sábado, 31 de diciembre de 2011

FELIZ 2012!!!

Voy a comenzar por pedir disculpas y por disculparme. Ha habido días en que pensé que ya no podía con el fardo. En que me vi dejando la toalla en el esquinero de todas las penas, y caminando de espaldas a lo que me exigía la vida. Ha habido días en que sentí innecesario seguir en lo que fuera que había empezado. Estoy seguro que una persona, o dos, se preocuparon por eso y no es justo. No andamos como para crearle preocupaciones a nadie y me parece que lo hice. Voy a comenzar entonces por pedir sea disculpado mi mal talante. No se si podré cambiarlo, pero en espíritu de nochevieja voy a proponérmelo.
Continuaré por el agradecimiento. Recibí lecciones de vida invalorables; se plantaron frente a mí, adolescentes en camisas beige para pedirme que, mejor, dibujara un clóset y me perdiera en Narnia y, cuando estaba justo en el momento de hacerles caso, me rescataron con una sonrisa que vale oro, porque anda escasa de razones. Se plantaron frente a mí, mayores que decidieron darme la posibilidad de equivocarme y enmendar capotes. Se plantaron frente a mi, hermanos, de los de sangre y de los otros, para anunciarme la buena nueva de la solidaridad. Se plantaron frente a mi, mundos que escondían sus paisajes para que yo pudiera desmenuzarlos, en una emoción inconsciente que se baila y se guarda en un rincón especial de alguna parte del alma. Se plantó frente a mi el amor para decirme que no es como yo lo creo, sino como es y punto. En fin, que se plantó frente a mí la vida, empeñada en agradarme cuando lloraba y adularme cuando sonreía. Tengo, entonces, que agradecer y agradecer. Es una de las pocas buenas costumbres que me quedan.
Terminaré por expresar deseos. No es fácil. Me gustaría abrir la ventana del balcón y saber que allá afuera, EL AÑO ha llegado para todos. Me gustaría saber que hubo buenas noticias, que entendimos al otro, que recibimos una pequeña alegría que no andábamos buscando. Me gustaría (como acaba de decirme una amiga muy querida) que si llegamos a necesitar inyecciones, estas sean de botox. Me gustaría que demos espacio a la frivolidad, que nos riamos de la Duquesa de Alba, que nos sentemos a ver pasar la tarde, sin más propósito que ver pasar la tarde. Que la Sierra Nevada siga hermosa y sea un ancla. Que podamos entender, por ejemplo, el tráfico que nos agobia e incluso hacer algo por mejorarlo y que comprendamos, en toda su dimensión, el tamaño del compromiso histórico que trae el año que está por llegar: está bien y lo estará, que decidamos, todos juntos, no hacer cambios que sean demasiado drásticos. Lo que no está bien, lo que no puede estar bien para nadie, es que sigamos viviendo como lo hemos hecho hasta ahora. Es hora de frenar los burros y darnos una mirada por dentro. Es hora de ponerle fuerza y ánimo a lo que sea que queremos lograr. Es hora de estudiar, es hora de rescatar dignidades, es hora de trabajar duro, es hora de levantarse temprano y con ganas. Es hora de cerrar las manos y parar de recibir limosnas. Es hora de construir una vida de la que nuestros hijos y nietos se sientan orgullosos.
Nunca un colectivo tuvo una obligación individual tan importante: 2012 es el año en el que nos corresponde, a cada uno de nosotros, hacer el esfuerzo enorme de rescatar nuestra propia vida, bañarla de decencia y vivirla con echonerías y coraje. 2012 es el año en que tendremos que aprender a vivir mirando a los lados para descubrir que, el otro, no entraña peligros sino necesidades que podemos atender. 2012 es el año en que se pondrá a prueba todo lo que nosotros creemos que somos y que a fuerza de decirlo, puede ser verdad. Que venga, entonces, cargado de miel en cada bocado y de albricias en cada amanecer.
FELIZ 2012 A TODOS USTEDES, y millones de gracias por haber venido hasta aquí.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Dificil elección

Anoche escuché con atención a Diego Arría en un programa de televisión que, a juzgar por el furor twittero, tuvo una alta sintonía. Hace un par de meses, tuve la oportunidad de estar en una conversación pública con él y, muy seguido, me he encontrado oyéndolo, viéndolo o sabiendo de su campaña por diferentes y muy casuales vías.
El resultado de esa especie de torbellino informativo es, al día de hoy, una duda enorme y una gran confusión. Cosas, que dicho sea de paso, no son ni malas ni buenas, sino todo lo contrario y coinciden con el espíritu mismo de las elecciones primarias de la Unidad Democrática.
A ver, yo estaba absolutamente decidido a darle mi voto, en las primarias, a Henrique Capriles Radonsky. Me parece un tipo eficiente, trabajador, honesto y dispuesto a poner su mejor esfuerzo al servicio de todos: los excluidos, los incluidos y los que eso no les preocupa mucho. De él echo en falta una mejor preparación académica y un discurso político de mayor nivel, así como esa cierta propensión suya a ser el gallito de pelea de nuestra democracia. Pero, me gusta. Lo veo como buen contendor, lo veo como presidente. Antes, lo veía como única opción. Ahora, se me cruzó Diego Arría y estoy completamente indeciso.
¿Por qué? Muy sencillo: Arría ha presentado una propuesta clarísima de transición que básicamente coincide con lo que yo creo que debe ser, y además parece tenerla más diseñada y pensada que todos los demás. Arría promete ser el Gerente de un proceso que todos sabemos será inmensamente difícil y lo mejor es que su promesa incluye hilvanar el asunto y retirarse elegantemente para permitirle a otro demócrata terminar de coger las bastas. Eso realmente seduce. Saber de antemano que el aspirante, cualquiera que sea, no anda con ganas de instalarse en La Casona a envejecer y maltratarnos, es una ventaja a la que pocos podemos resistirnos. Pero, además también promete enfrentar la impunidad, rescatar negociaciones que serán indispensables, cobrarse algunas facturitas en nombre de todos y plantarle cara al desorden revisando hasta el más pequeño papel que caiga en la estampida. Nadie, sino él, sabe como va a hacerlo y la tarea, titánica, se nos antoja imposible; pero al menos, el suyo es un plan de gobierno, concreto y bien contado que ningún otro candidato ha presentado.
Eso fue lo que me dio por pensar anoche después de su aparición en TV. Y eso es lo que quiero decir; no estoy mandando a nadie a votar por Diego Arría, pues todavía no logro sacarme de la cabeza su pasado adeco y sus veleidades de playboy de vida pública y no se si yo seré capaz de darle mi voto en el momento final. Lo que si estoy, es defendiendo su propuesta y por lo tanto, confesando mi miedo a que no le votemos y terminemos perdiéndonos de un gerente con las cosas claras. Aun conservo un espacio para creer que Capriles puede hacerlo muy bien, también; pero, siento que las distancias se están cortando.
Es una decisión muy difícil y a ella, vamos a tener que enfrentarnos. Quería simplemente recordarle a todos, que de nuestra decisión depende el futuro; así que vamos a escucharlos atentamente y pensarlo muy bien. Puede que por una vez hagamos las cosas bien hechas. Ojala.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Prioridades educativas

El pasado 14 de Diciembre, todas las escuelas y liceos de educación media de Mérida fuimos convocados a una reunión a la que era obligatorio que asistieran los delegados de los gobiernos estudiantiles de las instituciones (que ahora se llaman voceros, como para quitarles poder) y sus profesores guías. Tuve la suerte de estar en esa última clasificación, ya que por el afortunado embarque de mis voceros, me toco asistir solo al tal encuentro, organizado por una cosa que llaman Organización Bolivariana Estudiantil.
Aunque reconozco que tengo la irremediable costumbre de descalificar todo lo que lleva el mote de Bolivariano, por simple ejercicio de experiencia; esta vez, más por curiosidad que por optimismo, iba decidido a escuchar y tratar de poner mis sentidos en consonancia con cualquier cosa que de ese encuentro resultara, para el bien de los estudiantes. Lo juro, dejé el sectarismo aparcado y entré al Auditorio del Liceo Libertador dispuesto a creerme aunque fuera una sola cosa.
Pues bien, gracias a Dios, en ese lugar no llegaban a estar ni 50 personas, pues la andanada que nos tocó escuchar y aplaudir (yo no lo hice, pero fui el único) no la paga ni 15 sueldos del año, depositados de una sola vez.
El acto, si puede llamarse de esa forma, comenzó con un explicativo video: estábamos allí para unirnos a las fuerzas revolucionarias que desde los liceos de Mérida, llevará al comandante, nuevamente, a la cumbre del poder. Durante 25 minutos, un documental de muy mala factura, recreaba una vez y otra, los escasos encuentros del líder con muchachos liceístas y ponía (para mi desconsuelo) todo tipo de consignas antiimperialistas y pro revolucionarias, en boca de niños que no han llegado a cumplir 12 años. Que no votan.
Terminado el video, una profesora tomó la palabra para leer un par de memoranda remitidos por la Ministra del Poder Popular para la Educación y por la Directora de la Zona Educativa local, en la que recordaban muy claramente, la obligación de: elegir sin más demora, los voceros del gobierno estudiantil en aquellos planteles donde eso no hubiera sucedido ya y dedicarlos a la tarea, impostergable, de pintar murales alusivos a “la gran gesta electoral que viviremos en Octubre de 2007”.
Si tales documentos no hubiesen bastado para aclarar, sin atisbo de duda, el propósito de la reunión, la profesora en cuestión procedió a presentar a un jovencito. Un muchacho que no tendrá ni 25 años y que según el currículo leído, es el que se ocupa en el PSUV, de los asuntos relativos a la educación media.
No quiero dejar de decirlo porque necesito tenerlo escrito en alguna parte para evitar una trampa de la desmemoria: lo que sucedió a continuación, es probablemente una razón suficiente para meter preso al fulano ese y cobrarle, con prisión, el daño irreparable que hace a nuestros estudiantes. Nunca, ni en la más rocambolesca escena de campaña electoral comunista, este servidor había tenido que escuchar una perorata adoctrinadora de peor calidad y más siniestro propósito, que aquella que se lanzó el joven representante del Partido de gobierno, frente a los alumnos y profesores que estábamos allí sentados.
Aguanté por espacio de 45 minutos, antes de retirarme cansado de escucharlo. Pero, esos 45 minutos primeros de la intervención del prócer comunista, bastaron para clavar en mi mente una preocupación adicional que dos semanas mas tarde, sigue idéntica. Lo ejemplifico citando una de sus geniales ocurrencias. Hablando de la importancia que tiene “formarse” como ciudadano, el “orador” se atrevió a lanzar esta afirmación:
“De que nos sirve leer Don Quijote de La Mancha, si nuestros alumnos no han podido antes estudiar, a conciencia, las numerosas películas que sobre ética socialista ha producido el estado venezolano”
Esa perla, inolvidable en su ofensa, fue la que dio pie a la presentación vía Power Point de las prioridades fundamentales que el Ministerio del Poder Popular para la Educación ha marcado para el año 2012. Son dos:
1.- Fortalecer el Poder Popular Estudiantil en la educación media.
2.- Legitimar la formación del Polo Patriótico Estudiantil en la educación media.
Ambas, por supuesto, con el objetivo claro y explicito de llevar al Sabanetero a un triunfo electoral sin precedentes.
Me levanté y salí del auditorio. La mayoría de los alumnos de Educación Media en las escuelas publicas de Mérida ni tienen con que comer, ni reciben el prometido Programa de Alimentación Escolar. La mayoría de los alumnos de Educación Media en las escuelas públicas de Mérida no tienen acceso a computadoras para realizar trabajos de investigación. La mayoría de los alumnos de Educación Media en las escuelas públicas de Mérida atraviesan verdaderos campos minados para poder llegar a clases. El índice de violencia domestica, de deserción escolar por razones económicas, y de embarazos adolescentes, por no mencionar sino tres cositas, ha aumentado entre la población estudiantil de nuestros liceos de manera alarmante; pero, en la mente de la ministra y de sus secuaces, sólo figura la perpetuidad en el poder del Comandante Sabanetero, porque la de ellos, no la garantiza sino el humor del jefe.
Ese es el panorama que ofrece el bachillerato que cursan nuestros hijos. Ese es el plan educativo para el año 2012. Ese es el país que estamos construyendo. A mi me perdonan, puede que suene anecdótico y puede que sea largo y fastidioso, pero no voy a dedicarme, por ahora, a hacer ningún análisis. Me basta con saber que mientras pueda evitarlo, en mi escuela no se pintará un mural, ni se recibirá adoctrinamiento electoral de ningún Polo Patriótico o partido político alguno, porque lo considero un crimen. Las opciones de decisión de un adolescente, si estuvieran permeadas por algo, sólo pueden estarlo por la libertad de elegir. Si uno de mis alumnos quiere dar su primer voto al proceso, quiero que lo haga a plenitud de conciencia, y si quiere darlo a la oposición, también espero lo mismo.
No seré yo el que salga a vestirlos de rojo ni a ayudarlos a construir un ídolo. La vida me ha enseñado que los ídolos que así se construyen, ya no tienen pies de barro, los tienen de arena, y eso, no es lo que yo quiero para mis estudiantes. Nunca.

sábado, 24 de diciembre de 2011

FELIZ NAVIDAD!!!!

Lo bueno que tiene la vida, entre muchas cosas, es que año tras año, queramos o no, se cumplen con exactitud tradiciones que de muchas maneras nos regalan sentido de pertenencia. Nos hermanan con un colectivo que a veces cuesta reconocer como propio y nos brinda cierta esperanza, muy fundada en principios religiosos que para muchos son odiosos, pero necesaria en tiempos de vidas revueltas.
Una de esas tradiciones, quizás la mas universal, es la Navidad. Fiesta a la que cada año queremos darle un sentido más espiritual sin lograrlo y que existe casi para todos, se celebra en casi todo el mundo y está llena de significados profundamente valiosos para casi todas las personas. Eso la hace gigante. Eso la hace uno de los periodos más particulares del año y, sea porque nos encante o nos deje indiferentes, pone a muchísimas personas de estreno.
Que no sea entonces yo, el que se quede, un 24 de Diciembre, como si nada estuviera sucediendo. Sobre todo porque, desaparecidas muchas de las razones por las que la Navidad significaba algo grande en mi vida, logro aferrarme a algo extraordinario de esta fecha celebratoria del nacimiento y la luz: los buenos deseos y el agradecimiento.
Tengo mucho que agradecer. La vida ha sido magnánima conmigo. He disfrutado el amor, he vivido la amistad, he conocido mundos que creía imposibles y he recibido la bendición extra de contar con una familia que define, exactamente, cualquier motivo que uno tiene para querer a su familia; eso sin mencionar, (que lo menciono feliz) que en el camino me encontré con otra familia tan mía como la mía, que me cobija y me calienta el alma cuando las cosas se ponen feas.
De modo que todo lo que me queda es llenarlos de buenos deseos. A usted que hace el favor de leerme y aguanta mis chaparrones o disfruta mis ocurrencias. A los demás, que aun sin leerme, saben estar donde uno quiere encontrarlos. A mis amigos, a los que están cerca y a los que no tanto. Y suene como suene, a cada venezolano: es que me da por pensar que en pocos días es “EL AÑO” y tenemos que prepararnos para entromparlo. Que sea leve, pues. Que venga la Navidad cargada de entendimiento, que venga la Navidad cargada de valentía, que venga la Navidad cargada de coraje. Que traiga su poquito de rabia, su poquito de ganas y su poquito de alegrías.
Que venga la Navidad y sea señal de nacimiento. Que celebremos al lado del vecino, al lado del que nos toque, y que podamos, en el momento en que nazca el Niño Jesús, poner el trago al lado, besar su santa imagen y pedir por todos y para todos, un montón grande de PAZ.
FELIZ NAVIDAD 2011!!!

viernes, 23 de diciembre de 2011

Mi Tía Aída y los cantos de Navidad

Mi Tía Aída era una santa mujer. Recta, inflexible, dueña de una fe inquebrantable, era la disciplina y la solidaridad a prueba de ataques nucleares. Mi Tía Aída tosía y miraba por el rabo del ojo, y yo, desde la imprudente zalamería de los doce años, amaba los domingos en su casa de La Ramos de Lora y los almuerzos que se prolongaban en conversaciones que mi madre se ocupaba de hacer divertidas a punta de payasadas.
Mi Tía Aída tenía ideas muy particulares sobre la educación de los hijos, y eso incluía la mayoría de las veces, sus cinco muchachos y una prole larga de sobrinos que sentían por ella una mezcla perfecta de reverencia y amor. Mi Tía Aída cantaba. Con una voz bien educada de contralto, formaba junto a mi madre y la buenaza de Doña Esperanza, un trío de lo más conspicuo, que amenizaba misas en todas las iglesias de Mérida. Privilegiaban las bodas. En el órgano, Don Pedro Rangel dirigía las voces perfectamente acopladas de tres señoras piadosas, que exhibían un repertorio de cánticos religiosos digno de San Pedro y la Capilla Sixtina. Mi mamá, soprano exquisita, coronaba esas ceremonias arrancando lagrimas a los novios con su interpretación de un Ave Maria de Shubert, que había sido especialmente adaptada para su voz y su manía de cantarla de espaldas al público para calmar los nervios.
Pero no solo cantaba en la iglesia; en realidad, Tía Aída, cantaba o tarareaba canciones a toda hora y en cualquier lugar. Canciones tristonas debo decirlo; viejos boleros o tangos puestos de moda por Libertad Lamarque y alguna vez, alguna canción de navidad fuera de tiempo. Cantaba, decía mi mamá, para no darle espacio al dolor que siempre la acompañó después que las aguas del Río Caroní se tragaron al único hombre que amó. Tal vez esa costumbre de cantar a destiempo y sin permiso, sea la razón por la que decidió un día, procurar para los muchachos algún tipo de educación musical. Lo dicho, ella tenia ideas particulares sobre la educación de los hijos, que incluían convertir su casa en una extensión de la escuela, con pizarrones, tizas y pentagramas adecuados para hijos que habían heredado su talento musical y sobrinos a quienes la escala de solfeo no les entraba ni con palmeta. Yo, entre ellos.
No hay manera. Yo nací con un zapato en cada oído. A pesar de la voz extraordinaria de mi madre y lo mucho que me le parezco, en materia musical soy un desastre de desafinaciones y escaso talento. Sólo que tardé algunos años en admitirlo y algunos más en aprender a entender la vergüenza de mi voz que es, por toda definición, poca, pero desagradable. Era mi mamá la que suplicaba un poco de coherencia melódica cuando me atrevía a probar suerte en el tema y fue Tía Aída la que resolvió, en apego a sus particulares ideas sobre la educación de los hijos, convencerme de explorar algún otro talento oculto.
Sucedió mientras preparábamos un concierto de navidad en la escuela donde cursaba 6to grado. Tía Aída, con exactitud de general, dirigía el coro, formado en su totalidad por niños que cantaban tan bonito como se lo permitía su edad. A la cabeza, mi primo Edgardo desgranaba tonos y melodías con envidiable naturalidad y los demás hacían lo mejor que podían para que, Noche de Paz, no sonara a nada distinto a Paz y Estrella de Belén. Hasta que yo abría la boca. Creo que incluso los ángeles buenos, se escondían de pena. Yo, sin embargo, insistía en pegar lecos tras la carpeta negra, para desconsuelo de la Tía que buscaba formulas para salvar su coro y proteger mi auto estima. Debe haber sido alguna epifanía nocturna; un día, antes de empezar uno de los últimos ensayos, me llamó aparte. Con su tono dulce que no admitía réplicas, me propuso una solución salvadora: yo seguía en el coro, participaba en el concierto, pero tenía prohibido cantar. Es decir, cantar de verdad, verdad. Tía Aída, me ordenó mover los labios sin pronunciar sonido alguno. También me situó en una esquina, en lo más alto de la tarima, tal vez para poder vigilarme por el rabo del ojo, y asegurarse de que yo no sería capaz de desatender sus órdenes.
Llegado el día del Concierto de Navidad, hechos un manojo de nervios, el grupo de adolescentes tomó sus lugares en la tarima, mientras mi madre al borde de un colapso nervioso, veía como mi insistencia de participar en cuanto acto cultural se inventara, estaba a punto de llenarme de oprobios hasta el fin de mis días.
No pasó nada. Nadie me abucheó. Yo no canté, pero eso sólo lo sabíamos mi Tía Aída y yo. Para todos los demás, mis labios moviéndose en perfecta sincronía con el resto del coro, hicieron posible que la Estrella de Belén brillara para todos en esa noche memorable de Navidad.
Claro que en secreto odié para siempre la voz maravillosa de mi primo Edgardo, pero entendí que, en efecto, la música no era lo mío. Me convertí en muchas cosas más y terminé como teatrero, siempre tras bambalinas. En secreto, mil veces, he soñado que 50 mil personas aplauden de pie mi interpretación de Noche De Paz, en el momento en que Libertad Lamarque me entrega un Grammy. Sólo que Tía Aída nunca supo de eso. Murió sin contarle a nadie que me había obligado a “doblar” un concierto de Navidad, y sin saber que, por eso, respeto extraordinariamente la música, aunque no tenga idea de arpegios ni semi-corcheas.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Sin Fe ni Alegrías....

Fue el regalo que nos agarró por sorpresa y nos amargó la navidad: Todo el personal de Fe y Alegría, no recibió el aguinaldo que la ley contempla. Sencillamente no hubo dinero en el alto gobierno para honrar ese compromiso. Nada, que nos dejaron con los crespos hechos.
En medio de una navidad que vino escasa para la mayoría de los empleados públicos, (en Mérida, que se sepa, casi a nadie le pagaron sus beneficios tal como corresponde) lo sucedido con las escuelas que dependen de la Asociación Venezolana de Educación Católica, acepta varias interpretaciones, sobre todo en el capítulo que tal desaguisado le asigna a las escuelas de Fe y Alegría en todo el país.
Hace unos dos o tres meses, algunas de nuestras escuelas, empezaron a recibir molestas e intrascendentes sanciones. Multas por cualquier desazón burocrática, regaños por el incumplimiento de cualquier norma secundaria, supervisiones excesivas y cositas que no se sienten sino cuando se van sumando. Pendientes del aumento salarial que decretó el presidente y que nunca se recibió por estos lares, los empleados de Fe y Alegría, arriaron voluntades para llegar a fin de año con buen talante y objetivos cumplidos. Entonces, el todopoderoso gobierno premió ese esfuerzo esquilmando los aguinaldos, un beneficio laboral que pertenece a todos, pues entre otras cosas, está amparado en montones de ofertas y promesas gubernamentales.
No es, o no puede ser visto, como una casualidad. La Asociación Venezolana de Educación Católica es posiblemente el más grande conglomerado de instituciones educativas después del ministerio de Educación. Su joya en la corona es Fe y Alegría: un movimiento de educación popular, “construido donde termina el asfalto” cuyos resultados, hasta la fecha, son inmensamente conocidos y muy concretos. Se trata de esfuerzos insostenibles por otra fuente de ingresos que no sea el subsidio gubernamental y a eso fue lo que se apostó cuando todas las escuelas del proyecto pasaron a ser financiadas por el convenio AVEC. Hoy día, entonces, agredir al proyecto de educación popular más exitoso del país, solo requiere agredir a la AVEC. Es una manera clarísima de ir desinflando lo que hasta hace poco volaba con alas propias. Y es, además, una estrategia perfecta para hacerse, fraudulentamente, de espacios en los que la educación media pueda finalmente ser penetrada por el avasallamiento ideológico.
Es el objetivo más claro de los planes que para educación media ha diseñado el gobierno: Intervenir las conciencias de los estudiantes de bachillerato, mediante la consolidación de cosas como Consejos Populares Estudiantiles o el aun más perverso Polo Patriótico de la Educación Media. Ese planteamiento, explicado con lujo de detalles en una reunión a la que asistí y que merece su historia particular, es exactamente la formula que le falta a la ecuación que intentamos resolver en Fe y Alegria: Sumados los factores, estará muy alterado el producto.
No para los alumnos. Los estudiantes sencillamente verán como sus escuelas cambian de manos, tendrán que acostumbrarse a nuevas caras y posiblemente se enteren de algún cambio en el contenido programático. Ningún alumno de Fe y Alegría, de los actuales, se perderá más clases de las que ya pierde por órdenes de arriba. Esos alumnos, sin embargo, tendrán que aceptar un cambio de paradigma, un deterioro importante en la calidad de lo que les enseñan y como se lo enseñan. Esos alumnos pasaran de vivir la libertad de aprender a vivir la condena de ser adoctrinados.
Lo que suceda con el resto de afectados, no tiene la menor importancia para quien debería ocuparse de la seguridad de la familia venezolana: seguramente los que puedan, ingresaran a la plantilla del Ministerio de Educación, les pondrán su camiseta roja, les dictaran sus cursos de comunismo y asunto arreglado. Algunos otros conseguirán alguna cosa que vender de puerta en puerta o “se inventarán un negocito”. Los más osados abandonarán el barco.
Fe y Alegría, un proyecto educativo sin paralelo, que fue creado por la mente visionaria de un sacerdote que creía en la posibilidad de hacer realidad un montón de sueños, como ha sucedido con mil otras cosas, cambiará de nombre, cambiará de estilo, cambiará de casa y nunca mas será lo mismo. Algunas personas nos quedaremos sin trabajo y recordaremos los días de la escuela con la nostalgia que empieza a llenar, poco a poco, todos los espacios de lo que fue un país. En pocos meses, nadie recordará al Padre Velaz, ni al corazoncito rojo. Como ha sucedido con todo lo que el gobierno ha expoliado, la corta memoria del venezolano, se ocupará de sanar heridas rápidamente.
Da mucho miedo pensar que ese camino haya empezado a dibujarse en la navidad de 2011. Pero, produce terror absoluto constatar, que quienes deberíamos estar pensando en defender nuestra escuela con uñas y dientes, en realidad lo que estamos defendiendo son tres meses de aguinaldo.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Navidad en tiempos revueltos

Mi relación con la navidad y sus significados, es lo que mejor demuestra que, como la mayoría de las personas que conozco, yo no soy del todo “normal” y no me esfuerzo en serlo. Desde lo más básico de mis sentimientos, puedo decir que algunas cosas fundamentales de la navidad me gustan. Es más, me gustan tanto que donde quiera que estoy trato de procurármelas. Por ejemplo, no entiendo Diciembre sin hallacas. Punto. No acepto discusión alguna sobre el tema, uno come hallacas en esta época al menos tres veces a la semana; es así y así se queda. Me gusta también el nacimiento. Creo que es un resabio de mis épocas más católicas y una especie de homenaje a mi abuela, de cuyos pesebres aun tengo memoria y a mi mamá, que exigía nacimiento en casa los primeros días de Diciembre, pero se esmeraba poco en hacerlo. A partir de allí, pocas cosas navideñas me conmueven. Me alegra que, al menos, existan dos tradiciones que reconozco válidas; siento que con eso me ubico a tres cuartos de camino entre los que odian la navidad (tuve un hermano entre esos) y los que la adoran (tengo una hermana entre esos).
Listo, resuelto el tema sin reflexiones demasiado rebuscadas, necesito auto-aguarme la fiesta: no estamos para celebraciones demasiado rimbombantes. Si acaso, la carita bien lavada y afeitada y alguna ropa decente para no perder la costumbre. Si algo podemos decir de nuestras últimas navidades es que cada año llegan con mas carga. Cada año cuesta mas convertirse en luz de bengala y bailarse una gaita.
Hasta ahora, han sido los días más calamitosos del año y por lo que vamos viendo, la cosa se pone color de hormiga con el paso de los minutos: despenalizado el delito de robar tierras, premiado el embarazo adolescente en dinero contante y sonante, aumentado el número de víctimas de la violencia urbana, despojada la ULA de terrenos donde se levantarían edificios fundamentales para su crecimiento y violentada, una vez más, la digna aplicación de justicia, Venezuela se encamina (como hace cada navidad un poco más) al precipicio electoral. Parece que al sabanetero, la navidad lo llena de terribles fantasmas y la aprovecha para recordarnos que mejor vamos acabando con eso lentamente.
Tal vez lo que sucede es que realmente, “se largó la partida” y la campaña electoral, que todos suponíamos prevista para un poco más allá de enero (la formal, la otra tiene 13 años) abrió su chorro de iniquidades. Es una pena; por dificil que pareciera, realmente todos teníamos un poco de ganas de tomarnos un Ponche. Uno de verdad, uno que parezca país, que suene a chin-chin y a Billo´s.
No se va a poder poder, por lo que estoy viendo. A menos que abramos los ojos y los balcones, y a pesar de los pesares, saquemos la botella comprada a Eliodoro González P, vistamos las mejores galas y mirándonos en la cara del vecino, brindemos por empezar mañana a construir el futuro, sin espacio para el ratón, ni para la duda.
A lo mejor salvamos la Navidad. Es decir, el nacimiento.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Allá afuera, la lluvia...

Tras el vidrio opaco de la ventana, la lluvia. Finísima, casi imperceptible. Un otoño que no nos pertenece llena los días de Mérida. Los hace pesados, tal vez porque no sabe como hacerlos bellos. Afuera lluvia y neblina, volátiles, efímeras. Adentro, el pesar inmenso de sentir como se rompen, poco a poco, los cómodos almohadones con que has ido llenando una geografía que reconocías tuya. Como se cae el invento que repetiste mil veces para que no doliera tanto el sin sentido. Como se hace irreparable la grieta que ha ido dibujándose, durante algunos segundos, todos los días, en las toscas oscuridades de las horas robadas. No sabes si importa. Parece que no. Lo que hasta hoy era, ya no es lo que parece. Se ha convertido en verdad y es una estafa; pero, ya no importa. Un instante fugaz, una rara epifanía, un inmenso temblor, te ha puesto frente a la roca que se desmorona. Has entendido que nada queda por hacer. Has entendido, en claridad, que todo se ha perdido irremediablemente. Has sentido temor de ti y tu profundo desconsuelo. Yendo de un lugar a otro, moviéndote para que nada te cause espanto. Parándote frente a un espejo para que la vida vuelva a ser la sonrisa comedida, el chiste ocurrente, la medida dosis de antipatía, el comentario afilado. El personaje que inventaste para salir a recibir aplausos aunque la función no haya terminado.
Algo se quebró. Sentiste el ruido de vidrios que rodaban por la acera sin posibilidad de rescate. Viste como algunos entraron con el agua de la lluvia, por el torrente indetenible de la alcantarilla. Roto, sin forma, sin posibilidad de rescatarlo, sin pedacito de nostalgia, ni poquito de pegamento. Roto. El remedio será sólo una posibilidad que se sueña. Algo se quebró, no buscarás las piezas que se han perdido; empezarás de nuevo a buscar olvidadas esquirlas que creías innecesarias.
Habrá que volver a construir alguna cosa que se parezca a una vida. Habrá que intentar juntar los pedacitos que salgan de una valija repleta de inutilidades y dolores. Nada más, salvo amores perdidos de tristeza y féretros grabados de llanto.
Puede que en algún lugar, un mínimo espacio acoja lo poco que queda de mí, no podría asegurarlo. Sólo sé que ya no hay externidades que me conmuevan.

El reino de la capucha

El procedimiento es siempre el mismo: faltando pocos días para el inicio de un periodo vacacional, (es decir, a cada rato, pues nuestra Universidad casi pasa el 50% del año en vacaciones) cuatro matoncitos de barrio se tiran para la calle, queman unos cauchos al frente de FACES, interrumpen el tráfico en una de las dos únicas avenidas importantes de Mérida y suben al núcleo de La Hechicera. Allí, queman otros cauchos, pegan cuatro griticos, intentan – a veces con éxito – quemar algún vehiculo que pase por la avenida y arman buen alboroto. Entre tanto, otra ala de la misma banda de delincuentes lanza algunas piedras en la Facultad de Medicina y más abajo, pasa lo mismo en Farmacia.
Listo. 12, o cuando mucho, 24 horas después, las clases se suspenden hasta después de finalizado el ciclo vacacional y las luchas encarnizadas, cuyo objetivo nadie sabe cual fue, se suspenden como por arte de magia.
No importa si la trifulca era en protesta por el asesinato vil y despiadado de 7 serpientes coralinas en las sierras de Uzbekistán o por la tala de 42 hectáreas de frailejón en el páramo de La Negra. Lo que realmente importa es que – por pura casualidad – estas revueltas, que paralizan la ciudad que vive dentro de una universidad, suceden SIEMPRE, a pocos días del inicio de las vacaciones y, siempre, logran una suspensión de clases que empieza a ser parte de las tradiciones perversas de la comunidad universitaria. Basta que una piedra estalle alguna ventana del recinto universitario, para que el Consejo Universitario olvide que ellos alguna vez fueron parte de eso que se llamó la Casa que vence las sombras y ordene la suspensión inmediata de actividades. Cada vez, por cierto, con mas perjuicio para el calendario académico, recortado cada año lectivo en mas del 27%.
Esa es la forma como los merideños, que dicho sea de paso, les encanta eso de los disturbios y las capuchas; construyen el país del futuro. Ese es el aporte que el movimiento estudiantil produce desde Mérida al futuro de la patria. Ese es el ejemplo que los merideños recibimos de nuestras máximas autoridades universitarias: Al primer gritico, a la primera piedra, cerremos la casa y que apague la luz el último que salga.
Cada dos meses, esta ciudad la entregamos un poco más a las capuchas y todos creen que es por salvaguardar nuestra seguridad. Nadie se da cuenta que es mucho más simple que eso: en el Consejo Universitario, también hay gente que quiere vacaciones. O que, sencillamente, no tiene cojones. Estoy convencido que el día que la Guardia Nacional detenga los disturbios y atrape a los “estudiantes” protagonistas, y un tribunal de justicia los ponga a temperar por varios años en una de nuestras cárceles, empezaran los tales disturbios a decaer. A pesar de mi mismo, cada vez más, pienso que a esos delincuentes que impunemente convierten esta ciudad en un caos, lo que les falta es ejército. Es posible que la ciudad entonces se incendie por los cuatro costados de verdad, verdad. Pero a lo mejor, ese sea el precio que tengamos que pagar por haber permitido, con nuestra cobardía, tanta vagabundería.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

De cara al futuro (I)

En una reciente reunión en la que participó un grupo importante de líderes del sector educativo, ligados básicamente a la escuela católica-privada, se analizó (quizás por quincuagésima vez) la situación de los venezolanos de cara al difícil y ya mítico año 2012. No hay duda para nadie, que el año a punto de comenzar, dividirá la historia en dos mitades clarísimas, al son de un antes y un después, no solo por el advenimiento de unas elecciones fundamentales para el futuro de un país que tiene de todo menos buenas esperanzas; sino, porque lo viviremos entregados a una campaña electoral que en sus primeras dentelladas, ha arrancado de cada lado tajos importantes.
Enfrentados a más incertidumbres de las que nos gustaría tener, los líderes del sector educación, o por lo menos, aquellos que manejan el nada despreciable sector de la educación católica, analizan entre ellos los posibles escenarios de cara al maremagnun y, sin ánimos de guarimba ni desestabilización, se devanan los sesos tratando de entender las opciones, no del todo gratas, con que contamos; para eso, echan mano de cuanto recurso está a la mano.
En días pasados le tocó a Oscar Schemel, director de Hinterlaces, exponer ante ese auditorio, los resultados de una investigación basada fundamentalmente en sondeos de opinión, efectuados en las últimas semanas, con la intención de medir algo más que la intención de voto, bastante veleidosa en estas tierras donde voto se cambia por lavadora; y escudriñar un poco más en realidades que, o conocemos, o intuimos; pero que nos hace bien desmenuzar. Puesto ante numerosos apuntes y testimonios de personas que acudieron a esa reunión (yo no estuve, ya dije que era para jerarcas), he decidido hacer un ejercicio que sirva para salvar de la desmemoria algunas de las reveladoras (y repetidas) verdades del estudio presentado por Schemel, en contraste con otras lecturas y con algo de las muchas cosas que me ha dado por considerar verdades irrefutables de un proceso social en el que todo puede refutarse en un pestañeo. Lo hago para intentar poner orden en mis ideas y para intentar comprender tanto disparate, y lo hago, principalmente, para intentar compararlo, si es posible, con lo que la realidad tenga que decirnos el próximo 07 de Octubre.
Veamos.
(Mi reflexión consta de 4 articulos más, publicados en orden en las páginas siguientes. Simplemente, continue leyendo hacia abajo, si le interesa leerlo en su totalidad. Gracias)

Así nos va (II)

Partimos de un hecho clarísimo: a falta de muchas cosas, cuya lista interminable pondría en evidencia el alto nivel de improvisación en que vivimos, la percepción general es que El Presidente y su equipo de gobierno, tienen un proyecto claro: ayudar al pueblo. Casi 13 años de prédica ha dado sus frutos; el pueblo, esa cosa imposible de definir que lo mismo está formada por pobres de solemnidad, como por prósperos buhoneros, cree realmente, que El Presidente de la República tiene la mejor de las intenciones respecto a propiciar políticas de inclusión social, de desarrollo económico, de mejoramiento de calidad de vida. En fin, de incorporación definitiva a los esquemas productivos de la sociedad en su acepción mas amplia, a aquellos sectores tradicionalmente apartados y/u olvidados.
Ese proyecto, mil veces explicado y concretado en soluciones populistas como las numerosas “misiones” es al mismo tiempo asidero y logro fundamental, de una amplia base de seguidores mayoritariamente ubicados en los estratos C, D y E del entramado social. Esos para quienes el gobierno trabaja mayoritariamente, en desmedro de sectores percibidos como de mayor prosperidad económica e irreductible tendencia opositora, percibidos como enemigos del gobierno y miembros de una clase política cuya fundamentación es imposible de hallar, pero que ataca y busca acabar para siempre con el proyecto más importante del gobierno actual, convirtiéndolos en enemigos de clase.
Normalmente dividido en 2 polos equidistantes, el país ha visto, no sin asombro, como la polarización de dos sectores tradicionalmente enfrentados “a muerte”, da paso a un tercer espacio, desorientado y desesperanzado ante la posibilidad de consecución de mejoras en su calidad de vida. Se trata de los llamados “ni-ni”, un aproximado 30% de la población que en los actuales momentos no está, ni con el gobierno, ni con la oposición, ni representa un movimiento autónomo organizado que ponga en peligro cualquiera de los otros dos; pero sin cuyos votos, a ninguna de las dos fracciones tradicionales les será fácil lograr una victoria electoral. Integrado mayoritariamente por jóvenes y adultos contemporáneos, pertenecientes a sectores A, B y C de la sociedad, opinan que aun cuando se ha perdido calidad de vida, no creen que recuperarla esté en manos de los nuevos lideres opositores, desconfían de los proyectos de la MUD y básicamente piensan que sin una propuesta de país, expresada con suficiente claridad, lo que persiguen es perpetuar los intereses personales y por lo tanto, “sacar a Chávez” para ponerse ellos en su lugar.
Son el grupo que no está convencido de votar, que posiblemente no participa en manifestaciones, ni marchas, ni actividades publicas de ningún tipo y que estaría dispuesto a irse del país en la primera oportunidad, con tal de asegurarse una vida mejor en cualquier lugar del mundo. Critican la inseguridad personal, el desempleo y la falta de oportunidades para los jóvenes, y ven con muy mala cara la permanente ayuda económica a otros países; pero no saben como intervenir para cambiar esa situación, no quieren hacerlo o no creen en el poder del voto, pues no creen en la transparencia y efectividad de las instituciones.

Una religión, una fe (III)

A esa terrible situación de profundo desamparo, se enfrenta un fenómeno que si bien ha sido mencionado y estudiado en varias oportunidades con mayor y mejor profundidad, es el aspecto más importante que debe tenerse en cuenta, a la hora de plantearse estrategias de cualquier tipo cuyo objetivo sea un cambio de dirección política en el país: Chávez no es un líder político. Es un líder religioso, cuya sustentación en el poder obedece exclusivamente a la fe que en sus proyectos poseen sus seguidores.
Al Presidente no se le exige cumplimiento en sus promesas porque, para empezar, quien incumple no es él, son aquellos en quien él delega la ejecución de sus obras. Como Dios, el Líder no tiene carnosidad a la que culpar. No necesita presentar cuentas, no requiere dar fe de sus actos (que son incontestables para sus seguidores) y no es visto como un Presidente, sino como un cercano amigo, un tipo que habla como uno, tiene los mismos problemas de uno y podría sentarse a comer en la mesa con uno. Uno de los nuestros. Esta percepción ha sido posiblemente el logro más importante de sus años de permanencia en el poder: Chávez ha vulgarizado la majestad del poder. Ha desarmado, tal vez para siempre, las instancias protocolarias propias de la investidura y se ha ocupado de parecer asequible y cercano. En su gobierno, las largas y elaboradas ceremonias “de estilo” han desaparecido y en su lugar todo encuentro, tradicionalmente protocolar, con otros gobernantes, o con miembros de su alto gobierno, se realiza en términos de chabacana cercanía “de amigos” en donde un presidente socarrón y ocurrente, rompe repetidas veces el inexistente protocolo, para pedir café o bromear sobre si mismo o algunos de sus colaboradores. Esa actitud, alabada por todos sus seguidores y criticada por sus opositores, exacerba una percepción de cercanía, de amistad, de camaradería, que hasta ahora, ha dado muy buenos frutos. Sencillamente la gente que lo sigue cree que de ganar otra persona las elecciones, los pobres volverían a ser olvidados y maltratados.
Por esa cercanía aparente, es que la enfermedad que lo aqueja juega a su favor, aunque extrañamente podría no haberle dado suficiente rédito político, hasta ahora. Su nuevo discurso, basado en temas estrictamente religiosos, no exentos de cierto misterio esotérico que se corresponde exactamente con creencias arraigadas en lo profundo del pueblo que lo sigue, lo está empezando a colocar en posición de “regresado de la muerte”, una especie de deidad a quien la vida le regaló otra oportunidad, y no un invencible. Es un nuevo ser humano, un nuevo Dios, un “resucitado”. Por lo tanto, es fundamental hacer diferencias conceptuales: Superman, el invencible hombre de hierro, no representa un fenómeno romántico. No está nunca al borde de la muerte, no regresa del más allá a arrepentirse de sus pecados y errores. Simplemente es indestructible. Un resucitado es, por el contrario, el epítome de lo romántico, es el aviso supremo de Dios, es un pecador que, comparado al hijo prodigo, regresa para aprovechar hasta el ultimo segundo de la nueva vida que le han regalado, y lo hace poniéndose en la buena con Dios (visitas a templos, fervor religioso, santería) y atendiendo o haciendo que atiende, rituales de corte espiritual, tenidos por necesarios entre sus seguidores. Por lo tanto, es importante, para él, ser percibido como alguien que rectifica y enmienda. De ese modo, la estrategia está claramente destinada a seducir un importante sector de indecisos que votarían por él, si perciben esa rectificación o que regresarían a brindarle su apoyo por la misma causa. Pues bien, eso es exactamente lo que está haciendo. O al menos eso es lo que quiere hacer notar: Despertado nuevamente el fervor religioso que le es propio, alcanzaría con mayor facilidad el apoyo del indispensable tercer sector y ganaría unas reñidas elecciones.

En campaña (IV)

Aun cuando no ha dejado de hacer campaña ni un solo día de los 13 años que lleva en el gobierno, probablemente la más complicada, sucia y enrevesada campaña electoral que ha conocido el país, está a punto de empezar. En el chavismo existe el convencimiento, muy estudiado, que la base de todo es el discurso; sobre todo, lógicamente, el discurso del comandante, por lo tanto, están dispuestos a darle rienda suelta a todas las horas de prédica que sean necesarias, siempre que el predicador sea el líder. Los demás posiblemente se limiten a repetir lo que aquel dice y a afianzar conceptos en la mente de sus seguidores.
Algo parece estar claro: conscientes del estado calamitoso en que estamos, la gente votará por la esperanza de una vida mejor (que no necesariamente implica un cambio) y por aquel candidato que sobreviva con mayor entereza a la campaña de desprestigio que abarcará ambas partes.
La gente también votará por quien le llene mejor los bolsillos. Ya no será sólo por promesas. Y para ello, el gobierno está realmente preparado: hace dos años ahorran cautelosamente para gastos de campaña; por tanto, la cantidad de dinero que “rodará” a lo largo de los seis primeros meses del 2012, será probablemente escandalosa.
El asunto es que la oposición ha centrado su estrategia en definir un claro enemigo y atacarlo: Ese enemigo es Chávez; con lo cual pareciera que la oposición no ha aprendido su lección, no ha comprendido el fenómeno. Atacar directamente a Chávez es, ante los ojos de sus seguidores, atacar directamente a Dios y peor aun, a un Dios enfermo y relativamente vulnerable que, de todos modos, renacerá al tercer día. Entre tanto, ese hombre resucitado y en pie de guerra, llama a dar batalla “por la mente de los electores” lo que no es otra cosa que ideologización pura y dura, basada con toda probabilidad, en el rescate de valores como la identidad nacional, la familia, el amor a los hijos, la paz y la integración latinoamericana; todos, de importancia capital para un sector mayoritario de votantes afectos al régimen, para quienes esos mismos valores parecen estar vedados. Se cumplan o no, la percepción de que la vida está mejorando, es muchas veces, más importante que la realidad de tener una vida mejor, efectivamente. Sentirse amado por el líder que amas, es muchísimo más importante que tener aceite en la alacena. Para los pobres, nada en este mundo es peor que sentir “la mirada del despecho”
Se debe tal vez, a una razón de extrema simpleza: A pesar de no haber mejorado su calidad de vida, los sectores populares fueron tomados en cuenta; así sea simbólicamente; en este gobierno los pobres alcanzaron protagonismo y reconocimiento, soportado por un andamiaje jurídico socialista que parece diseñado especialmente para su uso como herramienta de campaña en los sectores mas convenientemente satanizados: Economía, propiedad estatal, cambio en las estructuras de propiedad y educación. Este andamiaje jurídico socialista, (completamente instalado y en plena operatividad) es el nuevo estado con el que lidiamos, cada vez con menos campo de acción, y que ejecuta controles en sectores amplios de la vida política, económica, jurídica y simbólica de la nación.

¿Habrá futuro? (V)

Seguramente si. Es decir, habrá un futuro en el que comiencen a construirse las bases de un sistema político de convivencia social cuya plenitud, si llega a darse, no la veremos los que hoy estamos convertidos, a la fuerza, en actores de un proceso de cambio. Contrario a lo que se dice, por ejemplo, en la encuesta Hinterlaces; el triunfo electoral del gobierno en las elecciones del 07 de Octubre de 2012, está bastante reñido y podría no darse. Algunas encuestas, relativamente serias, arrojan resultados “de fotografía” y otras mienten descaradamente en una dirección u otra. Sin embargo, no parece que sea un asunto estrictamente de encuestas. Si se tiene en cuenta que un 56% de los venezolanos aun cree que el presidente puede gobernar un nuevo periodo, en el que demostraría cuanto ha cambiado y cuanto puede hacer por el bien del país; pero, sólo un 45% se identifica con sus ideas y cree que Chávez es una especie de padre protector que une a los venezolanos, y se añade, a esta percepción, programas sociales cuya perversidad nadie atina a comprender, pero son incluidos en la definición y calculo de un ingreso per capita cada vez menos real pues se forma de dádivas que dependen de las necesidades de una campaña electoral; tenemos un panorama que obliga a la oposición, no sólo a mantener con la vida el concepto de unidad, sino a seducir con programas atractivos y esperanzadores el voto del tercer sector, los mal llamados “ni-ni”.
Responder a la estrategia que, con idéntico fin, se adelanta desde el gobierno fundamentándolas en reconocimiento de errores, promesas de cambio y misiones “que ayuden a combatir y a aliviar la pobreza”, parece harto difícil en una oposición que no cuenta, ni remotamente, con los mismos recursos y debe enfrentarse a un partido con maquinaria perfectamente aceitada y bien pagada, que pese a ser un entramado de traiciones, podría sobrevivir - gracias a la renta petrolera inacabable - hasta a una eventual falta absoluta de su creador. No obstante, hay que buscar vías. Crear referentes, insistir en la importancia del cambio, manejar las elecciones primarias como el primer paso para una democracia nueva (aunque el fenómeno de perdida de las estructuras democráticas casi no se acusa) y establecer para los posibles votantes, corrientes de correspondencia ideológica hacia los sectores de oposición.
Tal vez sea imperativo un cambio de discurso; en lugar de mencionar al pueblo podría mencionarse a “los venezolanos” y así considerar la suplantación de términos tradicionalmente adversos a la oposición, que sin embargo la misma oposición utiliza:
Inclusión vs. Respeto
Revolución vs. Progreso
Comuna vs. Familia
Igualdad vs. Oportunidad
Pobre vs. Ciudadano
Ideología vs. Valores
Convendría analizar (y estoy seguro que se ha hecho) las aristas sutiles, pero de valor incalculable, que redondean el mito Chávez. Aun en el eventual suceso de un agravamiento de su estado de salud e incluso su desaparición física, es bueno que se hable claramente del Chavismo como un fenómeno político que llegó para cambiar definitivamente el escenario político venezolano, y que su eventual derrota en unas elecciones presidenciales (07 de Octubre 2012) no garantiza en absoluto su desaparición. El objetivo no debe ser, entonces, derrotar a Chávez, pues aunque parezca un sin sentido, a Chávez podría derrotarlo la enfermedad y para eso se están preparando desde dentro del gobierno.
En cualquier caso, derrotar el actual gobierno en las urnas e implantar un sistema de cambios que permitan la reinstalación del sistema democrático, con garantía de funcionamiento y transparencia institucional, reestablecimiento del estado de derecho pleno, libertades ciudadanas, libertad empresarial, respeto ciudadano y seguridad jurídica y personal, parece la tarea más complicada que líder opositor alguno pueda proponerse. No está de más, entonces, recordar que el concurso de todos es fundamental, y que tenemos la tarea vital de atraer el tercer sector, no con promesas claras de cambio, sino con realidades incontestables.
Si el 75% de los venezolanos piensa que vivimos en un virtual estado de sitio, debido a la terrible inseguridad personal que nos acecha, y ese 75% está seguro de que piensa la verdad; pero, no encuentra sobre quien posar su dedo para establecer responsabilidades, es obvio que nosotros, los opositores, hemos fallado en señalar un rostro y ellos han acertado en escurrir un bulto. Es hora de empezar a nombrar las cosas por su nombre.

martes, 22 de noviembre de 2011

Causas a la mode...

Debe haber sido que esa noche yo estaba más bien aburrido y buscando lo que no había perdido. No tengo otra explicación para mis, hasta ahora únicos, 15 minutos de gloría Twittera. Leyendo entre tweets, encontré uno de @Diego_Arria en el que se refería a las corridas de toros; decía algo así como que, a él tampoco le gustaban y trataría de prohibirlas en un eventual gobierno suyo. Palabras más, palabras menos.
Fue uno de esos impulsos innegablemente suicidas, lo que me hizo responderle inmediatamente que a mi sus gustos me tenían sin cuidado y que no se metiera con las corridas de toros. Cinco minutos más tarde, la prueba de la efectividad de las redes sociales reposaba íntegra en mi buzón “menciones”: Mensajes (literalmente de todo tipo) me acusaban de monstruo sin derecho a pataleo. Simple, y no tan llanamente, mi comentario a @Diego_Arria, me había convertido, en segundos, en un paria de esta sociedad maravillosa cuyas prioridades ocupan, orgullosamente, lugares de excelencia para la defensa a los animales. Incluyendo toros, mapanares y cobras venenosas.
Creo que lo he dicho antes: yo no logro hacer conexión emocional de ningún tipo con animal alguno. Conozco y he conocido muchos cuentos conmovedores de animales (especialmente de perros) y he intentado de muchas maneras “abrir mi corazón” a diversas faunas sin el menor éxito. Nunca he sentido nada al acariciar un perro (salvo el irrefrenable deseo de lavar mis manos con agua y jabón) y los gatos, con el debido perdón de mis congéneres, me parecen creaciones demoníacas y punto. Obviamente, nunca he pensado en el sufrimiento de un toro en la Plaza de las Ventas.
Eso no significa, por supuesto, que yo quiera salir por ahí a divertirme matando animalitos indefensos. Significa que ellos allá y yo aquí, y que jamás me va a dar por ir de safari a Kenya. Significa también que respeto muchísimo los sentimientos de alguna gente por sus animales, pero que no entiendo (creo tener derecho) por que tratar a Layka como si fuera Maria Eugenia (y a Maria Eugenia como debería tratarse a Layka). Pues bien, esa falta imperdonable de sensibilidad, me ha convertido en un monstruo al que (según alguna de las ofendidas twiteras de la noche) habría que ponerle banderillas y muleta en una plaza pública.
Está bien, admito mi error. No es este el momento para defender a Paquirri ni salir a pontificar sobre las artes taurinas. He debido pensarlo: consiguieron los catalanes acabar con la tauromaquia en sus linderos; imagínense lo que puede quedar para una simple plaza de pueblo. Así como Mary Quant y las minifaldas, odiar toreros y corridas es nuestra moda más socorrida en este siglo XXI de identidades perdidas y amor por las criaturas de Dios, desde el bachaco culón de la amazonia, hasta el rinoceronte africano en peligro de extinción.
Viéndolo bien, menos mal que les ha dado por ahí y no por tirar piedras (que diría mi madre). Claro que me cuesta entender por que seguimos empeñados en prohibir cosas, en impedir que haya un bando que se exprese como quiera, en dividir al mundo en una mitad que sabe lo que es bueno y otra mitad (la mía) que se quemará en las pailas del infierno por malucos. Pero, nada, no hay caso; Ole torero y olé olé, estará desterrado de nuestras vidas dentro de poco y al queno le guste, que le den... Seguramente lo merecemos por insensibles y descastados malos hijos de San Francisco de Asís. Seguramente. Lo que molesta es que sea a través de un decreto y un bando de proclama, que lo mismo nos prohíbe admirar un torero, que salir de casa después de las 7 de la noche, o encender el televisor en el canal que uno quiera.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Perdió Zapatero...

A ganadores y perdedores hay que exigirles que sean, porque toca serlo, ese tipo de políticos que, todo hay que decirlo, nunca ha habido por estos pagos y que según Churchill se convierten en estadistas cuando piensan en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones.
En su primera comparecencia pública, el nuevo presidente de los españoles ha optado por exhibir su talante más comedido; su convencimiento de que, es tan grave lo que se les viene encima a quienes junto con él, han sido votados abrumadoramente para dirigir los destinos del país, que pareciera no haber espacio para fiestas, sino para discretos abrazos de felicitación y pequeñísimos besos en el balcón, como si de boda real se tratara.
Lo ha hecho de esta forma a pesar de haber obtenido una victoria histórica - la más alta que ha obtenido partido político alguno en la historia de la democracia española - y lo ha hecho así, tal vez, porque lo suyo, la promesa que no para de hacer ni repetir, es que llegó allí para trabajar y para hacerlo sin descanso, contra la más grave crisis que asola Europa desde la segunda guerra mundial, cuando Europa no estaba unida y no acusaba tan evidentemente, la mala hora del vecino.
No va a tenerlo fácil. Por creativo que se ponga (y le tocará serlo, mucho) Rajoy va a tener que montarse en los hombros, al Fondo Monetario Internacional, al Banco Central Europeo y al pesimismo que amenaza dejar sin aire a los españoles. Una altísima prima de riesgo que sube sin miramientos con el paso de las horas; algunas intentonas de desplome en la Bolsa, que se detienen casi milagrosamente; un mercado inmobiliario en el peor estado de incertidumbre, con miles de viviendas vacías porque han sido objeto de desahucio y miles de españoles en la calle por la misma razón y lo más grave de todo: un índice de desempleo insostenible para cualquier economía que se respete. Esas son, apenas, las aristas más visibles de una crisis que tuvo su mejor exponente en el movimiento de los indignados, ese “grupo de revoltosos” a quienes el nuevo gobierno va a tener que prestarle atención con seriedad.
Entre tanto, un clamor empieza a formarse, secundado por analistas serios y por gente de la calle: el gobierno debería estrenarse ya mismo y saltarse los plazos parsimoniosos de un país que adora las siestas largas y la modorra. Ya, cuanto antes mejor; de todos modos, el nuevo gobierno puede que tenga una luna de miel supersonicamente corta. Para poner las cosas en su lugar, el nuevo equipo de gobierno español (en el que habrán, a no dudarlo, una buena cantidad de súper mujeres) necesitará medidas de enorme impopularidad y sacrificios compartidos por un pueblo que, no solo no está dispuesto a hacerlos, está harto de venir haciéndolos.
Ayer en España, perdió Zapatero. Nadie sabe nada más. Todos esperan que los populares, con Rajoy a la cabeza, los saquen del atolladero – tal vez puedan, un poco – y las cosas en la Madre Patria, no sigan el derrotero de otras cunas de la civilización occidental, golpeadas duramente por gobiernos que se equivocaron y tuvieron que pagarlo. Repito que me hubiera encantado que ganara Rajoy, pero esto es lo que hay y con eso habrá que vivir: Con la derrota histórica de un partido socialista plagado de errores y el triunfo en las urnas del voto castigo. Ni modo.

martes, 15 de noviembre de 2011

Entre panas nos veamos....

No la veo casi nunca, no nos hemos hecho una visita jamás; pero, si yo entro al supermercado y me encuentro a Carmen Teresa Martínez, voy a saludarla con cariño y voy a dedicarle unos minutos a saber de su vida, a ponerme al día en sus proyectos y andanzas. Voy a hacerlo, porque nosotros “nos criamos juntos”, hicimos juntos las rondas de piñatas y fiestas de adolescentes y nuestras caras se acostumbraron a verse con afecto. Esa sensación es la misma que me producen Maria Corina, Henrique y Leopoldo cada vez que los veo juntos. Al igual que Carmen Teresa y yo, ellos deben haber coincidido en muchas cosas cuando eran chamos y deben sentir entre ellos un afecto cómplice y solidario. Es más, revisados los árboles genealógicos, probablemente hasta medio primos sean. Diego Arria se cuela entre esos muchachos porque, como bien lo recordó anoche, es amigo también, pero de sus padres y a Pablo Pérez, todos parecen haberle abierto las puertas de su casa como quien se las abre al chamo nuevo que llega al colegio con fama de ganador de caimaneras. Eso es lo que rescato del encuentro que, anoche, sostuvieron los precandidatos presidenciales de la Unidad Democrática en la Universidad Católica Andrés Bello y que fue llamado “debate” cuando en realidad se trataba de una simple presentación de intenciones.
Lo rescato por una razón sencillísima; durante años, este país ha estado en manos de gorilas, con pésimo gusto y peor léxico, incapaces de reconocer a sus amigos entre quienes los acechan (seguramente porque la amistad es un asunto inexistente en esos lares) e incapaces de hablar con nadie durante cinco minutos, sin agarrarse a pelear hasta con el aire que respiran. Durante años, la sobriedad de actos como el de anoche, ha sido impensable y el país se nos ha ido convirtiendo en 912 050 kilómetros cuadrados de templete de feria mala, animado por payasos de los que cobran 50 bolívares y pagan el hotel. También porque, durante años, lo que uno ha captado en las apariciones del satrapa y sus secuaces, es que alguno de ellos va a clavarle un cuchillo a su vecino y este a su vez va a repetir el gesto de derecha a izquierda.
Por eso me gustó tanto el altísimo tono de camaradería con que estos cinco rivales se enfrentaron. Habrá quienes se dediquen, con mayor conocimiento, a analizar la interesantísima y muy correcta propuesta constituyente de Diego Arria (cuyo único error fue haber aprovechado la ocasión para volver a hablar de La Haya, aunque fue aplaudido por eso) o el impecable discurso político de Maria Corina Machado, por mucho la más preparada de todos los que estaban allí, o el carisma indudable de Henrique Capriles Radonsky a quien parece que las ganas de trabajar le brotan de alguna fuerza interior; o la apacible bien coordinada inteligencia de Leopoldo López, el mismo que siempre parece que lo de gobernar, él lo lleva en la sangre. Alguien con más argumentos que yo, hablará de Pablo Pérez, su creciente popularidad y su interés genuino por diversificar la educación en planes que no pueden ser ignorados por más tiempo.
Yo sólo quiero pensar que el futuro lo estamos construyendo entre panas. Entre gente que tiene aspiraciones personales legítimas, pero que dentro de ellas, le abre espacios al país que se desmorona frente a nuestros ojos. Puede que esa sea una manera frívola y edulcorada de verlo, pero si algo me pasó anoche cuando terminó el “debate” es que volví a creer en el discurso de paz, volví a creer en el país posible, volví a creer en la majestad perdida, en la dignidad y en el respeto. No extrañé gritos ni consignas, ni me pareció que hicieran falta banderas ni fuegos artificiales que disfrazaran inmensas carencias.
Si hay algo que una generación entera descubrió anoche, es que en Venezuela, hay espacio para la sobriedad, para el enfrentamiento inteligente, para el intercambio de ideas y para la gente que habla bonito y no insulta a nadie.
Lo bueno es que esa lección no vino teñida de rojo. Eso quiere decir, seguramente, que anoche apareció perfectamente dibujada una alternativa para la paz, que se puede construir en paz. No fue poco.
(Por cierto, ninguno de los cinco se saltó las normas fijadas para el encuentro, sobre todo en lo que concierne a tiempos de micrófono…eso puede indicar honestidad)

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Nada más...

Entre los cuatro se cuenta con dificultad una mínima parte de nuestra historia. Nacieron en los últimos años del siglo XX y pertenecen, como la mayoría de nuestros muchachos, a la generación del reggaetón, facebook y algunas redes sociales. Aun twitter, extrañamente, se les antoja territorio ajeno, pero si es por tecnología, nacieron con todas. Cada vez que hablan, se les descubre cierta manera de levantar pasiones que justifica cada uno de los votos obtenidos en una elección donde se alzaron con el 53% de las preferencias de sus pares. Son Mario, Yerson, Armando y Alejandra, los delegados al gobierno estudiantil de la escuela Técnica Industrial Padre Madariaga. Los mismos que se presentaron a la elección invocando el nombre del fundador de Fe y Alegría, prometieron 4 cosas sencillas de cumplir y se esmeraron en propagar un discurso serio, joven y esperanzador para una comunidad donde, ni la juventud es garantía de algo, ni la esperanza se vende en bolsitas.
Esta mañana, nerviosos, solemnes, uniformados, sin renunciar a los zapatones grandotes sin anudar trenzas y el cabello engominado, mis muchachos del gobierno estudiantil empezaron su andadura formal por el tema de hacerse solidarios con su comunidad, de encabezar ciertas luchas de urgencia impostergable y de arrimar su esfuerzo al tremendo esfuerzo colectivo de vivir en paz, trabajando en paz.
No la tienen fácil. A ellos se les exigirá respuestas que probablemente no conocen y de su escasa experiencia de vida, se esperará que saquen conejos donde no hay chisteras. Ellos lo saben y no tienen ni una gota de miedo. Se paran delante de cualquier cabeza gris y hablan con propiedad sobre soluciones que tienen la simpleza de las cosas importantes. Tienen además, un desparpajo y una confianza que deja cualquier carencia jugando banca. Han empezado por intentar resolver el asunto escabroso de la comida prometida y nunca cumplida (PAE), y querían llenar de lockers el colegio, sólo que entendieron, sin que hubiera que explicárselos, que lo primero que deben hacer es educar a sus compañeros en el respeto a lo ajeno.
Esta mañana, después de la juramentación formal, Armando, el rapero del grupo, el chamo al que hay que regañar veinte veces para que vista correctamente el uniforme, se me acercó casi en privado y me dio la mano:
- Si Profe, fino esto no? Mire sabe lo que yo creo, que esta es una forma de trabajar por la paz, osea, sin políticos ni cosa de esa, por la paz, profe….nada mas….
A Armando y sus compañeros es posible que la Paz, esquiva y complicada, se les antoje “nada más”. A nosotros, adultos sobrevivientes de muchas guerras, la Paz no ha hecho sino complicarnos la vida, por sobrepasarnos en un deseo que parece inalcanzable. Después de darle gracias a Dios por haber llenado mi camino de Armandos, de Yersons y de Alejandras, los vi alejarse, como un solo bloque, hablando alto de sus planes para el futuro del colegio, el que empieza mañana. Mario volteó a mirarme y me lanzó una amplia sonrisa. Era el rostro de la paz. De la paz por la que lucharemos juntos, a pesar de los pesares; de la paz que está por venir y que a ellos les parece un nada más. Estoy seguro que van a sorprenderme.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Chocron en un día de parada

Sucedía religiosamente cada martes, en aquellos días de la ciudad que iba dejando de ser amable, pero conservaba mucho de lo que tuvo para ser una de las mejores del mundo. Cada semana, a causa de una regulación gubernamental, había que dejar el auto en casa un día y atreverse a hacer las cosas de diario a pie o en transporte público. A Isaac le tocaba los martes y lo cumplía con el rigor con que asumía todo lo que él consideraba un deber cívico. Lo cumplía con alegría. Yo no tenia carro, y todos los días iba y venia hasta el Teresa en el metro. Los martes no. Los martes, al salir de la oficina, Isaac me hacia una seña, apenas, para indicar que también mi día había terminado a la hora en que terminaba el suyo. Salíamos del teatro caminando hasta la plaza de los museos. En ese camino, él me daba un par de monedas, las justas para pagar ambos pasajes y nos parábamos como cualquier hijo de vecino a esperar una “buseta” que fuera por la Avenida Libertador. Ahí empezaba la diversión. Me tocaba a mí escoger aquella en que cubriríamos el camino hasta su casa de la calle Negrin. Dejábamos pasar una por desvencijada, otra por que venia muy llena y algunas otras porque si. Finalmente abordábamos alguna. Él indicaba la escalera en que bajábamos, con maneras de diplomático colombiano que siempre levantaban las cejas de los demás pasajeros, y a todo pulmón me ordenaba pagar los pasajes.
Caminábamos entonces, las pocas cuadras hasta su casa. En el camino, Isaac saludaba con picardía a las transfors que comenzaban a poblar los alrededores del teatro Los Ruices y, con correcta simpatía, a los vigilantes de los edificios cercanos, los pocos tenderos que aun no cerraban sus locales y alguno que otro conocido. En el periplo, empezábamos también a desgranar conversaciones. Nunca hablábamos de trabajo, nunca hablábamos del país, nunca de otro tema que no fuera mi vida, entonces en un terrible episodio de desamor o la suya, entonces comenzando a ser un recorrido por la historia.
Al llegar a casa, Sarita nos ofrecía alguna cosa ligera (y exquisita) para cenar. Yo servía los tragos de whisky, (con soda para mí, con hielo y un tris de agua para él) y apoltronados en la frescura del salón en la Florida, nos dedicábamos a poner en orden las vidas maltrechas. Reíamos muchísimo, y a veces, la seriedad se imponía ante algunas confidencias.
Fue uno de esos martes que me enteré de la enfermedad de Luís y contribuí a diseñar una estrategia de ataque. Fue uno de esos martes que reviví el terremoto que se había llevado a Mercedes. Fue uno de esos martes que supe a ciencia cierta por qué escritor y no economista. Fue uno de esos martes que supe de sus amores y desamores, fue uno de esos martes que decidió por mí, mi mudanza a New York y puso manos a esa obra. Fueron muchos de esos martes los que me fueron haciendo gente grande y fue el conjunto de esos martes lo que me aclaró para siempre el concepto favorito de su vida: la familia escogida vs. la familia biológica. En uno de esos martes, también, me entregó por primera y única vez, el borrador de una obra de teatro para que la leyera: Escrito y Sellado, quizás lo mejor de todo lo que escribió. Es la memoria de una vida en la que se revuelven aprendizajes, peleas, logros y fracasos, escondidos en un amor que se fue llenando de horas e instalándose en el corazón a fuerza de vivir, juntos, la difícil tarea de ser su asistente y todo lo que las malas lenguas pensaban erróneamente. Algunas, la mayoría de las veces, éramos padre e hijo, (mi hijo putativo, mas puta que tivo, era el chiste de ese entonces) y como tales vivíamos. Peleados, orgullosos de algún pequeño alcance, prestos al consejo de lado y lado y listos para algún abrazo de palmadas cariñosas. Nunca, mientras duró la prohibición de usar el auto los martes, suspendimos el encuentro de ese día. Y nunca, cuando ya no hubo razones para ello, dejamos de sentarnos juntos en el sofá esquinero de su casa, a compartir tragos y hacer fiesta. La fiesta que a él le gustaba tener por escenario, aquella en la que él protagonizaba y los demás éramos buenos actores de reparto.
Creo que fue la vida la que se ocupó de alejarnos físicamente. Yo regrese de New York, y a los pocos años volví a irme, esta vez por decisión propia y él apoyó la decisión diciéndome que le parecía la cosa mas trascendente que me había propuesto en la vida. Desde entonces, me permitió volar a mis anchas, pero no dejó nunca de estar por ahí, en la inmediatez de un email casual de saludos, en la cercanía de una llamada telefónica o en la esporádica visita del gocho que llegaba de Mérida, muchos años después, con una caja de bocadillos de guayaba que él escondía celosamente. Alejándonos y acercándonos cuidadosamente, para que no nos sorprendiera el día de hoy.
Esta mañana me despertó el mensaje de su partida. Esta mañana se revolvieron en mi vida, el recuerdo de una parte que siempre será la mejor parte de la que llevo vivida. Esta mañana se me llenaron los ojos de unas lágrimas que no encuentran por donde salir y que no sirven para nada. Lo que sirve es saber, con certeza y para siempre, que hubo un martes, hubo un día de parada y una historia que comenzó, curiosamente, en un autobús accidentado en el páramo de Mérida, un día de 1978. Y eso lo agradeceré hasta el último minuto de mi vida. Yo sé por qué.

lunes, 31 de octubre de 2011

Estamos trabajando

Poco a poco se me derrumban los argumentos que, cuidadosamente, he estado sumándole al pesimismo. Poco a poco, se me aparecen razones, pequeñísimas, para creer que sí, que es válido todo lo que estamos haciendo y que además, vamos por buen camino. La línea, muy sutil, que estamos trazando y que nos aleja de ellos, está empezando a notarse con cierta claridad, a la luz de acontecimientos que tienen de fiesta el barrio y que serán estudiados en profundidad por los que saben de eso. Nosotros, los demás, los que vemos a Venezuela como un asunto estrictamente emocional, estamos empezando a percibir algunas señales que nos hacen pensar – cautelosamente - en lecciones aprendidas. Cierto es que sorprende un poco que Acción Democrática no haya apoyado a Antonio Ledezma, ya que a la mayoría de nosotros, Ledezma nos parecía el candidato “by appointment” del partido blanco; el único que, probablemente, alguna vez tuvo carné y seña de militante; el heredero de un legado tan malo como bueno, presto a salir ondeante en el momento de apoyos y compromisos. Pero, la política es así, tan complicada como las cosas que vamos a entender cuando estemos grandes.
De modo que, fiel a los rumores de los últimos días, Pablo Perez se convierte en el candidato de AD y la cosa electoral se calienta; pues, aunque no por obtener ese apoyo, Pérez se convierte en ganador automático, ese apoyo es, sin duda alguna, una gran muleta. Ahora, la pelea se ubica entre Capriles y Pérez y todos estamos ligando que este último tenga el buen tino de no convertirse en un adeco de nuevo cuño.
Entre tanto, y asestado el golpe, Antonio Ledezma, un precandidato que no me gustaba, declina su candidatura y “se la come” al hacerlo, con un discurso que tiene toda la mesura y el buen talante de los buenos viejos tiempos. Que diferencia entre él, un señor corrido en siete plazas y los de la camiseta encarnada. Como hemos crecido en este lado.
Por fin, el tema electoral trae buenas nuevas: He visto largas colas en los centros de registro electoral y me parece que se están afinando las partidas y las metas. Hay desbalance en las encuestas, pero eso no es malo y, por nuestro lado, el 07 de Octubre empieza a sonar a fiesta. Cierto que mucho está por verse. Hay estrategias, habrá acuerdos. Tendremos que aprender de nuevo a poner la mesa en su santo lugar. No se bien que es, ni por qué, pero hoy he empezado a sentir que sí, que es verdad; que falta mucho por hacer, pero estamos trabajando…

sábado, 29 de octubre de 2011

Líneas desesperadas

Estoy seguro que sueno pesadillesco. Que parezco llenarme de una amargura completamente innecesaria y sonar como un intransigente, enemigo de algo que poco se conoce y para muchos suena a patria. Se perfectamente que, además, estoy reiterándome, lo cual es tan grave como redundar. Pero, es un sentimiento que me asalta y me incomoda muy a menudo de manera inevitable. Lo he escrito tantas veces que necesito disculparme antes de volver a hacerlo: ¿En qué momento, los venezolanos, perdimos por completo la capacidad de vivir bien? ¿Cuando fue que Mérida, por no ir más lejos, se convirtió en esta cosa horrible, casi inhabitable, donde el maltrato es la única cosa de la que podemos ufanarnos?
No, no estoy generalizando sin razones, no estoy exagerando. Estoy tratando de decir cosas que no pueden ser postergadas por mucho tiempo más. Si nos descuidamos, cuando queramos recoger los vidrios, será imposible volver a dejar el suelo limpio.
Alguna vez dije que Mérida se había convertido en una ciudad que solo le gustaba a Valentina Quintero, los hippies y los maracuchos. Ahora creo que ni a ellos. Lo comprobé esta mañana, cuando volví al centro a hacer algunas compras. El resultado de esa incursión, está aquí, en estas líneas desesperadas: Ya está bueno. En esta ciudad no caben más buhoneros, no cabe más suciedad, no caben más automóviles, pero sobre todo, no cabe más violencia. A ver, nadie me asaltó, nadie intentó golpearme o cosa alguna; pero, hay otra violencia, una más erosiva y dolorosa, porque sus efectos devastadores se cuelan de a poco en nuestros inconscientes, hasta dejarnos completamente inválidos de mejores sensaciones. Es el ruido ensordecedor que sale de las tiendas mal montadas y llenas de pacotilla, es el olor nauseabundo de la comida de pésima calidad que venden en todas las esquinas, es el espacio robado a los peatones por vendedores de cualquier porquería; son las paredes cubiertas de papeles que ofrecen desde una pócima mágica hasta un concierto de guitarra clásica, son los indigentes que piden lo que sea para ayudarse a vivir, son las madres indígenas rodeadas de niños harapientos y sucios, que igual te atracan o te ruegan limosna; es la gente que se grita de una esquina a otra, el que toca corneta, el que avanza por la derecha y ocupa tu pedazo de acera. Es la suciedad, el olor a orines rancios, las pintas en las paredes de los pocos edificios hermosos que sobreviven; los millones de discos piratas, los miles de remedios caseros a cualquier precio, los postres inmundos en las esquinas, los puestos de telefonía informal, el cigarro detallado y el tendero que responde un rotundo NO a cualquier cosa que pidas.
Eso es Mérida hoy; eso es lo que algunos optimistas compulsivos llaman el casco histórico de la ciudad. Eso es lo que hay al pie de las más hermosas montañas de nuestra geografía. Eso es lo que habitamos con toda normalidad. Lo que nos parece “calor venezolano”. Lo que aceptamos sin hacer nada por intentar cambiarlo.
¿Qué fue lo que nos pasó?

martes, 25 de octubre de 2011

Carmen

Hace algunos años, un músico amigo mío definió la opera como “una cosa rarísima, llena de alaridos, en donde a una señora gorda le entierran un puñal y canta como un ruiseñor”. Es una definición que me encanta y que explica perfectamente por qué soy operático. No crea nadie que me siento feliz por eso. Ser operático implica conductas sospechosas. Somos gente medio rara, llena de resabios, que se disipan sólo con la ayuda de esas terribles tragedias que se cuentan a punta de gritos imposibles, en idiomas que nadie entiende, acompañadas por partituras de insólita belleza. Ni modo, en mi particular relación con la música, mi opción, era ser operático. Tuve además la inmensa suerte de pasar una buena (magnifica) parte de mi vida entre vestuarios rebuscados, paredes de cartón piedra, pelucas de rafia y señoras (gordas, casi siempre) que se convertían en ruiseñores o en cuervos, según fuera la necesidad de la historia. No lo digo mucho porque me da pánico que me crean culto, pero es la verdad: no, no soy culto, soy operático a muerte.
No es sencillo. Ser operático en un país que dejó de tomar la opera en serio, justo cuando empezaba a darnos argumentos para fanatizarnos y convertirnos, tal vez, en Ferreristas y Palacistas, es muy complicado. Hemos tenido que amar la opera a distancia, con el recurso engañistico de discos y videos, aceptando que allá afuera los tiempos cambian, y la tecnología da paso a “propuestas” que en nada se parecen a lo que alguna vez hizo, por ejemplo Zefirelli, con la desafortunada Violeta Valery. Por eso, y por negarme a otras nostalgias, adoré haber estado cerca de Carmen, la producción que La ULA y la Alianza Francesa, pusieron en escena este fin de semana en el Teatro Tulio Febres Cordero de Mérida. Carmen, nada menos. Una de las guatacas de la opera; el papel que convirtió a Ana Maria Kalogeropuolou en LA CALLAS y que ahora nos devuelve a Armando Holzer a Mérida para que nos gocemos una tremenda puesta en escena que, tropezada una y mil veces con absurdos obstáculos, se mantuvo a flote y alcanzó victoriosa la orilla.
Bastaron sólo dos noches para que Temix Albornoz, un bajo de limitadas facultades vocales y extraordinario talento escénico, sedujera la audiencia hasta rendirla, en su estupenda creación del guapo Escamillo; o Gregory Pino, un tenor a quien no le fue fácil mantener su exigente rol deviniera en presencia escénica inolvidable, gracias a un Don José bordado en filigranas. También para que Karen Rodriguez, una soprano merideña a la que habíamos escuchado en contadas ocasiones, nos arrancara lágrimas de emoción en su impecable Micaela o Mairin Rodriguez, a pesar de un horrible vestuario y otras cosas en su contra, se convirtiera por gracia de su voz portentosa, en una Carmen que nos rindió a sus pies de fascinación.
Fue un milagro de personas; allí donde no hubo otro talento que buscar, hubo gente extraordinaria que le puso brillo a un montaje que de otra forma, habría tenido la opacidad de las cosas hechas por quien quiere, pero no puede. Fue tan importante la colaboración de cantores, pintores, obreros, toreros, músicos, utileros, maquilladores, coros (los mejores de Mérida) y bailarines, que conjuraron dos de los peores obstáculos con que puede tropezar una ópera de gran formato: una orquesta tradicionalmente pobretona y un trabajo humano de producción tradicionalmente equivocado. En el caso de la orquesta, Christophe Talmont (director invitado) obró el milagro: La orquesta Sinfónica de Mérida sonó como jamás, ni remotamente, lo ha hecho. En lo segundo, es preferible no abundar. Carmen se estrenó sola, gracias al trabajo de todos los que no estaban llamados para organizar la producción.
Es el teatro. Al final, la mayoría de las veces, a pesar de todos los duendes que se ensañan en su contra, el telón se descorre para mostrarnos lo que verdaderamente vale. Todo lo demás se borra, por suerte, en ese instante perfecto en que nos acordamos que después de lo escuchado, hay que ponerse de pie y gritar BRAVO per il signor, BRAVA per la signora e BRAVI per tutti….

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