Cuando Jimena nació, el pasado 12 de abril, a Isis y Diego, sus padres, lo primero que
les vino a la mente, como a cualquier pareja de padres primerizos, fue comprobar su estado de salud. La niña,
bonita como no hay dos, llegó a este mundo – sin ninguna dificultad - en un
parto programado hasta el último detalle pues provenía de un vientre al que le
habían pronosticado, a pesar de su juventud, bastantes dificultades para lograr
la proeza de la maternidad. Quizás fue
el amor; pero, Jimena nació perfecta,
gracias a Dios, a los bonitos genes de la madre y de la abuela y a la
buenamozura del padre.
A los pocos días de nacida los primeros exámenes pediátricos
no hicieron sino confirmar la alegría del nacimiento. Jimena crece, gana peso y
come; un niño bien criado no hace otra
cosa; come, duerme, llora cuando tiene hambre y, sus padres, la única
preocupación que tienen es sortear con buen ánimo la dificultad diaria de
conseguir pañales y algunas chucherías para consentirla.
Isis y Diego han sido
obsesivamente puntuales en el seguimiento de los primeros días de su hija.
Fieles además a tradiciones ancestrales, Isis ha guardado en reposo la
cuarentena de las paridas de antes, y su
madre se ha dedicado a alimentarla con buen tino para que le leche con
que alimente a la niña sea de la mejor calidad. Diego, por su parte, ha cumplido
con creces: es un padre inmejorable a quien se le caen las babas por su niña. Dedica
sus mejores horas a atenderla y, por supuesto, lleva el teléfono repleto de sus
fotografías para exhibirlas con orgullo, aunque con la cautela propia de estos
días.
Hace un par de semanas, Jimena cumplió 3 meses de edad y
enfrentó la primera polémica de su vida: todo niño que supera los tres primeros
meses de vida debe ser sometido a un proceso de inmunizaciones compuesto por un
protocolo de vacunas que lo pone a salvo de enfermedades que pueden resultar
fatales. Aun cuando existe el temor de
que, inocular un bebe con bacterias y
virus a tan corta edad, resulte más perjudicial que beneficioso; Isis,
profesional de la salud y Diego, ingeniero civil, no apuestan al riesgo;
sencillamente creen totalmente en el poder preventivo de unos pinchazos con los
que seguramente llorarán ellos junto a su hija.
El asunto es que, salvo la vacuna
contra la poliomielitis, en Venezuela no es posible conseguir otras vacunas, ni
en los sistemas de salud pública ni en
las clínicas privadas. Peor aún, existen documentadas denuncias acerca de
campañas de vacunación a precios exorbitantes con productos cuya procedencia
es, por decir lo menos, dudosa. La Sociedad Venezolana de Puericultura y
Pediatría ha explicado que “en algunos
años, nos daremos cuenta de que esas vacunas aplicadas de forma inescrupulosa a
precios elevadísimos, pueden ser culpables de un grave problema de salud
pública”
Preocupados, los dos muchachos, urgidos por poner su niña a
salvo de cualquier problema, intentaron conseguir las vacunas a cualquier
costo; entonces, comprendieron con disgusto que aun teniendo la
posibilidad de pagarlas, conseguir las vacunas para su hija en alguna ciudad de
Venezuela, no era posible. Fue ahí cuando les hablaron de Cúcuta.
La primera ciudad importante que se encuentra al cruzar la
línea divisoria que separa Venezuela de Colombia se ha convertido para las
ciudades andinas, cercanas a la frontera, en una suerte de patio trasero en el que resolver los
apremiantes problemas de abastecimiento de todo tipo con que se enfrentan a
diario; a menos de 4 horas de distancia
por carretera, ir de compras a Cúcuta para conseguir, desde medicinas
hasta alimentos básicos y artículos de higiene personal es el único “canal
humanitario” abierto para los venezolanos, aun cuando el gobierno de Nicolás Maduro
no solo lo niega, sino que lo prohíbe expresamente, haciendo que los habitantes
de esa zona del país consideren la ley,
que los aleja de la solución de sus problemas,
letra muerta y enterrada. Si bien al tipo de cambio de moneda los
precios encarecen sustancialmente, por lo menos existe la seguridad de que
gracias a la subrepticia apertura comercial de la frontera, “del otro lado”
todo es posible. Incluso vacunar tus hijos.
-
Yo había hecho todas las
averiguaciones, sabía que no era complicado en absoluto y que en cualquier
ambulatorio de Cúcuta, El Puerto de Santander o La Parada era posible vacunar a
la niña. Me habían dicho además que era gratis, un dato que no es importante,
porque nosotros estábamos dispuestos a pagar; pero igual, llevábamos cierta aprehensión
porque no sabíamos si ocurriría algún cambio y perdíamos el viaje - dice Isis mientras recuerda, luchando contra sus emociones, el día que le tocó recorrer un poco mas de 300
kilómetros para poder vacunar a su hija.
No es secreto, el tema
de las vacunas ha llegado a oídos de todos los padres que van de pediatra en
pediatra buscando una solución. No se trata solo de que las vacunas no existen, es que se
puede tener la mala suerte de caer en manos de algún delincuente inescrupuloso
que fastidie la vida de tu hijo y acabe con tus menguados ahorros. Isis y Diego, prevenidos, planificaron hacer
el viaje, darle los pinchazos a la niña y regresarse tan pronto como fuera
posible.

Siguiendo las instrucciones del cartel pusieron rumbo a La
Parada, con deseos de desayunar y resolver lo antes posible su diligencia; a las 7:30 de la mañana lo que encontraron allí
los llenó de estupor: una cantidad aproximada de 200 niños y sus familiares,
tenían convertido el ambulatorio en un pandemónium. Isis, acostumbrada a llevar
un consultorio impecable en cuya sala de espera solo caben las sillas justas
para las personas que han confirmado consulta, se sintió superada por el desorden
de sus paisanos. Entonces, le asaltó el temor de haber perdido el viaje: las
enfermeras, incapaces de controlar lo que ocurría, amenazaron cuatro veces en 20 minutos con “cerrar el ambulatorio y dejar de atender
niños venezolanos” y enérgicamente anunciaron que “nosotras ganamos muy bien, no necesitamos que nos ofrezcan plata para
que los adelantemos en sus turnos, aquí eso no vale nada”
Fue Diego, acostumbrado a lidiar con equipos de fútbol y
vestidores de gimnasios, el que puso orden.
Bastó un fuerte y enérgico silbido y un rasgo imborrable de su buen
talante: - me pareció absurdo, pero tuve
que sacar todas mis fuerzas para convencer a los venezolanos allí apelotonados
que tenían que tener un poco de orden - Lo aceptaron, cuenta el joven padre de Jimena,
no sin protestas y en pocos minutos, fue
él quien se ocupó de asumir la tarea de controlar el proceso de vacunación de más
de 200 niños venezolanos en un ambulatorio colombiano.
-
Era como si los venezolanos no
entendieran que la vacunación no es responsabilidad del gobierno colombiano,
sino del nuestro y es el nuestro el que no cumple –
Su desempeño fue tan hábil, que
termino siendo el que controlaba incluso el uso de los baños, organizando hasta
la forma y el sitio en que debían desechar
los pañales usados.
-
La espera fue larga, eso me dio
tiempo para muchas cosas, pero sobre todo para conversar con una señora
colombiana que vive al frente del ambulatorio. Me avergoncé, ella llegó a decirme que habían enviado una
carta a la dirección del ambulatorio pidiendo que suspendieran el servicio a
los venezolanos debido a su extremo desorden, la señora me dijo que los pañales sucios se quedaban por todas
partes y que los venezolanos producían
una cantidad de basura increíble; sentí una vergüenza horrible al escucharlo,
no pude evitar pensar en lo rayados que estamos en todas partes – relata sonrojada la madre de Jimena
–
A mediodía, un
sacerdote vecino que suele repartir alimentos a los necesitados, repartió sopas
entre los venezolanos que esperaban su turno para la vacuna de sus hijos. Eso los sorprendió a ambos enormemente; pero, allí
tuvieron que tomar cartas en el asunto nuevamente y apoyar al sacerdote en la
repartición del almuerzo.
Jimena fue vacunada entre las últimas, a las 4 de la tarde y
por suerte no tuvo reacción adversa alguna.
Poco después, extenuados por el duro día de trabajo inesperado,
emprendieron camino de regreso a casa.
Isis, con los nervios destrozados por el cansancio hizo acopio de
fuerzas para distraer a su marido al volante y asegurarse un viaje de regreso
que fuera por lo menos, entretenido. Las imágenes del fuerte día empezaron a
convertirse en palabras y ambos, que han convertido sus dos años de convivencia
en excusa para estar bien y ser felices por encima de cualquier circunstancia,
decidieron no interrumpir el trayecto sino para el café indispensable.
A las 9:30 de la noche
llegaron a El Vigía,
el punto desde el cual cualquiera que venga por ese camino empieza a sentir que
llego a Mérida y se encontraron con el tráfico detenido. Averiguar las causas
desató el llanto incontrolable que Isis traía apelotonado en la garganta: un
árbol había caído en la carretera, partiendo en dos el vehículo en que viajaban, de regreso de Cúcuta, una joven pareja con su hijita de cuatro años de edad.
Ambos padres estaban muertos dentro del auto y la niña gritaba desconsolada el
alcance de la mala hora.
-
Pudo ser cualquiera de nosotros; esa
pareja, seguramente, había ido a Cúcuta a resolver algún asunto parecido al
nuestro. Pudo ser cualquiera de nosotros - es lo último que se le ocurre decir a esta jovencísima
madre venezolana, mientras se seca las lágrimas que vuelven a brotar
irremediables ante el recuerdo de un accidente y de una vida que ya no se
parece en nada a lo que ella suele escarbar de su memoria.
A su lado, con un lazo hermoso tejido por su abuela, Jimena sonríe distraída por el descubrimiento de un sonajero. Ajena, como corresponde. Su madre sabe que apenas empieza el camino y siente que su patria es ella. Que por ella, agarrará su palito de escoba, como El Chavo, y se pondrán a salvo, un día de estos.
Gracias por publicar este testimonio de la Venechuela a la que no debemos volver una vez que salgamos de este estado fallido
ResponderEliminarTodavía no puedo creer que no sé por dónde empezar, me llamo Juan, tengo 36 años, me diagnosticaron herpes genital, perdí toda esperanza en la vida, pero como cualquier otro seguí buscando un curar incluso en Internet y ahí es donde conocí al Dr. Ogala. No podía creerlo al principio, pero también mi conmoción después de la administración de sus medicamentos a base de hierbas. Estoy tan feliz de decir que ahora estoy curado. Necesito compartir este milagro. experiencia, así que les digo a todos los demás con enfermedades de herpes genital, por favor, para una vida mejor y un mejor medio ambiente, póngase en contacto con el Dr. Ogala por correo electrónico: ogalasolutiontemple@gmail.com, también puede llamar o WhatsApp +2348052394128
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