios en una emergencia; que no publican estadísticas para evitar pánicos y que, seguramente, están trabajando para controlar la cosa. Menciono los planes de vacunación y me mira aterrada; según ella sabe, en los ambulatorios locales el tema de las vacunas ha desencadenado tales problemas, que ha sido necesaria la intervención de la Guardia Nacional. Total, no logramos ponernos de acuerdo. Para Chela, la situación está bordeando los límites del peligro, para mí, los alcanzó hace rato. Al despedirme, Chela camina conmigo hasta el auto y me aconseja cuidados. Al abrir la puerta, saco mi tapabocas y me lo pongo. Chela se ríe. -Déjeme uno de esos, pues…. - Si me prometes usarlo Se lo entrego. Divertida, Chela se lo pone también. Al voltearnos, un par de muchachos caminan hacia sus casas luciendo sendos tapabocas. Nos miran y levantan el pulgar en señal de aprobación. Arranco mi auto abrumado por la certeza que, entre las cosas que nos faltaban, ha llegado una peste. Que buena broma.