Tras el vidrio opaco de la ventana, la lluvia. Finísima, casi imperceptible. Un otoño que no nos pertenece llena los días de Mérida. Los hace pesados, tal vez porque no sabe como hacerlos bellos. Afuera lluvia y neblina, volátiles, efímeras. Adentro, el pesar inmenso de sentir como se rompen, poco a poco, los cómodos almohadones con que has ido llenando una geografía que reconocías tuya. Como se cae el invento que repetiste mil veces para que no doliera tanto el sin sentido. Como se hace irreparable la grieta que ha ido dibujándose, durante algunos segundos, todos los días, en las toscas oscuridades de las horas robadas. No sabes si importa. Parece que no. Lo que hasta hoy era, ya no es lo que parece. Se ha convertido en verdad y es una estafa; pero, ya no importa. Un instante fugaz, una rara epifanía, un inmenso temblor, te ha puesto frente a la roca que se desmorona. Has entendido que nada queda por hacer. Has entendido, en claridad, que todo se ha perdido irremediablemente. Has sentido temor de ti y tu profundo desconsuelo. Yendo de un lugar a otro, moviéndote para que nada te cause espanto. Parándote frente a un espejo para que la vida vuelva a ser la sonrisa comedida, el chiste ocurrente, la medida dosis de antipatía, el comentario afilado. El personaje que inventaste para salir a recibir aplausos aunque la función no haya terminado.
Algo se quebró. Sentiste el ruido de vidrios que rodaban por la acera sin posibilidad de rescate. Viste como algunos entraron con el agua de la lluvia, por el torrente indetenible de la alcantarilla. Roto, sin forma, sin posibilidad de rescatarlo, sin pedacito de nostalgia, ni poquito de pegamento. Roto. El remedio será sólo una posibilidad que se sueña. Algo se quebró, no buscarás las piezas que se han perdido; empezarás de nuevo a buscar olvidadas esquirlas que creías innecesarias.
Habrá que volver a construir alguna cosa que se parezca a una vida. Habrá que intentar juntar los pedacitos que salgan de una valija repleta de inutilidades y dolores. Nada más, salvo amores perdidos de tristeza y féretros grabados de llanto.
Puede que en algún lugar, un mínimo espacio acoja lo poco que queda de mí, no podría asegurarlo. Sólo sé que ya no hay externidades que me conmuevan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario