
Esta mañana, nerviosos, solemnes, uniformados, sin renunciar a los zapatones grandotes sin anudar trenzas y el cabello engominado, mis muchachos del gobierno estudiantil empezaron su andadura formal por el tema de hacerse solidarios con su comunidad, de encabezar ciertas luchas de urgencia impostergable y de arrimar su esfuerzo al tremendo esfuerzo colectivo de vivir en paz, trabajando en paz.
No la tienen fácil. A ellos se les exigirá respuestas que probablemente no conocen y de su escasa experiencia de vida, se esperará que saquen conejos donde no hay chisteras. Ellos lo saben y no tienen ni una gota de miedo. Se paran delante de cualquier cabeza gris y hablan con propiedad sobre soluciones que tienen la simpleza de las cosas importantes. Tienen además, un desparpajo y una confianza que deja cualquier carencia jugando banca. Han empezado por intentar resolver el asunto escabroso de la comida prometida y nunca cumplida (PAE), y querían llenar de lockers el colegio, sólo que entendieron, sin que hubiera que explicárselos, que lo primero que deben hacer es educar a sus compañeros en el respeto a lo ajeno.
Esta mañana, después de la juramentación formal, Armando, el rapero del grupo, el chamo al que hay que regañar veinte veces para que vista correctamente el uniforme, se me acercó casi en privado y me dio la mano:
- Si Profe, fino esto no? Mire sabe lo que yo creo, que esta es una forma de trabajar por la paz, osea, sin políticos ni cosa de esa, por la paz, profe….nada mas….
A Armando y sus compañeros es posible que la Paz, esquiva y complicada, se les antoje “nada más”. A nosotros, adultos sobrevivientes de muchas guerras, la Paz no ha hecho sino complicarnos la vida, por sobrepasarnos en un deseo que parece inalcanzable. Después de darle gracias a Dios por haber llenado mi camino de Armandos, de Yersons y de Alejandras, los vi alejarse, como un solo bloque, hablando alto de sus planes para el futuro del colegio, el que empieza mañana. Mario volteó a mirarme y me lanzó una amplia sonrisa. Era el rostro de la paz. De la paz por la que lucharemos juntos, a pesar de los pesares; de la paz que está por venir y que a ellos les parece un nada más. Estoy seguro que van a sorprenderme.
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