jueves, 24 de diciembre de 2015

NOCHEBUENA!


Hoy volvemos a ser parte, un año más, de esa algarabía que en estos lares se manifiesta con ruido. Mucho ruido. Música sonando desde un amanecer cundido de preparativos, pólvora estallando porque si,  como ensayo de la que reventará esta noche. Abrazos. Carcajadas. Comida. Montones de comida que parecen milagro del Espíritu Santo y una mesa, servida con las galas que cada uno puede permitirse, esperando por una o más rondas de comensales hambrientos de navidad, atilampados de buenos deseos, ebrios de Niño Jesús y regalos. Hoy es ese día del año. Hoy es Nochebuena. Hoy nos toca, con alegría, sentarnos a la mesa de nuestros amores y celebrar la buena noticia: en un portal de Belén, que es el corazón de cada uno de nosotros,  ha nacido el Niño Dios. El Niño Dios suyo, mío y de cualquiera. El que se viste de sedas o el que casi desnudo manotea a una mula y un buey. El que no despierta sino un levantar de cejas escéptico o el que nos llena el corazón de fe y ganas de estar bien, estando. El Niño Dios que cada quien, equivocado o no, ha decidido hacer crecer dentro de sí. 
 Le propongo, entonces, una manera especial de recibirlo (porque, aunque sea usted el más descreído de los seres, hoy se renueva la esperanza y nos llegan buenas nuevas) Esta especial Nochebuena pueble usted su vida de autenticidad. Llene usted su vida con lo mejor de usted mismo. Haga usted que su vida tenga un momento para detener el carro y recuerde que,  aunque no está usted en capacidad de amar a todo el mundo, literalmente; si que está de hacerlo a lo más cercano que usted tiene. Revise pues sus amores. Esparza pues sus cariños. Enseñe a quien requiere aprendizaje, aprenda de quien disfruta sapiencias. Traiga a la mesa más luz y menos cantinela, sirva un banquete en el que la algarabía vaya despertando en boca a medida que empiece a ser saboreado. 
Y lleve usted a su mesa, su país. Llámelo como quiera. Póngale el mote que haya escogido para nombrarlo. Hoy, aceptamos incluso que Patria no es una mala palabra. Escuche algo, por bien que le esté yendo a usted en estos tiempos, recuerde que si a su país no le va igual de bien, su vida será agua de borrajas más temprano que tarde. Anímese, traiga el país a su mesa, es mas, conviértalo en su mesa. Engalánelo con el amor que tantas veces ha dicho profesarle y agradézcale lo bueno y lo malo que le ha dado. Quizás, si todos entendemos que este techo que nos protege tiene un nombre biensonante, seamos capaces de curar tanta herida y tanto daño.
 Es Nochebuena. Debe ser por algo que solo a la noche de hoy le llamamos buena. No es poco, la bondad es una fuerza infinitamente milagrosa. La bondad es buena, en sí misma y, porque se regocija en serlo, la bondad es buena. Créalo. Aunque a su mesa hoy no se sienten sus hijos, aunque a su mesa hoy no se sienten sus padres. Aunque a quien dio usted lo mejor de su amor hoy escoja otra mesa y otra hallaca; créalo, la bondad es buena. Es tiempo de dejar de preguntarse si aquel amor a quien no logramos convencer de nuestras maravillas, alguna vez ha pensado en nosotros. Es hora de aparcar el luto y la melancolía, de recordar que la nostalgia es una mala trampa. Traiga a su mesa bondades; es cierto que cuando se sirven bondades, el deseo empreña realidades nuevas. ¿Por qué esperar? Usted no sabe si tendrá otro chance. Sea usted su Nochebuena, más allá de toda fruslería. Más allá de toda circunstancia.
Es Nochebuena y a mí, particularmente, no me queda más que agradecer  todo lo que me han dado.  El amor recibido, los hermanos demandantes, la familia bulliciosa, los amigos rezagados, los amores postergados, los compañeros de vida, la generosidad y la palabra. Es Nochebuena y yo quiero que usted y yo celebremos bonito la buena nueva. Celebremos bonito la esperanza, celebremos alegres la bondad. 
Ni soy ni quiero ser profeta de mejorías; pero, lo mejor que tengo para compartir es la palabra almibarada de muchas navidades vividas en la celebración espléndida, en la preparación del adiós, en la soledad del forastero, en la despedida que renuncia o en el abrazo alborozado de la bienvenida. Venga, tenemos razones para creer. Celebre la bondad de una proeza colectiva inimaginable y, aunque tenga usted las maletas hechas, brinde por esta cosa rara que revuelve gentilicios y maneras; tenga usted la fineza de recordar que está soplando brisa, guarde usted los abanicos para cuando haya que espantar moscas. 
Dios lo bendiga (su Dios y el mío, no importa, que bendiciones no se prodigan ni se rechazan) Reciba usted desde mi corazón agradecido y contento todas las ganas de que, esta noche y muchas noches, a su mesa se sienten bondades, alegrías y banquetes....

lunes, 21 de diciembre de 2015

Y ahora, la hora...

Cuando, en Diciembre de 2013, Carlos García, candidato de la plataforma unitaria opositora, ganó la alcaldía del Municipio Libertador del Estado Mérida y comenzó su andadura por la regencia municipal,  el gobierno regional - en manos de un desconocido oficialista - utilizó el caos ambiental como herramienta de saboteo a la gestión del recién electo, jovencísimo alcalde: En los primeros meses de gobierno de García, parecía que los merideños íbamos a perecer ahogados en la basura. Proliferaron las enfermedades gastrointestinales, era común tropezar con ratas cuando caminábamos por nuestras aceras y la ciudad, en una época, ordenada y "bonitica" que fue Mérida, se convirtió en un hervidero de porquerías. La basura (entonces  rebautizada bajo el eufemismo "desechos sólidos”) se convirtió en nuestro principal tema de conversación. Entre muchas teorías, los habitantes de Mérida favorecíamos dos: el problema de la basura se había comido al nuevo alcalde o el problema de la basura nunca había sido enfrentado con la eficiencia que merece. La verdad, si es que alguna vez la hubo, estaba más cerca del saboteo puro y duro que de la eficiencia o falta de ella.
La bolsita de plástico que contenía los desechos de las residencias citadinas, en manos de inescrupulosos defensores "del legado" se convirtió en un proyectil más dañino que bala de cañón y, realmente, estuvo a punto de hundir la gestión de García. Era muy sencillo: a primerísima hora del amanecer, camiones pagados por la alcaldía, reclutados de cualquier forma y a cualquier precio (no los compactadores adornados de propaganda oficialista) recogían las cantidades inverosímiles de bolsas de desechos, tiradas de cualquier modo en las islas de las avenidas o en algún rincón del casco urbano. Lo hacían sin preparación ni conocimiento; pero, lo hacían. Pocos minutos después, los habitantes de ciertos sectores, famosos por su apego al credo del  "intergaláctico" salían de sus casas con la bolsita de basura en la mano para volver a cubrir con ellas los espacios que habían sido limpiados. Ante el ejemplo, todos, sin distingo, imitaban el incivilizado proceder originado, según pudimos saber de muy buena fuente, en una orden "de arriba".
Si existe un mal recuerdo en la memoria de esta ciudad, sin duda, el horror de la crisis de la basura durante los primeros meses de la gestión de Carlitos, ha de ocupar sitial de honor; no obstante, Carlos García, continua desempeñándose como alcalde (contra todo pronóstico) y la ciudad, aunque mucho ha que perdió su cara más limpia y apacible, parece enrumbada a conquistar su derecho más básico: el de gozar de un ambiente libre de la peligrosa contaminación de nuestras migajas; gracias fundamentalmente a dos factores: la espontánea organización ciudadana y la resistencia terca y empecinada de un gobierno municipal comprometido con no dejarse doblegar.
Para bien (sobre todo para mal) ese "incidente" que acabo de contar, se convierte en ejemplo, pequeño tal vez, de aquello a lo que nos enfrentamos los venezolanos por habernos atrevido masivamente a decirle al gobierno central que estamos hartos de sus desmanes. Es una simple (muy dolorosa) ecuación: si logramos llegar a estas fechas del año 2016, sin haber vivido un día de hambre, podremos,  entonces sí, cantar a viva voz la victoria que obtuvimos el histórico 6D; fecha sobre la cual parecen haber dos grandes opiniones de consenso – según se desprende de la  miríada de artículos escritos y publicados desde entonces -  fue la respuesta de un pueblo cansado del engaño, deseoso de pasar factura y acelerar el cambio de un sistema fallido y/o es el inicio de un tiempo de grandes dificultades.  Dicho de otra forma: ya hemos visto que no se quedaran tranquilos cobrándonos voto a voto el NO rotundo que le dimos a su torpe, corrupta gestión. No es cosa de juego, las amenazas (no sé si construirles casas) que han ido soltándonos desde que no les quedó otra alternativa que reconocer el triunfo de la oposición, las increíbles jugarretas ilegales para disminuir el poder obtenido por la voz “del soberano” y las bajezas pergeñadas para desprestigiar a cada uno de los que velarán por nuestros intereses en el poder legislativo a partir del 5 de enero de 2016, no son sino un presagio. Lo peor, todos los sabemos, está por comenzar; se materializará en anaqueles vacios, medicinas inexistentes, servicios de salud colapsados, mezquindad y mucha, pero mucha corrupción. En solo 14 días transcurridos desde el momento en que se anunció el resultado del 6D, lo único que ha arreciado es la propaganda del régimen y los escándalos producidos por acciones tan fuera de la ley que lo que dan es miedo. En Venezuela ya a nadie le sorprende descomposición social alguna; ayer, sin ir más lejos, fue noticia en redes sociales la salida de los bienes del asesinado Robert Serra de su oficina en el Palacio Federal, de la misma manera en que lo había sido el día anterior la detención de allegados al otrora poderoso hombre fuerte de las finanzas coloradas y señor de PDVSA,  acusados en USA de blanqueo de capitales y otros delitos, así como la muerte de un bebe enfermo de leucemia al que no se pudo someter a tratamiento debido a no encontrarse los medicamentos requeridos para ello. Ese es el país que estrenaremos en breve y, de todo, tendrá culpa una Asamblea Nacional adversa al Poder Ejecutivo,  que no puede ser impugnada, eliminada, ni desconocida, pues se valdrá, para mantenerse en sus funciones, de leyes creadas por ese mismo ejecutivo, aplaudidas por ese mismo poder legislativo y refrendadas por el mismo poder judicial, inventado para satisfacer las mesiánicas aspiraciones todopoderosas de un gobernante que nos llenó de oprobio  y hoy  se encuentra no solo a varios metros bajo tierra, sino rodeado de herederos que han montado carpa en la acera del frente, solos, perdidos, abandonados y de espaldas al pueblo que dicen defender.
Lo que viene no es bueno. Ya lo sabemos; pero, quienes lo recibirán saben de primera mano que hay antídotos: que comunidades organizadas logran superar incluso las más adversas tragedias. Que solo basta el querer concentrado en un grupo dispuesto a sobrevivir para evitar ser vencido y que hemos trazado (eso quizás sea lo más importante) un camino directo a rescatar lo mejor de nosotros mismos.  Con ese capital, no valen de nada las amenazas. Mérida hoy, dista mucho de ser la ciudad impecable que vivimos hasta hace pocos años. Venezuela tampoco es el país divertido y promisorio de nuestra juventud. Empero, esas realidades pueden voltearse en contra de quienes las han propiciado, y lo harán, no por milagro; por tesón, por atrevimiento, por hartazgo. Será una lucha dura, desigual y agotadora para la que,  por suerte,  tenemos con qué.
No se trata de “vamos a ver quién gana”. Eso ya lo vimos. Los perdedores dan patadas de ahogado todos los días. Tenemos una Asamblea Nacional que legislará para exigirle al Poder Ejecutivo que gobierne en función del pueblo a quien le prometió el cielo. Si ese ejecutivo no cumple – que no cumplirá – a ellos les ira peor que a los 112. 

jueves, 10 de diciembre de 2015

"Ganaron los malos" y otras cositas...

No podemos, quizás porque sea difícil hacerlo, bajarnos del tío vivo de la victoria. Estamos contentos, estamos esperanzados, estamos expectantes. Sabemos – bueno, mejor será decir que estamos aprendiendo a entenderlo – que será difícil, complicado y hasta peligroso. Pero, no nos atrevemos a renunciar a la alegría producida por el extraordinario resultado del 6D, aunque lo esperábamos. Fue una maravillosa sorpresa. Una sorpresa que aun resuena en los oídos y encharca el ojo; finalmente, por amplio margen, sin duda alguna, ganamos un proceso electoral en este duro periodo de conmoción política que ya suma 17 años y 20 elecciones, no del todo claras.
No es que esta lo haya sido. Es inevitable pensar que ante el CNE que tenemos, ninguna de esa veintena de elecciones ha tenido la transparencia que merece. Aun así, la avalancha de votos en contra de los desmanes del régimen, obligó a las “autoridades electorales” a reconocer y anunciar un resultado que deja muy mal parado al equipo de gobierno. Fue un triunfo de los venezolanos, que desafiando todo tipo de presiones y soborno social, decidió enviar un claro mensaje de reprobación a la gestión de quienes dicen llevar las riendas del país. Desde entonces, una verdadera revolución (me perdonan la palabreja) ha acompañado nuestras horas. Toda clase de rumores, toda clase de campañas, toda clase de noticias de última hora, han aderezado los días que transcurren, para algunos en jornadas de observación, para otros en jornadas de celebración y para todos, en periodo de expectación. Ha sucedido de todo. De todo, con claro sabor a historia; de modo que, quizás para evitar la tentación de olvidarlo, echo mano de mis listas en un registro muy personal de lo que nos ha pasado mientras, voto a voto, conseguimos la más importante victoria de nuestra historia reciente, la que nos pone al lado de la libertad. Estas, pues,  son algunas de las “cositas” que dieron o quitaron lustre al proceso magnífico por el cual obtuvimos la mayoría calificada de la Asamblea Nacional de Venezuela. Empecemos, pues:
-          La mesa 6 o la trampa sale: quiso ser ejemplo de fraude y de mala leche, pero se convirtió en ejemplo de voluntad heroica. En un centro de votación merideño (famoso por reunir un numeroso batallón de electores desafectos al régimen) en el que hay 8 mesas de votación; una de ellas, la que aglutina mayor número de electores, se dañó misteriosamente y no fue reparada hasta las 6 y media de la tarde, casi al momento de cerrar el proceso. Los electores asignados a esa mesa, ejercieron su derecho,  de manera manual, después de una batalla campal que se extendió por más de 8 horas. En esa mesa, lógicamente, la MUD obtuvo una mayoría abrumadora de votos.
-          Yo no sabía que ese señor era candidato: A un centro de votación merideño llegó Kiko Bautista a saludar los electores. Se armó el revuelo del artista que visita. Fotos con el periodista, autógrafos de buenas noches, muchos abrazos y amapuches. Una señora en la fila se preguntó en voz alta que estaría haciendo ese señor allí. Le respondí que ella estaba a punto de votar por él. Kiko Bautista era candidato en lista por el estado Mérida. No solo ella, la mayoría de los electores en la fila se quedaron boquiabiertos al saberlo. No les causó nada distinto a una gran sorpresa. Ellos iban a votar por la MUD, y les daba lo mismo, como bien dijo alguien cerca de mí, que el candidato fuera un chimpancé. Tremendo mensaje para la Mesa de la Unidad, ¿no?
-          Bravo por TOVAR: merece capítulo aparte y lo tendrá; pero, yo no hago sino pensar que el pueblo de TOVAR, ese pueblo gocho que tanto queremos,  dio la medida de lo que puede pasar si siguen con el fastidio. Mientras el país celebraba el triunfo, los tovareños se dejaron de miedos y armaron la grande: descubrieron un grupete de jerarcas  locales, falsificando cédulas de identidad y manejando un centro de votación tan ilegal como fraudulento. A fuego y piedra lo resolvieron, sin temerle a las represalias (que lamentablemente no las hubo ni habrá para los delincuentes) ni dejar que una sola de las cédulas allí preparadas se convirtiera en voto espurio a favor de la indecencia.
-          Y nos dieron las dos y las tres: Se llenan la boca diciendo que ellos han desarrollado el sistema electoral más perfecto, sofisticado y moderno del mundo mundial; sin embargo, una vez más, nos pusieron a ver la odiosa baranda hasta casi las dos de la madrugada, aunque toda Venezuela conocía el resultado merced a las redes sociales (No, Laureano, la baranda no tiene 113 palitos, aunque pudimos haberlos contado) Es siempre lo mismo. Nosotros aquí seguimos sin saber de qué va el juego. Ellos allá, tampoco.
-          San Vladimir Padrino: No, el Ministro de la Defensa no fue el héroe de la noche. El Ministro de la Defensa – aparentemente - cumplió con su deber. Hizo aquello para lo que lo tienen puesto allí. Todo lo demás es cuento de camino. Si le puso una pistola en la cabeza a un jerarca alzado o paró un par de tanquetas delante del Palacio de Gobierno; ese es su trabajo. Más nada. Vladimir Padrino no es ningún santo, Vladimir Padrino no es ningún héroe. Vladimir Padrino  estaba en su trabajo, no merece ovaciones de pie, ni campañas beatificadoras. Merece su sueldo de quince y ultimo y las gracias por el deber cumplido. Nada más.
-          “Ganaron los malos”: no es necesario explicar lo que semejante afirmación significa. No es necesario recordar la nimiedad infantil de juego de metras, en que el gordito vapuleado decide un día pulir sus estrategias y ruchar sus contrincantes. No es necesario siquiera mencionarlo; pero,  ¿había que decir semejante bolsería? ¿tenia, él, que  llenarse la bocota con una expresión tan puerilmente delatora de si mismo? Desde luego que no. Los líderes del mundo han dicho babosadas, lo sabemos; pero, ninguno ha comparado su paso por la historia con un juego de chapitas entre Meteoro y Fantasmagórico. Que poca y mala manera de intentar un liderazgo histórico. A ver, señor mío, ya sabemos que usted no se ha enterado, se lo aclaro: no, no ganamos los malos, perdieron los piratas.
-          El artículo 236, numeral 21: casi inmediatamente, salió el coco: alguien empezó con el cuento de que un artículo de la Constitución Nacional da poderes al presidente para eliminar la Asamblea Nacional y, aunque desconocemos el resto de la letra de la “Carta Magna” ese artículo en particular, nos lo sabemos al caletre en un bando y en el otro; en uno – minoritario – es alegría de tísico, en otro, sirve para cualquier demostración innecesaria de radical heroísmo. Lo cierto es que no, el presidente no puede eliminar la AN sin dar un golpe de estado. ¿Se atreverá? Capaz que sí, pero se va a encontrar con gente que no se lo va a aplaudir.
-          La 112: Karim Salanova, en Aragua, obtuvo su curul sabaneando actas y defendiendo voto por voto, hasta asegurarse de ser la voz número 112 de la bancada opositora. Ganó por 83 votos y no se supo sino hasta el martes a mediodía; pero, fue la mejor noticia de la jornada. De haberse dormido, le roban el puesto sin el menor remordimiento. Sin duda, dará que hablar.
-          Los meritos de una diputada electa: Aclarémoslo de una vez: Tamara Adrián seguramente está en el top ten de las personas mejor preparadas para ocupar un escaño en la Asamblea Nacional. Tamara Adrián es una guerrera, es una luchadora, es una mujer con un nivel de preparación que pocos igualan; además, es transgénero. Es decir, vivió un proceso de reasignación de género. Lamentablemente, ese es el único detalle de su vida que es señalado en los titulares que hablan de su triunfo personal. Nadie ha dicho, por ejemplo, “Tamara Adrian, destacada activista de los Derechos Humanos gana un puesto en la Asamblea Nacional”.  Señores, un poquito de por favor, el mérito de esta gran diputada no se aloja en sus genitales; desborda su cerebro.
-          Un exacerbado dirigente: Tal vez se ha excedido y tenga razones para ello; pero creo que llegó el momento de mandarlo a que le baje dos. El que, muy probablemente, se convierta en presidente de la Asamblea Nacional el 6 de enero de 2016, está teniendo un tour de force declarativo que empieza a parecer excesivo; su mesura es, o debería ser, parte de lo que algunos llaman “administrar la victoria”
Son solo 10, más bien anecdóticos instantes, que dibujan tanto el país como la sociedad que enfrenta uno de los procesos más difíciles, dolorosos quizás, de su historia republicana. Ese dibujo no es completamente feliz. Sus aristas permiten la revisión de sus costuras, esa quizás sea la mejor parte. Afinaremos, recortaremos, haremos lo que haya que hacer pues, si algo ha demostrado el 6D, es que hay una mayoría de venezolanos dispuestos a vivir mejor; quizás, dispuestos a pelear por eso. No lo tenemos fácil, pero, amanecerá…amanecerá y veremos.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Vamos a hacerlo bien

El reloj que tengo en mi mesa de trabajo marca las 9 de la noche; dentro de 9 horas, Dios y usted mediante, empezará la jornada para la que los venezolanos estamos preparándonos desde hace semanas y que, francamente, creíamos que no sucedería. A las 6 de la mañana, más o menos, abren los centros de votación y arranca el 6D: la elección de los 167 diputados que integrarán la Asamblea Nacional (lo que antes conocíamos como el Congreso de la República) el más alto ente legislativo que poseemos; hasta ahora. Una elección a la que sus contendores han dado carácter plebiscitario. Una elección en mayúsculas.
Hemos escuchado, hemos visto, hemos rumoreado, hemos conversado, hemos padecido un proceso preparatorio que, de manera bastante inusual, ha involucrado a todo el que ha querido dejarse involucrar. Estamos listos. Con el mundo entero encima, a Venezuela mañana, la está mirando hasta el gato. La razón es muy importante: por primera vez en 17 años de elecciones casi anuales, la Plataforma Unitaria que representa a la oposición, sale con ventaja en absolutamente todas las encuestas y la abstención parece haberse reducido de manera casi extraordinaria. Si me preguntan, como dije hace pocos días, aquí todo el mundo va a salir a votar y, para nuestra tranquilidad, lo hará abajo y a la izquierda. Ya está, no puedo evitar el lugar común (cursilísimo) la suerte está echada. Mañana, si todo se cumple como ha sido estudiado, empieza un largo y tortuoso proceso de cambio. De eso vamos a ir hablando luego. Hoy, hablemos de elecciones:
Supongo que usted ya sabe donde tiene que ir a votar, supongo que ya usted sabe cómo es que debe votar, supongo que usted ya sabe, por ejemplo, que no votar por el candidato indígena NO ANULA su voto (pero aun así, si a usted le toca,  va a votar por Virgilio Ferrer o el que sea candidato de su jurisdicción, porque esos tres diputados nos hacen falta) Supongo que ya usted revisó su centro de votación y ya sabe si es testigo de mesa, miembro de mesa o tiene, a esta hora, algún trabajo asignado con una de las miles de organizaciones que están armando centros de observación, veedurías, procesamiento de denuncias, asociaciones de ayuda y/u operaciones varias de cara a colaborar con el día grande de las elecciones. Ya todo eso está visto y atendido.  Pues bien, aquí van mis recomendaciones de último minuto: recuérdelas, puede que sean útiles:
-          Deje la atorrancia guardada en casa. Usted no es dueño de la verdad revelada. Si usted tiene la solución a la forma tan terrible como funcionan las cosas, ya no es tiempo para iluminarnos la  vida con su sabiduría. Bájele dos a la superioridad. Usted es un ciudadano mas, si no consiguió hacerse de una credencial, alégrese. No grite a nadie, no ofenda a nadie, no pase por encima de nadie. Mañana le toca jugar a ser alemán, por un ratico.
-          Olvídese de propagar rumores. Mañana, desde las seis de la mañana, van a llegarle vía Whatsapp, Twitter, Facebook, Instagram, etcétera, millones de cosas QUE NO SON VERDAD: Si usted no lo vio, si usted no está seguro de que es cierto, no lo repita. Sobre todo, no repita nada que pueda producir miedo. Nos sobra miedo, no venga a ponernos peor.
-          Vaya al centro de votación vestido de lo que usted quiera, pero, por no dejar, póngase un pantalón largo y una cosa que tenga mangas. No me pregunte por qué, pero hay más de uno que no ha podido votar por salir de su casa en short y chancletas. En ninguna parte dice que no se puede, pero hay quienes prefieren no verlo mostrando pierna. Y por favor, por caridad, la gorra de las marchas (si, esa, la tricolor tan bella) déjela guardada en casa. Por favor. No busque lo que no se le ha perdido.
-          Colabore, en lo que pueda y en silencio, de ser posible. Las personas que están trabajando en mesas, en los centros de escrutinio, salas situacionales o centros de procesamiento de denuncias, ESTAN TRABAJANDO.  Están sometidos a intensa tensión. Están preocupados. Aunque sea su compadre, el que juega dominó y se echa palos con usted el domingo; muérase que mañana decidió enseriarse por un ratico. NO ATOSIGUE. Si va a llevar comida o refrescos, entréguelos, salude y salga.  Si va a servir de apoyo técnico, vaya, conecte lo que tenga que conectar y pregunte si hace falta alguna cosa extra, si la respuesta es NO, salga de allí. Entienda algo: el que tenga información privilegiada va a compartirla solo cuando sea “licito” hacerlo. No ponga a nadie en aprietos.
-          Es posible que hayan problemas de comunicación. Siempre los hay, nuestras plataformas de telefonía celular son horribles en tiempos normales, imagínese mañana. Esté preparado, incluso para un black out informativo. Por ejemplo, abra una  cuenta en FIRECHAT y siga a todo el que pueda seguir. Firechat no precisa internet para funcionar.  Es una opción. Suscríbase a VIVO PLAY, es muy barato y puede ser una fuente de información interesante, pero si “se cae” internet está frito.  Todas las televisoras internacionales que cubren el evento, estarán transmitiendo desde sus propios satélites, para evitar depender de satélites nacionales. Recurra a sus canales internacionales. Todos están aquí.
-          Haga denuncias. Eso es buenísimo. Pero, haga denuncias REALES. Denuncie las barbaridades que usted vea. No las que le cuente por Whatsapp, la mamá de la hermana de su novia que no es su suegra. Hay cientos de organizaciones que se ocuparán de procesar denuncias. Acuda a ellos cuando este seguro de que su denuncia es justa y necesaria. No sobrecargue de trabajo a quienes están DE VOLUNTARIOS atendiendo esos teléfonos. Sea considerado.
-          Vaya a votar a la hora que más le provoque. Acompañe a sus mayores, protéjase del calor, vista ropa y cazado cómodo, lleve una sombrilla por si acaso. No lleve cartera. Guarde su cedula en un sitio seguro y recuerde que en su cola de votación, todos los demás están allí por la misma razón que usted. No se pase de vivo.
-          Dese con furia por las redes sociales. Es el momento. Tuitee, retuitee, desquítese. Pero hágalo con prudencia de sabio. No use las redes para rumores (eso no estará nunca suficientemente dicho) Úselas para información contrastada. Úselas para ayudar. Puede que en algún momento del día sea la única forma que tengamos de decirnos lo que queremos escuchar. Hagámoslo, como gente grande.
Mañana, si lo hacemos bien, nos va a salir todo bien y aunque en el llano dicen que al picado de culebra, bejuco le para el pelo, vamos a dejar guardada la aprehensión de siempre. Esa que secretamente llevamos en lo hondo del pecho. Lo único que se me ocurre es repetir cursilerías, y voy a hacerlo a riesgo de empalagar, pero, mañana puede ser un gran día, plantéatelo así y  VOTA, abajo y a la izquierda, por la tarjeta de la manito.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Campaña de iniquidades

Según el decreto que así lo estipula, hoy finaliza la campaña que permite hacer publicidad para atraer los votos que candidatos de cada bando necesitan para hacerse de una curul en la Asamblea Nacional que se instalará en algún momento del mes de enero. Si esto fuera un país como cualquier otro, lo anterior tendría mucho sentido. En todas partes las "campañas electorales" empiezan un día y terminan otro y en el tiempo que resta se vive y se habla de otra cosa. Nosotros, que tenemos 17 años en campaña electoral, hemos optado por observar el incumplimiento de esos plazos por parte del ventajismo rapaz del partido de gobierno.
En cada elección vivida en el "proceso" (alguien me dijo esta mañana que van más de 20, yo no lo puedo creer, de veras) se establece, un periodo "oficial" de campaña en la que sale a relucir, más o menos, lo peor de nosotros. Pocas veces, la campaña se basa en contenidos serios, propuestas de futuro y credenciales para sentirse orgulloso. Quizás sea parte de lo que somos - valdrá la pena un estudio científico en el futuro - pero, cada vez que nos lanzamos a la difícil carrera de captar votos, el país se convulsiona de sorpresas en un espiral de asombrosa gravedad. Disminuidos los espacios para que la fracción opositora seduzca su electorado, lo que hemos tenido que padecer los venezolanos en estos días de proselitismo, ha sido, por decir lo menos, una seguidilla de asquerosas argucias.
No ha faltado nada. O mejor será decir que si: ha brillado por su ausencia el diálogo de altura y la propuesta de mejor país que esperábamos oír de los candidatos que, estando ya en el gobierno, tendrían la posibilidad de adecentar el porvenir. Lógico es suponer que no son capaces; de serlo, habrían intentado decirlo con claridad.
Guiados por el señor que dice ser el que lleva las riendas del gobierno, estas semanas de campaña han resultado verdaderamente escabrosas, a partir de una frase que resuena en cada nueva tropelía: "ganaremos como sea". Suerte de santo y seña para desmanes inimaginables, ese "como sea" tiene patente de corso para, empezando por el incontable peculado de uso, cometer el mayor número de delitos que sea posible.  Todos los recursos del gobierno, que deberían servir para palear la crisis puntual de medicamentos y comida, han sido desviados a "ganar como sea": autobuses, empleados, carros, horas laborables, papel, tinta, equipos, franelas, carteles, computadoras, teléfonos, tecnología, tracción humana, comida y espaldas que "pertenecen" al erario público, están en este momento prestados a la campaña del partido de gobierno. Medios de comunicación, recursos técnicos, creatividad y dinero, también lo están; sin embargo,  un poco más allá de cosas obvias, repugnantes para la mayoría, si algo ha tenido esta campaña ha sido cruenta bajeza.
Aunque nunca sabremos la verdad (en Venezuela aclarar un crimen de modo transparente es, hoy por hoy, imposible) hay indicios de que la mejor muestra de la anterior afirmación sea el asesinato, durante un acto de campaña, del dirigente opositor y candidato a diputado por el estado Portuguesa, Luis Manuel Díaz. Un crimen del que se culpan todos contra todos hasta quedar registrado en el inventario de barbaries que se suma a la insólita profusión de insultos y humillaciones con las que el señor que dice llevar las riendas del gobierno nos ha vapuleado, día sí y día también.
Irrespeto, cuentas que nunca cuadran, detención de periodistas, mensajes amedrentadores a los trabajadores petroleros en particular y a los empleados públicos en general, descarada parcialización publicitaria de la prensa nacional (es increíble el despliegue de avisos pagados a página entera en los periódicos) y una manía persecutoria contra quienes intentan ejercer periodismo objetivo - en donde destaca la carta compromiso que debe firmar todo periodista extranjero que intente cubrir la noticia de las elecciones  y la marimorena que montaron, atropellando groseramente a  los profesionales de CNN en su llegada a Maiquetía, habla de lo mucho que el gobierno en campaña no entiende de saber estar. No se detienen en tonterías:  han rebozado de dádivas a los sectores más arrinconados de la población (los que suelen favorecerlos en las urnas) han bajado precios de alimentos que no se consiguen, han repartido taxis, cerrado tiendas e instituciones y promulgado bandos tan absurdos como bajar el precio de los jeans, mientras dilapidan fortunas imprimiendo carteles en los que el rostro de conocidos lideres de oposición invita a votar por ellos y destruyen propaganda opositora con el cuidado de dispararle a mansalva a quien intente evitarlo o, aun incluso, denunciarlo.
"Yo no me voy a entregar" y frases por el estilo, han salpicado una vez y otra y otra las intervenciones del presidente en una campaña para unas elecciones en las que, sea cual sea el resultado, él único que no perderá el empleo es precisamente él. Aun así, él y sus adeptos se han limitado a agredir  el pueblo que espera, en vez, solución a sus problemas. Hasta hoy; aunque bien sabemos que las normas, en este país, no se han hecho para que el poder rojo las respete. Mañana, ya veremos por cual motivo, algunos de ellos continuarán en lo mismo que han estado haciendo desde hace 17 años: campaña electoral para aferrarse a un poder que cada día se les escapa más y más.
La campaña ha concluido solo para nosotros, los que creemos en el cambio. Por algunas horas, probablemente se aparcará la violencia y el desatino. Mañana, la instalación de los centros electorales y la preparación de los aspectos técnicos de una elección muy complicada, colmará nuestro tiempo y energías. Haga lo que le corresponde hacer (en caso de que usted sea parte de la fiesta) o si no, esté atento. Puede que alguien solicite su ayuda. Por un momento deje atrás los rumores y las noticias de todo el espanto que han sido estos días de campaña: amanecerá y veremos. Es bastante probable que el miedo detrás de todas las iniquidades vividas en estos días, paralice el rostro de quienes nos agreden. Entonces enterráremos las hachas y seremos capaces de una nueva campaña: la de la reconquista de nuestros espacios para la decencia. Nosotros somos capaces de ser mejores, eso seguro.

martes, 1 de diciembre de 2015

Es con usted, señor colaboracionista

Por suerte, conozco poca gente que no irá a votar el domingo, cosa que no es medida de nada pues vivo rodeado de demócratas convencidos,  adversarios de este régimen de horrores. En todo caso, si tuviera que medir el nivel de abstención esperado tomando como rasero la gente que me rodea, sería capaz de decir que, TODO EL MUNDO, acudirá a las urnas este domingo que viene. Eso nos complace mucho. Pareciera que después de varios años repitiendo argumentos convincentes a favor del voto, hemos ido calando en las conciencias remolonas de la democracia. Si hacemos caso a las encuestas, este domingo, además, puede que salga derrotada la abstención.
Por supuesto que no del todo. Existen aun personas que no terminan de comprender lo equivocados que están quedándose en sus cómodos sofás este domingo. Peor, existen personas que, a pocas horas de la hazaña, continúan pregonando sus discursos inútiles a favor de “salvar el voto”. Muchos de ellos se hacen llamar “miembros de la resistencia”; uno de las tantas cosas que en esta lucha contra el poder dañino, no ha logrado aclarar su significado, pero hace ruido constante. Muchos de ellos, pues, no están de acuerdo con votar, convencidos de que la alternativa al voto es una cosa dificilísima llamada “desobediencia ciudadana” que, si es verdad, suena de lo más bonito (ojalá y se pudiera lograr) pero está teñida del oscuro presagio de la utopía. Lo que más daño nos ha hecho. La utopia, lo que logró llevarnos a este caos en el que estamos. El error más grande: soñar con la utopía realizable quedándose del lado soñador, como quienes no irán a votar este domingo 6 de diciembre; es decir, como los verdaderos colaboradores de una dictadura que día a día nos avergüenza y nos humilla, despojándonos poco a poco de las herramientas con las cuales, si nos atreviéramos, podríamos enfrascarnos en una gran jornada de Desobediencia Ciudadana, el proyecto más bonito de todos los que nunca podremos realizar, mediado un siglo XXI en el que restablecer valores y conciencias es la tarea más compleja que deberá emprender el que venga o que deberíamos emprender sin demora, todos juntos.
Abstenerse… ¿para qué? ¿Con que argumento? ¿Cómo puede alguien que se llame a si mismo demócrata, perder la oportunidad de demostrar que lo poco que nos queda de decencia, va a salir a flote el domingo para empezar a armar el rompecabezas de lo imposible con un poco de compromiso y valor? ¿Cómo puede alguien que se llame demócrata, atreverse a perder la oportunidad de validar el acto que da sentido a la democracia? Nunca voy a poder entenderlo. Si me cuesta horrores entender que algunas personas viajen el jueves o viernes para no tener que enfrentarse a votar (es la única oportunidad que tengo para ir a ver a mi hijo, que pena, dirán algunos) mucho menos entiendo a los que se abstienen con argumentos rebuscados en los que siempre terminamos quedando, NOSOTROS LOS QUE VOTAMOS, como legitimadores del dictador y sus desmanes.  Dígame usted: ¿quien legitima mas al régimen: usted que se quedó en su casa bramando la pataleta del radical que preferiría prenderle fuego a la vida – ajena – antes que aprovechar la instancia constitucional que puede ser un salvavidas, o yo, que me levantaré temprano y entusiasmado a cumplir con mi deber de ciudadano demócrata? ¿Qué quiere usted? ¿Una guerra a la que se llegue por vía de las revueltas que seguramente causaran las armas represoras del tirano, cuando decidamos no volver a hacerle caso? ¿Va usted a ponerle el pecho a esas armas?
Estoy seguro que decir esto no hará que ningún abstencionista convencido cambie su tónica.  Me gustaría poder decir que lo respeto. No puedo. No puedo por una razón sencilla y clara como el agua: en este momento histórico, abstenerse no es una decisión personal que le pertenece a usted, como le pertenece su vida. En este momento histórico, abstenerse es voltearle la espalda a un colectivo que usted integra y del que, seguramente, alguna vez se ha expresado en términos grandilocuentes de admiración y cariño: SU PAIS. Sus novecientos doce mil kilómetros cuadrados de tierra llamados Venezuela que según muchos, de un lado y de otro, se conocen como PATRIA y está de moda amar con denuedo. En este momento histórico, abstenerse es una malcriadez de niñito inconsciente al que no le dieron su Barbie; en este momento histórico, abstenerse es una traición. Su voto, el que seguramente sería en contra del sistema, nos hace una falta enorme. Su papeleta en blanco no solo hablará muy mal de su ausencia imperdonable, dará pie a nuestro corrompido sistema electoral para que sea llenada a favor de quien usted dice adversar, allanando con bajeza su más inviolable intimidad: la de su conciencia. Si usted no vota, alguien votará por usted,  lo hará en contra de su libertad y de su esperanza; la culpa será enteramente suya. Usted pudo evitarlo, usted no tiene excusa,  no venga usted a decirme que no vota porque considera a la MUD un grupo colaboracionista. No venga con el cuento de los arreglos pactados y la pureza de su alma. No venga con el cuento de que la MUD, esa gran fuerza opositora que está a minutos de cristalizar el anhelo más grande de nuestra historia reciente, está “cuadrada con el régimen” y por tanto usted no dará su voto para legitimar acuerdos soterrados de sabe Dios qué infame especie.  No lo diga, no lo repita más. No caiga usted tan bajo. No desconozca usted el intrincado trabajo de filigrana que significa - y  significará - jugar en el tablero de Miraflores para restablecer  las libertades con las que usted sueña y está regalándole a su verdugo. 
Usted quiere una guerra, salga y empuñe las escopetas. Póngale el pecho a las balas, nosotros lloraremos su muerte. Pero, piense un momento en su postura: aun con todas sus horribles fallas y desgracias, el régimen que adversamos nos está abriendo una mínima puerta por la que entraremos con brío.  Las armas de un radical abstencionista son  físicamente letales. Las de un demócrata no;  pasa que las segundas, suelen ser las que la historia recuerda con gallardía.

domingo, 29 de noviembre de 2015

De hoy en ocho...

En contra de todo lo que creíamos que sucedería; andando sobre cascaras de huevo, con la zozobra en la boca y el peligroso triunfalismo en el alma, estamos a una semana de un día histórico. El primer día histórico de los últimos 17 años. Si nada se tuerce (hay serios indicios de que nada se torcerá) en apenas una semana, los venezolanos, estaremos celebrando las elecciones más particulares de su historia reciente: La escogencia de los 167 diputados que formarán la Asamblea Nacional para el periodo 2015 – 2020. Si hacemos caso a las encuestas, será la primera gran derrota de los rojos. Aunque ya les ganamos una (que el difunto reconoció llamándonos por un término escatológico que no debemos olvidar) esta vez, si los pronósticos se cumplen, ganaremos con mayúscula. Si salimos a votar.
Lo que tenemos enfrente es mucho más que una simple elección. Es el inicio de un proceso que bien podría acabar esto-que-nos-está-pasando. El inicio de un proceso (de cambio, lo llaman algunos) que podría significar el final de la dictadura más equivocada, más corrupta, más humillante y más vergonzosa que ha tenido Venezuela en su historia moderna. El inicio de un proceso cuya complejidad y dificultad supera todo lo previsible. La apertura de un espacio para vernos las caras y definir lo que queremos ser como país, como sociedad y, lo más importante, como gentilicio. La apertura de un dialogo incómodo, en el que se borrarán las buenas formas y se derramarán lágrimas que pudieron evitarse. Lo que tenemos en frente es historia y la historia normalmente se escribe con trazos gruesos, desfigurantes, a mano alzada, rabiosos. Lo que tenemos en frente es una pregunta cuya respuesta es difícil: lo que tenemos en frente es saber si estamos preparados para empezar a vivir un futuro que puede estar lleno más de días odiosos, que de amaneceres felices.
Si salimos a votar.
Dicen que alguien dijo que el hombre es del tamaño de sus dificultades, o algo así. Pues bien, el hombre venezolano en este momento es enorme. Tiene ante sí, el reto más importante de su vida. No es cosa de tomárselo a la ligera. El próximo domingo, si no deciden los de arriba otra cosa, estaremos dando fe de lo que somos. Mereceremos el resultado de lo que hagamos. Disfrutaremos la alegría trascendente del  saber hacer, la tristeza dolorosa del arrepentimiento o la mediocre resignación de lo que somos. Nunca, en todos nuestros días desde que Cristóbal avistó el Delta del Orinoco, la responsabilidad ha sido tan grande. O enderezamos el barco,  juntos,  o chapoteamos en el lodo,  juntos. Lo que queda en la otra orilla es el exilio y sus penurias. Un exilio que va mucho mas allá de la mudanza y el tonto resonar de una nostalgia tramposa. Un exilio que escudriñará nuestras culpas sacando a flote una emoción mucho más profunda que tres colores primarios y la querencia del monte y del cimarrón. Nunca tantos ejemplos habían sido necesarios. El voto es un arma que, junto a otras formas de expresar hartazgo, ha regresado a sus rieles el tren descarriado de muchos vecinos.  No existe razón alguna para esquivar el boche.
Entonces, sea que usted crea en la desobediencia civil o esté convencido que la Unidad no existe o piensa que quienes adversan a los rojos en realidad colaboran con ellos y se enfrenta a la duda de no entender lo que significa el juego; incluso si usted perdió la fe en todo y en todos (algo tan comprensible que no me atrevo ni siquiera a juzgar) tenga la bondad de hacerse el favor de revisar su postura y acordarse que hay oportunidades para ser decente que no se presentan dos veces. Es el domingo que viene, de hoy en siete días, o nunca. Piénselo bien. Continúe abogando por lo que usted crea, seguramente nos hará falta su aporte el día después. Continúe defendiendo las tesis del Mahatma Gandhi, la demostración Mandeliana del heroísmo, cante canciones de destemplada fiereza, ríase de todo cuanto le cuenten, haga memes, escriba Tweeters, comparta en FACEBOOK, llore su rabia y sus hasta-cuándo. Rebélese, vístase de tricolor, póngase alpargatas y rescate el cuatro y las maracas, grite y zapatee. Lo que usted decida hacer con su vida le pertenece. Lo que usted decida hacer con la vida de ese colectivo que usted integra llamado PAÍS, nos pertenece a todos: usted en corresponsable de su suerte. No arrastre culpas innecesarias, hay mucha gente que cree en el karma, no se cree deudas que después no le gustará pagar. Olvídese de los rumores y póngale freno al susto.  Muy poco de lo que se dice es cierto. Déjese de pendejadas.
Levántese con entusiasmo. Desayune bien, vista zapatos cómodos y energía de la buena. Hágase acompañar de alguien querido, muy querido. Deje su automóvil en el garaje. Guarde la gorra de las marchas y la rabia de las guarimbas para después. Póngase su buen ánimo debajo del sujetador y vista de esperanza sus bóxers colombianos. Meta la cédula en el bolsillo y fíjese bien, ese papelito plastificado jamás habrá tenido tanto valor. Sonríale a los efectivos del Plan República, deles una palmadita en el hombro, lléveles un Gatorade. Ellos no tienen la culpa o sí, un poquito, pero ¿qué se le va a hacer? Borre de su mente la prepotencia de creerse distinto. Salude a los miembros de mesa recordando que ellos están trasnochados, mal entrenados y peor alimentados, pero, están allí por algo más grande que usted. Espere pacientemente su turno. Cante si le provoque. De hoy en ocho, el domingo es suyo.  Una vez frente al tarjetón, dirija sus ojos a la esquina más de abajo, a la izquierda. Mire bien la manito. Asegúrese de que esa manito de colores sea la suya y con toda la calma del que presenta un examen para el que ha estudiado, oprima un seleccionar todo en el que estará seleccionando su vida. Si le toca, recuerde el diputado indígena y escójalo, asegúrese que sea el candidato opositor al régimen. Vea una segunda vez su tarjetón y si le provoca, piense en Venezuela. Si no, piense en usted; aunque tenga las maletas hechas, siempre es necesario tener un hogar al que regresar aunque no regrese nunca. Oprima entonces VOTAR. Salga de allí contento, deposite la papeleta en la urna en la que estará enterrando el oprobio. Mire contento la cara de los presentes. Verá en sus ojos un gesto de aprobación cómplice que, capaz que le arranca lagrimas, cónchale.
De hoy en ocho, haremos nuestro el futuro difícil que se nos viene encima. Podremos exigir, oponernos al poder, levantar la voz y arrimar el hombro. Seremos un poquito más, ciudadanos y un bastante menos, borregos. Sea que usted crea en eso o no, lo que llamamos PATRIA, (en formas distintas, según sea la prebenda recibida) empezará a tener un poco más de sentido y realidad. De hoy en ocho, seremos poder y seremos parte.
Si Salimos a Votar.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Nadie se muere en la víspera

El martes 12 de enero de 2010,  316 mil personas, que como usted y como yo se encontraban dedicados a sus labores de cada día, encontraron la muerte en la más grave tragedia que ha azotado Haití en su historia reciente: un terremoto de 7.0° en la escala de Richter, casi borra del mapa el pequeño país caribeño como para sumarle una calamidad más a las muchas con las que ya vive su convulsionada historia.
Al amanecer del día de navidad del año 2004 el archipiélago de las Islas Simeulue en la costa de Sumatra, soportó un terremoto de 9.1° en la escala de Richter, desatando un Tsunami que barrió las costas de Indonesia, Malasia, India, Sri Lanka y Tailandia, afectó lugares tan remotos como Alaska, movió el planeta un centímetro de su eje y produjo caos en todo el continente asiático.  Murieron o desaparecieron - que para el caso es lo mismo – 492.866 personas.
El 29 de julio de 1967, mientras los venezolanos disfrutaban el momento en que una de sus misses casi se alza con el reinado universal de la belleza (hecho que luego se convirtió en costumbre) 236 personas morían sepultadas por un sismo de 6.7° en la escala de Richter, que salió desde el pueblo de Arrecifes en el Litoral Central para dañar buena parte de las muy sifrinas urbanizaciones del este capitalino. Eran las 8.02 minutos de la noche de un sábado cuatricentenario.
¿Qué tenían en común Puerto Príncipe, Las Islas Simeulue y Caracas? Muy poco, nada, para hacer honor a la verdad. Salvo una cosa: sus habitantes no pudieron ser advertidos a tiempo de las tragedias que se avecinaban. Nada, ni el intenso calor, ni el ladrar de los perros, ni el color del firmamento; nada, pudo haber presagiado el sacudón de la tierra que afectó tan gravemente esas ciudades, así como tampoco pudo haberse anunciado un hecho similar en ninguna de las ciudades del planeta donde la historia se divide en antes y después del terremoto. ¿Por qué? Muy simple: aun con toda la sapiencia y acuciosidad que el hombre ha puesto en ganarle una mano a la muerte (y vaya que le ha ganado algunas) predecir una tragedia natural de esa magnitud es imposible. Un terremoto no se puede predecir. Esa es una verdad que no admite réplicas.
Si tal cosa pudiera hacerse, como se puede con los huracanes, por ejemplo, la suerte de los habitantes de Caracas, Indonesia y Puerto Príncipe habría sido muy otra, las personas habrían podido huir a lugares más seguros y ver desde allí como sus ciudades sucumbían a la mano de madre natura viviendo  para contarlo. Pero, no fue posible.  Esas miles de personas lo primero que enfrentaron fue la sorpresa. Tal como parece que - salvando las distancias y con la prudencia del caso - los merideños estamos haciendo hace casi un mes. Si alguien dudaba que esta ciudad esté literalmente atravesada por una "falla geográfica" después de estos días ya debe haberse convencido. Hoy es el primer día desde hace tres semanas en que a nadie lo sobresalta el trepidar de su mesa de trabajo o de la cama en que duerme; no porque haya parado de temblar, sino porque los de las últimas horas han sido movimientos de tan escasa magnitud que son imperceptibles. Según afirmaciones de quienes con toda seriedad se dedican al estudio de los sismos (de todo hay en la villa del señor) Mérida es ni más ni menos, la mamá de las zonas sísmicas de Venezuela: una falla geográfica, la de Boconó la traspasa de esquina a esquina. No obstante eso, el último terremoto ocurrió hace más de 100 años; cosa que nos hace creer el mito de que pequeños temblores sirven para que el planeta "libere energía" evitando un eructo de proporciones épicas. No, ni eso ni ninguna otra cosa, como no sea la santa voluntad de Dios - para los que creemos - nos ha puesto a salvo. Si en Mérida no ha ocurrido una catástrofe es porque no ha ocurrido. Punto.
Ahora bien, ¿podría ocurrir? Sí, claro, como en cualquier otra parte del mundo. Resulta que al planeta tierra le da por sacudirse de cuando en cuando y como es tan grande (y tan maltratado el pobre) uno nunca sabe a cual esquina le da por revolver. Puesto de un modo un poco menos frívolo, la posibilidad de un "movimiento telúrico de mayor intensidad, capaz de generar importantes daños" es más probable en Mérida que en Ciudad Bolívar, por ejemplo, donde se dice que existe la base más sólida y bien cimentada de la tierra - suerte que tienen algunos - pero, nada indica que ese "movimiento telúrico" va a suceder mañana viernes a las 3:32 minutos de la tarde y mucho menos que va a suceder en Mérida. Podría ocurrir, como en efecto reportan que ocurrió, en una zona despoblada entre Perú y Ecuador sin causar daños.
Es lógico, sin embargo, que las alarmas estén encendidas. Nadie se siente cómodo ni tranquilo, si por lo menos 5 veces al día, un ramalazo le indica que la tierra se está moviendo bajo sus pies. Pero, vivir con la preocupación  constante de saber que sucederá una tragedia, pero no cuando ni como, me parece de un satanismo insoportable. Estar medianamente preparados para enfrentar un terremoto, viviendo en Mérida, es igual a tener la obligación de saber dónde quedan las salidas de emergencia  cuando usted aborda un avión. Puede caerse y ser usted el único sobreviviente.
Hemos tenido razones para preocuparnos estos días, como no. Sobre todo después que hace algunos días, un sismo de magnitud 5.1, ocasionó daños materiales comprobables y  cobró la vida de un viajero. Ese temblor y las subsecuentes réplicas se sintieron con fuerza de insomnio. Quien más, quien menos, parapetó cerca de la puerta de su casa algo bastante parecido a un kit de supervivencia (tengo una amiga que en el suyo ha incluido un set para manicure, porque ella asegura que le será útil) y tiene más o menos diseñada una vía de escape. Eso está muy bien. Eso debe hacerse, usted vive en Mérida, por el amor de Dios. La "tormenta sísmica" de estos últimos días no ha debido ser su excusa para pensar en terremotos. No obstante, la vida de una  ciudad no puede supeditarse a "saber que algo ocurrirá pero no sabemos cuándo" pues lo más probable, como siga usted con esa angustia, es que antes muera usted a causa de un infarto, que tapiado por esa pared que estaba medio torcida y nunca terminó de arreglar.
Encomiéndese a Dios, olvídese de eso de dormir con la puerta abierta porque ahí el susto no se lo va a dar la tierra sino el tierruo, prepare su equipo de supervivencia (no se angustie por el atún en lata, eso lo proveerá la Cruz Roja Internacional) y estudie muy bien sus rutas de escape. En caso de emergencia, podrían serle útiles; pero, intente mejor una aproximación destinista y tan frívola como esta descarga mía de hoy: si lo que a usted le toca es un final trágico, no habrá pitonisa que se lo evite. No intente descubrir su hora en las runas vikingas, ni en comunicados apócrifos que FUNVISIS nunca publicó y usted replicó a mansalva. Deje quieto al Dr. Estévez, él tampoco sabe cuándo es la cosa. Prepárese, eso es muy bueno, haga su morral de superviviente, colóquelo al lado de su cama y respire normalmente.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Por interés baila el perro

Cuando, a principios de mes, el fiscal Nieves revolucionó las redes sociales, escapando de Venezuela para vivir sus 15 minutos de fama en el programa que Fernando del Rincón conduce para CNN en español, me aventuré a explicar su acción esgrimiendo la teoría de que Nieves hacia eso para vengarse de sus jefes,  por un pago no ingresado en el tiempo previsto en sus cuentas norteamericanas. Nunca me creí el cuento del peso de la conciencia, ni de arrepentimiento alguno, pues para que a alguien le pese la conciencia, primero tiene que tener una, cosa que no creo haberle visto al abogadito, ex empleado  de confianza, de la Fiscal General Bolivariana. Las personas que tienen conciencia se niegan a embarrarla tanto y tan seguido. Eso no hay que explicarlo mucho. Yo estoy seguro, aunque nunca pueda demostrarlo, que a ese tipo le ofrecieron una plata, le dieron solo una parte, él se cansó de cobrar el resto y cuando se dio cuenta de que no iban a pagarle, les echó un pulso. Pulso, que por cierto, duró exactamente menos de una semana y no produjo ni remotamente el resultado que a punta de bombazos se anunció a diestra y siniestra (por las redes sociales, of course): Leopoldo López sigue tan injustamente preso como estaba el día antes de la salida al aire de la nauseabunda entrevista que CNN transmitió con gran fanfarria. (Por cierto, ¿qué será de la vida de Nieves?)
Días más tarde, los rumores acerca de las fugas, ni confirmadas ni desmentidas, de otros funcionarios de la misma dependencia, inundaron iguales páginas con resultados a la par de efímeros y con menos suerte: si es cierto que otro (u otra) fiscal picó los cabos, parece que Del Rincón o CNN aprendieron la lección. No ha habido, por ahora, asomo alguno de comparecencia en pantalla, a Dios gracias; probablemente, porque el escándalo que siguió (del que por cierto, estoy empezando a notar cierto lamentable desvanecer) tiene excesiva importancia en nuestro rosario de vergüenzas. La caída de los dos chamos dilectos del entorno presidencial, con kilos y kilos de droga y sus implicaciones, no del todo claras, con la persecución que el gobierno de Estados Unidos ha desatado en contra del narcotráfico proveniente de por estos lares es,  sin duda, un asunto de mayor cuantía. Sobre todo por su carácter estrictamente económico: dos muchachos guapos y apoyados, a quienes seguramente alguien les hizo creer que se trataba de un negocio seguro - dada su cercanía a un poder cada vez más en (literal) tela de juicio - que les proporcionaría una cantidad astronómica de dinero ganado con toda la facilidad del mundo. No se les dio. Cayeron con los kilos y, aunque es muy factible que ni cadena perpetua ni nada de esas cosas que desde entonces los opinadores de patio les han vaticinado, este par de niños han de regresar a casa sin el pan y sin el queso, con la correa corta, a montar un carrito de hamburguesas.
En el medio de tanto lio, Mérida fue escenario de una prometedora protesta, la de los taxistas, que como bien dijera Rómulo Betancourt, es uno de los colectivos proclives a tumbar gobierno. La protesta se acalló sin dejar rastro doloroso, gracias al ofrecimiento de regalarle taxis a quienes habían sido víctimas de robo. Han pasado tres semanas, la delincuencia no ha mermado, el precio de los repuestos no ha bajado, las baterías siguen desaparecidas; pero, los taxis regalados, tal como lo vaticinó el conductor que me llevó a casa al final de ese día, están siendo distribuidos entre panas del señor que hizo el ofrecimiento; cosa que ha convertido en taxista a más de un conspicuo revolucionario,  para echar por tierra – supongo - las muchas y muy sentidas lagrimas que arrancó el articulo de Cesar Miguel Rondón sobre el Profesor Quintana (quien seguramente, en su propio carro, comprado con el sudor de su frente, sigue practicando el rebusque del momento y forma parte del recuerdo lejano de las iniquidades de los tiempos que corren) al tiempo que abre las puertas al descubrimiento de una nueva característica del hombre nuevo: sacar dinero de la dádiva que recibe, bien sea en forma de paquete maldito, de cartón de huevos o de automóvil chino.
Todos los días, una nueva noticia “estremece” (me encanta esa palabra, debe ser que, por andino, me atrae lo sísmico) las redes sociales (me perdonan la insistencia, pero sin periódicos que consultar, aquí no queda más que leer cada recuadrito “estremecedor” que un amigo sube a FACEBOOK). La última empezó ayer o anteayer  y amenaza con poner a su protagonista en el sillón de invitados de Ismael Cala, el ventrílocuo-gurú-siglo-XXI de los desvalidos exitosos que venden desodorantes en su ratico de fama. Hablo del periodista de ANTV que renunció a su empleo públicamente porque estaba harto de su sueldo.  Así, ni más ni menos, anuncian el video los titulares que lo acompañan en el maravilloso trasegar ubicuo de cuanta cosa permite ver (o difundir aunque no se vea) una noticia “estremecedora”: resulta que el jovencito periodista, después de trabajar por un rato en el canal de televisión de la Asamblea Nacional, se despertó un día con ganas de notoriedad y aprovechó su minuto en una pantalla que NADIE EN ESTE MUNDO sintoniza nunca, para decir que se iba “porque estaba harto de ganar 5.600 bolívares quincenales”. Por supuesto, no lo culpo. 5.600 bolívares quincenales no alcanzan ni para pagar la buseta. Es cierto. Pero, me pregunto desde que empecé a escuchar su prédica: ¿y si a ese chamo – con cara de recién graduado – le hubiesen pagado 100 mil bolívares mensuales, el habría repetido feliz las mentiras que día a día se cuentan desde el canal de televisión de la Asamblea Nacional? Es más, ¿sí a ese periodista recién graduado le hubiesen pagado 100 mil bolívares mensuales, el habría sido el feliz anunciador de los desmanes con los que,  desde la Asamblea Nacional de Venezuela, se pretende enceguecer el diario vivir de los venezolanos, dejándolos sin otra información que la que se improvisa e inventa en las redes sociales, debido a que no hay prensa libre? Me he respondido con estupor que Si. Que el problema, estúpido, es el dinero. Punto.
No en balde corre desde hace décadas el mito urbano, atribuido a Jacinto Benavente, según el cual, el célebre intelectual español, encontrándose en una reunión con lo más granado y florido de la inteligencia de su tiempo, empezó a preguntar, hombre por hombre, si mediante el pago de una cantidad cada vez mas atractiva de pesetas de entonces, alguno de ellos estaría dispuesto a acostarse con otro hombre. Uno de los interrogados, en tiempos en los que la homosexualidad era un crimen de estado, recibió la pregunta acompañada de una- hipotética - cifra escandalosa de dinero y respondió que sí, que por esa cantidad lo haría. Benavente, entonces, se dirigió a los presentes y anunció a voz en cuello, la que puede que sea su más famosa ocurrencia:
-          Os fijáis señores, ya aquí tenemos la marica, solo hace falta el capital

domingo, 15 de noviembre de 2015

Yo rezo también...

En el año 2001 yo llevaba una poblada barba,  todavía oscura, que  junto a lo que en ese tiempo era una cabellera abundante  (identificada en mi pasaporte como de color castaño) me hacían parecer - rasgos engañadores que uno tiene - algunas veces,  un árabe que ni Mustafá y algunas otras, un judío recién salido del New York Fashion District. De esa facha tengo muchas anécdotas, en su mayoría muy divertidas; como el día que me persiguieron en NY un par de ortodoxos para "ponerme los Tefilines" y tuve que desprenderme de ellos en verdadero ataque de grosería; o las miradas de asombro de casi todo el mundo, cuando revelaba mis verdaderos orígenes, suramericanos hasta la decima generación ascendente. Ya sabemos que "los gringos son así" les encanta un estereotipo, una etiqueta y esas monsergas variadas. Lo comprobé en el aciago despertar del 11 de septiembre. Vivía en Houston, una prima a la que adoro estaba en New York y Daniel, el compañero irrepetible, en Afganistán o por ahí cerca. El país estaba sumido en una tristeza infinita, explicada millones de veces a lo largo de estos años en los que han surgido una inenarrable cantidad de teorías justificando, en sucesión de disparates, lo que pasó a la humanidad ese día en que fuimos  menos humanos que de costumbre. Yo estaba muy aturdido. Angustiado por la suerte de quienes debían estar a mi lado, y no estaban, y preocupado - cada minuto más - por la suerte que correríamos todos,  sobre todo después de haber visto como George Bush había logrado ponerse a la altura de las circunstancias y lanzar un discurso notable en el Memorial Service de la Catedral de Washington con el que abrió las compuertas de la tercera guerra mundial. Iba a trabajar sin saber a lo que me exponía al salir de casa y dejaba morir las horas restantes embrutecido, en silencio, frente al televisor, para volver a ver, una y mil veces, imágenes del horror.
El primer domingo posterior a los ataques, decidí salir a almorzar, solo, en plan "airearme un poco”. Escogí un restaurantico muy rico al  que acostumbraba ir, llamado Epicure que quedaba en uno de mis barrios favoritos de Houston, dentro de un antiguo centro comercial muy grato. Hacía calor - como siempre - y vestí, a pesar de la fecha, una camisa de lino blanco muy suelta que bien parecía una chilaba. No era consciente de mi apariencia mas allá del par de veces que me había mirado al espejo antes de salir para constatar que todo estaba en su lugar. Llegué al restaurant, saludé al dueño con amabilidad, pero sin darle tiempo a que me hiciera conversación porque no quería más una lluvia de lamentos. Cerca de mi estaban sentadas dos mujeres, tomando una botella de vino tinto y desgranando detalles de lo ocurrido menos de una semana antes. De pronto noté que hablaban de mí. No lograba escuchar lo que decían, pero era obvio que hacían comentarios acerca de mí. Iba por la mitad de mi comida cuando percibí que el humor de las dos señoras empezaba a enrarecerse, poblando el restaurant del ambiente triste y como de rabia contenida con que se estaban viviendo esos días. De pronto, una de las señoras llenó su copa con lo que parecía ser el último trago de la botella, se levantó de su asiento, caminó resuelta hasta mi mesa, se detuvo frente a mí y, arrojando la copa sobre mi cara y cuerpo, soltó llena de ira lo siguiente:
 - You...fucking arab go back to your fucking country....bastard... (Tú...árabe de porquería, regrésate a tu maldito país, bastardo)
Estupefacto, intente aclararle que yo no era árabe. El dueño del local acudió rápidamente a mi lado para tratar de aclararles quien era yo. Un cliente conocido mío intento mediar a mi favor, sin ningún éxito. La señora estaba fuera de sí, repitiendo sin parar, la línea anterior. La palabra que más alcanzaba escuchar era "arabic" o "arab"....y luego go back to your country. El ataque no se alargó por más de un par de minutos que a mí me parecieron eternos. Con un gesto de mis manos pedí a mis defensores que se callaran. Puse un billete sobre la mesa y salí del restaurante, pasando con la cabeza baja por delante de la mesa en que las dos mujeres terminaban con satisfacción su botella de vino. Llegué a mi auto, lo encendí y puse camino a mi casa. Unas cuadras más adelante empecé a llorar el dolor acumulado durante toda la semana del espanto terrorista. Lloré mucho rato. Lloré en el camino, seguí llorando al llegar a casa y estuve llorando sin parar hasta que finalmente me quedé dormido. Cuando desperté un par de horas más tarde, me di cuenta que había llorado más, por las dos mujeres que me habían atacado, que por las mas de tres mil víctimas de las Torres Gemelas.
¿Qué me pasó? Entendí el porqué de una guerra que será muy difícil de ganar, si es que alguna vez se termina. Los occidentales, aunque tengamos todo el derecho de este mundo a  existir con nuestros valores así sea a sangre y fuego, estamos enfrentados a una civilización que no conocemos. Occidente, un espacio que – más que geográfico – debe ser político, contar con una democracia que garantice libertad de poderes, derechos humanos y sujeción a la  norma democrática, está enfrentado a un mundo que en general no contribuye a ser entendido y por tanto, no facilita la construcción de una gramática en la cual todos podamos convivir en orden.
En nuestra obstinada carrera hacia la venganza de nuestros muertos, hemos optado por revolver, en un solo licuado, una raza compuesta por musulmanes, árabes, sirios, persas, suníes, ibadíes, maronitas, ismaelitas, drusos, coptos e incluso católicos, entre los que una minoría son yihadistas. No estamos hablando de gente que es árabe / musulmán y más nada. Aun así, nosotros, los de a pie,  en nuestra rabia - comprensible y justa - hemos decidido emprenderla contra los árabes. Incluso en este rincón del mundo, donde ya no hay mujeres altivas ni vino tinto que derramar sobre quienes nos parecen objeto de nuestra xenofobia facial.
Quizás hayan razones, cada nuevo atentado terrorista, anoche en Paris por ejemplo, el hombre deja de ser un poco más humano. No solo porque mata con el pretexto de invocar el nombre de un Dios que, en realidad, es la esperanza después de la muerte, sino porque nos convertimos de inmediato en verdugos de nuestra ignorancia yendo en contra de un error doblemente  cometido. El nuestro, al trocar esta horrible tragedia en una  competencia absurda de muertos de primera o segunda categoría y el de ellos al cumplir sus amenazas largamente vociferadas.
Lo lamento. Yo sé lo que siente un árabe – musulmán o no -  cuando es ofendido por su cara de árabe. Se lo que significa ser víctima por equivocación. He estado cerca del terrorismo y sé lo que causa. Yo rezo por Paris. Yo tengo miedo. Yo no quiero perder una persona más por estar en el sitio equivocado a la hora equivocada. Yo no quiero perder la Torre Eiffel, ni el Big Ben, yo no quiero que exista una hora equivocada o un sitio equivocado, ni en Paris, ni en Caracas, ni en Alepo, ni en Laos.
Yo rezo por Paris, y rezo también por Venezuela, y rezo también por el mundo árabe desconocido; ninguno de los tres vale anteponer un pero. La humanidad tendría que acabar por causas naturales. El odio no es una de ellas.

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