Son las 8:05 de la noche del 06 de abril de 2011. Hace exactamente 50 años que, después de un parto resuelto en menos de 20 minutos, llegué a este mundo. Dicen que era gordo y tenía los ojos abiertos, casi como un mantra de penitencia. Dicen también, que fui el hijo que arregló por un tiempito el desvencijado matrimonio de mis padres, que de todos modos terminó poco tiempo después. Fui la uña aporreada de mi mamá y puedo vanagloriarme, sin modestias, de haber vivido una vida tan buena, que podría eternizar los brindis de esta noche de medio siglo, celebrada al principio de la segunda década del siglo XXI.
No me pesa nada. El recuerdo de momentos penosos colorea mis neuronas y las inolvidables vergüenzas de quien-no-sabia-cómo, algunas veces se convierten en flash-back de sonrojo. He amado, que creo es lo más importante que uno debe hacer en la vida y lo he hecho con una intensidad que no admite réplica. He entregado vidas y futuros al amor, apostando sin temor por el éxito de relaciones que siempre han terminado dejando estelas de devastación imposibles de definir. Me han amado, con la misma dolorosa intensidad que ofrendo y procuro. He sido inmensamente feliz e indescriptiblemente desgraciado.
Otros dolores, inmensos, han permeado un carácter presto para la duda y ansioso de confianzas y cada vez que he tenido que despedir a alguien con la certeza del adiós final, he sabido que un paso más allá espera la vida. He batallado con falsas ilusiones de éxito, con pasajeras sensaciones de fracaso y con apacibles convencimientos de haberlo hecho bien. He dejado que mi curiosidad abra la puerta y he seguido la senda, muchas veces sin estar realmente seguro del destino. He permitido a mi corazón decidir por mí y he visto con alegría que he acertado. He descubierto el gusto por la palabra y lo he ejercido aun cuando la prudencia ha aconsejado silencio. He alzado la voz, he reído durísimo, he atravesado autopistas prohibidas para dar un buen abrazo, he robado besos, he sentido miedo. He dormido hasta mediodía y más allá en camas que no conozco, he bebido de más, he fumado de más, me he drogado de más, he comido de más. Por lo menos una vez, todo lo he hecho de más.
Tengo el íntimo convencimiento de saberme necesario en la vida de, por lo menos, una persona y tengo la satisfacción de tener toda la vida sabiéndome su rostro. He sido tan bueno como la bondad permite y tan malo como la maldad aconseja. Se que no es difícil contar conmigo y, más de una vez, he limpiado la cara y velado la fiebre de un desconocido. La vida no me permitió, sin embargo, recoger el suspiro último de quienes mas amé en esta vida y nunca podré recordar la cara de mi padre muerto pues no la vi, por decisión propia.
Tengo el cabello blanco, los ojos miopes y grandes del color extraño de quien lo mira todo para definirlo, el cuerpo erguido puntuado de dolores, el ceño arrugado, los pies torcidos y la memoria escasa. Voy siendo a mis cincuenta el caballero andante que escogió una vida que otros tildan equivocada y no lo lamento; no guío mi vida por manuales ajenos, aunque he aprendido a leerlos. Siento que por decir cosas y repetir lo que dijeron antes, otros como yo, he vivido y he vivido para contarlo. ¡Salud!
Excelente primo!!!! esperemos dios te de mucha salud y bendiciones para medio siglo mas!!!!
ResponderEliminarEso de " he sido tan bueno como la bondad permite y tan malo como la malda aconseja" te quedo buenisimo !!
ResponderEliminarQue te puedo decir? Has vivido intensamente , lo bailao nadie te lo quitara ...
Suerte y que Dios te de mucha salud para seguir adelante ..