Esta mañana una muchacha, emocionada, se convirtió en Princesa. No por causa de un cuerpo escultural o un reality show, aunque ambos casos podrían haberse dado. Lo hizo por convicción propia y porque, en realidad, se enamoró de un príncipe de verdad al que, si todo sigue como va, le veremos mudarse al Palacio de Buckingham. Entonces, ese día, Catherine será Reina de Inglaterra (si aguanta hasta allá) y podrá mirarse en los antepasados de su marido para saber como es la cosa. En homenaje a la Monarquía, esa institución decadente y sin sentido, que nos gusta tanto, mi lista de hoy recuerda 6 mujeres que por una razón u otra, saborearon las mieles del poder y las hieles de la desgracia o la maldad, con la misma impavidez.
Ana de los mil días: Tal vez ningún destino conoció mayor tragedia que el de Ana Bolena, la segunda esposa de Enrique VIII, responsable entre otras cosas, del surgimiento de la Iglesia Anglicana, que el Rey creó para poder divorciarse de Catalina de Aragón, su primera esposa. El inmenso poder que la Bolena acumuló como amante del Rey, que le daba autoridad para mover a su antojo las “piezas” de la corte y eliminar a Catalina de Aragón, empezó a decaer cuando el Rey, desesperado por la inexistencia de un heredero, comenzó a asegurar que Ana le había hechizado para “cazarlo”, convencimiento que tomó fuerza cuando el Rey se enamoró de una de las damas de la corte, Jane Seymour e hizo encerrar a su esposa en la siniestra Torre de Londres para librarse de sus malas artes. A partir de ese momento, el único propósito del Rey fue librarse de Ana a costa de cualquier esfuerzo, por lo que ordenó el inicio inmediato de un juicio en su contra, por adulterio e incesto, ambos crímenes considerados traiciones de alto nivel. Hasta nuestros días no ha podido comprobarse que los elementos probatorios sean fiables, pues no existe (ni existió nunca) documento alguno del proceso legal; pero si, constancia de que los testigos declararon bajo horribles torturas. Era la palabra de inocencia de La Reina contra la de un Rey apurado por casarse con una nueva “conquista”. El tribunal, precedido por un tío de la acusada, el Duque de Norfolk, encontró a los cuatro cortesanos implicados en supuestos amoríos con la reina, culpables de traición al rey, y al hermano de Ana, Lord Roeford culpable de mantener con ella relaciones carnales. Todos fueron decapitados un día antes que Ana Bolena –cuya cabeza cayó en el cadalso, cercenada por un hachazo, el 19 de Mayo de 1536.
La Reina Virgen: Hija de Enrique VIII y Ana Bolena, perdió su madre y su rango en el mismo acto: su padre hizo decapitar a su madre al acusarla de adúltera y declaró bastarda a esa hija. Posiblemente ese haya sido el hecho que marcó su carácter apegado de manera obsesiva a la realidad y su ambición desmedida. Ascendió al trono a la edad de 25 años, en 1558, a la muerte de su hermanastra, la desafortunada Reina María y gobernó por más de 40 años con el nombre de Isabel I, en lo que se conoce como el periodo en que se sentaron las bases del Imperio Británico. Si bien esa afirmación es cierta, (Durante su reinado se pactó la paz con Francia; se inició el desarrollo industrial y económico inglés; prosperó el comercio nacional; se restableció la confianza en la moneda del país y se inauguraron la Bolsa Real de Londres y la Cámara de Comercio) El precio que se pagó fue verdaderamente excesivo. Autócrata por decisión propia, la Reina Isabel I odiaba escuchar mencionar a sus padres y nunca hablaba de sucesores. Vivía en el presente y este estaba constituido por sus proyectos políticos y su favorito del momento. Aun cuando se le conoce como Reina Virgen, debido a que nunca se casó, según parece por haber padecido de una malformación genital, la historia le adjudica una larga lista de amoríos, la mayoría de los cuales murieron decapitados por orden de La Reina. Vanidosa, orgullosa, autócrata y enemiga mortal de la vejez, solía cubrirse la cara con una gruesa capa de maquillaje blanco, para esconder el paso de los años y gastaba cantidades astronómicas de dinero en ropajes y joyas. Repudiada por un pueblo que cada día odiaba más su voluntariosa manera de manejar los destinos de sus súbditos y su corrupción ilimitada, murió entre almohadones y soledades el 24 de Marzo de 1603.
La Abuela de Europa: Ha sido el monarca Británico con mayor permanencia en el trono, es la tatarabuela de la mayoría de los Reyes Europeos de hoy y posiblemente sea La Reina con mayor influencia permanente en la cultura británica. Su reinado se extendió por 63 años, 7 meses y 2 días (desde 1837 hasta 1901) durante los cuales tuvo que enfrentar numerosas crisis políticas, sociales y económicas, al término de la cuales conseguía siempre consolidar el poderío del Imperio Británico; sin embargo, no pudo hacer lo mismo con la gran tragedia de su vida: En 1861, su esposo, consejero, compañero y ejemplar Príncipe consorte, Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, moría, dejándola devastada. Desde entonces, La Reina Victoria rechazó la mayoría de las apariciones públicas, vistió casi siempre de negro y se alejó de manera permanente de Londres. Su decisión de guardar luto perenne en recuerdo de su esposo, tuvo un aliciente que la historia se niega a confirmar oficialmente: sus amores y posible matrimonio secreto con un criado escoses de nombre Jhon Brown, cuyo mechón de cabello fue colocado en el ataúd de La Reina junto a un traje de gala de su esposo muerto. Ese escándalo, que estuvo a punto de minar su aura de mujer moralmente incorrupta, cesó con la muerte de Brown en 1883, lo que le permitió reobtener su inmensa popularidad y celebrar con gran fausto su jubileo de diamante. Retirada de toda actividad, pasó la ultima navidad de su vida en Osborne House, la casa que el Principe Alberto había construido personalmente en la Isla de Wright y allí murió en brazos de su hijo el Kaiser Guillermo II de Alemania, el 22 de enero de 1901.
La Emperatriz bulímica: Nacida con tratamiento de Alteza Real, Isabel de Wittelbash recibió los nombres de Elisabeth Amalie Eugenie Herzogin, cuando vino al mundo en Munich el 24 de diciembre de 1837 con el titulo de Duquesa de Baviera. En 1854 se convirtió, por matrimonio con su primo Francisco José I, en Sissi, Emperatriz de Austria, Reina de Hungría y personaje de leyenda. Aventurera, excéntrica y obsesionada por su peso, vivió la tragedia de ver morir a su primera hija y nunca pudo reponerse totalmente de ello. Sufrió numerosos desordenes nerviosos que se manifestaban con síntomas de bulimia, anorexia y temor enfermizo a la vejez, que combatia prohibiendo las fotografías suyas y cubriendose con un velo azul y un abanico o sombrilla de cuero negro. Incapaz de acostumbrarse al estricto protocolo de la corte Vienesa, propició el encuentro de su marido con la actriz Katherina Schratt, a quien ambos conocían como “la amiga” para que supliera las necesidades del Emperador en las, cada vez más prolongadas, ausencias de la emperatriz.
Casi al final de su vida, su hijo Rodolfo, heredero del Imperio Astro-Hungaro, falleció en circunstancias no muy claras y eso la terminó de hundir; dedicada a viajar, encontró la muerte en Ginebra el 10 de septiembre de 1898 asesinada por un anarquista italiano de nombre Luigi Lucheni que quería pasar a la posteridad.
That Woman: Amada hasta lo infinito por su tercer marido y odiada de igual forma por la familia de este, a quienes ese amor les torció el destino; Wallis Simpson, la mujer por quien Eduardo VIII abdicó a la corona británica en 1936 pues, “sería imposible soportar la pesada carga de la responsabilidad y desempeñar mis funciones como rey, en la forma en que desearía hacerlo, sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo” es posiblemente el personaje más interesante ligado a la familia real inglesa en el siglo XX. Dos veces divorciada, refinada y elegante a extremos realmente imposibles y anfitriona perfecta; “esa mujer” - como era llamada por su cuñada la Reina Madre - jamás pudo hacerse perdonar el haber conducido al trono al hermano menos preparado para reinar, lo que según muchos rumores, aceleró la muerte de Jorge V, padre de la actual soberana. Su vida, plagada de anécdotas y misterios, (el más insistente, nunca confirmado la convierte en espía de Hittler) transcurrió entre los círculos más ociosamente chic de Paris y Estados Unidos, y aunque nunca fue autorizada a recibir tratamiento de Alteza Real, era conocida en todas partes como Duquesa de Windsor. En 1976, después de la muerte de su marido el Duque, regresó brevemente a Inglaterra para sus funerales y se retiró de la vida pública a la que era tan afecta. Murió senil y casi olvidada por quienes la adulaban, a la edad de 90 años en su casa del Bois De Bolougne parisino y en ese momento logró un gesto que habría querido ver en vida: La Reina y los Príncipes de Gales asistieron a sus exequias en lo que fue interpretado como gesto de perdón. Un poco tarde, tal vez.
La Princesa del Pueblo: Adorada por quienes veían en ella un aire modernizador de la hierática Casa Real de Inglaterra; Diana de Gales es un símbolo de la cultura inglesa y un referente indispensable en la historia mundial reciente. Nacida Diana Frances Spencer el 1 de Julio de 1961, en medio de una familia aristocrática, se convirtió por obra y gracia de su carisma personal y su increíble disposición para las causas nobles, en un personaje de cuentos. Fue admirada, imitada, fotografiada, perseguida y acosada sin piedad, tanto por la prensa de todo el mundo como por sus admiradores, que se contaban por millones. En casa, sin embargo, el resultado de esa fama impresionante despertó las oscuridades más terribles de una familia que no se acostumbra fácilmente a ser tomada por asalto. Conciente desde muy pronto que su matrimonio de ensueño, era un asunto de tres, sufrió desordenes alimentarios, episodios serios de depresión y melancolía y, según las malas lenguas, pudo haber atentado contra su vida. Entre tanto, su estilo inigualable llenaba páginas y paginas de la prensa del corazón. En 1986 después 4 años de vidas separadas, obtuvo de nuevo la soltería convirtiéndose, para siempre, en objeto del escrutinio más descarnado y personaje indispensable.
El 31 de agosto de 1997, el mundo entero despertó incrédulo a lo que parecía una noticia imposible: Mientras intentaba escapar de la persecución de indiscretos paparazzo en compañía de su novio Doddy Al Fayed, un terrible accidente de tránsito acababa con su vida. Fue una prueba tan difícil de superar para la Reina, que algunos opinan que ese pudo haber sido el principio del fin de la Monarquía Inglesa, de no haber sido por la pronta y eficiente intervención del Primer Ministro Tony Blair, ante Su Majestad.
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