
Keylmar es alumno de la escuela. No es alumno mío, pero lo conozco. Es el típico estudiante "malandrin" que vive, o presume hacerlo, al borde mismo de todo. Por eso fue el primero, la madrugada del sábado, en el estacionamiento del Colegio de Médicos, cuando al salir de una fiesta de promoción en la que sólo había menores de edad, una banda, armada hasta los dientes, acabó con la fiesta a tiros. Keylmar, que estaba allí y no aguanta dos pedidas, intentó defender algo o hacer ruido lanzando una botella, justo en el momento en que uno de sus compañeros desenfundó la pistola y apretó el gatillo sin saber bien a donde. El que disparó, cayó muerto casi inmediatamente al recibir 8 tiros. Keylmar, herido, había recibido el tiro que su amigo no supo apuntar.
La noticia del tiroteo apenas ocupó un titular casi discreto en la prensa local. Los profesores nos enteramos el domingo por simple transmisión de mensajes de texto y los alumnos de 4to año, han intentado darle ánimos al compañero maltrecho, pero nadie demuestra mayor alarma, ni otra tristeza que trascienda la mala suerte de Keylmar: no volverá a caminar. A medida que pasan las horas, las visitas al hospital disminuyen y algunos comienzan a soltar la lengua.
En claro se obtiene que, disfrazado de delincuente juvenil, que no alcanzaba a serlo, Keylmar tenía la vida vendida; que el cuento de la bala perdida y la mala hora empieza a perder sentido y que, por triste que sea el estado en que ha quedado, Keylmar se buscó cada miligramo de la pólvora que le ha desgraciado la vida a él y a su mamá: una mujer que apostaba a todo por educar a su hijo.
Ella es la única que llora todavía, y Keylmar, por supuesto; no ha parado de hacerlo desde que llegó al pasillo de la emergencia de adultos del Hospital de Mérida, donde permanece con poca variación a pesar de su terrible diagnostico y de donde saldrá a su casa a languidecer de mengua, probablemente.
Entre tanto, algunos nos hacemos preguntas repetidas, mientras lamentamos consternados el futuro de uno de “nuestros muchachos” y nos aterroriza la rápida normalidad con que se asume la tragedia de Keylmar y se cuentan las horas a la espera de un nuevo enfrentamiento y un nuevo herido, o muerto. Ayer, uno de los alumnos de más edad me escuchó cuando comentaba con otro profesor el sin sentido de una fiesta de chamos, en la que circulan libremente armas y municiones. El alumno se detuvo a mi lado escuchando atentamente mi rabia, calibrando cada palabra mía en contra de armas en manos de muchachitos inexpertos. A medida que yo hablaba, él sonreía. De pronto me interrumpió:
- Tú no entiendes Juan Carlos, me dijo el estudiante.
- ¿Qué es lo que no entiendo?
- Nada…no entiendes nada. Si uno tiene una culebra con alguien, tu crees que uno va pa´una promo sin un hierro? ¿Qué quieres tú, que lo maten a uno como un perro?
Lamentable y triste historia Juan, parece ciencia ficcion, susto terror son hechos de la vida real, que te puedo decir, nos toca mucho mas dura la tarea con los pocos chamos que caen en nuestras manos tratar de seguir inculcandoles valores y ver si podemos salvar algunos chamos.
ResponderEliminar