Hoy llegó a Mérida; lo notamos por la fila de vuelta y media que se armó en la Plaza Bolívar. Como si de una fiesta patria se tratara, hoy no hubo trabajo en la mayoría de las oficinas públicas y en algunas privadas, a las que acuden diariamente quienes padecen el tormento de no tener casa propia ni alquilada. La Gran Misión Vivienda, sus bombos y sus platillos, han abierto las fauces de un fracaso anunciado, para el que se tomaran todas las precauciones a fin de que se note muy poco o nada.
No tengo el conocimiento experto que se necesita para una disertación sobre las posibilidades reales de cumplir la promesa de los 2 millones de casitas que se necesitan para satisfacer el déficit que padecemos los venezolanos; tengo, eso sí, el convencimiento casi esotérico, de que aquí no hay donde meter esa inmensa cantidad de paredes y pisos y que será dificilísimo levantarlos en el tiempo ofrecido, sin la ayuda indispensable de quienes tienen años haciéndolo mejor que ellos porque saben cómo: Los constructores privados. Es el verdadero inicio de una nueva campaña electoral plena de promesas vanas: puestos a indagar, es asombroso descubrir como a casi nadie involucrado en el asunto, las cosas le parecen tan difíciles; tal como el KINO, todo el mundo, a pesar de sospechar que ganarlo es casi imposible, sigue jugando.
Sin duda, sabremos de algunas casas. Serán construidas en aquellos municipios y ciudades que tradicionalmente les han sido adversos en resultados a pie de urna y su promoción será tan repetitiva y abominable como la campaña; algunos de los escasos beneficiarios ya están en la prensa hablando maravillas de las casas que van recibiendo a cuentagotas. A esos lo veremos multiplicarse por mil, tanto como a los votos que ponen en peligro nuestro futuro y el de ellos. Todo lo demás parece contar poco; la respuesta electoral de la oposición no existe o es muy débil y la papa caliente sigue danzando y ganando espacio en el terreno minado que es, por estos días, el país repleto de rumores y noticias desalentadoras.
No importa saber que se trata del capítulo inédito de Misión Imposible, tampoco el hecho de que, construidas o no, la propiedad de esas casas no será de quienes las habiten, ni la teoría cierta que habla del trágico colapso de los servicios en urbanizaciones levantadas a toda prisa en cada espacio que las expoliaciones permite. Importa que el papel en el que constan sus datos, consta también la esperanza y esa es la única cosa que se convierte en votos, en caso de que realmente algún día lleguen a ser necesarios.
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