A la final – de campeonato – llegaron cinco. Leopoldo López, en un acto que habló muy bien de la unidad con que llegaremos a Octubre, declinó su candidatura a favor de Henrique Capriles. Los otros se han mantenido en sus aspiraciones y nos han dado más de un motivo para discutir, para disentir y para apoyar a uno u otro, en decisiones que no se han hecho firmes hasta las últimas horas. Cada uno tiene con qué hacerlo. Cada uno representa la mejor, sino la única, forma de poner al gobierno en aprietos y dejarlos sin empleo. Uno de ellos obtendrá la nominación presidencial para el 07 de Octubre y nos devolverá la esperanza de país posible.
Estos son:
María Corina Machado Parisca: Pudo haberse dedicado a ser “una señora decentísima” (y lo es, no saben cuánto) quedarse en su casa del Country y aparecer vestida por Ángel Sánchez, en todas las crónicas que escribe Roland Carreño. Pero, ella decidió apostar por un país que parece dolerle muchísimo. Tiene una experiencia tan buena y tan vasta en temas sociales de verdad y unas credenciales académicas tan lustrosas, que escucharla ha sido uno de los grandes placeres de la campaña. Luce estupenda, además; uno la ve y sabe que fue bien criada. Vive sin artificios un sifrinismo ligth que está completamente puesto al servicio de una causa que nos suena a todos. Pasará a la historia por haberle dicho ladrón al ladrón y por haberle dado aires frescos a una silla que no se antoja lejana. No hay duda que será gobierno y que lo hará bien. Desde donde sea y como sea. Su manera de estar resteada con la patria, es sencillamente envidiable.
Pablo Medina: Es verdad, ha sido el menos brillante de los cinco en sus apariciones públicas; pero, desmerecerlo por ello es, sinceramente, un error de cálculo que nadie debería cometer. Es el hombre del trabajo, o mejor dicho, de los trabajadores; un grupo humano que puede que se haya convertido en el soporte de este y muchos gobiernos más. Su experiencia de sindicalista arriesgado, sus enfrentamientos casi legendarios con el gobierno y sus ganas de cambiar todo lo malo que hemos vivido en estos años, lo hacen tan buen contendor como cualquiera de sus pares. Lo mejor es que él no piensa dejar de darnos sorpresas.
Henrique Capriles Radonsky: Parece un chamo amalandrado criado en Prados del Este. Por nada del mundo se quita la gorra ni se viste mejor. Tampoco ha engordado ni perdido su innegable “allure” con el sexo opuesto. Detrás de eso tan frívolo e intrascendente, sin embargo, hay un hombre joven y sorprendente curtido en las veleidades del poder y entrenado, en cuanta liga existe, para trabajar como muy pocos. Pero además es inteligente y estudiado como los duros. Su discurso no lo ayuda - dicen algunos - y según como se vea, eso se ha convertido en su ventaja: trabaja mucho, pero lo hace calladito, con todos, por todos y para todos. Esa manera de querer hacer las cosas bien se lo hemos visto en Miranda y en algunos otros sitios. Se llama compromiso sin condiciones y el término parece haberlo inventado él.
Pablo Pérez Álvarez: Maracucho, echao pa´lante e incansable. Alcanzó la gobernación del estado Zulia trabajando como hormiguita al lado de Manuel Rosales y defendiendo la maracuchisidad con el mismo énfasis con que defiende ahora la venezolanidad. Parece un tipo afable, cercano y muy familiar. Menciona a sus hijos y su mujer en cada aparición pública (poco usual en la política del Caribe) y además ha soltado alguna que otra perla que pasará a la historia. Ha logrado acuerdos políticos que no habríamos ni imaginado en alguna de las anteriores republicas y además, es el propio a la hora de ponerle pleitos al sabanetero. A veces nos recuerda a Pedro Picapiedra y a veces le vemos cara de saber cómo hacerlo bien. Apoyos y credenciales no le faltan.
Diego Arria Salicetti: Es el radical absoluto del grupo. Su propuesta, que ha logrado atraer gran cantidad de adeptos, pasa por refundar el país, una vez más. A algunos, como en todo, la cosa le suena a disparate extemporáneo; a otros les parece la única salida. Ninguno como él, logró polarizar tanto una pequeña porción de la muy polarizada sociedad que nos acompaña. Credenciales tiene y son muchas: las más famosas tienen que ver con su polémica gobernación de Caracas en tiempos de Pérez y su paso, bastante notable, por nuestra embajada en la ONU. Es también el mayor, a sus 73 años luce como un santo retocado y de sus “encantos” de otrora, no parece quedar sino un buen discurso y una buena colección de sacos azules. Le quedó malísimo no suscribir el compromiso unitario de gobierno, pero parece que de eso se olvidaron ya. Al final, hará gobierno y lo hará con la misma eficiencia con que otros se han comprometido a lo mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario