Vuelve el pobre a sus pobrezas,
Vuelve el rico a su riqueza
Y el señor cura a sus misas
Son las 8 de la mañana. Desde mi balcón veo la resaca de la ciudad, que un año más ha abierto sus postigos, dormir plácidamente. Hoy el sol se asoma con suficiente fuerza como para recordar que existe, pero no tiene intención de calentarnos. La avenida donde vivo, epicentro del desorden ferial, está cubierta de desechos de fiesta; tal vez sea muy temprano para exigir que hayan limpiado, no se. En la entrada de mi edificio, pista de baile de quienes desafiaron la lluvia pertinaz de estos días, es imposible distinguir los olores. Parece que cerraron el bar y estaban muy cansados para recoger nada. En los huecos donde vendedores ambulantes de cualquier cosa han intentado negocio, se muestran vacios los exhibidores de mecate. Esta quizá sea la única hora en que atravesar la ciudad conduciendo un automóvil, es posible.
Anoche es un recuerdo que se diluye entre virutas de humo, botellas de sangría y promesas de amor. Más allá de anoche, es imposible saber algo. Se han guardado los sombreros y las botas, nadie recuerda el desfile ni sabe de qué color eran las orquídeas, nadie llevó la cuenta de los tragos. Los telecajeros han amanecido secos, los abastos mermados, las licorerías han bajado la santamaría y la ciudad, resentida en su espíritu frágil, parece no resistir otra botella. El mínimo esfuerzo por cerrar la temporada y contar las ganancias, se apodera de quienes tienen la esperanza de contar algo; ironía mediante, la lluvia finalmente ha cesado. Tal vez la despedida permitirá una última cerveza bajo algo distinto a un paraguas; tal vez esta tarde, los trajes de luces no se cubran de lodo, sino de arena.
Un año más, la Feria del Sol ha terminado. Mañana se dirá que fue exitosa y en la boca de muchos, ese éxito estará refrendado por el dinerito extra de los pocos visitantes de afuera. Mañana sonará el despertador, iremos temprano a “ponernos la ceniza” e intentaremos repetir el cuento de estos días. La ciudad volverá a cerrar sus postigos y develar el rostro enmascarado por plásticos baratos. El carnaval ha terminado, la licencia para pecar ha caducado.
Mañana será otro día. ¿Distinto?
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