
Algo parece estar claro: conscientes del estado calamitoso en que estamos, la gente votará por la esperanza de una vida mejor (que no necesariamente implica un cambio) y por aquel candidato que sobreviva con mayor entereza a la campaña de desprestigio que abarcará ambas partes.
La gente también votará por quien le llene mejor los bolsillos. Ya no será sólo por promesas. Y para ello, el gobierno está realmente preparado: hace dos años ahorran cautelosamente para gastos de campaña; por tanto, la cantidad de dinero que “rodará” a lo largo de los seis primeros meses del 2012, será probablemente escandalosa.
El asunto es que la oposición ha centrado su estrategia en definir un claro enemigo y atacarlo: Ese enemigo es Chávez; con lo cual pareciera que la oposición no ha aprendido su lección, no ha comprendido el fenómeno. Atacar directamente a Chávez es, ante los ojos de sus seguidores, atacar directamente a Dios y peor aun, a un Dios enfermo y relativamente vulnerable que, de todos modos, renacerá al tercer día. Entre tanto, ese hombre resucitado y en pie de guerra, llama a dar batalla “por la mente de los electores” lo que no es otra cosa que ideologización pura y dura, basada con toda probabilidad, en el rescate de valores como la identidad nacional, la familia, el amor a los hijos, la paz y la integración latinoamericana; todos, de importancia capital para un sector mayoritario de votantes afectos al régimen, para quienes esos mismos valores parecen estar vedados. Se cumplan o no, la percepción de que la vida está mejorando, es muchas veces, más importante que la realidad de tener una vida mejor, efectivamente. Sentirse amado por el líder que amas, es muchísimo más importante que tener aceite en la alacena. Para los pobres, nada en este mundo es peor que sentir “la mirada del despecho”
Se debe tal vez, a una razón de extrema simpleza: A pesar de no haber mejorado su calidad de vida, los sectores populares fueron tomados en cuenta; así sea simbólicamente; en este gobierno los pobres alcanzaron protagonismo y reconocimiento, soportado por un andamiaje jurídico socialista que parece diseñado especialmente para su uso como herramienta de campaña en los sectores mas convenientemente satanizados: Economía, propiedad estatal, cambio en las estructuras de propiedad y educación. Este andamiaje jurídico socialista, (completamente instalado y en plena operatividad) es el nuevo estado con el que lidiamos, cada vez con menos campo de acción, y que ejecuta controles en sectores amplios de la vida política, económica, jurídica y simbólica de la nación.
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