
Es, y lo sabemos, un simple asunto de preferencias del espectador; por eso, los capítulos de una telenovela se escriben diariamente, según una historia pre-diseñada y flexible, que jamás termina como soñaron los guionistas. Basta una orden de los productores, para que se escriban diagnósticos impronunciables y alarmas de salud que buscan producir el efecto milagroso de convertir una historia en la que pocos tienen fe, en otra cuyo capitulo final tiene beso, palomita blanca y muchos puntos.
Lo único que hay que hacer, según una recomendación que todos aceptan como parida en Cuba por realizadores ambiciosos, es poner a la protagonista a fingir hospitales de cartón piedra y no dejarla ver por algunos capítulos, durante los cuales, los actores de reparto mantendrán con vida la historia que ellos quisieran protagonizar. Lo demás es pan comido: vendrán abultadas regalías, valiosos patrocinios y el reconocimiento por rescatar, con una estrategia conocida desde siempre, el rating de una telenovela que requería gran esfuerzo para salvar su pellejo.
Esfuerzo o, guionistas truculentos y cantidades monstruosas de dinero. Muchas mentiras, también, pero eso lo sabe todo el mundo.
Ya volvemos…
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