Lo que hoy es La Peñera, fue durante muchos años, la casa de playa de mi familia. Ahí sigue estando el murito donde poníamos las toallas y los jabones a la hora de bañarnos y del tanque que mi papa se sentía orgulloso, aun quedan escombros. Desde los pasillos se ve el patio de la casa y un poco de esfuerzo extra habría bastado para sorprender a mi abuela Ofelia vigilando el sueño de sus numerosos nietos, hoy transmutados en huéspedes.
En donde reinaba la abuela, hoy reina sin discusión un San Francisco de Asís reencarnado, que parece haber venido al mundo para que la gente lo quiera. De no ser porque San Francisco está felizmente frenado por el pragmatismo de una compañera magníficamente consciente de los riesgos de la bondad, las extensiones de La Peñera habrían ramificado el pueblo entero de manera más concreta y peligrosa, quizás. Por suerte para ambos, lo único que logra traspasar las paredes de piedra de su posada es la simpática y genuina generosidad que prodigan todos los que tienen que ver con ese raro alojamiento vacacional. Y que conste, lo de “raro”, se debe a que no creo que existan tres lugares así de bien montados y bien atendidos en toda el área de Morrocoy, porque todo lo demás es de una normalidad asombrosa. Incluso la buena onda que se respira y que nos dejó a todos tan sorprendidos. Cosa que por lo demás, no debería pasar, porque uno sale de vacaciones para que la gente sea amable con uno y le haga la vida fácil. En el resto del mundo, claro está.
Regresamos agradecidos por La Peñera. Algo nos dice que los riquísimos días pasados allí, no tienen nada que ver con el simple hecho de que Aldo y Beatriz son amigos de esos que uno considera familia, pero hasta eso es una exquisita rareza; amigos como ellos son una especie extinguida. No cabe duda que esta vez, el universo confabuló a nuestro favor. Debe haber sido porque fuimos huéspedes de San Francisco de Asís y su compañera maravillosa. Toda una suerte, pues.
miércoles, 15 de abril de 2009
La Peñera
Lo que hoy es La Peñera, fue durante muchos años, la casa de playa de mi familia. Ahí sigue estando el murito donde poníamos las toallas y los jabones a la hora de bañarnos y del tanque que mi papa se sentía orgulloso, aun quedan escombros. Desde los pasillos se ve el patio de la casa y un poco de esfuerzo extra habría bastado para sorprender a mi abuela Ofelia vigilando el sueño de sus numerosos nietos, hoy transmutados en huéspedes.
En donde reinaba la abuela, hoy reina sin discusión un San Francisco de Asís reencarnado, que parece haber venido al mundo para que la gente lo quiera. De no ser porque San Francisco está felizmente frenado por el pragmatismo de una compañera magníficamente consciente de los riesgos de la bondad, las extensiones de La Peñera habrían ramificado el pueblo entero de manera más concreta y peligrosa, quizás. Por suerte para ambos, lo único que logra traspasar las paredes de piedra de su posada es la simpática y genuina generosidad que prodigan todos los que tienen que ver con ese raro alojamiento vacacional. Y que conste, lo de “raro”, se debe a que no creo que existan tres lugares así de bien montados y bien atendidos en toda el área de Morrocoy, porque todo lo demás es de una normalidad asombrosa. Incluso la buena onda que se respira y que nos dejó a todos tan sorprendidos. Cosa que por lo demás, no debería pasar, porque uno sale de vacaciones para que la gente sea amable con uno y le haga la vida fácil. En el resto del mundo, claro está.
Regresamos agradecidos por La Peñera. Algo nos dice que los riquísimos días pasados allí, no tienen nada que ver con el simple hecho de que Aldo y Beatriz son amigos de esos que uno considera familia, pero hasta eso es una exquisita rareza; amigos como ellos son una especie extinguida. No cabe duda que esta vez, el universo confabuló a nuestro favor. Debe haber sido porque fuimos huéspedes de San Francisco de Asís y su compañera maravillosa. Toda una suerte, pues.
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Bueno yo que puedo decir, la peñara es unos de mis lugares favorito para vacacionar yo que soy tan necia y fastidiosa, la observacion que yo les haria es cuanto a la limpieza que no es mala pero le falta algunos detalles, ejemplo las cortinas de los baños siempre estan mojosa sabes esas pepitas negras que salen de tanta agua al igual que las llaves de los lavamanos y goma de la nevera tiene ese mojo, mi observacion no es para criticar si no para que no descuiden esos detalles que son pequeños pero significativo derepente no para otros visitantes pero para una como yo si.
ResponderEliminarMe encanta ese sitio yo he ido en varias oportunidades y cada vez que pueda ire.
Gracias por existir.
En septiembre visitamos la posada y lamento informarles, que la peñera no tiene nada que ver con lo que ustedes describen, para nuestra desgracia las instalaciones se encuentran en abandono, no hay mantenimiento. En realidad las imágenes publicadas en la página oficial de la posada y la redacción utilizada para vender el servicio es la gran estafa. Las instalaciones están demasiado deterioradas, los grifos, puertas, piscina, pintura, baños e higiene están en condiciones precarias. Adicionalmente, la cortesía y atención al cliente es pésima, sobre todo al momento de enfrentar los problemas. Quedamos sin agua por toda una tarde-noche y los propietarios no se tomaron un minuto de su tiempo para ofrecer disculpas u ofrecer soluciones o compensación por las incomodidades ocasionadas (se realizaron numerosas llamadas telefónicas sin obtener atención). Nos hemos hospedado niños y lactantes, los cuales requieren de higiene constante y las instalaciones solo nos ofrecían desagrado. Pasamos toda una noche cargando agua de la piscina a los baños sin solución ni atención alguna para mitigar las incomodidades ocasionadas. Por lo tanto, tuvimos que abandonar las instalaciones antes de lo programado. Solicitamos reembolso por las noches ya pagadas previamente y que no disfrutaríamos dadas las condiciones, y la Sra Marisol (administradora, residente en el edo carabobo) y el Sr. Aldo Peñaloza (propietario) jamás dieron respuesta vía correo electrónico, ya que vía telefónica nunca atendieron.
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