Cuentan que durante su primer gobierno, un grupo de apasionados mecenas del ballet clásico, preocupados porque Venezuela no tenía una compañía estable de Ballet con nivel profesional, a pesar de tener toda una tradición de buenos bailarines y algún famoso coreógrafo, se reunieron con Carlos Andrés Pérez, para pedirle apoyo en la consolidación del Ballet Nacional de Caracas. Pérez los recibió con su ya famosa generosidad y avaló el proyecto. Ultimados los detalles, surgió el tema del nombre; unos opinaban que debería llamarse Ballet Nacional de Caracas, otros que lo de Nacional lo limitaba y así, otras opiniones, impedían que la compañía finalmente irrumpíera en la escena patria.
Un día, una de las más entusiastas impulsoras de la idea, esposa de un famoso industrial de la Venezuela de entonces, recibió una llamada personal de Pérez, preguntando interesado por el destino de un proyecto que consideraba hecho, por obra de su palabra. La señora, sorprendida por el interés presidencial, le dijo con honestidad que todo estaba bien; pero, no lograban ponerse de acuerdo en un nombre y eso demoraba el estreno. Pérez que no recibió la excusa con agrado, le respondió:
- Pues, pónganle Ballet de la Virgen de Coromoto y salgan a bailar ya!
Es una de las miles de anécdotas verdaderas, que ilustran el inmenso apoyo que el ex presidente Pérez brindó a todas las iniciativas culturales que surgieron, como monte, durante sus gobiernos. Daba la impresión que todo el dinero petrolero que nos convirtió en un país de mote “saudita” realmente servía para culturizar un país que no tenía demasiado arte que exhibirle al mundo, aunque producía cosas extraordinarias. Es también, una de las nostalgias que se han alborotado en estos días en que, finalizado el bochornoso escándalo familiar de un cadáver con dos viudas, la Venezuela adeca que resiste, participó entusiasmadísima en el entierro del ex presidente. Nostalgias que sirven, entre otras cosas, para recordar lo mal que andamos.
Es fácil entender que un hombre con la estatura histórica de CAP, necesita una reinterpretación a la luz de los terribles derroteros que lleva la democracia que él contribuyó a construir; pero, es menester que se haga con prudencia. Como en todo, ni es oro todo lo que brilla, ni es verdad que no hay muerto malo. Asomarnos a la posibilidad de revivir el partido del pueblo para que reinstale su manera de gobernar, antes o después de la “transición”, seria no sólo un retroceso alarmante, sino una vía para seguir en lo mismo, pero en democracia.
Es verdad que, justamente, lo que más echamos de menos es la democracia. Pero, eso no puede excusar que Pérez sea una nostalgia. Pérez terminó hace años, para fortuna de todos; dejó un sitio enorme en la historia que debe ser releído, es verdad; pero no puede ser una nostalgia. Venezuela, merece otra cosa. Algo mejor. Algo, al menos, un poco más decente.
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