
Esta tarde, gracias al apoyo que el proyecto ha recibido de los directivos de la Escuela Técnica Industrial Padre Madariaga y en especial de una de las profesoras, que decidió retarme a ponerle fecha y hora, salimos con un grupo de estudiantes a repartir libros en el centro de Mérida. 35 libros se han puesto a volar en este primer intento: Historias infantiles, novelas, cuentos, libros de autoayuda, ensayos y textos escolares. Envueltos en bolsas plásticas y acompañados de una pequeña guía de instrucciones, los libros se dejaron “abandonados momentáneamente” en sitios tan disímiles como tiendas, iglesias, restaurantes, centros comerciales y puestos de teléfonos.
Tengo que decir que fue un momento feliz, los muchachos estaban realmente emocionados descubriendo lugares donde dejar los libros, y vigilando si despegaban vuelo hasta lectores que les den nueva vida. A partir de ahora, tendremos que esperar que hayan tenido buen viento y que salgan de sus escondites para alegrar la vida de algún lector desprevenido y de buena voluntad que, al terminarlo, lo lance de nuevo al viento.
Así que ya lo saben, si por casualidad se consiguen un librito envuelto en una bolsa ziploc, disfrútelo por un rato; pero tenga presente que ese libro no le pertenece a usted sino a su colectivo, cuando lo haya leído, vuélvalo a meter en la bolsa que venia y déjelo “olvidado” en algún lugar público. Otro lector lo encontrará y será tan feliz como usted.
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