A sus catorce años recién estrenados, Techi repite, por segunda vez, 1er año de bachillerato y conoce mejor que mucha gente, los enredados pasadizos de todos los peligros de este mundo. Parece sentirse cómodo en un aula donde el más cercano de sus compañeros, apenas empieza a descubrir los sinsabores y las urgencias de la pubertad en cuerpos que no alcanzan, todavía, el metro y medio. Sin aspavientos, pero con seguridad, Techi es el líder del grupo más vulnerable de la escuela: los nuevos alumnos de bachillerato.
El viernes pasado Techi no vino a la última sesión de una jornada especial de tres días diseñada especialmente para los nuevos. Lo noté especialmente. Sentí la calma que genera la ausencia de Techi, pero me pareció mal indicio.
Hoy, al verlo llegar animado a participar en la jornada de inicio del año escolar, le pregunté por su falta del pasado viernes.
- Estaba donde el médico, respondió
- Tú conoces las reglas, ¿tienes el certificado médico? Pregunté a mi vez
- Más tarde hablamos, profe….y se alejó con cara de veterano trasgresor de normas.
Me lo contó todo al salir a recreo.
Sucedió en algún momento de las vacaciones; mientras jugaba con sus panas en una de las canchas mal pertrechadas del barrio, alguien le cayó a tiros a la caimanera. Él se salvó de ser herido por puro milagro, pero uno de sus amigos no tuvo la misma suerte. Recibió un balazo en el estómago y desde entonces lucha por superarlo, en una cama de urgencias del Hospital Universitario. Techi logró escapar, pero en la carrera no pudo ocultar su identidad. El padre y la madre de Techi son policías.
Desde entonces, él está amenazado. Sus catorce años y su indisciplina y sus carreras tras el balón y su pésimo comportamiento, tienen un precio que nadie conoce. Por eso no vino ayer, y por eso mismo faltará a algunas clases más: Su madre ha decidido ponerlo a salvo, invocando la protección del más allá. El viernes, en lugar de estar en la escuela, Techi estaba en la consulta de un brujo. Un curandero entre cuyas virtudes más resaltantes figura el arte de proteger a los que andan en malos pasos o tropiezan sin querer. Un collar blanco de dos vueltas y una extraña marca rojiza en su muñeca izquierda son su contra. Faltan algunos “ramazos” y unas cuantas sesiones de rezos después de los cuales, a Techi no habrá amenaza que lo derrumbe.
Debe haber visto mi cara de asombro. Al despedirse me dio la mano y me dijo sonriente:
- Mire profe y mejor será que eso funcione, porque lo que soy yo, no voy a encerrarme en mi casa….
Tu palabra por delante, Techi, fue todo lo que pude pensar. El año escolar pinta de maravillas….
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